La guagua y la espera
No sé cuántos likes obtuve cuando escribí algo allí de que todos somos iguales cuando esperamos la guagua bajo la lluvia, y está chévere que hasta lo consideren lindo, pero a nadie le gusta esperar la guagua bajo la lluvia. Con todo y sombrillas, la lluvia es una maldición cuando esperas la guagua en medio de la nada, al lado de un poste, cerca de una luz… Todos somos iguales porque a nadie le gusta ese tedio oneroso que es esperar la guagua bajo la lluvia o el calor.
A nadie le gusta esperar la guagua.
A nadie le gusta la guagua.
Nadie toma la guagua por gusto.
Nadie que tenga hora de llegada,
y los turistas la toman por accidente.
Es que la cosa esta de esperar… a nadie le gusta esperar, tener que esperar.
Nosotros tenemos que esperar
que la luz cambie, que nos den paso, que llegue el cheque
esperamos el turno en la oficina de gobierno, la beca, que el director de la tesis la lea…
y calladitos porque nos vemos más bonitos.
(Creo que dicen eso porque rima y porque es un modo condescendiente de decir “cállate la boca”. Nosotros somos bocones, gritones; y esperar nos ha enseñado a crear alianzas y ser cuentacuentos y comediantes).
Esto de esperar nos adormece, y más esperar la guagua bajo el sol.
Una vez dije que dormir es un acto de resistencia y también recibí no sé cuántos likes. Pero lo cierto es que a nadie le gusta el sopor de esperar por la guagua bajo el sol de estos días de calor en los que desde que despertamos estamos esperando que caiga la noche para ver si se refresca el día. Adormecidos y enojados nos la pasamos esperando, y calladitos… como una bomba de tiempo…
Así, esperamos, en paradas, oficinas y esquinas por la vida, puede que armemos algún bochinche o alboroto, pero esperamos, y somos buena gente y humildones porque así nos tratan bien y quién sabe si hasta nos atienden más rápido (al menos esa es nuestra esperanza). Cuando nos cansamos de esperar nos dormimos porque ¿quién se levanta cuando no quiere perder su turno? ¿Quién no se duerme por cansancio, aburrimiento y sopor?
Claudio, la Wine...
Me senté atrás en la 3[1] porque allí se siente el calientito del motor... Una draga hablaba con un amigo suyo; él le decía o que se había inyectado o que se iba a inyectar. Ella le aseguró que “de eso” ella “nada”, que una vez la olió y se vomitó y estuvo mala, mala; luego, le dijo que anoche se tuvo que joder y que tuvo suerte porque se topó con un socio, pero que hasta un masaje le tuvo que dar... En su mano tenía la tarjeta del tren y como 5 condones... También dijo que una noche había hecho 200 pesos y que no se iba a arriesgar a que la asaltaran por afrentá y se fue tranquilita pa la casa; pagó no sé qué cosa y la cuenta del celular. Otro día una tía la vio y se lo dijo a su mamá, pero cuando su mamá le reprochó ella le dijo que pagaba 650 de renta y que ya tenía 30 años... Qué tía bochinchera, seguía...
Recordé a la Wine que en Mayagüez hacía las calles y aseguraba que al que se ponía fresco le plantaba la manota de jugar baloncesto que tenía... En una lectura hablé de la Wine y una chica que fue bartender de Faces[2] me dijo que estaba bien... no sé si en Florida...
También pienso en Claudio que vendía periódicos cuando todavía los cigarrillos costaban 10 chavos y había máquinas de cigarrillos en la cafetería del Colegio (RUM)[3] —de hecho, si la golpeabas de cierto modo, bajaban 2 cajas en vez de una—.
Par de veces que caminaba a mi casa en Mayagüez me sentía súper segura porque sabía que en las esquinas había chicas haciendo las calles... las sabía cómplices y enemigas, como la gente de por ahí, como la chica de la 3 o la Wine o Claudio, que ya no recuerdo su otro nombre...
Impresiones de la guagua: de la imprecisión
Todos esperando la guagua somos iguales, pero algunas veces el conductor es un cabrón.
Después de las 5 de la tarde las mujeres de la guagua son más bellas que los hombres.
Si el gobernador y los dirigentes de DTOP tomaran la guagua, seguramente habría más guaguas y todas pasarían cada 10 minutos.
Si los ricos tomaran guagua, los conductores se darían cuenta de que no nos hacen ningún favor.
Si el gobierno les sirviera a los que toman la guagua, nos haría saber que de nosotros depende que funcionen las cosas.
Si nosotros (los que tomamos la guagua) supiéramos el favor grande que le hacemos a la máquina grande…
Hay que tomar la guagua, tener a tus hijos en una escuela pública y estar de tú a tú en la calle.
Hay que poner los chavos donde se tiene el pico.
La Loíza 5:10[4]
La Loíza es un reloj en la madrugada;
son pocos los que la transitamos:
un travesti que hace señas a los carros;
el que recoge latas;
los que vienen en bici desde Isla Verde;
la que abre el portón de la escuela;
las dos que caminan,
ya con sus redecillas puestas;
y yo,
que como otros tantos
esperamos la guagua.
Hay algo de aterrador en esperar en sitios
como la Avenida De Diego,
que los árboles que cobijan de día
en esas horas de oscuridad
son gigantes que amenazan con tragarte.
Pero
la Loíza está prendida
de brazos abiertos,
cargada de muchos
que, como yo,
salimos sin desayunar
para llegar a tiempo al trabajo.
Somos muchos.
La guagua va llena a esas horas.
Todos son muy corteses.
Nos miramos con la complicidad
de sabernos,
de entendernos.
Todos medimos el tiempo
con el rigor de un reloj.
Un minuto basta
para que te deje la guagua.
Camino Alejandrino 3:45[5]
Turba: Oye, chofer, llevábamos más de 2 horas esperando…
Chofer: No se quejen, pa eso cómprense un carro.
Señora de la turba: Si to’s nos compramos un carro, usted se queda sin trabajo, hombre.
Chofer: No, no, cómprense un carro si se van a poner a quejar, y así llegan cuando quieran.
Señora: Es que este hombre no entiende, si no tiene a quien llevar, no tiene trabajo.
Turba 2: Al fin, dos horas esperando…
Chofer: Con un carro están mejor.
Señora: Pero si es que necesita llevar la gente…
Chofer: Yo no porque yo no me muero de hambre; yo me busco otra cosa qué hacer. Cómprense un carro y dejen de protestar.
Hombre de la turba 2: Pero este lo que quiere es que llamemos a la Oficina.
Chofer: Ahora me voy a tardar más pa que llamen la oficina. Eso a mí no me mete miedo. Van a llegar más tarde.
(El chofer guía absurdamente lento.)
Señora turba 1: Eso es: cuídanos, cuídanos, que a donde vamos es a la casa.
(Risas de las turbas.)
Chofer: Ese es mi trabajo.
Me bajé en la estación de Cupey asegurando que no me olvidaría del número de la guagua. Por supuesto, lo olvidé…
Ñapa de cuentos de guagua
Puerto Guerra
La guerra es una herida abierta
y Puerto Rico está en guerra.
Puerto Guerra Puerta e Tierra
nos duele tanto.
Nos retuercen entre adjetivos y nos infunden con dogmas.
Nos hacen creer que protestar es algo malo,
que quienes creen en la igualdad social son enemigos del bien de todos
Es una guerra de ideas, de clases, de tiempos
nos hacen pelear entre nosotros para así ganar tiempo
y bombardearnos con injusticias.
Nos quitan, nos quitan siempre,
nos quitan todo
Nos resistimos… no queremos darles nada.
Nos quitan todo
Puerto Rico es una guerra a muerte en el punto, en las gradas del Capitolio por estudiar, por aprender, por enseñar, por (sobre)vivir
en libertad.
En la Isla del espanto
Nos contamos el espanto,
lo compartimos,
lo cuchicheamos,
lo degustamos...
Este me supo a mentira.
Este me hizo crujir los dientes.
Este me paró los pelos.
El espanto nos une y nos define;
nos supera y nos implosiona
en un millón de llantos y silencios.
Nos hemos hecho expertos en espanto,
en vivirlo; y lo superamos a fuerza de compartirlo
en las esquinas, en las universidades,
en las guaguas y las plazas.
Se los metemos en gotas a los niños
por los ojos
dentro del pelo
en los oídos.
Este espanto nuestro
que codifica ilusiones
ilusiones espantosas.
En esta isla espantosa
esta isla del espanto,
a veces el espanto es lo único que tenemos
para conversar.
Notas:
[1] Metrobus 3, ruta Sagrado Corazón a San Juan.
[2] Barra gay de Hormigueros.
[3] Recinto Universitario de Mayagüez, Universidad de Puerto Rico.
[4] AMA T5, ruta Iturregui a San Juan.
[5] AMA 29, ruta Río Piedras a Guaynabo.
Lista de imágenes:
1-6. Unst Bus Shelter.