Meteoritos

Es imposible ver una lluvia de meteoritos cuando la contaminación lumínica se convierte en un manto que los invisibiliza. Los meteoritos pueden caer, nosotras saber que están cruzando el cielo con sus trazos de luz y, aun así, no verlos. Luego, una se pregunta qué hay de esas personas que miran ese mismo cielo y ni siquiera imaginan la existencia de los meteoritos. ¿Los extrañarán? Claro que no. No saben de lo que se pierden.

Muy probablemente hasta se entretengan mirando el paisaje de una ciudad iluminada en un permanente parpadear de luces blancas, ambarinas y amarillas. En ese mismo ánimo, llegarán a sus camas y se acostarán a dormir esperando el próximo día y algunos, quizás muchos, sacarán cuentas mentales de los gastos del día siguiente para saber si tendrán con qué y cómo sobrevivir su día. Duermen la noche en un sueño pesado y en blanco… sin imágenes, vacío. Sus amaneceres no son felices… pero no hay problema, porque tal vez tampoco tengan idea de lo que es ser feliz…

No se extraña lo que no se conoce. De hecho, hasta se le puede temer. Por eso, la ignorancia y la indiferencia son las más fuertes aliadas de la desigualdad. Se convierten en el manto que nos oculta la realidad de meteoritos, estrellas y galaxias que habitan en nuestro cielo colectivo y que se llaman también libertad, equidad y justicia. Quien vive en desigualdad y no lo sabe, jamás se planteará exigir una repartición equitativa de recursos. Da por sentado que las cosas son así y no tienen remedio. Las noches sin estrellas no le inquietan…

¿Y qué hay de las personas que vieron las estrellas en su niñez? ¿Esas personas que aprendieron a encontrar el Cinturón de Orión, la Osa Mayor y otras constelaciones en los cielos infinitos de su infancia? ¿Las que vieron llover meteoritos y las que se alegraban con la idea de que una estrella fugaz les había sido regalada por el universo en una noche cualquiera? Quizás no habrán viajado por esos cielos, pero saben que existen… y pueden, por lo tanto, soñar con ellos. Así mismo, muchas otras personas sabemos que existe la posibilidad de otro Puerto Rico y no nos resignamos a aceptar el que nos quieren imponer hoy.

paisaje nocturno

Los programas radiales con “analistas” psicóticos y pesimistas, los políticos de mentes cerradas, los grupos de odio o de avaricia extrema, las personas aterradas con la idea de la libertad, los pastores que predican catástrofes, la doña que en el colmado dice que este país está chavao o el don que en una fila comenta que los puertorriqueños son “cosa mala”… todos ellos y ellas son la capa de contaminación que no nos permite ver las lluvias de meteoritos y las estrellas… Son una capa de ignorancia, de pesimismo y de miedo que ya ha logrado crear un país en el que la gente transita con la cabeza baja, sin mirar al cielo y presumiendo que no hay nada a lo cual aspirar.

Sin embargo, hay muchas cosas por soñar. Lo vemos en mujeres que apenas acaban de sobrevivir vidas de violencia o que aún luchan por salir de la pobreza mientras el sistema trata de mantenerlas en su sitio -calladas, sumisas y pobres- haciéndoles difícil el caminar hacia su realización. Ellas sueñan y por eso insisten en caminar. Cuando otras personas soñamos junto a ellas, se marca una diferencia gigante. Si ellas no sabían que las estrellas existen, otros seres humanos les han prestado sus ojos, sus palabras y sus sueños para que sientan el deseo de mirar al cielo y buscarlas. Para soñar con las estrellas, hay que saber que existen.

 

Esto no parece político pero lo es. En el proceso de soñar el futuro de Puerto Rico y superar el momento histórico que vivimos, tenemos que hacer el esfuerzo de trascender los discursos negativos que nos hacen bajar la cabeza pensando que no hay estrellas, soles o lluvias estelares que mirar y a las cuales aspirar. No podemos presumir que todo el país sabe que puede aspirar a algo mejor que lo que tenemos. Tampoco podemos presumir que nos escuchan o nos ven. En una nación marcada por la segregación social, vivimos realidades paralelas y muy bien podríamos quedarnos en cada grupo hablando entre nosotras y nosotros sin imaginar lo que viven, saben o piensan los demás.

Para superarnos como seres humanos, primero debemos soñar… pero seremos incapaces de superarnos si ese sueño no es también un sueño colectivo. Un gran sueño que debería ser la suma extendida de todos los sueños de nosotras y nosotros… sueños construidos desde pensamientos de amor, de solidaridad y de responsabilidad. También alimentados desde el conocimiento compartido, desde la esperanza y desde la palabra profunda. No bastan las afirmaciones positivas… las palabras ganan profundidad cuando se acompañan de acciones que las convierten en una realidad tangible.

paisaje nocturno

Si apagamos las voces que nos separan y nos aplastan, las que equivalen al millón de luces que contaminan la noche y ocultan las estrellas, podremos ver otra realidad. Veremos la lluvia de estrellas que sí existe y que representa una oportunidad de cambio, libertad y equidad para todo el país.