“Los ñetas constituyen una respuesta a la incapacidad del estado por proveer un mínimo de seguridad, higiene y dieta a los confinados… estaban en efecto diciendo: si el estado no nos puede proteger, nosotros mismos lo hacemos.”
– Fernando Picó (Prólogo de Los Ñeta)
Recientemente, Guillermo Rebollo Gil me invitó a compartir mis impresiones del libro Los Ñeta[1] de Josué Montijo en la Sala Olga Nolla de la UMET. Él no sabía que yo también tenía un sujeto fantasmagórico[2] en mi familia. Un sujeto que, como nos dice Montijo, “va y viene…”, marginado por la familia y por la sociedad. Su encarcelamiento, como los sujetos que Montijo entrevista informalmente, está rodeado por “una cortina de humo, repleto de secretos”.[3] Él ha vivido en carne propia la frase que Montijo utiliza como título de la primera parte de su libro: “Que los encierren y boten las llaves”. Dicha frase bien describe el comportamiento que asume hacia ellos el Estado y la sociedad.
Montijo basó su investigación en documentación de agencias estatales, periódicos de la época, documentos escritos por los presos, vistas públicas y testimonios orales de personas que estuvieron presas o involucradas con el sistema carcelario y el fenómeno de las organizaciones.
La Asociación-Ñeta es una sociedad oculta que sólo comparte o deja saber “la información que ellos quieran”.[4] Montijo nos explica las dificultades que enfrentó al llevar a cabo su investigación dado a su carácter de clandestinidad. Aquellos a los que sí pudo entrevistar, lo hizo bajo estricta confidencialidad. Montijo utiliza los testimonios personales de estos sujetos, una contrapartida de la historia oficial del país.
Las dos partes del libro se dividen en subtemas que encontramos acertados y creativos; éstos le ilustran al lector la situación tétrica que caracterizaba las cárceles del país. La primera parte del libro, Que los encierren y boten las llaves, presenta el contexto histórico de la situación carcelaria de la Isla durante las décadas de los setenta y ochenta, hasta el momento de la fundación de la Asociación-Ñeta. Como recurso para ilustrar su objeto de estudio, utiliza los siguientes subtítulos: “La cárcel es un estómago”; “Como sardinas en lata”; “Sálvese quien pueda”; “…donde los hombres lloran”; “…el que me toque a mí yo le voy a picar las manos”; “Ni me visites…”; y“La quintaesencia del despropósito”. Éstos sintetizan los hallazgos de la investigación realizada por el Senado de Puerto Rico en 1981.
En “La cárcel es un estómago…”, Montijo cita a Michel Foucault y plantea: “la imagen de Foucault sobre la cárcel como sistema digestivo invita a pensar la prisión como un todo orgánico que funciona con unos métodos propios y para unos fines particulares”.[5] Bajo “Como sardinas en lata”, nos presenta la investigación del Senado, incluyendo la capacidad de acomodo de las cárceles de la Isla y los problemas que éstas sufrían por estar sobrepobladas. Todas las instituciones que formaron parte de dicha investigación sobrepasaban su cabida máxima. Según Montijo, la cárcel Regional de Bayamón fue una de las ocho evaluadas durante la fase investigativa del caso Morales Feliciano[6] y la que recibió la peor calificación.
Utiliza la frase “Sálvese quien pueda” para visibilizar las denuncias de las necesidades médicas que tenían los reos, pues éstas eran ignoradas y eso provocaba el desmejoramiento de las condiciones que ya padecían y el surgimiento de otras. Entre los que más sufrían estaban los pacientes de salud mental. Aquí, añade la carencia de equipos básicos, como camas y colchones (focos de sarna humana), el deterioro de las instalaciones (tuberías sanitarias recargadas que emanaban aguas sucias, mosquitos y pestilencia, falta de ventilación, filtraciones por los techos), sábanas y uniformes sucios, y la falta de agua, luz eléctrica e inodoros.
En “…donde los hombres lloran”, Montijo ilustra los abusos perpetrados por los guardias penales contra los presos. Utiliza el famoso Stanford Prison Experiment (1971) para ejemplificar la violencia carcelaria. Este estudio demostró cómo los estudiantes que actuaban como guardias penales exhibieron “un comportamiento abiertamente abusivo, tanto físico como psicológico” hacia los estudiantes que jugaban el rol de los “cautivos”.[7]
En este punto de la lectura tenemos claro que la “condición del encierro reúne múltiples facetas”, que la dinámica carcelaria es muy compleja y que la seguridad en las prisiones es inexistente. Aquí, Montijo presenta testimonios de cómo los nuevos ingresados jóvenes quedaban a la disposición de los otros presos para que sirvieran como su “pareja” sexual. En “…el que me toque a mí yo le voy a picar las manos”, Montijo nos dice, “por unos cartones de cigarrillos, cualquiera podía adquirir un “cabrito”, …y “disponer” de él a su antojo”.[8] Algunos guardias custodios estaban involucrados en estos violentos “intercambios”.
Los malos tratos de parte de los guardias penales no se limitaban a los presos sino que también se manifestaban en los familiares que visitaban a los confinados: horas de espera y registros humillantes (strip searches). Además de entorpecerles las visitas, también se les obstaculizó el acceso a los escasos programas de rehabilitación.
El lector finaliza esta primera parte atormentado por, al igual que interesado en, las realidades del sistema carcelario del país y el papel que jugaron los ñetas en tal hecatombe.
En la segunda parte del libro, Asociados en sociedad con tales socios, Montijo nos narra cómo esta banda se organizó, quiénes la conformaron, cuáles son sus reglas y quiénes pueden o no pueden pertenecer a la misma. Además, nos comenta que la relación que establecieron los confinados asociados “se articuló en torno a una noción de solidaridad y hermandad entre los ñeta –como ilustra el lema– “lucha, comparte, progresa y vive en paz y armonía”.[9] Añade que, paradójicamente, “los condenados por el sistema de ley instituyen,[…] un cuerpo de “leyes” para regular la vida de sus compañeros”. Éstas se utilizan “para juzgar los actos, condenándolos o condonándolos y –si amerita- sancionarlos de acuerdo con una economía exacta del castigo físico”.[10]
Bajo la sección con el subtítulo de “Hostilidad sin límites”, nos narra que la idea de crear dicha Asociación surge de Carlos Torres Iriarte o Carlos La Sombra. Iriarte experimentó la vida tras las rejas desde temprana edad. Según Montijo, La Sombra quería hacer un grupo que incluyera a todos los confinados “sin mediar diferencias ni división… el triunfo de los reos se alcanzaría haciendo causa común entre ellos”.[11] En una entrevista con su antiguo abogado, Carlos Gallisá, Montijo supo que Iriarte era un hombre con una convicción inquebrantable, era un evidente líder. Gallisá también compartió que La Sombra leyó los escritos de Franz Fanón y de otros teóricos, políticos e intelectuales. Uno de los postulados de Fanón que más impactó a Iriarte fue el de “la necesidad de ejercer la violencia hacia arriba, dirigirla hacia la fuerza opresora y no hacia sus pares”.[12]
Con la ayuda de otros reos, La Sombra llevó a la práctica dicho postulado el 20 de febrero del 1974, en La Princesa. Ese día ocurrió uno de los motines más importantes en la historia del sistema penal de la Isla. Los presos lograron tomar control de la cárcel a lo largo de dos días y negociaron con las autoridades una serie de peticiones: “asuntos referentes a la alimentación, la atención médica, el derecho a llamar y entrevistarse con sus abogados y el cese de la brutalidad de los guardias”.[13] La Sombra asumió el rol de líder y dirigió una asamblea con los confinados donde se discutió y se votó por un código que garantizara una mejor vida en la prisión.
El entonces Gobernador Rafael Hernández Colon no respetó los acuerdos negociados. A pesar de esto, este motín se convirtió en un momento histórico de gran importancia puesto que sirvió para destapar ante el resto del país “la incapacidad del Estado para administrar un sistema carcelario de esa naturaleza y para enfrentar situaciones como la del motín”.[14] La Administración de Correcciones intentó disuadir la empresa de los confinados trasladando a 35 de los reos responsables del motín en La Princesa a diferentes cárceles dentro y fuera de la Isla. Sin embargo, estos traslados diseminaron el mensaje y generaron otros motines.
El 5 de enero de 1979, dos presos de la cárcel Regional de Bayamón asesinaron a dos oficiales. Esto creó una guerra entre los presos y los guardias correccionales y exacerbó las hostilidades entre los mismos confinados. Los Ñeta tomaron la determinación de “limpiar la cárcel”, de eliminar a todos los “insectos” (miembros de los 27) “que atentaban contra la seguridad de la población e impedían vivir en prisión de manera sosegada”.[15] Los conflictos entre estos bandos resultaron en una lucha sangrienta que empeoró luego del 30 de marzo del 1981 con el asesinato de Carlos La Sombra. Como consecuencia de dicho asesinato, Los Ñeta ultimaron a numerosos miembros de los 27 incluyendo a Rafael “Manota” Ayala Ortiz, su líder. En el 1981, murieron asesinados 44 reos a causa de la guerra entre los bandos.
Los días 30 de cada mes, la Asociación Ñeta lleva a cabo un acto en memoria a su líder máximo, se habla sobre la misión de la asociación y se recuerdan otros miembros que han muerto. En cada prisión controlada por los ñeta se grita al unísono: “¡Asociación Ñeta!” Según Montijo, “para ellos significa un grito de coraje, amor, alegría, honor, júbilo, esperanza y triunfo”.[16]
Dicha asociación es una compleja que tiene un organismo rector con distintas jerarquías. Los puestos de liderato son ocupados por hombres electos por sus pares. Existen funcionarios en las cárceles responsables de recoger fondos y supervisar y mantener las finanzas del grupo. Eligen a un presidente, vice-presidente y secretario general a escala nacional. También nombran auditores para manejar la contabilidad y administrar fondos y mercancías con las que el grupo genera sus ganancias económicas. Estos presentan informes a los miembros. Las ganancias económicas les han permitido establecer un sistema de ahorro y de préstamos basado en la compra y venta de cigarrillos.[17]
Algunas de las normas de la Asociacion-Ñeta son:
no chotear porque conlleva muerte; no matar por contrato; no usar un arma punzante contra ningún compañero asociado; no mirar a un compañero como mujer; no robar; no matar de abuso; no pelear con un compañero porque es un hermano; no meter cizaña a tu compañero porque es felony; no estar pendiente a conversaciones ajenas; no abusar ni atentar contra ancianos ni personas impedidas porque es felony y se paga con la vida; durante una visita comportarse y no estar pendiente de la visita de ningún compañero porque es felony.[18]
También se impusieron el respeto a los homosexuales, no interrumpir los actos religiosos, no contarle los problemas de la prisión a la familia y respetar a las juntas centrales de la Asociación-Ñeta.[19]
Excluyen de la Asociación a quienes: asesinen personas inocentes; destruyen escuelas; utilicen su afiliación como subterfugio para cometer delitos en la calle; hayan pertenecido a otras agrupaciones de confinados; hayan sido policías o guardias correccionales; fueran acusados o sentenciados por casos de violaciones sexuales o agresiones a niños, niñas, mujeres o personas ancianas. Una de las reglamentaciones que imponen los Ñetas (uno de sus logros más celebrados) es prevenir las violaciones sexuales dentro de la cárcel. La Asociación “contiene” las relaciones homosexuales dentro de las cárceles que dominan bajo unas normas estrictas. Su Junta de Disciplina se encarga de preguntar a cada individuo que entra a la cárcel cómo desea “correr” (comportarse) dentro de la cárcel (como “chica” o como hombre). A las “chicas” se les otorgan, entonces, unos días para que busquen “marido”.
Montijo cita a Focault para definir la construcción de la subjetividad masculina y el fenómeno del “hombre-chica” en las cárceles de la Isla. Dice: “Las cualidades del hombre, señala Focault, se circunscriben a la capacidad de dominio, de autodominio en primera instancia, y luego a la suficiencia para dirigir y mandar sobre lo que debe ser mandado”.[20] Se espera que las “chicas” asuman roles domésticos asociados con lo “femenino” (limpieza de celdas, lavado y planchado de la ropa). Son excluidas de las posiciones de liderato dentro de la Asociación y se les prohíbe participar en reuniones que discutan o decidan asuntos relacionados a la organización.
Estas definiciones de lo que significa ser “hombre realmente hombre”, “hombre chica” y lo que se considera como cualidades/roles femeninos que los últimos deben de seguir, nos hacen repensar las masculinidades en la sociedad puertorriqueña y cómo estas son interpretadas y manifestadas en las cárceles. Reafirman la necesidad de un análisis histórico con perspectiva de género.
La historia de los ñetas que nos narra Montijo critica la corriente principal de la historia puertorriqueña contemporánea. Nos permite conocer más del presente y el pasado, y nos obliga a estudiar acontecimientos tomando en consideración perspectivas de clase y género, al igual que otros escenarios que enfrentan “los de abajo”.
Su historia forma parte de la historia de los subordinados, de los otros, una que suele ser silenciada, tergiversada, exagerada y hasta mitificada. A través de su investigación y su libro, Josué Montijo presenta una oportunidad en donde estos sujetos pueden contar parte de su historia, rompiendo así con los esquemas que los mantenían marginados, oprimidos y demonizados. Nos muestra una organización más compleja de lo esperada, una que denuncia los abusos históricos ocurridos en el sistema de corrección en Puerto Rico, que expone las violaciones a los derechos humanos y que humaniza a los presidiarios. Los ñetas intentaron crear un orden dentro del desorden en la vida de los presidiarios. Aunque no tenemos que estar de acuerdo con su filosofía ni con sus actos, sí debemos de examinar y denunciar las razones por las cuales se organizaron y por las cuales su Asociación aún se mantiene vigente. Este libro obliga al lector a hacer precisamente esto.
Notas:
[1] Josué Montijo, Los Ñeta (San Juan: Libros AC, 2011).
[2] Montijo le llama a los Ñetas sujetos fantasmagóricos porque “están por ahí, son muchos, a veces se presentan y hablan al público, pero no están, se retraen, esquivan las preguntas y desaparecen”. (p. 11)
[3] Ibid., 11.
[4] Ibid., 9.
[5] Ibid., 18.
[6] Sobre el caso Morales Feliciano, Montijo dice: “Este pleito se originó mediante una carta (3 de enero de 1979), enviada al Tribunal Federal por el entonces confinado Carlos Morales Feliciano. En ella se alertaba sobre las condiciones adversas que padecían los reos dentro del sistema penal de la Isla. La misiva dió paso a una demanda de clase contra el gobernador Carlos Romero Barceló, la Administración de Corrección y la Junta de Libertad Bajo Palabra”. (Ibid., 23)
[7] Ibid., 43.
[8] Ibid., 49.
[9] Ibid., 8.
[10] Ibid., 68.
[11] Ibid., 71.
[12] Ibid., 72.
[13] Ibid., 73.
[14] Ibid., 77.
[15] Ibid., 81.
[16] Ibid., 96.
[17] Ibid., 100.
[18] Ibid., 103.
[19] Ibid.
[20] Ibid., 121.
Lista de imágenes:
1. Tapa del libro de Josué Montijo, Los Ñeta, 2011.
2. Presos esperan para votar (Foto por Dennis Rivera Pichardo/El Nuevo Día).
3. Estudiante que funge como reo tiene un colapso emocional durante el Stanford Prison Experiment.
4. Estudiante que funge como guardia penal emplea fuerza contra estudiante que hace de prisionero durante el Stanford Prison Experiment.
5. Estudiantes que participan del Stanford Prison Experiment utilizan vestimenta representativa de su subjetividades.
6. Carlos Torres Iriarte se dirige a otros reos durante la toma de La Princesa en 1974. (Foto por Juan Rivas/El Mundo)
7. Torres Iriarte es transportado luego del motín de 1974.
8. Prisioneros en Puerto Rico (Foto por Ramón "Toñito" Zayas/El Nuevo Día).