I. Lo conocí como un grafitero, corredor de skate y longboard, acabado de llegar a la IUPI. Ahora, es político politiquero, o por lo menos está bien metido en eso, como un asesor juvenil. El tiempo que transcurrió entre el ‘acabado de llegar’ y el ‘ahora’ fue de dos años. He oído decir que “la Universidad cambia a las personas”.
II. A María Cristina la vi en el salón donde teníamos el curso compulsorio y aburrido de Ciencias Físicas. Se impartía en el Edificio Domingo Marrero Navarro (DMN) con todo y asbesto, cáncer en los pasillos y hongos aún desconocidos por los científicos. “Perfecto”, me dije, “empezaría mi primer año universitario con mutaciones en la piel”.
María Cristina era una chica normal, de baja estatura y estándares altos. Sus pecas tenían una lucha territorial con sus vellos, especialmente en la cara. Su actitud demostraba pocos deseos de dirigirle la palabra a la profesora pero no tuvo más remedio que hacerlo para presentarse el primer día. Cuando hablaba, era con dos amigas de escuela superior que curiosamente coincidieron con ella en el curso. Tuvieron una buena relación hasta el tercer año de universidad, según me dice Paloma, una de las ex-amigas.
III. Hernán provenía de Quebradillas pero estudió en Isabela y se hospedaba en Río Piedras. Idolatraba el pensamiento platónico-socrático pero aspiraba a un puesto político politiquero en un futuro. Creía en las utopías y las autonomías. Criticaba al burgués apoyándose en las teorías de Marx pero se enamoró de una muchacha de Guaynabo, de Paloma. No quisiera caer en estereotipos pero el chiste se cuenta solo.
Todos pensábamos que esa relación no iba a funcionar, o peor, que uno de los dos iba a ceder demasiado por complacer al otro pero nos equivocamos. Todavía están juntos sin cada uno perder su identidad e ideales. Hernán solicitó una segunda concentración en Ciencias Políticas, siendo Periodismo su primera y Paloma ya está preparándose para su futuro como primera dama.
IV. Al entrar a la Escuela de Comunicación en la IUPI, me topé con un sinnúmero de personajes en formación y no con tan solo mirarme al espejo. Llegué con la ilusión de convertirme en Fotoperiodista, tal vez de National Geographic o TIME porque las presentaban como lo máximo y así las veía. El plan inicial consistía de estudiar Periodismo y Fotografía, a falta de una concentración en el recinto que consolidara ambas y un poco la desinformación que me seguía por ser “prepa”. Ya al finalizar mi segundo año, desistí de la idea de estudiar fotografía y preferí añadir un “minor” en Comunicación Audiovisual con énfasis en Cine, todavía no sé para qué. Lo único que no se detuvo, fue mi mano, pues nunca dejé de escribir. No me importaba quiénes se interponían, si el tirano déspota con complejo de superioridad ni su compinche, la cantante con ínfulas de burócrata. Ellos son los villanos de la historia.
V. Ahí va, con su caminar inusual y la V-neck oscura. Acostumbraba llevar pantalones cortos y converse para estar cómodo. Según él, “era la mejor indumentaria para este clima tan caluroso”. Se mudó para acá nuevamente dos años antes de graduarse de Bachillerato. Nació en Puerto Rico bajo el nombre de Giorgio Prieti en el Hospital San Pablo. Su madre, Giovanna, no quiso montarse en el avión por su estado recién adquirido y decidió hacer vida aquí y nacer a Giorgio en la Isla. Cuando Giorgio cumplió los nueve años, se lo llevaron para la bella Italia a vivir la dolce vita que le pertenecía desde un principio. En los seis años que estuvo allá, el adolescente no veía los lagos L’Adige o el Po sin antes tener el vago recuerdo del Río Grande de Loíza y las aguas frías del Yunque donde solía jugar de niño.
No sé cómo ni cuándo Giorgio contó su vida a sus compañeros, solo sé que ahora era yo escuchándola en el pasillo entre el edificio Luis Palés Matos (LPM) y el Sebastián González García (SGG). Tal vez siempre ha sido puertorriqueño y lleva en sí la costumbre de contar sus travesías en las filas de supermercados o, en este caso, las filas de los concesionarios de comida en el recinto riopedrense. O quién sabe, tal vez se debe a la extraña sensación que causa en el puertorriqueño tener cerca al proveniente del exterior exterior. O sea, fuera de Estados Unidos.
De cariño, le decían Jorge Prieto.
Lista de imágenes:
1. Grafitti en la verja de El Refugio, Río Piedras, 2013.
2. Grafitti en la Universidad Centroamericana (UCA), 2012.