Creo que bien se puede leer el posmodernismo como la culminación de la autocrítica que el propio modernismo inició al principio de los años sesenta. Leerlo, como filosofía parasitaria que punzantemente, sacude y recuerda los desbalances e interroga los absolutos: certeza absoluta, objetividad absoluta, razón absoluta, verdad de la modernidad.
—Alicea (2010)
La Ciencia Social se ha cuestionado enfáticamente el paradigma positivista. Este cuestionamiento al positivismo y a sus vertientes contemporáneas está centrado, principalmente, en las cuestiones que se refieren a la objetividad científica y a la neutralidad del investigador. Esto remite obligatoriamente a cuestiones más generales de naturaleza filosófica tales como la existencia de una realidad objetiva, externa al individuo que conoce la relación sujeto-objeto del conocimiento y la determinación social del conocimiento. Autores como Foucault (1968), Cunningham (1983), Braunstein (1985) y otros plantean que la objetividad del conocimiento es siempre aquella que el hombre, en determinado momento histórico, puede realizar.
El conocimiento, como producto humano, es histórico y tiene también una historia, que puede y debe ser objeto de reflexión crítica, pues como praxis es constituido y constituyente de la realidad. Cunningham (1983) nos dice que si el conocimiento y el conocimiento científico como una forma especial de aprehensión y conciencia sobre lo real es determinado socialmente, la neutralidad del sujeto que conoce debe comenzar a ser puesta en cuestionamiento cuando se verifica que los hombres que la producen se encuentran en lugares diversos en la compleja trama de las relaciones sociales. Así, un pensamiento, por más abstracto que sea, trae siempre la marca del tiempo. Como vemos, la perspectiva crítica de la Ciencia Social niega los presupuestos empiristas y coloca bajo una nueva óptica las cuestiones de la objetividad y neutralidad.
Esto nos obliga a buscar modos alternos de búsqueda del conocimiento. Cuando nos referimos al tema de la vejez, podemos afirmar que métodos utilizados hasta ahora han sido muy simples y sus resultados altamente cuestionables. Es por esto que proponemos la historia oral como un modo alterno de acercarnos a la vejez. Autores como Pratts (2005) nos plantean que la resistencia a los planteamientos cualitativos (basados en relatos orales) que ha caracterizado el mundo académico se ha modificado, ya que hoy día existe una mayor apertura a aceptar investigaciones que utilicen los relatos orales.
Creemos que a pesar de que los estudios cuantitativos son adecuados a cierto tipo de situación, los estudios de naturaleza cualitativa son siempre necesarios cuando deseamos comprender el origen y la evolución histórica de ciertas tendencias observadas, cómo surgieron y cómo se manifestaron a lo largo del tiempo. El método de historia oral representa uno de estos enfoques cualitativos que, a mi entender, nos debe ayudar a estudiar profundamente el tema de la vejez, el viejo y la sociedad donde viven. La historia oral nos da la posibilidad de conciliar epistemológicamente el planteamiento subjetivo y la llamada realidad objetiva. Decía el profesor Díaz-Royo (1985) que la historia oral representaba el prestarle atención a las transformaciones y sobrevivencias de nuestra vida cultural; el rescate de las voces de la resistencia y de la construcción de la conciencia nacional; el escudriñar la enmarcada y tortuosa avenida de la penetración ideológica; y, en última instancia, el intento de generar nuevas interpretaciones del mundo social puertorriqueño, evitando la noria teórica cosificante y los malsanos positivismos de la historia y ciencia social de raigambre norteamericano.
Según Jensen (1983), la historia oral es importante para el estudio del viejo porque en este método se busca el registro de la experiencia, recreada por el trabajo de la memoria a partir de la interacción de dos sujetos: el entrevistador y el entrevistado. La historia oral se visualiza entonces como una recreación del pasado, y, por eso, representa el joven de otrora y el hombre de hoy, el hombre ya maduro del ayer y el anciano. A este respecto, conviene reflexionar que la memoria —como conservación del pasado en su autonomía, que sobrevive por sí misma en el inconsciente o que puede ser llamada al presente como un recuerdo o como pura subjetividad— debe ser relativizada, ya que existen ciertos condicionamientos que la afectan, tanto social como culturalmente. La mayor parte de las veces recordar no es revivir, es más bien rehacer, reconstruir, pensar con las imágenes e ideas de hoy las experiencias del pasado.
En la medida que la historia oral permite, al mismo tiempo, la aprehensión de aspectos del individuo y su grupo social en un enlace dialéctico del presente y del pasado, es que se torna un instrumento de enorme riqueza para el estudio del viejo. Creemos que la historia oral se convierte en una posibilidad metodológica que contribuye a un acercamiento más amplio del estudio de la vejez. Representa un enfoque que hay que explorar, evaluar y finalmente desarrollar para que pueda ser un método interpretativo valioso en la búsqueda de explicaciones y soluciones para este sector poblacional, marginado e invisibilizado.
Entendemos que es vital desarrollar nuevos paradigmas y modos alternos de acercarnos a la vejez. No se trata de hacer una apología de la vejez, se trata de reconocer que el transcurso del tiempo produce efectos en la persona que entra en una etapa distinta a las vividas previamente. Una etapa que posee una realidad propia y diferenciada de las anteriores, que posee ciertas limitaciones para el sujeto, pero que también tiene unos potenciales únicos. Intentar dar este paso es un reto y un compromiso que como profesional asumimos.
Lista de referencias:
Alicea, D. (2010). Los rostros de la crítica. San Juan: Ediciones Callejón.
Braunstein, N. (1985). ¿Cómo se constituye una ciencia? Psicología, ideología y ciencia. Ciudad de México: Siglo XXI Editores.
Cunningham, K. (1983). Un plan de desarrollo de investigación científica sobre las personas de mayor edad. La problemática de los envejeciente en Puerto Rico. Río Piedras: Centro de Investigaciones Sociales, UPR.
Díaz-Royo, A.T. (1985). La Historia Oral en Puerto Rico: Reflexiones Metodológicas. Ponencia presentada en el V Congreso Internacional de Historia Oral, Barcelona, España.
Foucault, M. (1994). Un diálogo sobre el poder. Madrid: Alianza Editorial.
Jensen, K. (1983). Oral Histories of Rural Western American Women: can they contribute to quantitative studies? Jon!, 5(3).
Pratts, E. (2005). Historia Oral como Método de Investigación. Santurce: Gráfica Metropolitana.
Lista de imágenes:
* Todas las imágenes forman parte del trabajo fotográfico de Lee Jeffries.