Una jornada personal entendiendo y re-definiendo género

Tras una compleja reflexión sobre género

presentada por la profesora Madeline Román, en el vestíbulo de Ciencias Sociales

un estudiante cuestionó que su reflexión era compleja

 y preguntó ¿Cómo le voy a explicar eso a mis hermanas,

 mi abuela en trastalleres? A lo que Madeline contestó:

 “La gente común y silvestre, ya entendieron esto hace tiempo, somos

nosotros en la academia

quienes estamos atrás, tratando de entenderlo.

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¿Qué es ser hombre? ¿Qué es ser mujer? ¿Qué es no ser hombre para quien tiene un pene; no ser mujer para quien tiene vagina? ¿Se puede no querer ser hombre ni mujer? ¿Hay que ser hombre o mujer? ¿Que siento que necesito decir a los demás sobre mi género? No intento con este ensayo contestar estas preguntas, ni universalizar mi experiencia y/o reacciones, pero si intento un poco reflexionar cómo he tenido que negociar esas definiciones de género que internalicé como verdades absolutas desde la primera vez que descubrí un pipí, mío, entre mis piernas. Y mi mamá me dijo que eso me hacía un niño/hombre y lo que ser hombre significaba. Crecí con estas definiciones ya escritas para mí. Nunca imaginé que las cuestionaría.

Los cuestionamientos comenzaron una noche de adolescente, cuando de momento, había otro pipí, un nuevo pipí, que no era el mío, entre mis piernas, y se sentía muy, pero que muy, bien.

Entonces, comenzó un camino íntimo y personal, íntimo pero público, sobre que significaba ser hombre y desear otros hombres. Camino difícil y escabroso, porque de pequeño, se me enseñó a planear todo mi futuro, de acuerdo a ese pipí y su rol en la definición de hombre, definición a su vez fijada a la biología y atada a la orientación sexual. Sexo biológicogéneroorientación sexual, son una santísima trinidad, que al igual que la otra, termina siendo cuestión de fe, sin un sólo dato científico que la apoye o sustente.

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Los primeros homosexuales que vi, los vi en la televisión, creados para la diversión de los heterosexuales. Caricaturas encarnadas por actores, que para hacernos reír, necesitaban burlarse de ese Otro que los define. Personajes homosexuales y asexuales, incapaces de amenazar el régimen patriarcal, heteronormativo, que defendemos todas y todos, a veces, hasta la muerte. La caricatura del homosexual, también nos permitía burlarnos entonces de lo “femenino”. ¿Era precisamente la presencia de lo femenino en ellos lo que los hacía débiles, e histéricos? El patriarcado heteronormativo, mataba varios pájaros de un tiro, no solo se burlaba del hombre traidor de lo masculino, sino que también ridiculizaba e histerizaba lo femenino.

Odié los primeros homosexuales que conocí, eran tan afeminados, que me avergonzaban. Me molestaba que generalmente trabajaran en “beauty parlors”, sin cuestionar que tal vez es donde único les permitieran trabajar en esta cultura y mercado de trabajo tan intolerante de lo femenino en general, como del hombre afeminado en particular.

¿No se me había enseñado que lo femenino era lo inferior? Inconscientemente me resistía a perder ese privilegio masculino radicado en mis huevos. ¿Por qué perder ese privilegio por culpa de mi deseo? ¡Yo no quería ser gay, sólo quería poder tener sexo con otros hombres! Según fui siendo accesible a otros muchos hombres descubrí que son muchísimos los hombres heterosexuales que disfrutan del sexo con otros hombres sin tener ninguna necesidad de sentirse homosexuales o bisexuales. Yo no pude elegir esa ruta, era cada vez más exclusivo hacia lo homosexual. Ya no podía querer seguir acostándome con mujeres.

Ese divorcio o separación de 'lo sexual/biológico' (genitales) de lo que es la 'orientación sexual' no fue fácil de negociar. Decidir ser homosexual en tanto identidad exigía renunciar no solo al privilegio de lo masculino, sino a algunas profesiones, e instituciones como tal vez, religiosas, académicas o políticas, y muchas otras áreas de tu vida. Además, tiene consecuencias en las maneras en que puedes ejercer tu ciudadanía e insertarte en el mercado de trabajo.

A mí, literalmente, me salvó la vida y me convirtió en activista el libro Gay American History[1], de Jonathan Katz, el cual encontré en la Biblioteca Lázaro de la UPR RP. (Por eso es que es importante supervisar y denunciar el hecho de que bibliotecarias afiliadas a iglesias cristianas estén censurando nuestros libros de las bibliotecas del país, pero eso es tema para otra ocasión).

Separar las nociones de sexo biológico de la determinación de orientación sexual, sin embargo, no resolvió el issuede las representaciones de género en nuestras comunidades. La orientación sexual gay o lesbiana nunca dio cuenta de la gama de expresiones de género en nuestras comunidades. Seguimos organizándonos alrededor del binomio hombre/mujer donde se le da mayor valor a las expresiones de género que más acorde estuvieran con los genitales, o sea, mientras más masculinos los hombres y más femeninas las mujeres, mejor estima se disfrutaba en la escala del deseo.

Las mujeres “femme”, y el hombre “butch” eran premios codiciados. Esa fidelidad a la representación de género que fuera de acuerdo a las expectativas que tenemos de los genitales, también fue premiada fuera de la comunidad, con mejores posibilidades de empleo, mejor acceso a educación y menor riesgo de bullying o de violencia. Y así seguimos organizándonos, replicando y re-produciendo un sistema del deseo homo que re-produce la desigualdad de poder inherente al binomio hombre/mujer.

Hace poco conversando con un nuevo amigo, hubo un silencio incómodo al descubrir que visitamos discotecas específicas en los mismos tiempos e inclusive tuvimos un amigo en común. Pero nunca nos conocimos. Fue un momento de des-encuentro en lo que había sido una noche encantadora, un poco de coraje o resentimiento entender que posiblemente no nos conocimos entonces por esos códigos del binomio hombre/mujer que se convierten en barreras y nos dividen. Ese racional da pie a que los más “butch” no permitan que se les vea con afeminados, y se excluían como parejas, tendiendo hombres butch a buscar otros hombres butch, y los mas afeminados a buscar otros afeminados.

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Regresando a mi adolescencia, aún trataba de disociar el sexo biológico de la orientación sexual, sin la necesidad de entender las construcciones y re-presentaciones de género. Fue entonces que una noche, vi una de las mujeres negras ¡más hermosas que había visto en mi vida! Trabajaba de mesero en un bar de muy poca reputación (si alguna). Tina Llegó de madrugada con otra mujer, también negra, también hermosa, también voluptuosa…

Pero de mis continuas confrontaciones con las representaciones de género y cómo las mismas se relacionan o no al sexo biológico y se relacionen o no a las orientaciones sexuales, reflexionaré en la segunda parte de este artículo.

 

Notas:

[1] Gay American History: Lesbians and Gay Men in the U.S.A. T.Y. Crowell, 1976; reprints Avon, 1977; Harper & Row, 1985; New American Library 1992. Number 3 on list of 100 Best Lesbian and Gay Nonfiction Books, a project of the Publishing Triangle, the association of lesbians and gay men in publishing.