Violación sexual y la cultura del 'I don’t care'

Vas en el tren cansada de la jornada del día y Dentyne Ice, por medio de un letrero estratégicamente colocado en cada vagón ofrece, motu proprio, algo más que una goma de mascar. Instruye, es más, dicta el comportamiento a seguir de darse la situación en donde todos los asientos estén ocupados y haya una mujer de pie. Dentyne Ice te alecciona: “No le cedas el asiento, ofrécele tu falda”. ¿Estará Dentyne Iceconsciente de la agresión sexual a la que están expuestas las mujeres en los transportes públicos alrededor del mundo?

Pausa. Las mujeres alrededor del mundo estamos expuestas a diario a agresiones físicas, psicológicas, etc., en cualquier espacio, sea público o privado. Como parte de los diversos discursos machistas somos testigos como una y otra vez los medios de comunicación hacen no solo una cosificación, sino que una heterogénea, de nosotras. Aun hoy día, identificarse como feministas es punta de lanza para algún chiste retrogrado o recriminación, ni hablar de quejarnos por la explotación de nuestros cuerpos y el control que ejercen en ellos el Estado Biopolítico.

La publicidad sexista desplegada en los medios de transporte público es un recuerdo constante de la insensibilidad por parte de los desarrolladores de campañas publicitarias y la tolerancia que proyecta la sociedad ante el discurso machista. Desplegar dicho enunciado en, por ejemplo, el Tren Urbano, además de insultante denota la poca capacidad de identificación que reina en nuestra sociedad respecto a los acontecimientos violentos que suceden alrededor del mundo contra las mujeres al utilizar el transporte público.

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Por ejemplo, fuimos muchos los que nos estremecimos ante la noticia de que una joven estudiante había sido violada y mutilada por seis hombres cuando aceptó la transportación, junto a su amigo, que estos le ofrecieron cuando iba camino a su casa. La joven murió días después a consecuencia de los golpes y daños físicos sufridos por la violación. Dicho evento, ocurrido el 16 de diciembre de 2012, destapó la caja de pandora respecto a las leyes laxas que existen en la India cuando se trata del delito de violación sexual, y a su vez enfrentaron al mundo con una repulsiva pero vívida realidad: a diario son miles las mujeres que terminan siendo víctima sexual.  

Poco menos de un mes después de tan lamentable incidente y cuando la noticia aun recorría el mundo, otra mujer, esta vez en el distrito de Gurdaspur, India; sería víctima de una agresión sexual por parte de siete hombres. Un hombre en común acuerdo con el conductor del autobús público en el que viajaban, al percatarse que la joven era la última pasajera, decidieron pasar por alto la parada de su destino y llevarla hasta una residencia donde aguardaban cinco hombres adicionales. La joven fue abusada sexualmente durante toda la noche. En países como la India, donde el estigma que acompaña a las mujeres víctimas de violencia sexual las obliga muchas veces a mantener silencio; las cifras de denuncias por este delitos, según datos oficiales, van de 2,487 en el 1971 a 24,206 en el 2011. Sería ingenuo de nuestra parte no pensar que dichos números en ocasiones se triplican.

En abril del 2012, una joven de 20 años despertó llena de golpes luego de una larga noche de fiesta. No fue hasta tarde en el día que la joven se enteró por medio de las redes sociales y amistades, que tres compañeros de la Academia Naval de los Estados Unidos, habían estado alardeando de haber tenido relaciones sexuales con ella mientras esta estaba intoxicada.  Cuando la joven decidió denunciar a sus atacantes ante el Navy Criminal Investigators, obtuvo como resultado una sanción disciplinaria por haber estado tomando bebidas alcohólicas, nada pasó a los tres jóvenes señalados como sus atacantes.

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La joven, tiempo después decidió buscar asistencia legal por lo que fue expuesta a los procedimientos establecidos en el Artículo 32[1] del Navy; como parte de los procedimientos establecidos en dicho artículo, una víctima puede ser sometida a cuestionamientos que en una corte civil no podrían ser admitidos. Dicho procedimiento se realizan en los procesos judiciales militares para establecer si existe o no causa para juicio. En este caso, la joven fue cuestionada por un periodo de 30 horas y tuvo que responder a preguntas que iban desde a si llevaba puesto un sostén a la hora del ataque hasta cuál era su historial de vida sexual.

En Inglaterra un niño de 12 años ha sido acusado de abusar sexualmente[2] en dos ocasiones de una menor de 6 años. Durante el juicio y a preguntas del fiscal de cómo pensaba que se sentía la menor ante el daño que le había causado; la respuesta del menor fue contundente: I don’t care. El niño fue sentenciado a una probatoria de 12 meses y a indemnizar a la víctima del delito con £300. La actitud desenfada del menor y la carencia de empatía para con su joven víctima nos exponen a una realidad cruda e hiriente. ¿Qué lleva a un joven de 12 años a cometer tal acto barbárico? ¿Es totalmente responsable de sus actos? ¿Entiende él el peso socio político de su I don’t care o no es acaso la misma frase que indirectamente a través de los años los gobiernos del mundo nos han dado a nosotras como respuestas ante nuestros reclamos?

El sistema jurídico no está exento del discrimen patriarcal. La lucha de diversos grupos sociales por que se modifiquen los procedimientos tantos investigativos como judiciales, si bien ha rendido esfuerzo denota el largo camino que nos queda por recorrer. Una persona que alega haber sido víctima de violación sexual, se enfrenta a una larga carrera de obstáculos donde será agredida una y otra vez por nuestro aparato estatal, solo para poder establecer que de hecho ha sido víctima. Los mitos sociales que permean en nuestra sociedad y que van desde cuestionar qué una llevaba puesto al momento del ataque, el por qué caminaba sola a esas horas de la noche, si había consumido bebidas alcohólicas, cuánto tiempo pasó desde el ataque hasta la denuncia y si resistió o no su ataque; son solo ejemplos de otras formas de agresiones sistemáticas.

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La víctima de una agresión sexual tendrá que contar una y otra vez su agresión, al policía que atiende la denuncia, en el hospital, al fiscal, a la corte, etc. Dependiendo la notoriedad del ataque, su historia, no solo la de agresión, será comentada por los medios de comunicación. Será juzgada por sus pares dentro y fuera del foro judicial; para cuando el proceso llega a la corte, la víctima ya habrá desistido de continuar con su denuncia. ¿Cómo enfrentar la maquinaria de un sistema judicial que es parte de una sociedad tolerante a las agresiones sexuales?  

El Federal Bureau of Investigation (FBI), estima que 1 de cada 3 mujeres en los Estados Unidos será víctima de alguna agresión sexual.  El reporte estadístico anual de las Naciones Unidas, identifica que cerca de 250,000 casos de violación o intento de violación sexual son reportados anualmente en 65 países.  Ante un escenario tan alarmante sería viable pensar que las acciones del estado y la ciudadanía irían dirigidas a trabajar de forma unánime en favor de la abolición del patriarcado, en cambio somos testigos como a diario las agresiones hacia la mujer aprobando leyes que buscan regular su cuerpo aún más, el apoyo a programas que nos degradan y a campañas publicitarias que invitan al otro a transgredir nuestro cuerpo son apoyadas abiertamente y por qué no, colocadas a modo de chiste en los transporte públicos.

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No necesitamos ser de la India, ni de Inglaterra, ni de las fuerzas armadas de los Estados Unidos para identificarnos con los atropellos y la violencia constante de género. Es más, no necesitas ser mujer, el único requerimiento para indignarte y actuar es ser un Ser Humano. La campaña de la compañía Dentyne Ice, en medios de transportes públicos son una agresión visual para todo aquel que se respete. Son un grito de I don’t care por parte de los medios de comunicación y la administración. I don’t care si en la India un letrero como este incitaría a más de un hombre a agredir sexualmente a una estudiante, I don’t care si alguien toma dicha invitación como una conducta aceptada y agrede verbalmente a alguien en el tren, I don’t care quien se sentirá excitado y asechará a la próxima mujer que salga del tren camino a su casa.

Bueno, pues a diversas organizaciones de derecho[3], así como grupos feministas, Seres Humanos a través de las redes sociales y a mi persona nos importa. El discurso de agresión patriarcal se debe destruir, así esté disfrazado de cuarta enmienda constitucional. La cultura de los mitos que rodean las agresiones sexuales deben (des)construirse a la vez que se denuncian. Hay que aprender a desaprender, como aquella frase que transita por el internet: "En vez de enseñarles a las mujeres a no vestir de forma provocativa, a estar consciente por dónde camina, a no llamar mucho la atención; enséñale a los hombres a no violarlas".

 

Notas:

[1] http://www.nytimes.com/2013/09/21/us/intrusive-grilling-in-rape-case-rai...

[2] http://www.dailymail.co.uk/news/article-2430382/Schoolboy-12-showed-remo...

[3] http://aldia.microjuris.com/2014/03/19/asociaciones-de-derecho-upr-repud...