La riqueza sabia de Perú

"Tú no puedes comprar el viento,
tú no puedes comprar el sol,
tú no puedes comprar la lluvia,
tú no puedes comprar el calor..."
—Latinoamérica, Calle 13

Fue un despertar. Todo comenzó en el vuelo que tomamos de Lima hacia el aeropuerto de Juliaca; hay que volar a Juliaca para luego ir en autobús hasta Puno. Éramos muy pocos turistas en el avión, la mayoría de los pasajeros eran nativos. Al entrar, observé a una diminuta anciana sentada en las primeras butacas. La humildad que emanaba de sus arrugas y la dulzura que afloraba por las pupilas me conmovió enormemente. Sin embargo, el gesto del asistente de vuelo que ayudó a la mujer a levantarse, enterneció mi ya impresionado corazón. El joven caminó por el pasillo sujetando las manos de aquella sabia que lo seguía poco a poco, mirando fijamente las pisadas, como contándolas.

Quizás el paso del tiempo —podía fácilmente ser un siglo— era el causante de que la anciana se hubiese doblado hacia al frente, casi desde la cintura, y se le dificultara tanto caminar. Sin embargo, ella no parecía vivir incómoda con la espalda encorvada. Me la imaginé con muchos hijos y en su juventud cargándolos en la uncuña o canguro de tela, a la misma vez que trabajaba la tierra. En el rostro del joven se marcaba la satisfacción y brillaba el orgullo; se podía leer el enorme respeto por la vida y por la sabiduría que aquella anciana de trenzas largas llevaba con dignidad sobre los hombros.

Decidí cambiar la mirada, ya que mis ojos comenzaban a humedecerse. Próximos al aterrizaje, desde la ventana del avión, observé la vastedad de tierras fértiles y lo que podríamos llamar "pobreza" en su máxima expresión. "Pobreza" según la perspectiva del mundo capitalista, porque verdaderamente las comunidades originarias de Perú cuentan con mayores riquezas que algunos países más industrializados.

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El panorama por la ventanilla era alucinante. Las casas extremadamente apartadas unas de otras por cuerdas y cuerdas de un verdor plano. Todas las viviendas iguales, paredes de ladrillo, techo de paja y un cordel con ropa secándose al sol. Aterrizamos en Juliaca. Al entrar al aeropuerto, que también tenía techo de paja, solo abanicos como ventilación y una rústica correa por donde pasaba el equipaje, finalmente se me derritió el pecho. Quizás fue la melodía El cóndor pasa, que tocaban los músicos que nos recibieron, tal vez fue la impresión que me causó la anciana del avión o posiblemente fue la altura del lugar y su cercanía al cielo, pero definitivamente mis ojos se desbordaron de abundante melancolía.

Para llegar a Puno es obligatorio pasar por la ciudad de Juliaca. Puno está localizado en la Sierra de los Andes, al sur de Perú en la frontera con Bolivia y Brasil. Esta ciudad es una de las más altas de Perú y de las más visitada por turistas.

"Vamos caminando. ?Aquí se respira lucha. ?Vamos caminando.?Yo canto porque se escucha. Aquí estamos de pie... "  Las imágenes que pude ver desde la ventana del autobús me hicieron recordar la letra de la canción de Calle 13, "Latinoamérica".

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En la ruta de una hora desde Juliaca a Puno el escenario era admirable. Resaltaban los abrigos rojos sobre las estepas verdes que rodeaban los caminos; eran niños y niñas con uniformes escolares que caminaban solos por aquellos campos. Según nos explicó el guía, los niños que viven en esta área tardan una hora en llegar a la escuela; diariamente caminan, sin la compañía de ningún adulto, hacia una pequeña escuela rural.

Mujeres lavando ropa en el río, pastores con sus ovejas y jóvenes trabajando en huertos caseros, fueron hermosas imágenes que también logré capturar durante el trayecto y guardar como prueba de las riquezas simples del pueblo peruano.

Las angostas calles nos llevaron hasta la Posada del Inca. Esta rústica hospedería en Puno está localizada a orillas del lago Titicaca. En la recepción del lugar había una mesa con tazas, agua caliente y té de coca para los turistas que acabábamos de llegar. Para evitar el soroche o mal de altura recomiendan el mate de coca y Sorojchi Pills®. Además, aconsejan comer liviano, no consumir carnes rojas, grasa o alcohol. El descanso es necesario al llegar a Puno para evitar el soroche. Fue un poco intimidante ver los tanques de oxígeno en el pasillo de la habitación. Es posible que todas estas precauciones fueran necesarias para evitar el llamado mal de altura, que tal vez puede ser una afección que solo vamos a padecer quienes no estamos acostumbrados a estar tan cerca de las nubes, a convivir en armonía con la naturaleza y a detenernos a disfrutar de las riquezas simples de la vida.

Lista de imágenes:

1) Michael Marquand, Isabel Mamani muestra su trabajo textil en Puno, Perú, 2013.
2-3) Fotos suministradas por la autora. 
4) Santiago Giraldo, Toma de Puno, Perú, a las orillas del lago Titicaca, 2013.