Artista del Patio es mi primera pieza escénica donde asumo la creación total de un espectáculo. Hace tiempo lo quería hacer pero no me lanzaba. Tuve tres razones fundamentales e insoportables para por fin hacerlo:
1. El acoso de mis maestros amigos (que son un grupazo irrepetible) para asumirme como un artista escénico creador de mi material, haciendo eco en mis propias ganas de aventurarme en ese campo.
2. La acumulación insoportable de material y de experiencias que no estaba poniendo en función de mi propio trabajo.
3. La situación de las artes escénicas en estos lares. Y aclaro; no estoy hablando de la falta de educación general, instituciones anquilosadas y politizadas, insensatez en las condiciones para producir un espectáculo como productor independiente y a pequeña escala, crisis económica generalizada, etc., que ya es bastante. Hablo de la calidad. De al menos tratar de hacer lo mejor posible.De al menos tratar de ser interesante.
Se presentó en la sala/teatro Beckett en la Ponce de León, en Rio Piedras, mi pueblo adoptivo. La presentamos (mi equipo y yo, equipo que resultó ser fenomenal e indispensable) en el mes de febrero pasado. Fue un éxito de colaboración y buena fe. Lo que sigue son unas notas que indistintamente van tocando lo referente al proceso de creación, a la obra misma, visiones propias sobre el teatro y sobre el arte. Y sobre cualquier otra cosa.
Lo primero que hice fue pedirle el número de teléfono de uno de los administradores de la sala Beckett, Ricardo Cobián (profesor universitario), a mi maestra amiga Viveca Vázquez (bailarina, coreógrafa y profesora). Ella sabía para lo que era y creo que se puso contenta. De buenas a primeras tenía unas fechas separadas en el espacio y ya estaba comprometido. Sólo eso. Qué iba a hacer y/o decir, la temática y la forma, era a este punto, un misterio.
Sabía que tenía que ser honesto como artista y que quería establecer en escena las cosas que hago como artista que son diversas, tratando de fraguar un tejido estético coherente dentro de esa diversidad. En pocas palabras, poner mi producto en escena logrando un amarre temático.
Artista del Patio… El nombre me lo dio un amigo (Javier Román) hace un par de años, cuando buscábamos un nombre que englobara lo que yo hacía y pretendía mostrar como mi producción artística. El doble sentido de esa frase se cumple en función de que una buena parte de ese trabajo lo ejecuto en mi patio. Juego con una colección de árboles desde hace más de 20 años. Me invento muebles con lo que sea; acaricio y utilizo maderas viejas y piedras; hago piezas de barro; les preparo esmaltes; las esmalto y las quemo…en fin, que se me hace dificilísimo responder a la pregunta: ¿A qué te dedicas?
Quisiera tener una respuesta corta, porque ya he aburrido a mucha gente sin poderles dar una idea satisfactoria. Entonces digo simplemente: soy artista. Y bien, esa feliz contestación no complace a nadie. Pero tampoco aburre.
La cosa es que realmente le dedico tiempo creativo a mi patio. Me dedico a conocer un espacio dado lo mejor posible y de ahí establezco una comunicación con el mundo. Me siento heredero del concepto de cuidar una tala. Nunca he abandonado mi patio. Mi país. Mi patio… Y aquí es que funciona el otro sentido. El sentido de ser ‘de aquí’. De lograr un arte de lo propio evitando caer en lo acartonadamente criollo, pero sin miedo de asumir cualquier modo representativo e identitario.
Quiero vencer el ‘issue’ de la identidad teniéndola y no desmontándola, pero a fin de cuentas, durante el proceso sentía que si quería limpiar el producto de prejuicios limitantes, tenía que poder hacer un balance con todos los factores que surgieran desde mí mismo para no editarme en exceso. Fue un balance dinámico porque tenía que estar vigilante de no caer en mi propia trampa.
Otra cosa, tengo un problema que nunca se arregla a cabalidad. Aparte de lo que haga en mi patio soy un ente escénico. Me gusta hacer cosas ahí, en el escenario. Es un espacio como un patio: limitado e intenso en sus propios términos, pero dependiendo de lo que se haga. He aquí el lío. Siendo del escenario… a ver como lo digo, ¡No me gusta EL TEATRO!
Ya. Lo dije.
Más que menos, la he pasado muy mal. Como público y como intérprete. Y es que, en general, EL TEATRO es muy flojito. Pulula entre ser un repaso de emociones que han embobado a ser un resumen parabólico con mensaje. Lo más que logra es alguna buena interpretación aquí y allá. No tiene vísceras frescas como me gustaría. Y no es que tenga que ser truculento. Podría ser sentimental, particular, universal, ‘clásico’, experimental.
Podría ser lo que sea, pero no puede estar atado a lo predecible y al permiso. EL TEATRO es la antítesis del teatro. Cuando veo TEATRO me acuerdo de mi patio y me quiero ir. Me da hambre. Me da terror de que me pregunten si me gustó. Pero no me quita las ganas de hacer teatro. Y mira que lo intentan. He buscado términos para distinguir ese teatro que es al que quisiera llegar. A ver, teatro antiguo, o teatro de tripa, “acción del misterio”, qué se yo. Siendo un poco rimbombantes podríamos llamarlo teatro de la maldad humana, siendo “la maldad humana” las zonas oscuras y sorpresivas que habitan en todos y que pertenecen a nuestro animal, y que solo mueren con nosotros. Ésta se encuentra en una zona poco accesible y deseada. En el teatro, el público y el intérprete y todo lo demás, está en el mismo lugar a la misma vez.
Llegó septiembre del 2011 y me di cuenta que no estaría listo para octubre, que era mi primera fecha. Mi cuerpo se dio cuenta y se me salió un brazo de sitio. Mi mejor apuesta para lograr lo que quería era hacer un trabajo muy personal, que partiera de lo que podía dar cuenta de primera mano. Pero lograr esa honestidad que quería me tomaba tiempo y recién me daba cuenta. Todavía no tenía una obra. La fecha se corrió a febrero 10. Casualmente el cumpleaños de Brecht, me contó Teresa (bailarina, actriz, artista creadora y productora de sus obras).
Es precisamente en un taller que dio Tere surgieron los esbozos de una forma que seguí trabajando por mi cuenta. Era una secuencia de movimientos y un poco de texto manipulando un parabrisas. No sería nada definitivo pero era algo importante. Se sentía. Buscando en mi pasado encontré unos textos de hace más de 10 años, que me hicieron darme cuenta que sin estar muy consciente llevaba bastante tiempo insistiendo en unos temas. Fueron un poema y una narración. “La abuela biónica” es un poema de cuando mi abuela se desmadro tumbando panas en su patio y la arreglaron con tornillos. “Lagartijos y reinitas” es una ficción sobre una pareja de religiosos que se percata de que en el escrín de la ventana hay una parejita de lagartijos copulando. Esas tres cosas dictaron el tono de lo que haría después.
Ya se empezaba a ver algo cuando descubrí una chaqueta de batutero que es una maravilla, y que con unos zapatos que Teresa me había obligado a comprar meses antes (no me atrevo a discutir su intuición en términos de vestuario), dieron origen al “Almirante Aguacate”. En su argumento original, el Almirante viajaba en su nave “El mundo” a través del espacio escénico. Eso resultó ser un bodrio como de 25 minutos y gracias a las caras de mis amigos cuando se los hacía y luego gracias a sus críticas termino siendo lo que tenía que ser. Una pieza de 5 minutos sobre sobre un personaje viajero en emergencia inminente: su espacio personal alterno ha experimentado una reducción preocupante. Ya tenía un principio pero obviamente hacía falta más material.
Había visto recientemente la peli nueva de El Planeta de Los Simios. Me gustó y excepto por las escenas tontas me pude conectar con el sufrimiento animal. Porque ese animal interno que el teatro jamaquea, también sufre. Me acordé de un monito que había amarrado permanentemente a una carcacha en un batey de una casita del campo de Bayamón y por ahí apareció otro texto.”Bayamono” Además, la prensa cubría en esos días el “drama” de los monos salvajes que aparecían aquí y allá. Eso y la leyenda del mono Yuyo en los años 80 era demasiado como para no usarlo. En esa pieza el mono termina jugando con una bolsa que se mueve como una medusa y que lo consume. Con eso, con una pieza donde enfrento enemigos imaginarios con un machete y con la “Cabra Loca”, un cuento verídico sobre un inventor que creó un helicóptero casero con el que pasaba por encima de mi patio, complete la pieza.
Todavía con muchas inseguridades genuinas y falsas, y con cabos sin atar, llegué a finales de enero. Como si haberme perdido tanta fiesta navideña no hubiese servido de nada. Ensayaba la pieza y durante un rato no podía hablar de otra cosa, pero faltaba algo. Y es que la obra iba a depender bastante del rapport que lograra desarrollar con el público. Era un riesgo grande porque lo ideal hubiese sido tener una buena cantidad de ensayos con público y no los tuve. Pero la obra ya tenía un carácter.
A semana y pico del estreno, le presenté el material a un grupo de maestros/amigos que son realmente autoridades e inteligencias nacionales e internacionales, y salieron bastante preocupados. Sus críticas fueron muy atinadas y me ayudaron a realizar los últimos cambios fundamentales. Yo quería que se me saliera esta vez una pierna. Estuvo fatal.
Seguí trabajando sobre el “Almirante” y fue entonces que lo entendí y lo mejoré. La secuencia de las piezas también cambio. Realmente lo que estaba pasando era que entre la espada y la pared, me estaba entendiendo mejor a mí. Llegó el estreno y con este llegaron varias cosas importantísimas. Me llegó a través de un emisario, vía Bayamón/Jayuya, un gesto de apoyo y cariño de mi gente: Una botellita muy bien seleccionada de pitorro de Don Juan, para darme un palito antes de las funciones.
Llegó el público que cantaba o recitaba décimas para conseguir su descuento de “estudiantes” y yo los escuchaba desde dentro de la sala y era emocionante. Aun sin vernos íbamos logrando una sintonía. En ese público, estaba también mi familia, Que todavía no sabían que escucharían por primera vez, en un espacio cultural, términos como “Barrio Piñas”, “Parcelas van scoy” ,“Guaguita Datsun” y “Mono Yuyo”. Y ya con el trabajo hecho, aprendido y ensayado, y en estado de emergencia, llegó el actor de teatro antiguo. Quedó buena. La voz se regó y en vez de 6 funciones hicimos 9. Todo lleno excepto la última que estuvo llena a media capacidad pero fue una despedida deliciosa. Lo logramos.
A continuación menciono la gente que estuvo cerca de mí y que yo llamo “mi equipo”, dignos de alarde:
Marién Vélez, luminotécnica. Me la encontré una mañana dándonos un café. Hablamos sobre Bob Wilson y le conté lo que estaba haciendo. Se ofreció de inmediato. Ya habíamos trabajado juntos y por eso y por su mente era perfecta. Eduardo Alegría, gran artista, fino y atinado. De lo que sabe es un maestro. Sus consejos sobre sonido y luces, y sobre lo que sea, hay que tomarlos en cuenta. Funcionó como mi regidor de escena.
Rosalba y Alexandra de producciones LunaNueva. A Rosalba me la encontré en la calle un día. No hablaba con ella casi desde la Universidad. Le conté y se ofreció a hacerme la producción de gratis. Entusiasmo a su amiga Alexandra y fueron las mejores productoras. Adiela Marie, gran amiga, fotógrafa y diseñadora. Sabe lo que quiero y como conseguirlo. Entiende cualquier dirección que le dé y tiene carta blanca de poner lo suyo. Tiene inteligencia del patio.
Yan, es mi hermano y fue mi compañero de escena por primera vez. Fue mucho más. Me supo ayudar y se supo dar. Sabe del patio también.
Lo demás fue la consideración y ayuda de mucha otra gente que surgía como una especie de buena suerte. Una sorpresa que me dio la vida sobre lo que es ponerse en acción, requisito indispensable del “teatro antiguo”.
Lista de imágenes:
1. Afiche por Adelie Marie Arroyo.
2. Promoción de Artista del Patio.
3. Foto por Mónica Félix.
4. Promo Seminarios de Bonsai.
5. Foto por Ricardo Alcaraz.
6. Foto por Ricardo Alcaraz.
7. Foto por Ricardo Alacraz.
8. Foto por Mónica Félix.
9. Foto por Mónica Félix.
10. Foto por Mónica Félix.