Las naciones hechizadas: entrevista con Viviana Paletta (parte 1)

Viviana Paletta (Buenos Aires, 1967) es editora de oficio, es decir lectora de oficio. Y escritora. Acaba de publicar su segundo poemario: Las naciones hechizadas (Caracas: Ediciones El otro el mismo). La deslumbrante perfección del título queda en el ánimo. Música y pensamiento orientan una poesía de recuperaciones. La voz no narra su ficticia subjetividad; como “el brujo que mastica una religión imperfecta” (“Las naciones hechizadas”) esboza los sueños de la especie, la infinita complejidad de lo próximo.

Como editora, Viviana se ha dedicado a recuperar autores olvidados o poco difundidos. Tal vez por eso adivina que el ruido no es el mejor espacio para la escritura. La entrevista nos descubre sus puntos de partida y algunas respuestas a la pregunta crucial: cómo escribir hoy. 

Marta Aponte Alsina: Naces en Buenos Aires. Tu infancia y primera adolescencia coinciden con el periodo de la dictadura, estudias en la universidad de Buenos Aires. Resides en Madrid desde 1991. Te casas con otro escritor, Javier Sáez de Ibarra, formas familia. Es lo único que sé, me gustaría saber más.

Viviana Paletta: En realidad, he cruzado el charco más veces. En los ochenta, se trasladó mi familia de Buenos Aires a Cangas del Narcea (Asturias). Allí terminé el secundario, respirando un clima de libertad, de posibilidades, tan diferente del que sufría mi país, y además tuve la oportunidad, gracias a una beca de Aventura’92, de realizar un viaje al Caribe –que reproducía la ruta del primer viaje de Colón–, donde visité Cuba y República Dominicana.

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En 1986 regresamos a Argentina; empecé a estudiar Letras en la UBA en el contexto de un verdadero florecimiento cultural, con el retorno de la democracia, y tuve como profesores a figuras ineludibles de la teoría y la crítica literaria como David Viñas, Josefina Ludmer, Noe Jitrik, Nicolás Rosa,Ricardo Piglia, etc. Posteriormente, recibí una beca para estudiar Filología Hispánica en la Complutense de Madrid, que me permitió trasladarme a España nuevamente, y el resto ya lo conoces.

MAA: Tu primer libro, El patrimonio del aire, publicado en 2003, es un trabajo de madurez, o más bien un  libro de juventud escrito con la madurez desfasada de alguien que mira hacia un larguísimo atrás. Como si se cerrara algo, un mundo de posibilidades. Como la despedida de un viajero. Exilio existencial, expulsión del paraíso. Mito, recuerdo borroso (angelical) de los orígenes. Las naciones hechizadas se acerca más a la épica, o a la anti épica, puesto que en lugar de cantar a los héroes lamenta la ceguera de las multitudes anónimas. Ambos libros se mueven en un escenario amplísimo, casi cósmico, o filosófico. No hay escritura intrascendente, nada que sobre. ¿Qué te impulsa a escribir, cómo se renueva en ti la necesidad, la urgencia de escribir?

VP: Gracias, Marta. Creo que tu pregunta supone un reto. Escribo desde siempre, desde que tengo conciencia. Quizá sea una manera de asimilar la experiencia, no solo de la realidad cotidiana y sus hechos y emociones cambiantes, sino también el mundo onírico, pulsional, las vidas posibles que se viven en la mente, los caminos que se cierran, los que aguardan… Veo la escritura como un acto reflexivo, tanto ético como estético, y en ello también está su música, la posibilidad de trabajar con la materialidad sonora del lenguaje.

Ambos libros son el resultado de una elección consciente de la materia a tratar: Patrimonio quería abordar la emigración como hecho constitutivo del ser, asumido desde la noción de que somos herederos de, y estamos constituidos, por múltiples viajes (además de que he vivido con ello personalmente, dados los avatares de mis antepasados y los míos propios), intentando poner en claro como ese continuo movimiento de las personas va sumando capas en un yo profundo, aun en tiempos de identidades tan “fluidas”, de afectos “líquidos”, en el que vivimos, donde la permanencia resulta tan frágil.

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Las naciones tuvo otro motor: pasé varios años editando libros casi exclusivamente bélicos en una editorial madrileña, y caí en la cuenta de cómo es el relato “oficial” de la guerra: por supuesto que pesa más la visión del vencedor pero incluso en la mayoría de las versiones que quieren contrarrestar a la oficial, aun cuando se haga mención de las pérdidas ingentes en personas, patrimonio cultural, paisaje, por no hablar de valores como la ética, etc., existe un estilo burocrático, mercantil, de pérdidas y ganancias, anodino, como todo recuento contable, que deja de lado una masa de experiencia no verbalizada, la cual acaba borrada, suprimida del imaginario. Eso y que el lenguaje “bélico” está por todas partes, así como la guerra; mira todas las que hemos presenciado de las Malvinas para acá…

¿Cómo se renueva la necesidad de escribir? Casi te diría que es como una urgencia de silencio, detenerse; surge de cualquier manera, de una palabra, una imagen, una emoción, y luego el laborioso y estimulante trabajo de poder dar forma a los textos. 

MAA: Todavía no publicas un libro de cuentos. Los que has publicado en internet y en antologías  son cuentos anhelantes, de seres asediados por el deseo o por las pérdidas, pero capaces de embellecer sus carencias, de inventariarla miseria. Dimealgo sobre tus cuentos: poética, visiones, intenciones.

VP: Me inicié en la lectura, además de los libros habituales de la infancia –Verne, Salgari, Brontë, etc.– con una especial predilección por el cuento fantástico y de ciencia ficción, siendo mis referentes de aquellos años Poe y Bradbury. Luego llegaron todos los demás, Borges, Cortázar, Arreola, Rulfo, Ocampo, Onetti, Walsh, Rodoreda, los maestros rusos, anglosajones, franceses, estadounidenses. En cuanto a los míos, suelen aparecer como una escena, una imagen, que va creciendo, concitando una atmósfera y un tipo de narración. Esa curiosidad por ver qué forma adoptará mueve el resto de los hilos. 

MAA: Cómo escribir hoy, cómo se escribe hoy. Dejo que ese hoy lo apalabres tú.

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VP: Desconectándose de facebook como primer paso. Fuera de broma (ya que facebook es como un aleph para el lector y el curioso de hoy, aunque con un lenguaje más tosco en general y que deja con ganas de poder presenciar algún desenlace), creo que se escribe como desde los inicios de la literatura: alejándose del ruido, antes de la taberna y ahora de la multiplicidad de entretenimientos, así como de fuentes de información superficial que nos alejan de la voz particular, de la búsqueda de un sentido. Siento que tenemos el mismo reto que siempre, como creadores y como pensadores, mantener una postura ante la tradición –lo que sea esa palabra para cada uno–, y también ante la experiencia vital, particular y colectiva.

MAA: Con Javier Sáez de Ibarra editas una colección en Páginas de Espuma. En 2007 fundaste, con María Moreno, Veintisiete Letras, una editorial que ya supera la etapa emergente, con casi cuarenta libros publicados en cuatro años. Participas en el diseño de un catálogo y ese catálogo es también un arte, la construcción de una forma. Hay una tradición oculta, o semi oculta que rescatas como coeditora de Veintisiete Letras: figuras como Walsh, Víctor Serge, Boris Pilniak, Gramsci. Héroes éticos, según Sontag a propósito de Serge. Pero también modernistas, decadentes y escritores difíciles de encasillar: Colette, Villalonga. ¿Cómo caracterizarías el gusto (o la ética, o la visión) que van dando forma a esa catálogo? Comenta sobre el oficio editorial, la fundación, el diseño de un fondo.

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VP: Creo que a un editor lo mueve, antes que nada, el afán de compartir. En los cuentos que elijo junto a Javier y en mi labor en Veintisiete Letras, desde su fundación hasta el reciente cese de mi responsabilidad como editora, siempre ha estado presente la intención de compartir un “hallazgo” –la que comparto contigo, Marta, ya que como dice mi buen amigo Poli Navarro, “se es editor, como escritor, toda la vida”, es un modo de leer– , en lo estético, en el lenguaje, por su riesgo o su espíritu creativo, en la lucidez de análisis, en la iluminación para la construcción de un pensamiento.

A ello responden todas mis elecciones dentro del catálogo de Veintisiete: un lector tiene que tener la oportunidad de conocer qué escribió Pilniak, por ejemplo, qué estrategias utilizó para dar su visión y mantener su integridad en un entorno totalitario; o las búsquedas que se propuso Pablo Palacio, Rodolfo Walsh, o cómo articulas tú como autora la búsqueda en el lenguaje y en la arquitectura narrativa, cómo lo están haciendo hoy también Andrés Rivera,Carlos CortésoCarlos Gamerro…  

Lo mismo en poesía, y es el caso de Pablo Antonio Cuadra o Haroldo de Campos. Y en cuanto al ensayo, creo que hay hitos que ayudan a pensar, que marcan un referente, un sitio desde donde desplazarse y al que poder volver, estoy hablando de Martín Cerda en lo ensayístico, de Darío –clarísimo en su poesía pero también en sus crónicas que publiqué, el mismo caso que Alejandro Sawa–, y asimismo de Trotsky o Gramsci, hombres clave en lo político y en la escritura de un momento histórico y de la reflexión exigida, necesaria, y particularmente de mi admiradísimo Serge, un monumento ético.

Creo que un catálogo editorial, dentro de todas las dificultades que se encuentra un editor, debe ser un mosaico donde cada estela ayude a sostener una lectura alternativa, no conformista, no dócil a las modas o a los gustos que se imponen por la propaganda o los intereses comerciales del momento, tan aburridos como pasajeros, ver que siempre ha habido –y ahora mismo– otras maneras de narrar, de hacer y de pensar. 

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*Esta es la primera parte de "Las Naciones Hechizadas: Entrevista con Viviana Paletta". Manténgase pendiente a la publicación de la segunda parte, el próximo lunes, 19 de diciembre.

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