Democracia, desarrollo, justicia y descolonización

Si escribiera dentro de la izquierda, si lo hiciera desde la derecha o desde el centro, la verdad es que hoy día hace falta proveer al pensamiento un nuevo marco de referencia. Luego, comparar coherentemente los sistemas políticos modernos para entender la procedencia del totalitarismo, el esencialismo, el universalismo y la naturalización. El pensamiento crítico le deberá a la justicia y la ética lo que el moderno le debió, en el siglo pasado, a la revolución.

Para que la ética y la justicia, sin embargo, iluminen la democracia, el desarrollo y la descolonización, es necesario replantearnos sus expectativas temporales y su finalidad. Un marco de referencia distinto al moderno introducirá una diferencia para que el propio ethos de la modernidad sea un antídoto a la clausura que es parte de la nomenclatura de la modernidad.

Las instituciones tradicionales del pensamiento crítico han entrado en un profundo proceso de descrédito. Aunque no son tan recientes, existen razones para pensar, de igual manera, que las aspiraciones de la derecha son tan desatinadas como lo han sido las de la izquierda. Es por eso que internacionalmente se ha cuestionado la institución del pensamiento y se ha pasado, de una forma mucho más intensa que en otras ocasiones, a revisar las agendas del pensamiento crítico.

Foucault, Derridá, Kristeva, Barthes y Lacan son algunas de las voces que han cuestionado la universalidad del sujeto, pieza clave al articular lo que fue pensamiento y acción durante el siglo pasado. El mayor de los gestos de estos pensadores es el cuestionamiento de la inclinación del pensamiento moderno, de izquierda y derecha, de iluminar límites para establecerlos como el fin de la experiencia. Claro está, porque no somos estrictamente estructuralistas, la alternativa no es proclamar lo ilimitado como alternativa.

Lo que está disponible hoy día es la utilización del límite como una posibilidad en vez de como el fin del pensamiento y la acción. En resumidas cuentas, el posestructuralismo en la obra de Foucault replantea el propio ethos de la modernidad. En ensayos al fin de su carrera Foucault repensó la idea del límite como el comienzo en vez del final del pensamiento y la acción. Por eso desde su obra se puede decir que pensar es la acción de actuar los límites en vez de la identificación positiva de éstos.

Lo que explica esta posibilidad es que los límites que la modernidad encontraba como fin se han convertido, con la categoría analítica del discurso, en el horizonte analítico del quehacer de la modernidad. Por eso lo que está en juego con las investigaciones del posestructuralismo es la propia fibra de la modernidad o como he querido decir, el propio marco de referencia del pensamiento crítico.

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Una de las aportaciones indirectas del posestructuralismo hace posible entender el totalitarismo, la naturalización, el universalismo y el esencialismo como inclinaciones del pensamiento moderno de izquierda, pero también de derecha. Si esto es cierto, el replanteamiento de Foucault unido a una comprensión de la temporalidad de la ética, presenta una alternativa al referente de clausura que es tradición en el pensamiento crítico. Después de todo, la revolución no fue otra cosa que la clausura de la historia bajo la subjetividad del proletariado o el sujeto comunista.   

Lo que eran crasas diferencias entre el comunismo, el liberalismo y el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría es hoy una gran posibilidad. Es la posibilidad de entender estos sistemas dentro de las mismas bases filosóficas y reglas de pensamiento/acción. Reglas que les condujeron igualmente por los ámbitos de la universalidad, la exclusión y el totalitarismo. 

Los tres sistemas operan mediante la habilitación de un sujeto que al reconocerse en el límite como su experiencia de sí, se proclama como el fin de toda experiencia. Esta condición es cierta para los sistemas producto de la modernidad en vez de ser característica de algunos de ellos. La posibilidad de comparar los sistemas políticos modernos, es decir, el poder verlos en un mismo horizonte analítico, es producto de la comprensión de la subjetividad que se desprende del discurso.

Aunque se sirve de esta breve comparación, el pensamiento contemporáneo, no ha fraguado una alternativa en lo que a los sistemas políticos se refiere. Después de todo, el propio liberalismo se encuentra en una profunda crisis económica y los preceptos de su lado democrático no están carentes de defectos. Es más, dentro de la democracia actual existen concepciones que propenden a los mismos excesos de la modernidad (es decir, totalitarismo, esencialismo, universalismo y naturalización). Son esos excesos los que tenemos que identificar en Puerto Rico para adelantar las agendas del pensamiento y la acción que son tradición en la Isla y que no están, de ninguna manera, exentas de los límites de la modernidad.

Lejos de ser un nuevo sistema político la justicia es una forma de ser, que, por un lado, es absorbida por la comunidad que la vive y, por otro, está siempre por venir.  La ética no tiene otro marco de referencia que no sea una responsabilidad para con el otro, con quien, si es que así fuera, se gesta una comunidad. Una comunidad, que en mi forma de ver las cosas, es distinta a la que se vivió con el comunismo, el fascismo y ciertamente se vive con el liberalismo. La ética es el instrumento de la justicia y la justicia la finalidad de la ética.

Entre los dos, se gesta el marco referencial del pensamiento crítico y lo hace de una forma distinta a lo que es tradición en la modernidad. La diferencia de la que hablo es una que hace del pensamiento y la acción un cuestionamiento de límites que desplaza el presente y lo abre al acecho del futuro. Si este es el caso, el marco referencial del pensamiento crítico tiene todo que ver con la apertura en vez de con la clausura como fue tradición en la modernidad.  Esa apertura que se palpa en el trabajo de Foucault, recibe una complicación temporal en el trabajo de Derridá.

En su comprensión actual, la temporalidad de la ética está cimentada en la proyección del futuro como la llegada de un estado ideal. Claro, que aunque complicada con lo que puede ser la moralización del futuro y de una pobre distinción entre ética y moral, esta temporalidad tiene efectos nocivos en el presente. Lo ordena de forma tal que ese futuro que proyecta sea lo único posible. Para ello requiere que el presente se ordene, igualmente, de una forma unívoca y totalizante.

En un sentido, el problema que plantea la temporalidad de la ética abre una reflexión sobre la memoria (la invocación del pasado como parte del presente) y sobre la problematización de la historia. Sin embargo, sostengamos el ángulo que invita Derridá con la idea del desplazamiento del presente (en su nomenclatura filosófica se habla del concepto de lo futural, en inglés, “futurality”) para que entendamos la relación que tiene este concepto con el ethos esbozado por Foucault y el marco de referencia del pensamiento y la acción que propongo.

Para empezar, el concepto de lo futural que se esboza en el trabajo de Derridá, plantea una ruptura del presente consigo mismo que, entre otras cosas, abre el futuro como una posibilidad.  Recordemos que la proyección del futuro desde el presente lo que hace es cerrar ambos entre los límites que fijan el presente.  Abrir el presente, porque se comprenden los límites que lo crean como eso, como una creación en vez de una esencia, lo que hace es hacer el futuro posible desde un presente que está abierto (está “out of joint”, desplazado o desvinculado de sí mismo). 

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Los principios temporales que se establecen en el trabajo de Derridá presentan una serie de retos a Puerto Rico a la hora de plantearse, precisamente, los otros elementos que planteo como el marco de referencia del pensamiento y la acción. En primera instancia, lo que está en juego, como he dicho, es la apertura del presente en vez de su clausura en el totalitarismo, el universalismo, el esencialismo y la naturalización de la modernidad. Es a ese orden referencial al que en Puerto Rico debemos vincular los conceptos de democracia, justicia, desarrollo y descolonización.

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Entre el asunto de la descolonización y la ética existe actualmente una gran distancia. Igualmente existe una brecha enorme entre la idea de la democracia, el amor, el posdesarrollo y las agendas intelectuales del país. En salvar estas distancias es que se gesta una parte importante de la agenda del pensamiento puertorriqueño en el Siglo XXI.     

Tanto el desarrollo, la democracia, la justicia y la descolonización deben desvincularse de los intentos de definir el futuro de Puerto Rico de antemano. El riesgo es que ese futuro se traduzca en un presente totalizado o que nunca llegue porque el presente lo hace imposible y, valga la redundancia, como posibilidad. Sin embargo, el marco de referencia que propongo no está exento de discutir estos principios dentro de la apertura que indican esta nueva expectativa.

Uno de los principales ángulos que se hacen posibles, desde esta óptica, es desvincular las instituciones que imponen un presente como una finalidad. El objetivo, si se quiere, es que tanto la democracia, el desarrollo, la justicia y la descolonización puedan estar sujetas a la reinterpretación para que su futuro sea factible y lejano a la totalización. Desde esta óptica, la de la apertura del presente, el pensamiento y la acción, podemos retomar las discusiones tradicionales del país.

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Cabe preguntarse si debemos seguir ofreciendo derechos al individuo o si hay nociones colectivas que merecen ese reconocimiento. Debemos de igual forma, responder al contexto multicultural que la emigración ha creado en Puerto Rico y darle cabida a la diáspora puertorriqueña en nuestros arreglos constitucionales. Es decir, entonces, que aunque el asunto de la democracia es medular para con la descolonización, existen condiciones hoy día que hacen que la constitución del país esté lista para una revisión profunda más allá del reordenamiento del poder colonial que es hoy necesario. 

No hay duda de que las estadísticas del país ponen de manifiesto un deterioro de la calidad y condiciones de vida. Desde el punto de vista de la cultura, sin embargo, la paz y la desalienación de las relaciones, lo que hablan es de replantearnos la propia idea del amor. Y el amor no solo con respecto al sentimiento sino como ese vínculo que nos une o nos separa, pero que, definitivamente, gobierna bajo la clausura las relaciones que constituyen nuestro volumen social.

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El desarrollo, por su parte, pudiera estar sujeto a lo que es el pos-desarrollo. Lejos de ser un espacio nuevo que deja atrás el desarrollo, es un proceso mediante el cual podríamos revisar la autoridad de Occidente y de los Estados Unidos para repensar nuestra economía. En fin, el proceso de reconstrucción económica que pide el país debe empezar por un cuestionamiento de la autoridad económica de Occidente para darle al pensamiento criterios y libertades que no ha tenido hasta el momento.

En definitiva, la posibilidad de abrir el pensamiento y la acción para que sea un antídoto a la clausura representa la posibilidad de iluminar las discusiones tradicionales del país fuera de los excesos de la modernidad. Vaya a la ética y la justicia el más amplio juego de la libertad como un esfuerzo para replantear los vínculos y posibilidades del desarrollo, la descolonización y la democracia para aspirar a un futuro siempre por venir como parte de una patria-diáspora a principios del Siglo XXI.

Un futuro que abra el presente aunque sea en contra de su propia regla. Esa es la posibilidad última de la comparación de los sistemas políticos contemporáneos y del nuevo marco de referencia que merece el pensamiento crítico si, en sí mismo, va a responder a las coordenadas de la ética, la democracia, la justicia, el desarrollo y la descolonización.

Lista de imágenes:

1. Reuters/Khaled Abdullah, Members of Yemen's elite Republican Guard and pro-army tribesmen gather for a group photo atop a military vehicle as they secure a road leading to Lawdar town in the southern province of Abyan, June 19, 2012.
2. Fotógrafx desconocidx, Student Uprise in Paris, 1968.
3. Louis Caldarola, Ross Wolfe holds a sign at the Occupy Movement Arts and Crafts Station, 2011.
4. Fotógrafx desconocidx, Protesta en Río de Janeiro, 1968.
5. Fotógrafx desconocidx, Uprising in Tunisia, 2011.
6. Barton Silverman/The New York Times, The police stood guard at Columbia University after clearing protesters, April 30, 1968.
7. Fotógrafx desconocidx, Graffiti Movimiento 15M, 2011.
8. Comité México 68 Pro libertades Democráticas, Student demonstration in Plaza de las Tres Culturas, Mexico DF, 1968.
9. Yanis Varoufakis, Marathon negotiations with European leaders -and civil unrest- have been a recent feature of Athens, 2012.
10. Göksin Sipahioglu, May Protest, 1968.