Los Mirtos

Hay un detergente que tiene la imagen de un genio musculoso y calvo en su etiqueta. Tiene un olor muy fuerte. No es un aroma dulce o a flores, como muchos limpiadores de colores, sino a algo tóxico que o limpia tu casa o te mata. Ese es el olor de Los Mirtos, en Carolina. Solo he estado allí dos veces y probablemente quienes viven en el lugar podrían percibir muchos otros aromas o hedores, pero para mí Los Mirtos huelen a Maestro Limpio. Mejor dicho, Maestro Limpio huele a Los Mirtos.

Después de muchos meses en la lista de espera, yendo cada semana a El Coral para darle seguimiento a la solicitud, le dieron apartamento a mami. Según iban surgiendo vacantes se le asignaban a la próxima familia en turno y si ésta lo rechazaba, pasaba al final de la lista porque eso era indicativo de que su necesidad no era urgente.

Así que nos encontrábamos próximas a mudarnos al mítico lugar del que solo había escuchado en informes policiales, en periódicos y noticias. Ya habíamos esperado tanto que me pareció bien; yo pasaba la mayor parte del tiempo en la escuela, así que no importaba mucho en dónde fuera a vivir.

El día que nos entregaban las llaves fuimos a comprar limpiadores, paños, escobas, mapos, cubos, cepillos, todo lo que hiciera falta para dejar nuestra nueva casa deslumbrante. Si alguna manía tenía Mami (en realidad tenía muchas) era con la limpieza, aún hoy presumo de lo limpia y organizada que es. Llegamos temprano y tan pronto abrimos la puerta empezamos a limpiar cada pulgada de aquel cajón de paredes y ventanas.

Me sorprendió lo grande que era y lo bien distribuido que estaba el espacio, hasta me gustó. Los cuartos, la cocina, el baño, la cocina otra vez, todo había quedado impecable. El último paso fue mapear el piso con el detergente amarillento que lo dejó reluciente y libre de toda impureza. Todo el apartamento quedó impregnado de aquel olor a limpio.

Al día siguiente regresamos con la mudanza, Tío Doldy había acomodado todas nuestras cosas en la parte de atrás de su pick-up. Mami se bajó primero y cuando abrió la puerta, el apartamento ya no olía igual que el día anterior. Vino personal de mantenimiento a verificar qué había pasado. La tubería del baño que habíamos dejado como nuevo había reventado durante la noche, el apartamento resultaba invivible hasta que se realizaran varias reparaciones en el edificio, lo que podía tomar meses.

Nos dieron de inmediato la próxima vacante que surgió y así llegamos a Santa Catalina. De todas formas, y a pesar del incidente de la tubería, Maestro Limpio sigue oliendo a Los Mirtos. Sigue oliendo a la promesa compartida con Mami de una nueva casa con pisos relucientes.

Lista de imágenes:

1. Foto por Ramón Boixader, publicada en julio del 2013.

2. y 3. De la serie Caserío, del 2008, del fotógrafo Chris Gregory.

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