Recientemente en diferentes puntos del área metropolitana me he topado con enormes vallas publicitarias haciéndole propaganda a una clínica estética de depilación láser. En las vallas aparece la imagen de una mujer con una expresión de alarma en su rostro porque de una de sus axilas brota una pelambrera organizada y dividida en tres trenzas con lazos rojos. Esa imagen publicitaria me transportó a muchos de los acontecimientos que han surgido en el país en este pasado año y medio, donde se ha visto a un nutrido grupo de personas reaccionarias que, en las calles y en los diferentes medios de comunicación, se mofan y repudian la apariencia personal de los y las manifestantes que se resisten a la Junta de Control Fiscal, sobre todo por la pelambrera en las piernas y axilas de las mujeres de ese colectivo (conocido de forma despectiva como "las pelúas").
De primera instancia, podríamos pensar que por sus posturas ideológicas estas personas reaccionarias pretenden que, tal y como ellos y ellas por pleitesía se ñangotan "acicalados y acicaladas" frente a la Junta (EL AMO), los y las manifestantes también tienen que hacerlo. No obstante, aunque es innegable que la ideología juega un papel central, entiendo que dicha representación no es el fundamento de todo este asunto. Digo esto porque utilizar únicamente la ideología como punto de partida —tanto en este escrito como en cualquier otro que trabaje este fenómeno— sería una forma de no indagar en la búsqueda de elementos preideológicos que habitan y se manifiestan en los sujetos. A eso tengo que añadir que el quitar de la ecuación a la ideología como origen deja en el limbo cualquier racionalización que puedan tener estos personajes para con sus repudios y mofas.
Para hablar sobre experiencias preideológicas, siento que debo acudir al estadio del espejo de Lacan, donde se manifiesta la neurosis de la cría humana en el primer encuentro que tiene con su imagen (Apollon, 2012). En esta experiencia previa al habla (entre los seis y dieciocho meses de edad), aparece la imagen de la cría, ante un sistema propioceptivo poco desarrollado y órganos caóticos sin unión ni relación adecuada entre sus partes, acompañada por la mirada de un otro (la madre, el padre o el cuidador o cuidadora) que le da la ilusión de integración, unidad y completud corporal. Como consecuencia, esa figura de sí, percibida por la cría y legitimada por el otro, se libidiniza, creándose "una captación amorosa que dará lugar al narcicismo primario" (Fracchia, 2011). Es así entonces, cómo en las etapas primarias de la infancia comienza el deseo de ser lo que no se es y a pretender tener una unidad donde no la hay (Brousse, 2010).
Hay que resaltar que esta experiencia no se da mediante un proceso evolutivo donde hay una transformación gradual que deja atrás un suceso para pasar a otro. Más bien, como dice Cruz (2013), es un fenómeno que se queda fijado en el neurótico y la neurótica y que no cesa en "seguir reeditándose y aconteciéndose, una y otra vez, en sus procesos subjetivos de por vida". Ahora bien, esa imagen de la criatura no solo crea el regocijo de una unificación ficticia, sino que también intenta encubrir ese cuerpo dividido que todavía se encuentra prematuro y en estado caótico. Esta situación se da debido al enfrentamiento existente entre la ilusión de ser la imagen proyectada y el rechazo al cuerpo caótico que queda fuera de la imagen, pero que realmente habita en la cría. Este mecanismo de encubrir el cuerpo fragmentado con la imagen proyectada crea en la criatura una tensión agresiva.
El rechazo de ese cuerpo dividido es de tal magnitud que el sujeto lo reprime (Brousse, 2010). Sin embargo, mientras el sujeto está toda la vida creando mecanismos para solidificar la imagen de permanencia y unidad identitaria, lo reprimido es lo que siempre insiste en estorbar los proyectos de esa unidad ficticia. Como plantea Fraccia (2011), eso que insiste lo vemos, por ejemplo, en ciertos juegos de niños y niñas preescolares donde a los cuerpos de muñecos y muñecas se les arrancan trozos para ver qué tienen dentro y se sustituyen por trozos de otros muñecos y muñecas. También está la fascinación, el miedo y el repudio hacia los cuerpos sin algunos miembros o que tienen miembros que no pertenecen a su unidad total.
Según Lacan, es precisamente en el reverso de lo especular donde se sitúa la agresividad (Fracchia, 2011). Es decir, la dislocación corporal que queda fuera de la imagen produce una angustia que se desplaza en agresión por no pertenecer “al imperio unificatorio de la identidad del YO” (Brousse, 2010). Mientras lo que hay dentro de la imagen tiene un valor simbólico, lo que queda afuera lo pierde por completo. Una pérdida simbólica que, como dice Alemán y Larriera (2007), “deja al sujeto sin representación, sin insignias, sin soportes, sin relato y reducido a una existencia sin lugar”.
A raíz de lo expuesto, soy de los que comparte la idea de que la mirada de repudio hacia las pelúas, porque supuestamente "apestan, se ven sucias y parecen perras Pooddles"[1], tiene que ver con algo que pone en juego el ideal de unidad del propio cuerpo del neurótico o la neurótica que está mirando. Esa mirada de repudio es señal que se ha detectado algo que derrumba la barrera protectora de la propia imagen ficticia unificadora del "Yo" del sujeto, a la vez que saca a la interperie el cuerpo caótico encubierto. En otras palabras, el encuentro con estas mujeres y sus pelos "fuera de lugar, fuera de contexto y que no pertenecen a la homeostasis corpórea de la época”, crea en el neurótico y la neurótica una experiencia de extrañeza, porque alegóricamente se produce una comprobación psíquica de que aquel encuentro primario con la imagen no responde a la esperanza o la ilusión que le pusieron.
La desilusión aproxima al sujeto a su "real", el cual, tal y como expuso el psicoanalista Alfredo Carrasquillo (2017) en conversación conmigo, "desborda los ideales de completud y pulcritud surgidos de la alienación yoica nacida en el estadio del espejo". De ahí que las agresiones hacia las pelúas por los supuestos "malos olores, la estética y la higiene en general"[2]son racionalizaciones ofensivas para encubrir la angustia que produce el estar de cara frente aquello que los neuróticos y las neuróticas niegan y no soportan de su propio cuerpo.
No cabe duda que las pelúas despiertan la relación específica que tienen estos neuróticos y estas neuróticas con su propio cuerpo enajenado de imagen. La mera presencia de ellas pone a estos neuróticos y estas neuróticas en una situación de absorción especular. Es decir, con el solo hecho de mirarlas da lugar a una "reacción emocional porque se reactivan las imágenes de la frustración primaria, es decir, las coordenadas psíquicas de aquella agresividad originaria" (Fraccia, 2011, p. 8). En otras palabras, las pelúas operan, en el lazo social, como el retorno de lo censurado.
En fin, detrás de la prepotencia, el sexismo y el narcisismo de estos neuróticos y neuróticas reaccionarios y reaccionarias que insultan y se mofan, se encuentra una pequeña criatura que le teme a las pelúas. Las malas noticias para estos grupos son que tendremos pelúas para rato porque sus luchas apenas comienzan. Sin embargo, por otro lado, creo que se debe aprovechar la presencia de ellas para debilitar la imagen que funda el "Yo" neurótico narcisista. Para ello habría que comenzar por dejar el nombrete ofensivo "las pelúas" —y todos los insultos que lo acompañan— y sustituirlo por mujeres valientes, erguidas y guerrilleras, que con sus cuerpos no solamente combaten la Junta, sino también, pudiesen acompañar a los neuróticos y las neuróticas a que asuman esa imposibilidad que se ubica fuera de la imagen y que habita en ellos y ellas.
Notas:
[1] Insultos hechos por el grupo de personas neuróticas reaccionarias.
[2] Comentarios ofensivos hechos por el grupo de personas neuróticas reaccionarias.
Lista de referencias:
Alemán, J. y Larriera, S. (2007). Existencia y sujeto. Gramma editores: Madrid.
Apollon, W. (2013). Structure in Psychoanalysis. Yearly Training Seminar in Lacanian Psychoanalysis. Clinical Strategies And The Different Psychical Structures. Sixth Year. June 3-7. Québec, Canada.
Brousse H. (2010). Los cuerpos lacanianos. https://m.youtube.com/watch?v=KS5zFtVDes8
Cruz D. (2013). El estadio del espejo como formación de la función del yo.https://m.youtube.com/watch?v=9iWZ3SYOTXU
Fraccia L. (2011). ¿Cómo nace la agresividad y que hacemos con ella? Globedia. http://pr.globedia.com/perfil/luciana-fracchia/
Lista de imágenes:
1. Petra Collins, Hair is cool
2. Marc Johns
3. Web