Luí Día e’ mío: Intro

Autor

~A José “Pepe” Liboy-Erba~

Paso 1: Enlutar

“desordené átomos tuyos para hacerte aparecer”
-Puente/Gustavo Cerati

Luis murió en diciembre y en enero ya comenzaba mi cuerpo a gestar a Sol Itzel. La noticia de Luis, ahora que han pasado casi cuatro años de su muerte, la he procesado acercándome a su trabajo cada vez más, pero más que a su trabajo al hombre. ¿Quién fue Luis Días? ¿Luis Días Portorreal? ¿Luis “El Terror” Días? Yo sufría al Terror como si de un marido se tratara. Un ex. Ese que una nunca estuvo de acuerdo en ver irse. Algo potente se me instaló en el sufrimiento, como una presencia obstinada, y lo hacía surgir bajo el nombre de Luis Días, El Terror.

Recuerdo pensar si lo que me andaba sucediendo era obra y gracia de las hormonas y sus desequilibrios. Habitada como estaba –toda preñez es una habitación- me costaba entender qué parte de la muerte del compositor y cantante y escritor y artista gráfico y hombre de pueblo era la que activaba el luto-mode porque desconocía casi enteramente su trabajo, aún en mí no funcionaba la relación artista/fanática para con él (cuando digo fanática hay que imaginarse a los 11 años en la plaza del pueblo esperando a que de las escaleritas de detrás del escenario saliera Menudo a amenizar mientras los late 80’s promovían gritería y agitación).

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Corrían los tiempos ásperos en los que todavía andamos, así que su muerte era convergencia, canal, vía por la cual transpiraba el dolor. Quizá era eso, la manera de canalizar la amargura que los años iban acumulando en las dinámicas sociales y económicas, una manera de procesar el presente. El caso es que al enterarme de que ya físicamente no habría manera de encontrarme con el hombre, con el artista, hubo en mi una reacción corporal bastante enérgica, una saudade anatómica.

Al momento de partir yo sólo tenía acceso al sabor que me había dejado en el recuerdo, en el cuerpo, un malentendido de finales de los noventa, en una ocasión en que fui a un mini-concierto a ver a Luis Díaz, el poeta y rapero de Intifada, y me encontré a Luis Días, instead. Quienes me conocen saben de esta historia, quienes leyeron la micro-columna que escribí para el Buscapié en ocasión de su entierro, también.

Resulta que Rafael Acevedo, el poeta, había invitado a sus estudiantes a que fueran al desaparecido Museo de la Raíz Africana, frente a la Plaza San José en el Viejo San Juan, al concierto de Luis Días. Como yo era su estudiante y confiaba en su criterio tanto literario-académico como musical, asistí con una amiga. Me quedé toda la noche esperando el rap, porque Rafa no nos había hecho la aclaración, ni había entrado en detalles. Sin embargo, en mi memoria corporal siempre quedó la añoranza de moverme con la misma soltura, movimientos propios de un poseído, que con aquella canción que decía en el coro “pendejá”. De esa noche, aquella fue la música que permaneció en mi mente.

 

No había persona bajo aquella carpa calurosa que dejara de mover el cuerpo con “Liborio”, canción que, al enterarme de su fallecimiento, busqué por YouTube con ese único recuerdo, aquella única palabra. Liborio, canta El Terror, no “come pendejá”. Liborio el perseguido, el líder que “no ha muerto na’”, quien en huidas reformuló la valentía. Así lo plantea Luis, mientras su canción nos agita. Recuerdo la guitarra sobre su panza acoginada, sus manos con la pajuela entre sus dedos restregando las cuerdas, el sudor que le daba al rostro una lectura de charol a su cara, Luis crecía, se transformaba con su voz en incorpóreo, que era la energía que llenaba todo el espacio semi-vacío de aquella presentación, como si cupiéramos todos dentro de él, como si su voz acompañada de su música nos hubiese engullido al sobrevolarnos a la vez que extendiéndose por debajo de nuestros pies y cerrando con la pared del patio interior de la Casa de los Contrafuertes donde ubicaba el Museo. La sensación orgánica de estar en sus adentros y hacernos músculo y movimiento a la vez, a través de sí, imantados por la voz, era el dispositivo y a la vez el gatillo que accionaba la sandunga espiritual.

Paso 2: La catedral

“dame más, dame más, ya no puedo esperar, dame más”
-Dame más/Menudo

Sobretodo he querido investigar al hombre. Quién era, cómo se comportaba, que relación tenía con sus hijxs y compañeras, con sus panas y vecinos. Pero también quién es para los dominicanos y más aún para la diáspora. En dónde encaja en nuestra historia musical del caribe. Viviendo entre Viejo San Juan y Río Piedras siento muy pocas distancias con todo lo que tenga que ver con la República Dominicana. Culturalmente hablando, quisiera no ver distancias o silencios. Luis me ofrece establecer unos diálogos, entender un poco ese otro que también somos.  

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He hecho averiguaciones mayormente ciber, porque buscar a Luis Días, buscar su producción de lo que sea (discos, libros) es como tirarse a la calle decidida a encontrar “La sílaba en la piel” de José María Lima, de la Editorial Qease (1982), es decir, una tarea destinada al fracaso por inútil, ese libro está desaparecido hace unos años, aunque la palabra correcta sea agotado.

Cuando escribí en el Nuevo Día, imaginando su entierro, el de Luis, con aquellas trescientas y pico de palabras, uno de sus músicos me contactó y me agradeció el gesto. Dolida y con un único recuerdo al que aferrarme, le confesé que había escuchado muy poco del hombre y su trayectoria. Entonces, me hizo llegar música de la más variada. Luis comenzaba a ser mío. Lo sentí cercano, posible. Político, irreverente, comentarista social, a través de su música encuentro momentos sci-fi, de dolor, de ‘juerga’, de celebración, de amor, de pasión, de sexo, de despecho, de maltrato, de pobreza, de encierro, de desplazamiento, de orgullo patrio.

La abundancia es tal que quiero poder encontrarlo acá, en este lado de su isla por lo que me he visto tentada a bajarme en la parada de la Hoare de la ME que tomo por las tardes después del trabajo. El agotamiento no disminuye mi deseo, pero el tiempo disponible sí. En la esquina con la Fernández Juncos se alza discretamente imponente La Catedral de la Música: Viera Discos. El tiempo no evita, sin embargo, que realice la llamada. Me contesta David. Le digo: busco discos de Luis Días, que le llamaban “El Terror”. Me dice que lo deje buscar un momento, tiempo razonable que espero con una fe ciega que aparezca lo que sea. Cuando regresa al teléfono me dice que no, pero que qué buscaba o cuál tipo de música era la suya... merengue, bachata, pregunta. Yo había establecido que era Luis Días el dominicano, para evitar confusiones. Se me tranca el bolo, porque describir la música de Luis es bandearse por géneros y registros diversos: trova, nueva-trova, boleros, merengue, bachata, ritmos tropicales (¡whatever!!), bomba, folclor, rock, punk y toda la hibridez que estos ritmos permitan entre unos y otros. En mi cabeza no existe artista en el planeta con el abanico de propuestas musicales que trabajaba Días, porque el tipo lo hacía todo desde una visceralidad envidiable. Escucharlo exclusivamente acompañado de una guitarra o de una banda, de un conjunto o de lo que tú quieras, el hombre lograba mantener a las masas –de gente y corporales- embelesadas.   

David me dice que no, que no hay nada. Pero me recomienda otro lugar donde puedo buscar en Santurce y me dice que le repita el nombre para apuntarlo. Una lucecita parpadea y es algo que interpreto como esperanza cuando David me dice que buscará, porque me suena a que es igual de freak que yo cuando se trata de lo desconocido, musicalmente hablando. El sólo hecho del gesto de apuntar su nombre me satisface.

Sin comparación aparente, El Terror sigue empujándome a trabajarlo.

Por ahora, para este medio. Esta historia continuará.

Lista de imágenes:

1. Luis Días, "El Terror", 1952-2009.
2. Artista desconocidx, Luis Días Pop.
3. Afiche promocional para "Luis Días: A Photographic Tribute".
4. Luis "Terror" Días, aproximadamente dos años de su muerte.
5. Un joven Luis Días en la República Dominicana.

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