La universidad contemporánea y los Estudios Culturales

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Mucho hay que decir de la condición de la universidad de hoy. De su relación a los medios, a las culturas publicitarias y a la moda. De la pérdida de distancia para con la sociedad de la que es parte. De su relación al mercado y las lógicas del capitalismo tardío. Históricamente, la universidad formó ciudadanos y proveyó mano de obra y personal para el estado y la economía. Igualmente, fue el vínculo con el pensamiento crítico y la cultura. Hoy día, esa función está oscurecida por la profunda crisis del modelo económico desarrollista, el del estado benefactor y la irrupción de la moda y la publicidad dentro del conocimiento y la cultura. Como apuntó Derridá, es dentro de las Humanidades que ese espacio puede ser reconceptualizado porque es, por ejemplo, dentro de una versión de los Estudios Culturales que puede comenzarse un proceso de autorreflexión para darle a la universidad esa renovada dirección.

Aunque es imposible detallar aquí todo el andamiaje de la transformación que se plantea bajo los Estudios Culturales y lo que llamaré su periferalización, si es necesario decir que estamos ante lo que Barthes llamó un “desplazamiento epistemológico” (que potencialmente transforma las concepciones comunes sobre lo que es pensamiento, conocimiento y autorreflexión). Es al replantearnos el espacio onto-epistemológico en que yace la universidad que podremos, de igual forma, problematizar su contemporaneidad y su función para repensar su relación al contexto que la motiva y así, su relación al pensamiento crítico, la economía y la cultura una vez más. 

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De nada serviría que nos dedicáramos a buscar un nuevo fundamento científico porque esa distancia, la que separaba a un objeto de conocimiento del sujeto que lo conocía, se ha perdido. Es más, resulta anacrónico intentar recuperar ese espacio. La oportunidad existe, sin embargo, para replantearse los fundamentos del pensamiento crítico. Para crear un vínculo entre la universidad y el contexto que la motiva (de forma tal que pueda entenderse con la motivación de su conocimiento, rol histórico e incluso, función social). La idea es que al así proceder se haga factible replantearnos esos parámetros. Antes de delimitar las dimensiones de los Estudios Culturales contemporáneos que urgen ante la situación que esbozo, es necesario especificar aún más la naturaleza de esta crisis. 

Los efectos socializantes de los medios y de otras instituciones presionan indebidamente las agendas universitarias. De esta forma, la universidad compite de forma desigual a la vez que su función socializante se parece más a los medios con los que compite. Al mismo tiempo, las fuerzas del mercado a la hora de producir conocimiento y de distribuir su importe, colorean no sólo las temáticas sino la forma del conocimiento. De esta manera, cabe la posibilidad de que las determinaciones metodológicas de la investigación universitaria estén más y más organizadas por las lógicas del mercado que por ninguna otra. Entre ambos factores se puede decir que, en última instancia, la universidad ha sucumbido a las lógicas del capitalismo tardío porque, ni entiende el contexto que la motiva, ni tiene los recursos para navegar en esos mares. Quizás todo lo contrario: no existe prácticamente ninguna diferencia entre la universidad y el contexto socio-económico del que es parte.

Los conceptos de ambivalencia, anti-coloniaje y anti-disciplinaridad pueden, al mismo tiempo, captar el contexto que motiva a la universidad para proveer los mecanismos para un proceso de autorreflexión que reoriente su función histórica. Para lograr esa posibilidad es necesario sumir a los Estudios Culturales en una problematización de su propia identidad. Un proceso que promete hacer lo mismo con la universidad, su conocimiento y su posición en un campo de producción óntica.

Es la ‘periferalización’ de los Estudios Culturales y su respuesta anti-colonial lo que promete rehacer las agendas ciudadanas, críticas y culturales que son parte de la función histórica de la universidad. En otras palabras, los Estudios Culturales, al hacer patente respuestas que están en búsqueda de su identidad dentro de la erosión de la distancia que la modernidad proveyó para con un objeto y un sujeto de conocimiento presenta posibilidades que, por la naturaleza de la propia modernidad, no le están permitidas a la universidad. Al así hacerlo, hacen factible retomar la discusión de la universidad en momentos en que es precisamente esa pérdida la que primordialmente la caracteriza. 

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Lejos de invocar la marginación que el significado usual de la palabra implica, lo periferal y, más aún, la periferalización, comprende el repensar la posición y el rol de la universidad para que sea capaz de problematizar su contemporaneidad (de forma tal que se entienda con su propia motivación dentro de la cultura). Este ordenamiento es lo que se le ha llamado ambivalencia en la teoría contemporánea. Es de ambivalencia de lo que hablo, porque la posición que esbozo promete un acceso a los límites que hacen posible una identidad, a la vez que empodera una diferencia.  

Cuando sugiero que los Estudios Culturales han de periferalizarse, lo que quiero decir, en el caso de Puerto Rico, es que no solo deben asumir la agenda temática del país (el estatus, la nacionalidad, el desarrollo, la economía, la dependencia, etc.) sino que deben clarificar, fuera de toda duda, su propia posición dentro de un campo de conocimiento. 

Esta periferalización invita y devela un objeto anti-colonial porque plantea una disposición a problematizar la identidad de los Estudios Culturales (sin necesariamente perder todo el poder que poseen ante el contexto que los motiva pero que, a la vez, los circunscribe hasta los límites de su propia identidad). Todo lo contrario, esa clarificación sirve para identificar una posición desde donde vincular la producción del conocimiento con el contexto que lo hace posible. Es por eso, que en la Periferia, los Estudios Culturales ofrecen una cara anti-colonial en vez de meramente poscolonial. De la misma forma y por las mismas razones, este objeto presenta una cara anti-disciplinario en vez de meramente disciplinaria.

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El objeto anti-colonial reconfigura las posibilidades de la verdad, su relación al poder y las coordenadas espacio-temporales que han estado disponibles para articular una identidad. Si para el poscolonialismo el asunto del conocimiento está subrayado por la recuperación de la identidad, desde la óptica del anti-coloniaje, el asunto es entender como el poder, incluso en la recuperación del sujeto subalterno, está vinculado a esa producción. Nuevamente es el concepto de ambivalencia el que clarifica la posición del anti-coloniaje. 

Si se empodera una diferencia desde los límites que motivan una identidad, esa posición los graba ambivalentemente porque iluminalos límites y, a la vez, produce una diferencia sin sucumbir ante los límites con los que comienza. Debemos, de una vez y por todas cesar en la búsqueda de una diferencia porque el asunto contemporáneo está, al contrario, en descifrar cuales son los ritos y el funcionamiento del poder que ha establecido la posibilidad de la identidad en primer lugar.

Lejos de continuar con las coordenadas verdad/poder/identidad, lo que se logra mediante la periferalización de los Estudios Culturales es el replantearnos los parámetros históricos que motivaron los tres. Por eso los retos de los Estudios Culturales en Puerto Rico están matizados por las preguntas ¿qué es pensar? y ¿qué es conocimiento? Si la verdad surge como el punto de partida del tipo de análisis que sugiero, es porque este es un tipo de análisis anti-disciplinario en la medida en que reorganiza el conocimiento desde la óptica de los límites que la verdad inaugura pero por esa misma razón no puede entender.  

Anti-disciplinario y anti-colonial, son los principios de los Estudios Culturales Periferales y son los principios que guían la reorientación de la universidad que motiva mi reflexión. Una remotivación que provee para una inmersión en los procesos que le dan una identidad al conocimiento y al proyecto ciudadano del que la universidad fue parte. De igual forma, que son una inmersión en la identidad de la universidad en la medida en que su contexto en Puerto Rico está matizado por las disciplinas y el coloniaje.

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Anti-disciplinario en la medida en que el proyecto ciudadano, el del pensamiento y el del conocimiento se sirven de una relación distinta con la identidad, la verdad y el poder. En vez de desentenderse con las posibilidades de los tres, la periferalización de los Estudios Culturales, plantea un entendimiento de la inteligibilidad de la verdad que va más allá de las posibilidades epistemológicas de las disciplinas. 

Anti-colonial, porque la clarificación de la posición de los Estudios Culturales, como he dicho, empodera a una identidad a entender los límites y el contexto que le hacen posible en primer lugar. Si este es el caso, como entiendo, los Estudios Culturales Periferales están muy lejos de meramente reproducir el contexto del que son parte. Son así, el principio de una relación que entiende los límites que hacen posible el conocimiento y la identidad y, a la vez, conocimiento de cómo se hicieron éstos inteligibles en primer lugar. 

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Ante la periferalización de los Estudios Culturales, se vislumbra un objeto y un sujeto de conocimiento distintos al que fuera tradición en la universidad histórica. Claro está, sería una mera reducción pensar que las Humanidades son la única posibilidad de la universidad. Sin embargo, en la medida en que los Estudios Culturales Periferales o la agenda que aquí esbozo, parten de un comprensión del conocimiento, mucho resta por decir de los arreglos interdisciplinarios de los Estudios Culturales para con otras áreas de conocimiento (como la medicina, la arquitectura, el trabajo social o la ingeniería). 

En la medida en que son hijas de la modernidad, las disciplinas, tanto que disciplinas, sin embargo, son herederas de la idea de la verdad y de la realidad, principios cuya crisis se organiza hoy bajo los Estudios Culturales.

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Con la periferalización de los Estudios Culturales, el énfasis es hacer de ese entendimiento de la verdad y la realidad una forma de problematizar la contemporaneidad de la universidad, su proyecto y su función. Una oportunidad que hoy toma un matiz anti-disciplinario y anti-colonial como parte de un desplazamiento de las reglas de producción del conocimiento dentro de la modernidad. Es a esa posibilidad y en contra de la regla del presente que se debe la Universidad al momento que nos plateamos su dirección desde y para la crítica porque tomamos nota, como parte de la autorreflexión que su crisis invita, del contexto que en Puerto Rico la vio nacer.  

 

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