Los "gestores sociales", rechazan las críticas y propuestas intelectuales contemporáneas. Las repudian estigmatizando la posmodernidad, no obstante, gestan ciegamente en la sumisión de discursos protegidos por la mistificación de sus utopías. Condicionan la libertad a la conservación de los héroes, a la vez que la someten a sus cadenas. La noción problemática del cambio se centra en resumir al humano como un mero ser de lo estructural, que conoce la justicia en un contexto doblemente colonizado y colonializado. Al no trascender de la transformación estructural (colonial), el sujeto queda preso de un orden simbólico que determina la formación de su identidad.
Hay una cárcel que trasciende más allá de los pequeños gremios políticos, de la rebeldía opositora que también, hoy día usan como símbolo de resistencia. La política local, no se reduce solo a gremios, sino que sus cadenas trascienden la historia, y hoy día tal parece presa de la caducidad, insertando concepciones de lo justo, que se manifiestan en algunas reformas banales, o más bien, simples consignas que los definen. Los “gestores sociales” andan de la mano con muertes escondidas dentro de una utopía destruida hace tiempo. Mas simplemente lo desconocen o lo ignoran intencionalmente; igual da, pues el resultado es “nada”. Tal parece que todo les fuera de una nostalgia, derivada de la repetición eufórica del fracaso tan gastado, y tan probado con lágrimas. Se quedan defendiendo la normatividad de sublevarse ante lo canonizado.
Dígase canonizado, no solo por la teoría, sino por la manifestación multifacética que han logrado exhibir algunos símbolos de lo que se supone que sea la teoría, o la ideología. Los gremios se disminuyen mucho más, creando un orden de figuras de poder ya estigmatizadas en la historia. Aunque algunas de estas cosas pueden ser de conocimiento general, irónicamente son la clave del teatro micropolítico que se gesta desde una performatividad del dolor de la colonia. Podemos decir que ni siquiera se forman por el discurso, sino por la repetición de sus interpretaciones del mismo. Queda atada la acción, a una que solo tiene la tendencia de perpetuarse en el tiempo por el asombro y por el “shock” que se manifiesta a través de las estructuras de poder, que a su vez responden a un antagonismo ideológico que determina la memoria colectiva, y por la explosión de recursos mediáticos e instituciones de poder a merced del discurso hegemónico.
La efusión rebelde y reaccionaria de acciones “políticas”, politiza los lugares. Se significan por la acción, que a su vez es significada por el poder. En otras palabras, la memoria colectiva queda significada por el discurso que se deriva de la acción. Esto resulta en que la actitud reaccionaria de los gestores sociales, es la propia tumba. El “shock” se viene utilizando como recurso desde tiempos inmemoriales, como hemos podido ver con el nacionalismo. Sus acciones han quedado grabadas en la memoria colectiva del pueblo y la historia de algún evento se ve a través de dicursos dominantes sobre la izquierda, que perpetúan el repudio, de lo que supuso ser en sacrificio por lo real.
No se puede gestar desde el desconocimiento y en la euforia del momento. No se puede gestar impulsado por meras nociones románticas de lo que supone ser patrio o nacional. Igualmente por ello se han dado tantas manifestaciones fascistas en la historia. ¿No fue por ello que España estuvo sometida al Franquismo hasta el 1975? ¿No fue eso, en parte, responsable del Holocausto? Es sabido que el nacionalismo es un sentimiento banal que viene desde los constructos simbólicos de lo que debe ser una nación. Igualmente las naciones se forjan a base de determinaciones territoriales. Desde la geopolítica se condiciona el margen de identidad y del acervo nacional, o visto de otra forma; lo que se debe ser. Entiéndase que las construcciones que se adoptan en Puerto Rico sobre la identidad vienen desde una manifestación colonial binaria impartida en distintos tiempos por imperios diferentes. La recolonización se le añade a un pueblo ya colonializado. La concepción patriótica viene de la defensa de los remanentes coloniales de nuestra propia memoria.
Menciona Ciorán que la creación de la historia se da en la medida que se pierden las utopías. Visualizado desde una perspectiva discursiva, mientras el pueblo está gestando por la utopía, todos los eventos ocurridos dentro de ese marco responden a ella, por lo cual, cuando la utopía se concibe, se pasa a otra faceta, en la cual se ha trascendido al flanco antes desconocido, y lo consiguiente es ver en acción la etapa utópica. Queda el gusto o el disgusto por ello, para que luego las concepciones de lo justo y lo injusto se manifiesten cíclicamente. Sin embargo, en el escenario micropolítico de nuestro sitio, la mayoría de las concepciones ideológicas vienen de la “utopía” concretada con la revolución Bolchevique. Los héroes son Marx y Lenin, y todos los líderes de los escenarios comunistas que hubo, divagando en el fanatismo de la idea sin tener en cuenta cuánta violencia, o cuánto imperialismo se manifestó a nombre de ello, disfrazado con el sello de la justicia.
Claro está que culpar a Marx por el stalinismo es lo mismo que culpar a Cristo por la Inquisición. Igualmente, muchos responden sin contextualizar la teoría. Entonces entramos en un momento donde solamente queda el desengaño de lo que se creyó ser, por lo cual los márgenes de significación que en algún momento tuvieron pertinencia político-social, aunque hoy no dejan de tenerla por completo, se toman como un margen externo de lo normativo. La modernidad se caracterizó por la construcción de todos los órdenes a los que respondemos con naturalidad. La constitución del estado nación es un determinante de facto de la misma. Desde aquí se construye toda la ideología de estos gestores que, a mi parecer, caminan en construcciones caducas.
Contextualizando, en un margen en el cual se manifiestan defensas de tendencias políticas modernas, es paradójico, ya que defender esas tendencias es conservar los orígenes de la colonización y colonialización del lenguaje y del poder. El imperialismo despoja de lo innato a los pueblos, los hace padecer, les borra su historia para así implementar una visión lineal de lo correcto. Por ejemplo, Teodoro Roosevelt hacía llamar a los EE.UU. la guardia internacional, ya que intervenían en cualquier marco cultural que, según él, no fuese “civilizado”. El imperio tiene la intención de silenciar las voces asumiendo una superioridad intelectual y moral que desvirtúa cualquier objeción del pueblo sublevado. Menciona Ciorán que el colonizador calcula su poder en la medida en que siente que debe ser imitado. En Puerto Rico tenemos un margen de colonia y colonialidad doble, como mencioné anteriormente. A principios del siglo XX los españolizados no hacían un reclamo por lo indígena, claro está, sino por España, que les servía de modelo, como madre patria, y muchos han perpetuado esa conducta hasta el presente. El despojo de lo innato, por parte del poder se manifiesta de igual manera cuando no se conoce el busilis desde la raíz.
La puertorriqueñidad se define remontándose a símbolos coloniales, por lo cual el concepto del cambio, automáticamente se deriva del imperio, ya que la rebeldía muchas veces solo busca contrariar al imperialista. Entiéndase por ello la relación directa que existe en nuestro contexto entre el independentismo y el comunismo. Claro está que no podemos dejar de tomar en cuenta la Guerra Fría. La explosión mediática atacante significó la persecución del comunismo. Eventos como el macartismo y la crisis de los misiles luego del fracaso de la invasión de la Bahía Cochinos en Cuba, crearon un pánico campal en nuestra isla. Se justifican muchos eventos violentos simplemente por la estigmatización antagónica que se tiene del comunismo.
La conmoción mundial entre los 40 y 60 se sintió en Puerto Rico y coincidió con el auge nacionalista, y luego con los primeros movimientos socialistas-independentistas en la isla. Por lo cual en tiempos de tensión contra el comunismo la rebeldía nacional, como otro margen de oposición a lo hegemónico, se vinculaba con el odio ya cultivado por el imperio hacia los comunistas. Entonces la rebeldía, y lo subversivo que podía tener la independencia contra el imperio, se combinó con la adopción del comunismo en el auge de la Guerra Fría como otra línea opositora a lo colonial, pasando a ser hoy día un rasgo estético de la multi-izquierda.
Siempre se ha podido apreciar el movimiento de izquierda en Puerto Rico como un molde del imperio. Básicamente la historia se ha construido a base del asombro de las acciones, sin haber traspasado a una concientización de las mismas. Es lo mismo que se viene repitiendo ahora con la nueva gestión social, desde sus diferentes facetas, con sus luchas por caer dentro de los cánones de poder. El problema consta en no trascender lo simbólico, y no ver que el humano no solo responde a lo abstracto, sino que más allá de las transformaciones estructurales los objetivos se tienen que transformar en la memoria del pueblo. Hay que hacerle una llamada al holismo, para así poder concientizar multifacéticamente los frenos que llevamos desde hace tanto, y no solo por parte del poder, sino por la división de campos de pensamiento a la hora de afrontar las raíces del descontento.
¿Quién define la libertad verdaderamente? ¿Cómo podremos desvincularnos de unas cadenas que ya vienen incrustadas en nuestros ojos desde hace tanto? Definitivamente, es una hazaña que parecería utópica, mas parece que en ello recae la solución. Tal vez deberíamos tener nuestra propia utopía, y no vivir en lo repetido. Se trata de reconocer cuál es el sentido verdadero de la gestión, y no actuar por el mero reconocimiento de una concepción de lo injusto, y llevar a cabo todo lo que nos parezca contrariarle.
Lista de imágenes:
1) Stoyan Nenov, Figuras de soladaos soviéticos de un monumento al Ejército Soviético fueron transformados en súper héroes en Sofia, la capital de Bulgaria, 2011.
2) "Power Rangers Abbey Road", 2011.
3-4) Eric Curtis, de la serie Fallen Superheroes, 2012.
5) Darko Suvin, "Phases and Faces of Marxism/s", The Montréal Review, 2013.