Del pájaro la otra ala (parte 1)

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“Cuba y Puerto Rico son
de un pájaro las dos alas.
Reciben flores y balas
Sobre un mismo corazón”.
- Lola Rodríguez de Tió

El cuadro en su superficie parece engañosamente claro: 114 años después de ocupar a Borinquen la potencia americana ahora no sabe qué hacer con ella. Mientras tanto, los boricuas, ciudadanos americanos por estatuto y beneficiarios de miles de millones de dólares anuales en ayudas federales, tampoco se deciden en cuanto a qué desean que Estados Unidos haga con ellos. Nótese la voz pasiva; la decisión no es de ellos. El Congreso federal es dueño de Puerto Rico y sólo el Congreso puede determinar qué hacer con él. Los boricuas pueden solicitar a la Unión que los admita como uno de ellos, o que les permita traquetear con el presente status intermedio. Pero, los boricuas no son dueños del poder; ni tan siquiera para declarar su independencia. Deben pedírsela al Congreso. Y como los boricuas no deciden qué pedir, le dan el pase al Congreso para no hacer nada. Y nada se hace. 

Vista sola, Borinquen aparece a la deriva, en un limbo existencial de más de un siglo. Pero, Borinquen no existe sola; para comprender esta desconcertante situación debe mirársele con un lente más abarcador que incluya a su hermana mayor, a Cuba.

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Puerto Rico fue capturada como una idea tardía en los albores de la guerra de 1898 mientras Estados Unidos de América demoraba la capitulación de España en lo que concluía la captura. Los intereses navales habían sido originalmente secundarios a la protección de los intereses azucareros para propiciar la intervención norteamericana en la guerra de independencia de Cuba. Pero, ese mismo año había comenzado en el Congreso el cabildeo por la construcción de un canal transoceánico en Panamá, y las posesiones españolas en el Caribe —Cuba y Puerto Rico— encuadraban las tres rutas de comercio que protegerían su flanco Atlántico: hacia el Golfo de México, hacia la costa este de los EEUU, y hacia puertos europeos. Así, los intereses geopolíticos se sumaron a los azucareros.

Hasta el año anterior, Puerto Rico había sido Intendencia o provincia administrativa de la Capitanía General de Cuba, cuya jurisdicción se extendía originalmente desde Puerto Rico en el oriente hasta la Bahía de Mobile en el occidente, en lo que entonces era Florida Occidental y ahora es parte del estado de Alabama. Éstas últimas se cedieron eventualmente a Gran Bretaña y a EEUU, dejando a Cuba sóla con Puerto Rico como extensión ultramarina.

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La guerra de independencia de Cuba comenzó, de hecho, en Puerto Rico en el 1868 en Lares, como parte de un movimiento antillano que había de incluir también a la mitad quisqueyana de la isla Española. Suprimida en Puerto Rico, la rebelión estalló en Cuba en Yara ese mismo año bajo el triple grito de soberanía, justicia social y democracia, apelando a la mayoría africana de Cuba sujeta a la cuasi-esclavitud del cañaveral y dominada por una aristocracia blanca tanto criolla como extranjera.

Por largo tiempo, Cuba se había identificado con el azúcar y la economía de plantación que ésta requería, particularmente después que la revolución haitiana a partir de 1800 destruyese la producción azucarera del que fue, hasta entonces, el primer productor del mundo y alhaja colonial francesa. Asimismo, desde 1808 Cuba ya había sido considerada por EEUU como “extensión natural” de su territorio, particularmente como un posible estado esclavista en el pugilato libre-esclavista de ese país. Algunos en Cuba vieron con beneplácito esa posible anexión.

 

Para mediados del siglo, la implantación de ingenios industrializados, movidos a vapor por su propio bagazo como combustible, habían multiplicado la rentabilidad del azúcar. La acrecentada capacidad de molienda también había acortado marcadamente el intenso período de zafra y eventualmente convirtió a la esclavitud en no rentable: era más económico contratar obreros por los pocos meses de zafra que alimentar esclavos por todo el año. Al concluir en 1868 la guerra civil norteamericana, la inversión de ese país se volcó a Cuba, sumándose a los intereses españoles, franceses e ingleses ya instalados. Para fines del siglo, Cuba había adquirido la inusual característica en Latinoamérica de tener una aristocracia terrateniente esencialemente extranjera o ausente, mientras que los antiguos dueños de la tierra se convertían en socios, agentes o empleados de los propietarios foráneos. Esto pronunció aún más el quiebre político en la sociedad cubana, nacido décadas antes, entre asimilistas y nacionalistas. Este quiebre perdura y es sintomático de la sociedad cubana hasta el día de hoy.

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Mientras tanto, las condiciones en las plantaciones continuaban siendo deplorables, con una fuerza obrera, esencialmente negra, empleada sólo unos meses de cosecha al año y remunerada con vales redimibles sólo en la tienda de la empresa. La rebelión que comenzó en 1868 fue por justicia social, por inclusión racial y por soberanía sobre los intereses extranjeros y sus agentes criollos. La situación cubana de hoy es continuación de esa rebelión.

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Puerto Rico, alejado de La Habana y cuyo accidentado terreno la hacía menos apta para el cultivo azucarero, tuvo sólo ecos de esta actividad, tanto económicos como políticos. La lucha independentista se había concentrado en el oriente cubano y patriotas boricuas y dominicanos fueron allá a sumarse. Para 1898, España tenía en Cuba sobre 200,000 tropas regulares, además de 30 a 60 mil “voluntarios” locales, para hacer frente a una fuerza rebelde de menos de una décima en tamaño. Pero, para España fue una batalla perdida ante la persistente guerrilla rebelde que aterrorizaba tanto a los españoles como a los ingenios y luego desaparecía entre la población. Desesperada, España reubicó poblaciones enteras en reconcentraciones que sólo alimentaban el apoyo local por la rebelión. Atemorizados, los propietarios extranjeros presionaron a España a terminar la guerra a cualquier precio, inclusive a solicitar intervención de sus respectivos gobiernos. Estados Unidos ofreció así su apoyo a España, mas ésta, previendo que el duende nortemericano sería luego imposible de volver a embotellar, se rehusó.

Imagen tomada por 1st LT. H.D.Wise

Entretanto, las condiciones políticas en España empeoraban con el costo económico y humano de la guerra, expresado en motines y demostraciones. Un Primer Ministro, Cánovas del Castillo, fue asesinado por un anarquista (dícese que incentivado por la embajada cubana en Francia, liderada por el boricua Ramón E. Betances) y un gobierno, el de Práxedes Mateo Sagasta, fue forzado a dimitir. 

Temiendo a Cuba ya perdida, España, por primera vez, la separó de Puerto Rico ofreciéndole a ambas cartas de autonomía, aunque sin independencia. La insurrección cubana la rechazó de plano, pero el Puerto Rico más plácido no dudó en aceptarla. Puerto Rico ya no estaría atado a Cuba ni se perdería para España con aquélla.  

Puerto Rico ofrecía algún potencial como consolación. El cultivo de caña en laderas se empezaba a experimentar con lucrativas posibilidades, además de la establecida y creciente demanda europea por su café. Además, Borinquen conservaba el activo que la hizo atractiva a los imperios por cuatro siglos: el mejor puerto navagable de la región y el lugar ideal para una base naval. EEUU llegó a la misma conclusión.

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La segmentación política en Puerto Rico reproducía las mismas líneas que en Cuba aunque posicionadas distinto. En ésta, la férrea lucha entre asimilistas y nacionalistas había polarizado y vaciado el espacio entre ellos, aquellos inclinados aunque no comprometidos con una u otra posición. En Puerto Rico la presencia extranjera no había sido tan visible como en Cuba y no era un factor tan grande en 1897. Los sentimientos pro y anti extranjeros se concentraban más hacia España. El espacio intermedio era, por consiguiente, más tupido que en Cuba y la oferta española de autonomía obtuvo su apoyo de ese segmento. Mientras, EEUU era una presencia más distante y vista bajo una luz más difusa de democracia y derechos humanos. Algunos, por ende, llegaron a pensar que una autonomía con estos extranjeros pudiera ser aún más beneficiosa que una bajo España.

* La segunda parte de este texto será publicada la próxima semana.

Lista de imágenes:

1. Caricatura del Philadelphia Press.
2. Tropas estadounidenses en Arroyo, Puerto Rico, 1898.
3. Soldados cubanos, 1898.
4. Crucero Reina Mercedes (España), Cuba. (Colección Keystone-Mast, UC Riverside, California Museum of Photography)
5. Marinero español.
6. Imagen tomada por 1st LT. H.D.Wise: miembros del 17th US Infantry en El Caney, Cuba.
7. "U.S. fleet off of coast of Panama," 1906. (Library of Congress)