You should keep on painting no matter how difficult it is, because this is all part of experience, and the more experience you have, the better it is... unless it kills you, and then you know you have gone too far.
-Alice Neel
Recuerdo vagamente el día en que me mudé a Nueva York, en el verano del 2006. Mis momentos más vivos de aquella época como estudiante de la EAP (Escuela de Artes Plásticas) son la alegría de finalizar, en mi seminario de tesina, un mural de 177 pies de largo por 12 pies de alto, el cual ya no existe. La apertura de Transfiguraciones, documental del proceso del mural por Pelu Cuevas y Pedro Huck Rosa, fue mezcla de mi despedida y un show de “punk” en Rumba, Viejo San Juan. Mis estudios en PRATT hubiesen sido un martirio sin mi profesor de concentración, Ernesto Pujol; dicho profesor, al igual que Julieta Muñoz (mi profesora de tesina en la EAP), son dos figuras a las cuales les agradezco mi educación dentro de la academia. Ambos batallaron contra esta pequeña rebelde, quien solamente pedía calle y pinta'era, logrando así encaminarme hacia el campo profesional, detalle que, dentro de mi rebeldía estudiantil, tomé muy en serio.
Mi madre narra que comencé a dibujar desde los 3 años de edad; me la pasaba muy concentrada, con una crayola en mano. Es así como mis padres optan por matricularme en la Liga de Arte, donde cursé estudios hasta los 11 años de edad. En séptimo grado fui admitida a la Escuela Central de Artes Visuales. Yeah! Pa’ la pública! A coger calle y arte hasta cuarto año. En noveno grado me rebelé en contra del maestro de dibujo y pintura, el Sr. Vega, e imaginé que mi carrera como pintora se había dado por acabada.
Por tres años me concentré en la cerámica y creí que la escultura sería mi nuevo rumbo; descarté la idea de ser pintora hasta mi tesis de bachillerato. Una vez graduada de la Central, cursé un semestre en la UPR de Río Piedras y, sin más pensarlo, me trasladé a la Escuela de Artes Plásticas donde tendría clases tipo taller todos los días. Como estudiante en la EAP experimenté varias concentraciones, pero con la meta de graduarme en un máximo de 4 años, lo cual implicó tomar veranos y semestres de 18 créditos.
Mi sangre revolucionaria siempre se dejó notar desde muy joven en la escuela elemental, y en la superior era toda una guerrillera, y es así —escuchando hip hop latino tales como La Mala Rodríguez, Los Violadores del Verso, e Intifada— que el graffiti me entró por las venas. A principios tenía una fijación con el graffiti de estilo europeo y el arte urbano de Francia de Fafi y Miss Vaughn. Recuerdo haber compartido música con PUN18 en la Superior y hablar de graffiti cuando éramos adolescentes con sed de dominar las calles de Santurce.
Para ese entonces mis padres se mudaron al Viejo San Juan, donde había muy poco arte urbano; hasta los policías desconocían este término. Me propuse “bombardear” mi nuevo vecindario con planes de “get up” como artista; una mentalidad claramente graffitera independientemente de que hiciera “stencils” o pasquinara. En pocos meses el nombre “SOFIA” se comenzaba a destacar entre los grupos sociales y artísticos. Como de costumbre, los del ADM Crew nos reuníamos casi todos los domingos a pintar alguna pared por Trujillo, Santurce o en otro lugar del área metro.
En mis comienzos le mentía a mis padres diciéndole que iba con las amigas al cine o a la playa, cuando en realidad me escapaba con los amigos a pintar. Al enterarse, me lo prohibieron por un tiempo. Pues, ¿qué hacía una chica de escuela superior pintando por Barrio Obrero? ¡Y eso fue 10 años antes de "Santurce es Ley"!, cuando no existía ningún tipo de jangueo por las calles de Santurce, sólo locales, craqueros y nosotros pintando algún edificio abandonado. Recuerdo la luz anaranjada del sol que baja por la Avenida Fernández Juncos en esas tardes domingueras de pinta'era.
Para mi segundo año de universidad era la "babysitter" de los hijos de Pablo Rodríguez, propietario de la galería Candela. Para esa entonces Candela traía los shows de arte urbano más interesantes. Tuve la dicha de convertirme en asistente de galería y compartir de forma profesional con artistas como José Parla, The Barn Stormers, Dzine, Ruby Osorio, Os Gemeos, Doze Green, entre otros. Desde muy joven me expuse a ver la dinámica de lo que es una artista internacional. Esto me abrió un nuevo camino y claramente tracé en mi agenda los pasos a seguir para formalizar una carrera artística. Entiéndase que casi todos los domingos me dedicaba a pintar murales y tomé bien en serio lo que es ser un graffitero/artista. Quería crear un arte mural representativo de nuestra puertorriqueñidad.
Mis primeras colaboraciones con este fin fueron con Juancho, Juni y Bik, en unas noches de galería donde intervinimos un camión en la calle Luna, con la ayuda de la Galería Sin Título, en el Viejo San Juan. De aquí nos cayó el guiso de pintar Don Pablo, una tienda de cigarros y luego de diseñar los vasos de Papa Jack. Sí, definitivamente me la pasaba sin parar en mis años de estudiante de la EAP. Mágicamente lograba también cumplir con mis asignaturas de bachillerato.
Para mi último año de universidad ya tenía una base de coleccionistas del patio que me apoyaban y creían en mi obra plástica. Esto me ayudó a recaudar fondos suficientes para pintar mi mural de tesina. Una vez mudada a Brooklyn, para cursar la maestría en “Studio Painting”, mi obra dio un giro más hacia la temática de la patineta. Fue en las patinetas donde encontré ese elemento calle que tanto gozaba en Puerto Rico. Coleccioné por un año más de 50 patinetas usadas con las que creé varias instalaciones de pared. A este proyecto le añadí un elemento fílmico, “El Bowl”. Este proyecto, tan D.I.Y (do it yourself), me trae súper buenos recuerdos. Ojalá una pudiese siempre crear proyectos como éste y obviar la parte comercial de esta profesión.
En una conversación con mi amigos “skaters” salió a relucir la existencia de un bowl (piscina abandonada) cercano al Yunque en que solían correr los skaters "vieja escuela". No resistí la idea debido a mi fascinación por intervenir espacios abandonados, así que en Semana Santa me di a la tarea de viajar a Puerto Rico. Mis amistades del oeste manejaron hasta el noreste de la Isla para, colectivamente, llevar a cabo el proyecto. Con la ayuda de muchos, en cuatro días logramos limpiar, pavimentar y pintar el “Bowl”. El proceso fue alucinante y lo pasamos de maravilla con un BBQ inventado en una unidad de aire acondicionado abandonada. Al quinto día improvisamos un “skate-jam”. El proceso de este proyecto fue documentado por Pelu Cuevas y Pedro Huck Rosa, dicho vídeo formó parte de mi primer "solo show" en Chelsea, Nueva York, titulado “The Tropical Storm”.
Para mi sorpresa, recién graduada de maestría conseguí ser la asistente de LEE Quiñonez, artista que llegó a pintar trenes completos de cuarenta pies de largo en la época de los ‘70. Por ende, se le considera una leyenda en la escena de graffiti en Nueva York. ¡Éstas son las cosas que pasan en la gran manzana! Trabajé con él por seis meses, hasta que comencé a viajar para crear mis propios proyectos de arte. Desde entonces he estado observando mi alrededor para crear mi obra. El arte urbano que más me he disfrutado es The Real Public, de Parkville y Frog Hollow en Hartford, Connecticut.
En el verano de 2009, Real Art Ways comisionó cuatro piezas de arte público a los artistas Margarida Correia, Satch Hoyt, Matthew Rodríguez y a mí. Las piezas debían hacer uso de la existente creatividad y cultura de las comunidades de los proyectos. Escogí situar el mural en Park Street. Es un mural que mezcla elementos de la estética femenina de descendencia boricua que predomina en la calle. El mural se creó en paneles de madera que luego se instalaron en el edificio, de forma semi-permanente, respetando la clasificación de edificio histórico que poseía el espacio. Los personajes del mural recrean la presencia de peleas entre féminas debido a la existencia de gangas locales tales como “The Solids” y “Latin Kings”.
Desde mi llegada a Connecticut comencé a interactuar con los locales, y una de mis primeras acciones fue hacerme las uñas en Lil’s Nails. Con las manicuristas aprendí que, para sobrevivir en este barrio, había que portar una navaja o una manopla, además de lo talentosas que eran estas chicas con el arte de las uñas postizas. Mi obra se tiende a nutrir de sus alrededores y de la espontaneidad de las circunstancias. Así que le expliqué a las chicas el mural que estaría realizando durante mi estadía en Hartford.
Días después, regresé con la idea de que ellas mismas intervinieran mi obra, por lo que los detalles en los personajes de madera son una colaboración con las chicas del salón de uñas. Ellas pintaron las uñas de cada personaje, las decoraron con diamantes de fantasía y hasta le crearon tatuajes postizos, transformándolos en clientas e incorporando la estética de belleza de las mujeres en su vecindario. Esta experiencia ha sido una de las más espontáneas en mi vida como artista emergente.
Seis meses después trabajé un mural en Times Square, Nueva York, comisionado por Times Square Alliance, The Cuban Artist Fund y The Rockefeller Brothers. Este proyecto fue ultra controvertible por su contenido feminista, resaltando la belleza en la cafrería caribeña, detalle que siempre ha inspirado mi obra pictórica. Mis proyectos más recientes han sido: The SFiles, la Bienal del Museo de Barrio en Nueva York; Beyond Bling, exhibición colectiva en el Ringling Museum of Art; (R)amped, solo show en la Universidad de Wisconsin; “Concrete Jungle Divas”, segundo solo show en Magnan Metz Gallery, Nueva York; y mi primer solo show en Amsterdam en Witzenhausen Gallery.
A pesar del giro que ha dado mi carrera plástica, siempre hay tiempo para pintar en la calle con mis amigos del Bronx y con los graffiteros boricuas. Cuando viajo a Puerto Rico, me doy a la tarea de producir obra en la calle. Definitivamente, pintar en la calle fue mi formación, me ha creado quien soy y continúa siendo un aspecto esencial dentro de mi propuesta artística, porque el graffiti, como dije, me entró por las venas…