RacismoRetro

Es muy común oír a la gente decir que el racismo es cosa del pasado. Quienes arguyen esta premisa, usan como criterio las barbaridades legales que se toleraban en el pasado en contra de la gente no-blanca como la esclavitud, la discriminación legal y sistemática, la separación de las razas y hasta la prohibición de los matrimonios interraciales. Aunque en nuestra parte del mundo todas estas provisiones legales han desaparecido (y gracias a los movimientos de derechos humanos han aparecido múltiples protecciones en contra de este tipo de comportamiento), la realidad es que el racismo puro y crudo que dio pie a todo este andamiaje legal todavía existe.

Pese a que es mucho más común el racismo sutil e institucional[1], el racismo abierto y sin tapujos, como tantas otras cosas retro, ha vuelto a la pasarela. Este año eleccionario ha puesto en vitrina muchas de esos sentimientos que tant@s mantenían escondidos en su clóset ideológico.

En Puerto Rico, los incidentes de Cucusa Hernández, Lorna Soto, Heydi Wys y los seguidores de Bobby Ramirez en Cabo Rojo dejaron claro que, para parafrasear a Fanon, la piel le sigue pesando a los hombres y mujeres afropuertorriqueñ@s. Más allá de nuestras fronteras, en el país al norte, los incidentes racistas que se dieron en torno a la re-elección de Barack Obama nos recordaron la época violenta de la segregación en el sur estadounidense: el hombre que hizo una decoración de Halloween con un muñeco de Obama atado y ahorcado como a las víctimas del Ku Klux Klan:

La avalancha de insultos racistas que se propagaron por Twitter el día de la elección norteamericana, las “protestas” de estudiantes por la victoria de Obama (caracterizadas por violencia e insultos raciales) y los pedidos de secesión de residentes de los 50 estados de Estados Unidos, entre otros, son ejemplos del afloramiento de este racismo.

Y toda esta bilis dirigida hacia la población negra no se limita a estos eventos. El mundo del deporte también se ha visto afectado por múltiples incidentes abiertamente racistas. Uno de los episodios más comentados en estos días fue el caso de Wayne Simmonds, deportista canadiense negro de la National Hockey League que fue a jugar a Europa ya que la liga anda cerrada por un conflicto obrero-patronal.

El domingo 28 de octubre, en un juego en Chomutuv, Checoslovakia, los fanáticos del equipo local comenzaron a gritarle “mono”, “mono”, “mono” en su idioma natal luego de que hubiera una pequeña trifulca en el hielo entre varios jugadores. Aunque varios participaron del encontronazo, la fanaticada se ensañó específicamente con Simmonds, el único jugador negro que se encontraba en el hielo en esos momentos. Desafortunadamente, esta no es la primera vez que le ocurre esto al canadiense. En un juego de exhibición en London, Ontario, un fanático le tiró con una cáscara de guineo.

 

Este tipo de comportamiento sigue siendo muy común en los países europeos; los ejemplos son interminables. Los fanáticos del fútbol, en específico, tienen la nefasta distinción de ser los que más comúnmente protagonizan este tipo de incidentes. Según los números de la Liga de Fútbol Inglés, en la temporada del 2011-2012 hubo 144 casos de racismo. Estos números son sólo los investigados oficialmente por la liga únicamente en Gran Bretaña. A su vez, la Asociación Británica de Entrenadores Negros y Asiáticos informa que ellos reciben al menos 3 querellas de racismo semanales. Veamos algunos de estos casos.

En octubre de este año, el futbolista británico Danny Rose no pudo contener su frustración en un juego entre las escuadras sub-21 de Inglaterra y Serbia y respondió de forma burlona a los ataques racistas que le habían propinado durante todo el partido l@s fanátic@s serbi@s. En Inglaterra, por otra parte, en un juego entre el Chelsea y el Manchester United, las cámaras captaron a un fanático del Chelsea haciéndole gestos de mono al jugador negro del Manchester, John Obi Mikel.

 

Mikel, por otra parte, no es el único jugador negro del Manchester que ha sido blanco de ataques por su raza. El capitán Patrice Evra también ha tenido que soportar insultos racistas no solamente de los fanáticos sino de sus oponentes en el campo. A finales del 2011, la Liga de Fútbol Inglés suspendió al jugador uruguayo del Liverpool Luis Suárez por atacar a Evra verbalmente con palabras racistas. Luego, el 28 de enero de este año, las cámaras de televisión grabaron a un fanático del Liverpool gritándole improperios racistas a Evra y haciendo gestos de mono. 

Hay varios problemas que se desprenden de todos estos ejemplos, tanto los deportivos como los que se dan en otras áreas del quehacer cotidiano. El primero que se nota, y que demuestra el verdadero arraigo que tienen estas visiones de mundo en la gente, es que en ninguno existe una crítica legítima de la ejecutoria o de los méritos de la persona. Por ejemplo, en vez de atacar la ejecutoria de Obama (que, efectivamente, está abierta a críticas) estas personas van directamente al ataque racista.

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La única forma que tienen de “combatir” a la persona (para citar a la Wys) es asumiendo una posición de superioridad basada en el mítico concepto de la raza. Lo mismo podemos decir de los ejemplos deportivos. Bien podría criticarse el estilo de juego o los resultados obtenidos por estos jugadores. No obstante, estos individuos acuden casi de forma automática al insulto racista.

Un segundo problema, relacionado al primero, es la naturalización de las jerarquías raciales. Si muchas de estas personas se sienten en la libertad de recurrir al insulto racista como primera línea de ataque es porque en nuestras sociedades se ha construido a la raza negra a partir de una serie de estereotipos que degradan, destruyen e inmovilizan a una clase entera de personas. De igual forma, esta presunción se basa en la anticuada noción de que existen diferencias biológicas legítimas entre razas. Dicen Abdel-Shehid y Kalman-Lamb (2011):

“The idea of ‘race’ says that there are certain racial groups in society and that these groups possess certain natural or biological instincts. For example, the idea of ‘race’ presumes that some races are more adept at athletics, some more intelligent, some more war-like, and so on. The idea of ‘race’ is simply that - an idea. ‘Race’ as a biological fact has been soundly discredited over and again, although some continue to hold on to this belief, normally those who benefit from racial inequality” (p. 23).

 

Quienes se aferran a esta idea mítica de la raza han internalizado los estereotipos que se repiten constantemente y los han convertido en su criterio de juicio.

Un tercer problema es que cuando a est@s racistas se les cuestionan los supuestos que utilizan para emitir juicios, se ponen a la defensiva. Acusan a quienes los cuestionan de ser “híper sensibles” o de “no tener sentido del humor”. Ocurre también que cuando un hombre negro o una mujer negra intenta defenderse de estos ataques, el/la racista utiliza el comportamiento de la persona negra para justificar su visión de mundo y legitimizar su uso de estereotipos. Por ejemplo, en el caso de Danny Rose, el futbolista que se hartó de recibir abuso y le respondió a la fanaticada serbia, Rose fue el que salió perdiendo.

Aún cuando hay evidencia de que l@s fanátic@s le tiraron objetos y le gritaron sonidos de mono, Rose fue penalizado por el árbitro con una tarjeta roja por patear una bola en dirección a las gradas, la Federación Serbia de Fútbol lo acusó de haber instigado a la fanaticada con su conducta “inapropiada y vulgar” y, por último, difundió un video editado (eliminando convenientemente el final del juego, donde se oyen los cánticos claramente) para desacreditar al jugador de 22 años.

En fin, lo que todo esto señala es que estamos muy lejos de las mal llamadas sociedades pos-raciales[2]. Si por una parte podemos decir que la “raza” como entidad biológica no existe, no podemos, sin embargo, decir que haya dejado de existir como constructo social. Las ideas sobre las jerarquías de raza, el posicionamiento de la raza blanca como el estándar para el resto de la sociedad y los estereotipos que giran en torno a las otras razas son ideas que se mantienen firmemente entronizadas en nuestros espacios.

Una de las cosas más tristes que brota de todo esto es que al oír y leer todos estos ejemplos nos podría parecer como si la segunda mitad del siglo 20 no hubiera ocurrido. Parecería como si las muertes de los líderes de derechos civiles, los arrestos, las protestas y las luchas se hubieran olvidado. Pero no se pueden olvidar.

Hoy día se supone que tenemos una conciencia mayor sobre la violencia que supone utilizar la raza para discriminar y subyugar. A est@s racistas son los que tenemos que “combatir con todas las fuerzas de [nuestro] corazón” y no permitirle que se escuden tras excusas mal hechas y disculpas que no son tales.

 

Notas:

[1] Dos formas de racismo que esconden su cara pública y se manifiestan en doble estándares y falta de oportunidades.

[2] Queda claro que los ejemplos vienen de distintos países que tienen sus diferentes problemas raciales. Esto provee apoyo a la noción de que el racismo no está localizado en un pequeño bolsillo del mundo y que, por el contrario, todavía se mueve libremente por países que se jactan de ser los líderes mundiales en desarrollo, derechos humanos y protecciones legales. 

Lista de referencias

Abdel-Shehid, G. & Kalman-Lamb, N. (2011). Out of left field: Social inequality and sports. Fenwood Publishing: Halifax.