Espacio a los pies del río Piedras

Autor

foto

Desde una altura de ochenta pies la chimenea octagonal se muestra todavía altiva, sostenida desde el Siglo XIX. Es posible que por ella, el resto de las estructuras que erigen el lugar aún permanezcan entrelazadas desde la tierra, unas a otras con el tiempo. Su presencia aporta un aire fantasmal desde lejos, como si en efecto no perteneciese a esta época.

Sin embargo, emerge de la urbanidad del sonido irritante de las bocinas de los autos, del paso errático de los camiones por la avenida 65 de Infantería y del Tren Urbano que parece burlarse de su concreto antiguo. Otras inminentes construcciones en Cupey, compiten con ese espacio del recuerdo donde circunda el río Piedras. Es de por sí, una obra de la ingeniería hidráulica desde y dónde corría el agua para todos, abasteciendo la sequía urbana.

Ya para 1894 se había construido el dique con el material de una piedra caliza exquisita, reteniendo así el fluido para el acueducto. La represa decantaba en un amplio embalse que bebía sus líquidos del Piedras.  

En esa elevada loma decidió el español Juan Manuel Lombrera, Comandante de Ingenieros, ubicar el primer Acueducto de San Juan, a los pies del río. Un lugar que hoy es considerado un monumento histórico. Es un inmenso y mágico espacio, dónde aún sus antiguos habitantes lo visitan.

Allí, entre la casa de los ingenieros, la de válvulas, y de las máquinas de vapor corría de un lado a otro don Antulio Chabert, administrador. Vivía en una propiedad que le fue condicionada para él y su familia.

La humedad, producto también de la rica vegetación era abundante y sus hijas gemelas adolescentes Digna y Olivia, corrían por entre esos lugares conocidos con libertad y pura ligereza. Una de sus guaridas favoritas para jugar era cerca de los seis estanques, que se distribuían por sobre tres cuerdas de terreno. Chabert y su esposa Carene, lograban escucharlas siempre a lo lejos, hasta que el sonido era remplazado por el viento o por las continuas conversaciones de los oficiales y peones. Entre la fuerza trabajadora eran respetadas las herederas del jefe, quienes le impartían lloviznas de alegría a todo el lugar.

Una tarde justo al aviso de la llegada del temporal San Ciríaco, sus voces fueron opacadas y las jóvenes desaparecieron. Todos los grifos de la maquinaria se cerraron, evitando que remotamente la fuerza fluvial arrebatara con su ritmo los cuerpos perdidos de las niñas. Llovía y la ventisca aumentaba y no había rastro de ellas. Convocados para buscarlas fueron todos, aún con el mal tiempo. Los padres desesperados y los obreros preocupados. El tiempo arrasaba y nadie las escuchaba, ni las veía.

 

foto

Fueron los asalariados quienes las hallaron en uno de los estanques.  Cuando las encontraron flotaban como hermosos lotos y su ropa de colores brillantes se mantenía igual, como esa agua tan limpia y cristalina que se purificaba allí…

Lista de referencias:

http://www.vozdelcentro.org/2011/02/27/el-antiguo-acueducto-del-rio-piedras/

Categoría