El yo-yo de la psicología

 

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Uno de los juguetes más antiguos y populares que existe es el yoyo. Se cree que este simple juguete que funciona con las leyes de la física, se originó en la antigua China imperial para el año 1,000 a.c. Sin embargo, el primer registro que se tiene del yo-yocorresponde a la Grecia del año 500 a.c. Aunque actualmente el juguete ha perdido popularidad como juego, ha ganado terreno como pieza artesanal de coleccionista. Podríamos decir que la psicología pertenece a ese reducido grupo que todavía juega con el yo-yo (o sea, con el yo doble). A continuación explicaré porqué.

Mientras que los antiguos griegos jugaban con el yoyo, a su vez filosofaban con el yo como una estructura que marca categóricamente diferencias individuales. Sócrates planteaba que el Maestro (El Otro) es aquel que rescata del interior la verdad oculta de la gente (yo). Por miles de años el debate sobre el funcionamiento del yo y su interacción con el otro ha sido eje central filosófico en el mundo Occidental. Aprovechando esta coyuntura, la psicología tradicional de principios del siglo XX creyó tener la última palabra en esta discusión milenaria, alejando el yo de las retóricas filosóficas para cuantificarlo en el laboratorio. Con esta propuesta la psicología no sólo pretendió fortalecer aún más al yo, sino también legitimarse como ciencia inequívoca.

La psicología tradicional lleva aproximadamente 100 años jugando con su yoyo. Es decir, jugando con un juguete cuyo nombre es dos veces yo, figurando así en una metáfora en la cual se transporta el sentido del yoyo al del yo. El yoyo en este caso no es una representación de dos estructuras yoicasdistintas en un mismo sujeto, eso según la psicología tradicional, sería patológico. De lo que se trata es de un mismo yo pero doble, o sea, más corpulento, fortalecido y doblemente independiente.

Ahora bien, resulta interesante que Yoyo es una palabra filipina que en Tagalog significa “ven-ven”. O sea, “ven-ven” es precisamente una demanda del yo al otro. La psicología tradicional entiende que es desde ese yo “autónomo” y “autodeterminado” que el sujeto puede controlar su mundo y el mundo circundante. Es desde ese yo que el sujeto dirige la palabra para exigirle al otro.

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La psicología presenta al yo como una entidad que opera como un todo unificador que lleva al sujeto a realizar el conocimiento de sí mismo y su autoperfección a través de un proceso de evolución consciente. Esta entidad yoica es alimentada por la psicología a través de toda una parafernalia teórica y cuantitativa que pretende medir sus caracterizaciones. Sin embargo, esto es una pretensión que destierra la propuesta del psicoanálisis y de otras perspectivas teóricas críticas que conceptúan al yo como “collage” discursivo organizado por las fronteras del lenguaje (Muñóz, 2009). En otras palabras, el yono es otra cosa que una entidad marionetizada por un discurso que no permite escapatoria y por ende obliga al sometimiento.

Comparto con el psicoanálisis que el yo es una mera falacia que se autoestafa construyendo ficciones y supercherías en su camino para creerse que anda erguido por el mundo. Parte de la falacia del yo es el otro que supuestamente lo legitima, le brinda respuestas y funge como significante. Pero el otro es la reproducción de un objeto formado por la refracción del yo.

El yo entonces es una ilusión necesaria para combatir temporeramente los embates de la vida y, mientras más robustecido se encuentre, más dirigido a creer saber lo que le perturba.  Pero hay algo que falta, algo que escapa la geometría del lenguaje y del mundo sensorial del yo que produce angustia (Carrasquillo, 2011). La experiencia que atraviesa el sujeto por eso intangible, por lo que falta, por eso insólito que se materializa en aflicción corporal, lo conecta con aquellas pulsiones que obran en él. Sin embargo, el yo, al carecer de los elementos para traspasar los límites del discurso, desde su particular postura, construye una respuesta objetiva de aproximación a su malestar.

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Aún con lo anteriormente expuesto, la psicología sigue jugando con su yo-yo. Le resulta sumamente entretenido seguir fortaleciendo al yo y manufacturar neuróticos para que sean la realeza de un mundo imaginario. Esto es, que el juego del yoyo posiciona a la psicología en lo que Sócrates denomina el papel de “El Maestro” que rescata el yo de la gente. Es decir, la psicología pretende continuar su protagonismo discursivo disfrazada de un gran otro; Otro donde el sujeto “busca ubicar la garantía de su realidad, la garantía de su lugar y en quien poder confiar” (Gómez, 2010).

La fascinación por el juego del yoyo no es de extrañar, porque aparentemente la psicología también opera desde su propio yo. Obsesionada en cuantificar hasta los suspiros, la psicología no ha podido hacer otra cosa que simplemente ver lo que tiene de frente y rara vez analizar críticamente y aproximarse a lo oculto. Sus delirios científicos la han hecho ver lo que ha querido ver, convenciéndose que nada se le ha escapado de sus fronteras empíricas.

Le recomiendo a la psicología que se entretenga con otro juego. Entiendo que el yoyo resulta sumamente entretenido, sobre todo con las maromas que se pueden hacer con él. Pero ya han pasado más de cien años y las maromas se han tornado un tanto repetitivas y peligrosas. La historia, en ocasiones, ha intentado quitarle el juguete a la psicología, pero la respuesta ha sido utilizar el mismo juguete como arma mortal para ahuyentar a todo aquel que se le ha acercado. Si desechar o regalar el yoyo no es una opción, sería una buena idea jugar a desmontar su configuración discursiva poco a poco.

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Lista de referencias: 

Carrasquillo, W. (2011). Seminario de Jornadas clínicas. El círculo psicoanalítico de Puerto Rico. Universidad Sagrado Corazón: San Juan, Puerto Rico.

Gómez, M. (2010). ¿A quién engaña el neurótico? En la Revista Intervalo (p29-37). Intervalo: San Juan, Puerto Rico.

Muñoz, Colón, A (2010). Personalidad aún... desfundamentando los fundamentos. En Temas de la Psicología (p.155-165). Publicaciones Puertorriqueñas. Universidad de Puerto Rico: Puerto Rico.