El manual que trastorna gente

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El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) es el que usan como referencia l@s psicólog@s y psiquiatras para hacer diagnósticos en Salud Mental. Es un manual descriptivo y detallado que presenta todo tipo de diagnósticos psiquiátricos confeccionados desde las neurociencias. “El fin del manual ha sido psicopatologizar la cotidianeidad en tanto toda acción humana pueda ser definida como un trastorno” (Frances, 2010, p. 1).

Fue en el año 1952 cuando comienza la tarea de crear un sistema normalizado de clasificación de condiciones mentales a través de la primera versión del manual (DSM I). Luego, siguiendo la misma línea clasificadora, en el año 1968 se publicó el segundo manual (DSM II) y en el 1980 el tercer manual (DSM III). La última versión, con la que se trabaja hoy en día, es el DSM IV-TR, publicado en el año 2000. Actualmente, se está desarrollando el futuro DSM-V, cuya publicación está prevista para el 2013.

Como toda propuesta de las ciencias naturales fundamentalistas, el DSM se autoproclama desvinculado de cualquier época y su lenguaje pretende una objetividad universal con respecto al estudio de la génesis de los trastornos y sus manifestaciones. Como ciencia dura, la ventaja que un supuesto ateórico pueda tener sobre la diversidad y “sobre las variaciones de la nosografía de las diferentes perspectivas conceptuales de los trastornos, son interpretadas", como dice Adolfo Faya, "como la babelización del pensamiento en el esfuerzo por la unificación” (Faya, 2000, p. 87). Unificación que supone una comprensión fidedigna de los trastornos, independientemente del marco conceptual que se utilice para su aproximación.

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La práctica de clasificar humanos por categorías de trastornos es perfecta para nuestro contemporáneo orden social funcionalista. Un orden social, que en su deseo ferviente de mantener su supuesto curso evolutivo sin agentes externos que lo obstaculice, tiene un DSM como instrumento de dominación que sirve de guardián para vigilar cualquier rasgo que desestabilice los ajustes dinámicos del equilibrio y sus mecanismos de autorregulación.

El manual, entonces, le brinda una identidad concreta al sujeto inadaptado y desestabilizador para que, desde su trastorno, se vea a sí mismo y pueda ser visto. Esta configuración identitaria convierte al DSM en un gran Otro; un Otro, según Lacan, desde donde el sujeto es hablado y pensado. En términos psicoanalíticos, el DSM seduce al sujeto que se ha transformado en un yo fácil de seducir por estar buscando respuestas adaptativas.

En los últimos 60 años el DSM, partiendo de un marco fenomenológico a través del ejercicio de la observación comportamental minuciosa, ha patologizado la normalidad “transformando en enfermedad los afectos y procesos cotidianos de la vida como la melancolía, el duelo, el insomnio, la hiperactividad y los tics, entre otros. Se desemboca así en una invención de enfermedades que pasaron de ser 106 en el DSM I, a 365 en el DSM IV” (Frances, 2010, p. 5). Dicho esto, estamos a ley de la llegada del DSM V y el panorama se observa mucho más borroso y aterrador.

Aunque el listado de problemas que presenta el futuro DSM V es extenso, hay dos puntos que quisiera resaltar. Si con el DSM IV hasta un pestañazo es considerado un trastorno, en el DSM V los umbrales van a ser aún más bajos porque no se va a requerir de tanto juicio clínico, como en los DSM anteriores, para evaluar criterios comportamentales dudosos para un trastorno. Esta disminución de juicio es debido a que en el DSM V los criterios comportamentales de los trastornos van a aumentar significativamente. En el DSM V, se seguirán añadiendo trastornos a la vez que se eliminarán otros. Pero, eliminar trastornos no significa eliminar sus criterios ya que estos últimos son reciclables y se dispersan por los nuevos trastornos o por los ya existentes.

El segundo punto es el del llamado SÍNDROME DE RIESGO DE PSICOSIS. Este nuevo trastorno representa un ejemplo evidente y peligroso de la ideología bio/política/mercantil que cobija este manual. Ahora resulta que todo sujeto que tenga la posibilidad cercana o lejana de entrar en un cuadro psicótico, recibirá una innecesaria prescripción de antisicóticos. Claro está, para los efectos clínicos tradicionales, todo sujeto que tenga un trastorno es un potencial psicótico, aunque hay trastornos que son mucho más propensos que otros de caer en el cuadro.

Sin embargo, al presente sólo se les administra antipsicóticos a pacientes activos en la psicosis o que tengan un historial del fenómeno. Observando este panorama, no cabe la menor duda de la intervención de la mano santa de las farmacéuticas consagrando el manual. Este nuevo síndrome presenta, de forma descarada, una lógica mercantil disfrazada de un supuesto factor de prevención.

No nos debe de extrañar este asunto del trastorno pre-psicótico. La realidad es que la psicosis intranquiliza porque encarna los excesos que las civilizaciones producen, por ende, su sola existencia amenaza el orden social. Es por eso que la psicosis, más allá de ser considerada un trastorno, es un movimiento descentralizado y sin metas que confronta descabelladamente la organización del lenguaje.

El atosigar con pastillas es la encarcelación de la estructura psíquica para no dejar al sujeto por la libre. Esta modalidad hegemónica le es de mucho agrado a nuestros tiempos Neofuncionalistas y de Ilustración Contemporánea, por creer que finalmente han encontrado la fórmula para tratar de que el sujeto, o sea, de eso sujetado en nosotros (como lo expone Oscar Massotta), quede aún más atrapado en la lógica de responder sumisa y correctamente a los demás (Carrasquillo, 2011).

Tanto el psicoanálisis como otras posturas críticas llevan tiempo planteando que el/la enemigo@ de las civilizaciones es la Lógica. El DSM es un sistema oracular desde donde la deidad de la Lógica brinda sus mandatos y respuestas por medio de l@s clínicos que lo trabajan. Por más esotérico que esto suene, hay que recordar que la Lógica es también un discurso místico que atraviesa las conciencias colectivas.

Aunque estoy en desacuerdo con la existencia del manual, a estas alturas del juego resulta difícil la eliminación del mismo porque, tal y como Y. Franco (2010) expresa, sin el DSM y los psicotrópicos “se produciría tal vez una revolución en la conciencia que clamara: ¡Esto no se soporta más! pero por ahora, seguimos soportando gracias a los psicotrópicos” (p. 3). Mas, seguramente sin el DSM y sin los psicotrópicos se produciría no tan sólo una revolución de la conciencia sino también el colapso de la Lógica. ¿Y cómo sería eso? La verdad es que no lo sé, pero el trastornarnos y empastillarnos a la trágala es un mensaje de que eso parece estar al doblar de la esquina.

Lista de referencias:

Carrasquillo, A. (2011). Seminario de jornadas clínicas. El círculo psicoanalítico de Puerto Rico. Universidad de Sagrado Corazón: San Juan, Puerto Rico.

Frances, A. (2010, abril). Preparémonos. Lo peor esta por venir: el DSM-V, una pandemia de trastornos mentales.Topía. Recuperado de http://www.topia.com.ar/articulos/preparémonos-lo-peor-esta-venir-dsm-v-una-pandemia-trastornos-mentales.

Franco, Y. (2010, 22 de julio). Enfermos, todos. Psicoletra. Recuperado de http://psicoletra.blogspot.com/2010/07/enfermos-todos-reflexiones-sobre-el-dsm.html.

Faya, A. (2000). Problemas del diagnóstico clínico. En A. Bordignon, G. Calveyra y M. Ricciardi (Eds.), Salud mental: época y subjetividad (pp. 87-91). Ciudad Rosario: Homo Sapiens Ediciones.

Masotta, O (2001). Lecturas de psicoanálisis Freud, Lacan (3ª edición). Buenos Aires: Paidós.