El desarrollo del lenguaje del ser humano ha dado lugar a lenguas que viven y mueren, se desplazan y evolucionan. No existe un supuesto absoluto que establezca cuál fue el origen del lenguaje y cómo y por qué se proliferaron tantas lenguas, siendo éste uno de los tópicos más enigmáticos del ser humano. Se estima que en el mundo existen aproximadamente más de 6,500 lenguas vivas, además de 7,000 lenguas que se encuentran en peligro de extinción.[1] Tan sólo en Papúa Nueva Guinea, una isla en Oceanía, se hablan alrededor de 850 lenguas.
A través de este escrito se presentarán y discutirán algunos paradigmas de la evolución del lenguaje establecidos bajo un enfoque multidisciplinario.[2]
Entre los textos más conocidos se encuentra la Biblia, en donde se observa en el capítulo 11 del Génesis que existía una preocupación por el tema de la manifestación de los lenguajes y su pluralidad. Se indica que Dios bajó y cuando vio la obra que realizaban (la Torre de Babel que llegaba hasta el cielo) dijo: “He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y éste es el comienzo de su obra. Ahora nada de lo que se propongan les resultará posible. Bajemos, y una vez allí confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan unos a otros”.[3]
Así mismo, Platón y Aristóteles son considerados como los primeros exponentes sobre el debate del origen divino del lenguaje versus la necesidad comunicativa del ser humano. Siglos después, en 1871, en su obra, The Descent of Man, Darwin rebobina esta polémica arguyendo sobre alguna de sus ideas respecto a la mente y el lenguaje, atribuyéndolas a la selección natural. Mientras, Alfred Wallace le atribuía el lenguaje y el racionamiento humano a lo sobrenatural.[4]
La teoría más disertada sobre la proliferación de las lenguas se basa en las emigraciones nómadas y de agricultores. Figúrese un grupo de recolectores y pastores, algunos continuaban su rumbo, pero otros, se asentaban. Los que se asentaban permanecían expresando aquellos sonidos ya conocidos, mientras que los que continuaban su viaje, le añadían nuevos sonidos al universo sonoro ya conocido al mantener contacto con otros grupos o de la relación con diversos entornos geográficos.
Un ejemplo de proliferación de la lengua que se ha estudiado con bastante rigor es el crecimiento del árbol lingüístico del griego. Se ha podido trazar la trayectoria de la lingüística occidental desde su aparición arcaica, siguiendo la expansión helenista, al igual que su aportación a la gramática latina y la cultura romana y su utilización bajo el imperio. De esta forma,el griego influyó al latín y se fusionó en Europa occidental con las lenguas indígenas tales como: el celta, el ibero, el germano, entre otras; gracias a la conquista militar romana y la asimilación, este lenguaje se mantiene vivo.[5]
Esta teoría de la expansión del lenguaje se justifica con la idea de que los homínidos tenían ya un lenguaje establecido. Ésta nace de la evidencia arqueológica, consistente de restos de instrumentos musicales e instrumentos de piedra encontrados en Europa, parte de Asia y el norte de África del período Paleolítico hasta el Neolítico. Dicha evidencia arqueológica demuestra que había una cultura establecida y, para ello, es necesario un medio de intercambio de comunicación estructurado.
Donald y Blake (1996)[6] esquematizan la evolución lingüística de estos homínidos. Comienzan con el Autralopithecus (4.1 millones a.C.) y el Homo habilis (2.4 millones a.C.), los cuales en teoría podían realizar gestos, vocalizaciones, gritos, gruñidos y suspiros. Luego, reflexionan que el Homo erectus (2 millones a.C.) logró expresar proposiciones cortas. De este último surgieron dos principales vertientes de homínidos: el Homo neandertal y el Homo sapiens. Ellos teorizan a partir de la evidencia física recolectada que el Homoneandertal al igual que nuestro antecesor, el Homosapiens, podían llevar a cabo procesos de pensamiento complejo que dieron paso a oraciones y discursos con sintaxis.
Se intuye que los homínidos primitivos no podían emitir una variedad de sonidos, por no contar con una laringe descendida como las tenemos los seres humanos. La laringe es la base desde donde las cuerdas vocales producen el sonido con que nos comunicamos los mamíferos. En 1975, Lieberman[7] disertó sobre la “laringe baja en el cuello” teorizando que es una adaptación lingüística de selección natural, lo suficientemente evolucionada como para controlar los flujos de entrada y salida del aire. Por tal razón, estableció que la laringe descendida ayuda a expresar una mayor cantidad de sonidos. Este paradigma respecto al componente fisiológico del lenguaje es uno de los más conocidos y debatidos.
Para algunos investigadores, como Derek Bickerton o Fitch[8], esta teoría parece ser débil. Ellos contra argumentan la teoría de la laringe descendida al descubrir que otras especies como los perros suelen descender la laringe con propósitos de selección natural. Una explicación evolucionaria sobre el descenso de la laringe es que le permite al animal emitir sonidos más graves para espantar potenciales depredadores o para cortejar.
Se ha considerado que los primeros sonidos de los homínidos comenzaron por imitar los sonidos de los animales y de la naturaleza, con el fin de sobrevivir en la sabana. Este supuesto se fundamenta en estudios modernos realizados con culturas primitivas y aisladas donde, predominan estos sonidos. Como por ejemplo, el lenguaje de los Hottentots, el cual se caracteriza por los sonidos “clicks”, donde en cada cuarta palabra se incorpora un tipo de “click”. Estos sonidos se asemejan al agua en movimiento entre otros sonidos de la naturaleza.
Por otra parte, se ha establecido el paradigma respecto al factor genético del lenguaje. Se expone que el FOXP2 es un gen directamente relacionado con el desarrollo del lenguaje. Se ha demostrado que quienes han sufrido algún tipo de trastorno respecto a este gen correlativamente han sufrido de alguna deficiencia lingüística. Un grupo de investigadores del Max Placnk Institute of Evolutionary Antropology en Leipzig, Alemania, se dieron a la tarea de investigar si el neandertal contaba con este gen.[9] En efecto, hallaron que elHomo neandertal también poseía el gen FOXP2.[10]
Comparación craniométrica entre neandertal y hombre actual.
La comunicación se fundamenta en el lenguaje y el mismo constituye una de las capacidades más complejas del ser humano. El lenguaje surgió ante la necesidad de materializar lo abstracto del ser humano. Sabemos que otras especies también han desarrollado impresionantes capacidades comunicativas. Sin embargo, solemos antropomorfizar los lenguajes de los animales por el hecho de no entenderlos o por no creer que la otra especie también posea una capacidad cognitiva para expresarse mediante el lenguaje. Con frecuencia le atribuimos actividades musicales a los medios de comunicación de otras especies, como solemos hacerlo con el canto de las ballenas o la danza de las abejas.
Respecto a nuestro sistema de comunicación oral, se puede observar que las vocales son sonidos fundamentales de nuestro lenguaje oral. Ellas son el núcleo de la comunicación oral y, según Fisher (1997),[11] se ha supuesto que existen tres vocales universales que todas las lenguas deben tener: a, i, u. Se cree que hay lenguajes humanos que cuentan con una sola vocal siendo éstas el sonido básico de la palabra, puesto que una vocal puede existir sin la presencia de una consonante, pero no sucede lo mismo con el sonido de las consonantes, por ejemplo, la consonante f (efe) que tiene que ser pronunciada acompañada de vocales.
No obstante, el sistema de comunicación y lenguaje humano que no se delimita exclusivamente a la oralidad, si no que lo constituyen otras formas de intercambio comunicativo como el lenguaje escrito, el lenguaje de señas, el braille (sistema de lectura táctil), el lenguaje corporal, la mímica facial (la cual está regulada por el sistema nervioso) que pueden expresar innumerables matices de los estados de ánimo, o incluso el lenguaje químico como en el que participan las feromonas que se liberan con el fin de provocar comportamientos específicos en otros individuos.
Por lo que el lenguaje no sólo es aquello que se pronuncia, se escucha o se lee, sino que es un medio de intercambio de información, como el lenguaje matemático, el lenguaje de programación, entre otros. Estos múltiples tipos de lenguajes han sido creados por el ser humano, a través del desarrollo de las taxonomías de las diferentes disciplinas, lo cual ha traído como consecuencia innumerables cambios lingüísticos. Tal ha sido el caso de la tecnología, la cual ha introducido un insumo significativo de nuevo léxico y ha dado paso a una nueva dimensión en los conceptos lingüísticos.
Sin embargo, las causas respecto a los cambios lingüísticos modernos suelen ser multifactoriales, como el bilingüismo, procesos de transculturación, relaciones internacionales y comerciales o la multiplicidad de sinonímicos como las veinticinco palabras para la nieve de los Inuit-yupik-aleutas, las setenta palabras para lluvia de los gallegos o las doscientas veinticinco palabras del inglés para decir dinero. Puesto que vivimos en un mundo tan pluralista y “globalizadamente plano”[12] en el cual es imperativo el diálogo entre culturas, se da paso a que el remplazo y la expansión de léxico sea un proceso constante.
El fenómeno lingüístico de inflexión no es uno novel, como sucede en el caso del tan criticado spanglish a causa de la influencia anglosajona en la cultura latina y viceversa. Algo similar mismo sucedió durante el siglo XII (durante la Guerra de los Cien años)con la influencia del francés en el inglés, donde hubo un aumento de aproximadamente un 40 % de léxico francés en el inglés. Éste hecho enriqueció el inglés, el cuál hoy es el principal componente de los pidgin en el mundo.
Con frecuencia este término es aplicado al comercio, la academia y las relaciones internacionales. Aunque existe el supuesto de que una lengua tal como el pidgin puede remplazar una lengua indígena. Entonces surge una lengua creole, tal y como sucedió con la influencia del francés en las lenguas africanas que se hablaban en Haití durante la colonización.
No obstante, se han planteado que “las razones por las cuales mueren los lenguajes son por cuestiones políticas, religiosas, culturales y económicas”. (Fisher, 1997) Para que un lenguaje no muera, hace falta una expansión constante de nuevo léxico o una creación de sistemas de protección y educación en el conocimiento del lenguaje para que éste pueda pasar a través de las generaciones como un bagaje cultural de identidad propia. El pretender ser demasiado purista con respecto al lenguaje puede conllevar a resultados adversos.
Recientemente, un estudio de David Harrison muestra que cada catorce días muere un lenguaje. El problema de la muerte de una lengua es que ésta arrastra consigo la muerte de una tradición cultural compuesta de historias, mitos, leyendas, música, costumbres, religión, entre muchas otras cosas. El resultado es una generación perdida en búsqueda de una nueva identidad a través de un lenguaje no propio.
Notas:
[1] Harrison, D. (2008). The Last Speakers. National Geographic.
[2] Las mayoría de las investigaciones que se han hecho referentes a este tópico no se han llevado a cabo por lingüistas; si no por investigadores de otras disciplinas, tales como: antropólogos, científicos, entre otros.
[3] Aunque, en los asirios cerca del 2,800 a.C. ya se había escrito sobre la importancia del lenguaje acadio en las tabletas sumerias
[4] Justo en ese mismo siglo (XIX) comienzan a florecer las primeras escuelas de gramática y lingüística en Europa; por ejemplo, August Schleicher publica su compendio de gramática comparada de las lenguas indoeuropeas.
[5] Las lenguas occidentales son muestras de esta evolución. El griego sigue vivo, pero, tiene su propia evolución y lo que pasa a nuestra familia de lenguas romances que se hablaban En cambio, en la parte oriental de Europa, esta lengua evoluciona y se convierte en lo que es hoy el griego moderno.
[6] Donald, J. & Blake, E. (1996). From Lucy to Language. 1st Ed. New York: Siemens & Schuter.
[7] Lieberman, P. (1975). On the Origins of Language. 1st Ed. New York: Macmillan.
[8] Bickerton, D. (1992). Language and species. 2nd Ed. Chicago: University of Chicago Press.
Fitch, W. (1997). “Vocal tract length and formant frequency dispersion correlate with body size in rhesus macaques”. Journal of Acoustical Society of America 102. 1213-1222.
[9] www.biolinguistica.wordpress.com
[10] El paradigma Neurocientífico del lenguaje explica que el lenguaje hablado se basa en los sonidos emitidos por el aparato buco fonador. De forma tal que los sonidos se convierten en el vehículo de los conceptos. Cada palabra está conformada por sonidos específicos que el área de Wernicke, situada en la corteza cerebral, que permite identificarla como un conjunto sonoro diferenciado de las demás palabras.
Una vez que la palabra llega a los oídos es transformada en impulsos que son conducidos hasta las áreas de retención auditiva, conocida como la afasia de broca. En estas áreas, los diferentes sonidos son interpretados como palabras y son enviados a las áreas del cerebro encargadas de la interpretación del lenguaje hablado. Si este concepto suscita una respuesta, el lóbulo frontal del cerebro produce alguna respuesta. En el caso de una respuesta verbal se activan la corteza motriz del cerebro que a su vez prepara el patrón sonoro específico para reproducir el conjunto de palabras seleccionadas en el cerebro.
[11] Fischer, S. (1997). A History of Language. 1st Ed. Netherlands: Krips BV.
[12] Friedman, M. (2008). “The World Is Flat: A Brief History of the Twenty-first Century”. New York: Paw Prints.