“Si no fuera por el fútbol, estaría muerto o en la cárcel” dijo, recientemente, el delantero argentino Carlos Tévez en una entrevista. Tévez no es el primero, ni será el último, que repite una variante de este estribillo. Y aunque es innegable que el deporte les sirve de salvavidas a muchas personas que nacen y se crían en entornos problemáticos, habría que examinar ese discurso con más detenimiento y mirar cuáles son algunas de las consecuencias de que los medios de comunicación le den tanto énfasis a este tipo de historias.
Historias como las de Tévez, historias de personas que salen de trasfondos difíciles y se convierten en luminarias del deporte, son narrativas populares que cautivan a las audiencias. Es por esta razón que los medios de comunicación las reproducen una y otra vez. No obstante, la constante repetición de este discurso trae consigo la construcción de un futuro limitado para muchas personas. La connotación de esta retórica dicotómica es que l@s jóvenes que viven en ambientes de desventaja económica sólo tienen dos opciones de vida: la criminalidad o el deporte. Dicen Grainger, Newman y Andrews (2006) en su exploración de cómo los medios de comunicación construyen a los atletas afro-americanos, una de las poblaciones estadounidenses que más sufren los estragos de la pobreza en su país:
“…the media promote two common tropes of Black culture in America: black youths redeemed by following the right path (sport) or, alternatively, the failed black family leading to the wrong path (gangs and drugs)...” (p.455)
El saldo de esta limitación es la creación de jóvenes confundid@s que entienden que sólo existen dos opciones en su vida. Aquell@s que quieren evitar una vida criminal de drogas y gangas, sólo pueden hacerlo, según explica el discurso, poniendo todos sus esfuerzos y sus energías en convertirse en atletas profesionales. Uno de los problemas principales con esta lógica, sin embargo, es que llegar al estrellato deportivo no es tan fácil. Tomemos el caso de los Estados Unidos. Según un estudio realizado por Clint Newlin (2010) para la NCAA, las probabilidades de llegar a ser deportista profesional en ese país son ínfimas. Por ejemplo, sólo .03% de los baloncelistas de escuela superior llegarán algún día a la NBA y sólo el .08% de los futbolistas de escuela superior llegará algún día a la NFL.
La pregunta que se desprende de estos datos, entonces, es ¿y qué pasa con el resto que no lo logra? Pensemos. Al haber puesto todas sus esperanzas y sus energías en un sueño casi inalcanzable, much@s de est@s jóvenes no ven o no valoran algunas de las posibilidades a las que podrían tener acceso cómo las becas educativas y las oportunidades de adquirir grados que les permitan alcanzar alguna movilidad social. Y es que much@s de estos chic@s no pueden, ni siquiera, contar con algún tipo de orientación y asesoría. Decía el fenecido entrenador de baloncesto de la universidad de Marquette, Al McGuire:
“I never told a kid not to leave school early for the big dollars after I looked into his refrigerator. I recruited those kids. I knew the environment they had to escape. I would have been a total hypocrite to tell them to stay in school. For what? They only came to play basketball and get noticed” (Citado en Tuohy, 2010, p.27).
Y, aunque quizá McGuire y otr@s entrenadores/as como él creen que les están haciendo un favor a est@s atletas, la realidad del caso es que ell@s son cómplices de propagar este discurso binario. Al ignorar la posibilidad de que una educación y un grado les pueda abrir otras puertas, est@s mentores/as lo que hacen es dándole validez a la noción de que es@s jóvenes sólo tienen dos caminos nada más.
Por otra parte, cuando los medios de comunicación se concentran en ese .03%[1] de los baloncelistas que obtienen contratos millonarios en la NBA e ignoran el 99.97% de las historias de fracasos deportivos que se dan a diario, le dan apoyo a la noción falsa de que la pobreza es un problema individual y no sistémico. Al fin y al cabo, si las páginas de los periódicos y las revistas están saturadas con historias de deportistas que pudieron salir de la pobreza y del crimen, ¿por qué no lo pueden hacer los demás? Grainger, Newman y Andrews explican este fenómeno utilizando el ejemplo de la sobre-representación de los atletas afro-americanos en los medios estadounidenses,
Foto por Steve Martinez“In displacing social and structural factors, and in emphasizing the efforts and achievements of individual Black athletes, the media imply that poverty is a result of ‘individual shortcoming’...and ‘reinforce the view that the failure of the black underclass is their own’” (p.451)
Pero la verdad es que vivimos en un sistema que destruye a l@s que considera “no apt@s”. El deporte profesional, al igual que el resto de nuestra sociedad, está basado en un darwinismo social que no toma en consideración la dignidad humana o la justicia social. La cruda realidad es que cuando el sistema escoge a aquell@s que entiende que son suficientemente buen@s, el resto se queda fuera y sin opciones; no importa que ést@s hayan puesto todas sus esperanzas y sus energías en un solo camino. Se quedan sin contratos millonarios y, además, se quedan sin educación y sin trabajo. Si los medios de comunicación se enfocan, solamente, en los pocos que sí pueden, crean la imagen falsa de que esto ocurre todos los días y que es, simplemente, cuestión de “echarle ganas”. Siendo así, se ignoran todos los escollos y obstáculos estructurales[2] que evitan que muchos de estos atletas puedan llegar al profesionalismo.
Contrarrestar el efecto que tiene este discurso dicotómico es una tarea importante que los actores del sistema (las escuelas, orientadores/as y maestr@s, entre otros) deben plantearse como una de sus prioridades. Esta limitación no afecta solamente a aquell@s que no logran convertirse en estrellas del deporte, sino que también afecta a aquell@s que el sistema, supuestamente, escoge para el éxito. De estos últimos hablaré en la próxima parte de este escrito.
[1] Realmente el número es menor aún porque éste represente el de los que logran entrar, pero el número de aquellos que reciben contratos millonarios es mucho menor.
[2] La pobreza misma es uno de estos obstáculos. La falta de dinero trae complicaciones que pueden interrumpir el entrenamiento o la carrera atlética de una persona.
Lista de referencias: