Del honor y la decencia: consideraciones éticas sobre la liberalización y descriminalización

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Compartía con mi compañera sobre las diversas formas que adquiere o asume el discurso o planteamiento de la justicia, igualdad, ética, valores y las múltiples varas que sirven de medida para ello en el contexto puertorriqueño. Todo esto mientras nos transportábamos hacia un lugar para pagar a tiempo una deuda.

En el camino nos desviamos y detuvimos en uno de estos lugares que hoy es la más cruda representación del desmadre valorativo y del doble o triple discurso de la cosa igualitaria y legal. Me refiero a una casa de empeño. No era posible transitar por el derredor sin notar el tumulto de personas que entraban y salían. El transito se detenía y todos queríamos saber de qué se trataba.

Se trataba pues de lo que todos ya sabemos. Un tipo de comercio cuyo crecimiento en los años recientes, parece haberse triplicado o multiplicado de forma geométrica en la isla. En el caso que nos ocupa la estructura física ya consolidó toda una cuadra en una avenida que lleva por nombre curiosa e irónicamente “Luis Muñoz Marín” y alberga objetos que oscilan desde un gran valor monetario hasta aquellos que quizás albergaron algún valor sentimental en algún momento.

Si comenzara a nombrar objetos que pueden encontrarse en ese lugar lo más seguro que no le haría justicia al contenido real. Lo cierto del asunto es que todo el que acude a consumir busca de alguna forma salvar un dinerito y aliviar el bolsillo. Claro que todos sabemos la procedencia y/o timo implicado en la transacción que da lugar al origen de la mayor parte de la mercancía. Salvamos la contradicción lavando el asunto con la legalidad de la transacción.

Esta disonancia que Leon Festinger llamó cognoscitiva, de alguna manera nos libera y permite fluir de un lado al otro del continuo valorativo y de cuando en vez cometer pecadillos como comprar mercancía robada o producto de la narco economía “legalmente”. Ya lo señalaba Merton cuando indicaba que con su encuesta se evidenció que un alto por ciento (80-90) de la población cometía ilegalidades, es decir transgredía el orden.

Utilizo este comercio como mero ejemplo. Estoy seguro de poder utilizar o escoger aleatoriamente otra organización y encontrar señas indudables de lo mismo. Tomemos como ejemplo los comercios que allegaban al país mercancía en furgones que era declarada de tal forma que no pagaba contribuciones. Por tanto lo de  las casas  de empeño es solo un ejemplo  emblemático  de los tiempos, (del neoliberalismo)”todo se vende, todo se compra,” “se vale to”, como dice Calle Trece.

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Según cifras presentadas por el Dr. Salvador Santiago, secretario designado a ASSMCA, hablando de los narcodependientes de sustancia inyectable solamente, se estima que hay una pérdida de siete millones de dólares diarios en mercancía producto de la actividad asociada a la consecución de la cura diaria, (siete pinchazos al día en promedio). Otra cifra alarmante que impacta precisamente el tuétano de la vida en Puerto Rico según Santiago, es la perdida de trescientos mil horas de trabajo solamente en el año que recién termina atribuible a lo mismo.

Un sencillo ejercicio matemático nos permite estimar conservadoramente el monto o costo de esa situación para el país. Ésta asciende a la friolera de $ 2, 557, millones, es decir dos mil quinientos cincuenta y siete millones de dólares. Esto puede ayudar a explicar el amplio espectro de actividad que alcanza la llamada economía subterránea y la consecuencia inmediata de los recaudos insuficientes que alega el fisco.

Lo cierto es que representa aproximadamente el 10 por ciento del presupuesto aprobado para el año 2012-2013 en Puerto Rico. Estimar las cantidades en pérdidas asociadas a otras sustancias que como sabemos pueden ser “legales” en su origen, pero se integran a la ilegalidad tan pronto se obtienen y consumen de forma inadecuada, (sin receta, sin edad, etc.) aportaría otra gran suma al estimado.

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Sabemos que las consecuencias para la salud por ejemplo del alcohol redundan en un costo altísimo al país, ausentismo, accidentes, etc. Otros costos asociados al uso de otras sustancias no inyectables como tabaco, píldoras, crack, etc… no están contenidos en el estimado. Sabemos, sin embargo, que la preferencia de los usuarios más jóvenes radica en estas últimas. Así que aun siendo conservador el estimado se puede estar hablando de hasta un 33 por ciento del presupuesto del país. Ni hablar si tomamos en consideración aquellos que haciendo transacciones legales, como los de los furgones, engañan al fisco. Probablemente la cifra es mayor que muchos presupuestos en naciones cercanas.

Lo importante en esta cruel situación no es la situación en sí que ya es terrible sino que con poco esfuerzo podemos mirar a nuestro derredor e identificar infinidad de transacciones en multiplicidad de contextos donde opera el mismo fenómeno. A nivel laboral, a nivel interpersonal, a nivel de lo que se antoje pensar esta parecería ser la forma de existir. Esta aseveración puede observarse por ejemplo en la cantidad de organizaciones comunitarias que se apoderan, empoderan en su contexto para existir desde la marginalidad.

La forma en que se apropió de nosotros esta manera de vivir no es asunto a tratar aquí plenamente, pero todos sabemos que hoy es este el “modus operandi” diario cotidiano y generalizado. Toda una organización de la vida cotidiana al margen de la legalidad, operando paralelamente al modelo “legal” de la organización social. El estado benefactor fracasó en su misión y fue remplazado por otros haberes totalmente desvinculados o marginalmente vinculados a la legalidad. La burocracia estatal hoy opera en y con competencia activa desde sus entrañas.

Ciertamente los términos que tradicionalmente usamos para describir  o intentar explicar la situación no han sido efectivos. No han trabajado ni trabajarán. Hablar de crisis de valores, crisis económica y crisis de la crisis solo perpetúa y propende al examen superficial, legalista y desvinculado de la verdad. Más aun encierra una gran hipocresía solapada y vestida de señor o señorona.

Una crisis se define por ser un estado de inacción o amovilidad y ciertamente este no es el caso, la organización social sigue el rumbo, camino o movimiento consecuente con sus haberes. Asume su propio destino como por la fuerza de la inercia. Esto es, así somos, quizás no es lo que fuimos, pero la nostalgia no explica ni convence de que es un periodo de crisis.

Es una foto del país al desnudo. Es el producto de la acción o inacción (vale igual) e indiferencia ante la imagen de la galopante modernización y enriquecimiento que jamás llego. Es quizás el imaginario de un país como centro del universo capaz de existir al margen de todo. El país más feliz del mundo.

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Hablemos de una alternativa: La salubrista.

Hoy se habla con mayor insistencia sobre una modalidad  llamada salubrista donde se pretende aminorar la criminalidad por la vía de la medicación o liberalización del consumo de “drogas ilícitas”. La elite política del país está dividida en relación a si admite su implantación. No por poco sospecho pues el descalabro que ocurriría en el sistema social amplio seria descomunal. Imagine la cantidad de abogados, jueces, fiscales, psicólogos, trabajadores sociales, legisladores y demás servicios que se afectarán con la disminución del crimen.

¿Qué pasará con la herencia de Che Juan y el imperio de Hogares Crea, Teen Challenge y otros del “antiguo modelo”? ¿Qué pasará con Vargas Vidot y su “emergente imperio”? ¿Cuántos de los que viven y han desarrollado su vida en torno a ese “proceder” habrá que sacar del medio pues se hicieron obsoletos, caducos? ¿Estaremos preparados para hacerlo? ¿Acaso alguien piensa que no se conoce la cura o remedio de la situación?

No podemos reproducir las ocurrencias del pasado. Se nos olvidó acaso la experiencia al utilizar esa medida al “liberalizar” las bebidas embriagantes en la década del 1930. El pretexto parecía ser el mismo, aminorar la criminalidad asociada al trasiego ilegal y venta de la sustancia. ¿Sera posible que ignoremos que la adicción con mayor arraigo es la adicción a sustancias “legales” alcohol, cigarrillos? ¿Será posible que ignoremos el costo en salud publica implicado en el uso y abuso de estas sustancias “legales”. Finalmente, ¿Sera posible ignorar el intercambio de roles y posiciones sociales habidos en la legalización del alcohol?

Por ejemplo, ¿Quiénes eran los Kennedy previo a los acuerdos? ¿Quiénes serán los nuevos actores que asuman el poder en esta ecuación? ¿No debe haber  remplazos contemporáneos?

Será posible que no aprendamos de las consecuencias de acciones mal pensadas o sin considerar el largo plazo. Parecería que no aprendimos nada de las consecuencias de la planificación familiar como respuesta a los “baby boomers” la superpoblación, (teoría de Malthus) y la falta de alimentación propuesta entonces. Hoy gestamos una sociedad cuyo cambio demográfico representa consecuencias impensadas.

Una sociedad de envejecidos que nos madrugo, una fuerza laboral que no puede reemplazar su mano de obra como consecuencia de lo mismo y su interacción con las demás consideraciones del espectro. Todo como consecuencia de un sistema de planificación que no consideró muchos asuntos y los demográficos menos como parte de sus posibilidades. Una aproximación al asunto social desde la óptica univoca, simplista y puramente descriptiva con una visión estática de la realidad inmediata y por venir.

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¿Acaso hay alternativas para los envejecidos comunes? ¿Qué hacemos con los “marginales,” con los de los furgones? ¿Cómo saneamos el ambiente? ¿Es el asunto salvable?  ¿Qué hacemos los que laboramos en la “industria” de la educación? ¿A quién educamos y para qué?

Las interrogantes se dirigen más que nada a denunciar la complicidad implicada en nuestras acciones al pretender curar la enfermedad cambiando la sabana. Hemos ¨pecado¨ de acción y de omisión. No existe forma de que podamos estar convencidos de que salvando un asunto no ocurrirá el otro, ciertamente hay elementos que deben o debo decir tienen que ser considerados. En todo caso, ¿de qué sirve la ciencia?, ¿para qué conocer?

¿Qué hemos aprendido? ¿Será posible re-evaluar la relación ciencia-estado?  ¿Podrá la ciencia, la educación no jugar en el casino de “Wall Street”?

Los valores o características propuestos por psicólogos puertorriqueños precursores de la psicología del coquí, dignidad y respeto, fluctúan, oscilan, como un péndulo con un perfecto fluir en el continuo valorativo puertorriqueño. De ahí hasta la impunidad, (“jaiba, listeria”) que arropó la vida del país al extremo de que hoy tal como dijera mi amigo Walter Quinteros, “la distinción entre lo normal y lo patológico se va haciendo difícil de la misma manera que entre lo legal y lo delincuencial o entre lo personal y lo general”. La transgresión a lo transgredido o por transgredir parece ser la lógica emergente.

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¿Será realmente posible ese otro País del que se habla entre tantos otros que coexisten? ¿Será que el estado no representa mínimamente aquello que por mandato del otro u otros debe representar, o es que al final de cuentas representa con gran crudeza y fidelidad el asunto tal como es? ¿Debe el estado aceptar el fracaso de su gestión? ¿Cómo?

Tenemos suficiente acervo para distinguir lo bueno de lo mejor. Lo próximo de lo duradero. Lo importante de lo trivial. Sospecho que hay que asumir muchos asuntos guardados por mucho en el rincón de las comodidades.

Mientras finalizo esta reflexión me parece escuchar desde muy lejos a Palés:

“¡Piedad Señor, piedad para mi pobre pueblo

 Donde mi pobre gente se morirá de nada!”.

Lista de referencias:

Festinger, L., (1957) . A Theory of Cognitive Disonance.  Evanston,IL: Row, Peterson.

Santiago, S., Entrevista radial en programa de Jay Fonseca al mediodía el 17/1/2013 por WKAQ 580.

Pales Matos, L 1957-1959 Pueblo Poema dedicado a la puertorriqueñidad de principios del SXX.

Merton, Robert K Estructura Social y Anomia en Rúa, Pedro Juan (1982) Introducción a las Ciencias Sociales, Antología. San Juan: Huracán.

Lista de imágenes:

1. Gaetano Previati, Las fumadoras de hachís, 1887.

2. Eugene Giraud (1801-1881), Dentro de un harem. La mujer tiene una pipa de opio en la mano.

3. L'Absinthe, por Edgar Degas, 1875-1876.

3. Vasily Vereshchagin, Comedores de opio, 1868.

4. Ryan Schultz, Ben tecato inyectándose en el baño, 2011.

5. David Icke, Chicas cocaína, 2007.

6. Wes Wilson, afiche para Joint Show, 1967.

7. Afiche por Malleus Art Rock Collective, 2013.