Comentando la belleza [1]

Autor

Todo aquí tiene sombra de infinito,
y ni siquiera es…

-Julia de Burgos

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La pregunta que vino a mi mente cuando leí por vez primera el Libro de las FECHAS fue ¿cómo se comenta la belleza? Esa interrogante ha seguido revoloteando con insistencia en mi cabeza desde que Elizabeth me invitó a participar de este conversatorio. El Diccionario de la Real Academia Española define belleza como “propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual”. ¿En qué consiste esa propiedad (atributo o cualidad esencial, según el diccionario) en esta cosa particular que hoy comentamos? Me atrevo a afirmar que la cualidad esencial de este libro-objeto es que desborda poesía. Con solo leer parte de la descripción que hace la autora del propio libro nos percatamos de ello.

El Libro de las FECHAS es una extraña serie sin rutas.
Acaso un hecho de bordes, de errores en pólvora,
de carbón ardiendo en colinas y costas
nada entre nada y nada, cero entre cero y cero
tráfico en extendidos fragmentos de atajos
pedazo portátil -siempre variable y desmontable
que veloz recrece

de labios manchados
advertidas pausas en bocados inacabados
fugas en ríos o vueltas revueltas de dedos,
o arrojos
         en lluvia
o dudas
         en barro
o pliegues
         silbado el encáustico aire…

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Algo similar ocurre con la alusión a La mesa de la cual el libro forma parte, aunque el mismo funcione como ente independiente. “La mesa recoge algunos de los primeros impulsos. La llenan cúmulos de imprecisiones, esbozos y residuos de accidentes y lo inacabado riendo su infinitud.”

Para muestra, más de un botón.

Francisco José Ramos afirma, en un artículo reciente, que:

La magia de las palabras no es otra cosa que el crisol de la metáfora. Y la metáfora es la condición de posibilidad del lenguaje, lo cual empata perfectamente con su función principal que es la poesía… Se diría, pues, que la metáfora y, con ella la poesía, es una empresa de alquimia… (16)[2]

El carácter alquímico en este libro está en que aquí (sigo citando a Francisco José Ramos):

…todo se transforma con todo y, por lo tanto, todo se funde con todo… Todo lo que hay: cada cosa en su simple estar-ahí, en el ser-así de lo que está siendo, y que por eso mismo no cesa de transformarse, de fundirse para resarcirse de nuevo en la distinción singular de lo que aparece.

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En el libro se integran reflexiones, anécdotas, impresiones, sensaciones, fotografías; y además, como dice Robles al principio “Anotaciones, avisos, advertencias, palabras sin querer-sueltas y pausas”. También incluye un glosario personal, personalísimo, en el que (cito nuevamente a Ramos):

Las palabras no son, pues, solamente palabras. Con ellas se descubre que el entendimiento nace de la fusión o la compenetración con lo que hay; y que lo que le da consistencia, continuidad y estabilidad al devenir es, paradójicamente, la plena vacuidad de su metamorfosis.

Fusión y compenetración, vinculación y comprensión de lo que acontece en y fuera del objeto y lo que provoca el contacto de un objeto con otro. Sucede con los seres humanos lo mismo que ocurre con las palabras: el encuentro con otros altera los significados y nos invita a replantear nuestras certezas. Recordemos lo que manifiesta Neruda en “La palabra”: “Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció...” Así, en este glosario, cuenca se convierte en “hondonada de mi mano” y memoria es la “tolerancia a lo fugaz”.

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Otro detalle que vale la pena destacar es la extraordinaria sagacidad, sin menoscabo de la estética, de sus interrogantes que se convierten en una especie de cuestionamiento ontológico: “¿Cómo manejar lo salvaje?”, “¿Cómo lograr el cántico que intenta, cuando su tiempo aún perdura, acercarnos en prolongación?”, “¿Será eso: o lo que realmente busco es ser cruzada por el olor naranja-humano del vértice de la piedra?”, “¿Quién constata el canto del bosque y su inminente estética?”

Insisto, este libro desborda poesía, mucha poesía. Se pasean por él Julia de Burgos, Marigloria Palma, Fernando Pessoa, Alejandra Pizarnik, Octavio Paz, Áurea María Sotomayor y la propia autora  que incluye poemas correspondientes a dos de sus libros (Poemaherida, libro de artista de 2007 y Rescoldo arrebol, publicado recientemente por La secta de los perros). Al unir estos elementos, crea, con asombroso sentido lúdico, una urdimbre única que alcanza inigualables momentos de belleza. Solo me detendré en dos instancias:

Una:

Visitar la zona 0 equivale a entrar en el momento del deseo. Se me otorga. (Sé que sí.) Un solo deseo. Sin retiradas. Uno. No dudes. Sin duda. Mi deseo fulminante entre mis deseos. No dudo. Sé cuál. Sé mi deseo. Sin silencio. Uno. ¡Libertad para Oscar, deseo!

y la otra:

La salinidad en encuentro con los rayos de luz solar magnetiza el suelo. El color es un estado de claridad temblando en azul. Núcleos vivos estremecen de sal al surgir el blanco perlado. El anaranjado busca ojos ardientes para alimentar sus encarnadas cabezas de fósforo; incendiarias que hacen titubear el pie.

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El Libro de las FECHAS está dedicado a Julia de Burgos, “poeta nacida junto a la Quebrada Limones… hace cien años”. No hay mejor homenaje que el que se rinde desde la profunda admiración, en diálogo intenso con aquello que nos apasiona. La poética de la tierra que este libro encarna conversa hermosamente con la naturaleza que exuda la poesía de nuestra gran poeta carolinense. Están presentes su amado río (Río Grande de Loíza), su mar “mar profundo que comienzas en mí”[3] y semillas, árboles, mangles, bosques, montes, flores, gusanos, pájaros: la vida entera.

Cerca del final aparece una cita de otra escritora puertorriqueña, Marta Aponte Alsina: “Mi misión es ver lo que nadie ve, lo que la sombra puede llegar a ser.” Elizabeth conoce su encomienda, sabe ver lo que nadie ve, contempla de manera distinta lo que los otros ven, porque lo hace no solo con los ojos sino con la piel, con la sangre, con el alma; percibe lo inmanente y lo trascendente con ojos, piel, sangre y alma de artista.

Notas:

[1] Presentado en el Conversatorio El Libro de las FECHAS y la poética de la tierra en el Museo de Arte Contemporáneo, Santurce, el 14 de marzo de 2014.

[2] Francisco José Ramos. “Un Tesoro siempre por descubrir”. Dilo 7: Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, enero-junio 2014, 16-17.

[3] Julia de Burgos. “Letanía del mar”.

Lista de imágenes:

1. Imagen de portada del Libro de las FECHAS de Johnny Betancourt.
2-5. Fotografía de Tari Beroszi. Imágenes suministradas por la autora, Carmen Zeta.

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