Lo básico

Tengo pocas oportunidades de oír los programas de opinión en la radio. Muchos me considerarían una persona con suerte. No se engañe, que éstos establecen la opinión del país.

No hace mucho, sin embargo, un día feriado me permitió reconectarme con el AM.

Ese día en particular se discutía el magisterio en el sistema púbico en Puerto Rico. Y le soy honesta, lo que me impresionó fue la saña. La clase magisterial completa fue tildada de “llorona”, “vagos” “quejones que no quieren trabajar”. Pero esta vez no eran ciudadanos que llaman a la emisora para opinar, que esos son ruletas rusas de los que se puede esperar cualquier cosa. No, esta vez la diatriba provenía de los mantenedores del programa.

Hay algo realmente desconcertante en escuchar a profesionales, de esos quienes supuestamente pasaron por la academia, es más, de esos que todavía son parte de ella, olvidar la máxima básica de no generalizar.

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Escuchar esa sección del programa fue un ejercicio budista en paciencia.

Comentando el contenido del programa una amiga argentina, me dijo que le quedaba claro que el mito sobre los profesores trascendía fronteras, que su gobierno negaba aumentos a estos trabajadores porque laboraban poco.

Yo creo que en estas opiniones se nos escapa lo obvio. Sí es cierto que el Departamento de Educación tiene más problemas de los que necesita, que la politiquería lo carcome. Pero hay que recordar lo básico.

Con respecto al ausentismo, primero, la mayoría de los maestros en Puerto Rico son féminas. Una mujer en edad productiva es una mujer en edad reproductiva. Y si a eso usted le añade que aproximadamente la mitad de los matrimonios terminan de divorcio, la ley de probabilidades dice que cuando un hijo de un maestro se enferme o tenga cualquier situación, va a ser una maestra la que se ausente. Al contrario de lo que puede hacer cualquier otro empleado público, esa maestra no podrá utilizar un día de vacaciones para cubrir esa ausencia. La licencia por enfermedad de un familiar fue abrogada, así que esta maestra no cobra ese día de trabajo.

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Segundo, muchas ausencias de maestros son causadas por enfermedades por las mismas condiciones de empleo. Tercero, hablemos de las ausencias superfluas. En este caso, le doy la razón a quien diga que atentan contra los derechos de los estudiantes. Que el magisterio es un sacerdocio. También déjeme decirle que para algo son los supervisores. Si usted tiene un personal que se ausenta cada vez que le da la gana es porque hay un superior haciéndose de la vista larga.

Pero esos, créame, son los menos.

Y aunque usted no lo quiera creer.

Porque los más trabajan. Con o si supervisores. Con o sin materiales. Con el salón cayéndosele en cantos. Sabiéndose en cada esquina del país vilipendiado y humillado.

Quizás usted no conozca que son muchos los maestros que compran de su bolsillo desde el par de espejuelos que un estudiante necesita y sus padres no tienen con qué pagar hasta las cuotas de graduación, almuerzos en las giras y los materiales de sus clases. (Pero eso último usted lo sabía, ¿verdad? Igual le importa poco.)

¿Y usted sabe por qué digo eso? Porque para decir lo que usted, tiene que ser así.

Porque ese simple detalle debería hacerle suspirar y callarse.

Hay una palabra en inglés, “chatter”, que realmente es intraducible. La palabra parloteo no logra contener la idea de ese ruido levemente mecánico, insidioso y a la vez insignificante contenido en el vocablo.

¡Finlandia! ¡Finlandia!, grita. Y no es la vodka.

Puerto Rico tiene que copiar el modelo finlandés. O el de Singapur, al menos. Éste es otro comentarista.

Yo me pregunto si se leyó algo más que los primeros párrafos del primer artículo sobre el tema que consiguió en Internet.

Porque si eso fue así, de paso hubiese comprendido que el sistema educativo de Singapur es completamente diferente al de Finlandia. Las idiosincrasias culturales también.

Lo que se le escapa al hablante es lo que se le escapa a todos. Los finlandeses no llegaron a los primeros puestos en las pruebas PISA intentando comerse al mundo. No era cuestión de ser los mejores. Eso no les pasó por la mente. La revolución educativa de Finlandia surgió de la iniciativa del gobierno de crear un sistema de equidad, donde el hijo del médico tuviese la misma educación que el hijo del recogedor de basura. Entonces, entienda, que en Finlandia casi no hay escuelas privadas.

Y las que hay las costea el estado.

Sí, fíjese, que Finlandia es lo que llaman un “welfare country”, donde los gobiernos muchas veces son alianzas de centro, derecha y (¡Dios nos libre!) izquierda.

Vaya e intente eso en estos países capitalistas nuestros.

Nuestro sistema educativo se basa en el sistema de mercado. Resultados. Cifras. Porcientos. Estándares. Metas. El dichoso “accountability”. ¿Quiere saber algo gracioso? Entrevistado por The Atlantic, Pasi Sahlberg, director general del Ministerio de Educación y Cultura (fíjese qué lindo, las dos palabras unidas así), lo explicó simplemente. En el idioma finlandés no hay traducción para “accountability”.

Si el comentarista entendiera el sistema finlandés sabría que la educación formal no comienza sino hasta los siete años, que poseen un sistema de vida en que a uno de los padres se le paga para que se quede en casa con sus hijos los primeros años de vida, que se fomenta la lectura. Que se insiste en grupos pequeños en la escuela (con un maestro y ayudante en cada salón). Los maestros trabajan menos horas que los nuestros y ese tiempo disponible se utiliza para reunirse y desarrollar estrategias para lograr el aprendizaje. Y no olvide que son los maestros los que toman decisiones educativas, dejándose llevar por guías nacionales. (Guías, le dije y no camisas de fuerza.)

Los finlandeses no se andan preocupando por las pruebas estandarizadas que tienen a los maestros y los administradores de aquí y los que están al cruzar el charco quedándose calvos y comiendo más azúcar de lo necesario. Eso para ellos son manías extranjeras.

En Finlandia solo el 10% de los que solicitan entrada a los programas de preparación de maestros son aceptados. Y la mínima preparación educativa es una maestría.

¿Pero sabe usted qué es lo básico del éxito finlandés? Esos programas de radio despotricando contra los maestros no verían la luz del día. Porque en Finlandia, el maestro es uno de los componentes sociales más respetados.

(Fíjese, en Singapur también.)

Quizás, si quisieran de verdad un cambio, empezarían por eso. Por lo básico.

Lista de imágenes:

1. Tercer grado Escuela Elemental del Barrio Guacio y su maestra Antonia Orona Alberty, San Sebastián. Foto suministrada por Olga Martínez Cancel para El Nuevo Día. (Década del 1940).
2. Foto de aula de clases en Taiwán durante la ocupación japonesa de la década del 1930.
3. 1914, abuela (probablemente ex-esclava) mostrándole la Biblia a su nieto. La Biblia familiar era donde también se guardaba la genealogía familiar. Por el tamaño de la Biblia y por sus cierres de cuero es probable que fuera la Biblia de la familiar.
4. Foto de salón en el siglo XIX en Inglaterra en el condado de Esh.
5. Primer grado Colegio San Felipe, Arecibo, 1943. Foto de Miguel A. Padilla Liaño, suministrada a El Nuevo Día.
6. Escuela elemental Eugenio María de Hostos en las montañas de Puerto Rico, c. 1940.