Según el teórico Jean Baudrillard, la simulación parte del principio de equivalencia, del signo como reversión y eliminación de toda referencia. Propone Baudrillard que mientras la representación intenta absorber la simulacióninterpretándola como falsa representación, la simulaciónenvuelve todo el edificio de la representación tomándolo como simulacro. La administración de la sexualidad humana no está ajena a esta simulación, y las mujeres, con toda intención de esa pluralidad en el género, nacidas bajo un sistema simulado e hiperreal, se encuentran como signo de reproducción y objetivación de su propio cuerpo.
Pero, ¿qué sucede cuando nos enfrentamos ante un fenómeno visual como la televisión? Espacio-tiempo donde se dicta algo más que entretenimiento, y que lleva a otro plano sensorial la propia noción del cotidiano mundo y de los que en él habitan. Como herramienta de perfecto mecanismo posmoderno, la televisión se convierte en elemento clave de una sociedad hiperreal, que fluye como simulacro de realidad ante el ojo engañado del observador. En palabras de Jean Baudrillard: “Este espejismo de presencia táctil no tiene nada que ver con nuestro sentido real del tacto: es una metáfora de la «aprehensión» correspondiente a la abolición de la escena y del espacio representativo”. Esta hipersimulación se sostiene en un sistema binario de cancelación el cual le inyecta el poder de su propia existencia.
Por ejemplo, si nos enfrentamos al fenómeno de la violación sexual, ¿cómo distinguimos el comportamiento sexual anómalo del simulacro ya incrustado en el hiperrealismo televisivo? Ante la gerencia del tecnogénero y la asignación de roles tanto para los hombres como para las mujeres; propongo que examinemos el fenómeno binomial de la violación sexual mujer a hombre, por ejemplo, según es proyectada en el programa de televisión Law & Order SVU y cómo dicha proyección simula la realidad hasta convertirla en “nuestra” hiperrealidad.
Cuando hablo de un violador sexual, me refiero a quien tiene acceso carnal con alguien en contra de su voluntad o cuando se halla privado de sentido o discernimiento. Dicho delito carga a su vez un discurso simbólico con respecto al acto. Por lo tanto, al nombrar la violación sexual, es normal posicionar el poder en el sexo masculino y la muerte de este en el sometimiento de las mujeres. El poder se ubica con respecto a lo frágil y débil, encuentra su existencia dentro del discurso histórico que ha identificado lo femenino, como esa sustancia maleable que debe de ser políticamente administrada y controlada. El ejercicio de su sexualidad se ve suscrito a los términos Biopolíticos de reproducción. A través del tecnogénero, se controla su vida y se le asigna roles secundarios que establecen una hiperrealidad donde las mujeres son en sí mismas un símbolo de simulación cultural.
Pero, ¿qué sucede cuando se trasgrede tan bien resguardada línea divisora y se transforma a la mujer en el opresor? ¿Cómo proyecta el mundo televisivo de la hiperrealidad dicho fenómeno? Law & Order: Special Victim Unit dedica sus capítulos a facilitar la simulación cultural proyectando diversos escenarios de casos de violación sexual donde, en su inmensa mayoría, las víctimas son niños o mujeres. Durante sus 14 años de producción ha representado a las mujeres como elementos vulnerables y continuamente proyecta como simbolismos la inseguridad e incapacidad de (auto) cuidarnos. El estado, por otro lado, se nos presenta a través de este grupo “elite” de detectives y fiscales que por medio del aparato judicial y cumpliendo con el rol de un estado Biopolítico, está al servicio de la nueva víctima, para que a través de las leyes pueda lograr reivindicarse y por consiguiente, purificarse.
Acerca de esto, tenemos por ejemplo el episodio “Branded”, el cual nos expone la violación sexual de una mujer a un hombre. Saliendo de su rutina televisiva, se nos presentan dos hombres amordazados y sodomizados, que se niegan a presentar cargos por la violación sexual que han sufrido. No es sino hasta cuando intentaba atacar su tercera víctima, que se nos presenta la atacante sexual, con el perfil de una mujer cargada de fragilidad, proyectada como una persona exigua que ha sufrido mucho a lo largo de su vida. Ante esta sorpresa de comportamiento anómalo, el episodio toma un nuevo giro, olvida a las víctimas del ataque y se concentra más bien en la victimaria, en lograr descifrar y entender por qué una mujer trastoca las líneas divisorias del comportamiento prestablecido. Poco a poco olvidamos las víctimas masculinas y pasamos a simpatizar con la atacante; es que ella ha sido víctima de una violación sexual grupal durante su adolescencia y sus víctimas fueron a su vez los verdugos.
Es ante este aparato jurídico representado en programas de televisión, en rostros de policías elites y fiscales cuasi invencibles; donde a las mujeres se les reivindica su derecho dentro de lo hiperreal.
En este caso, llegado el momento del juicio, nos enfrentan a una dicotomía. Se ha cometido un crimen, pero quien lo comete ha sido víctima de un crimen que según lo dicta esa caja de simulación y signos, es peor. El Estado de Derecho viene obligado a que se cumplan las leyes. Como señala el teórico Michel Foucault, el derecho permite una subyugación en la que el individuo acepta que está bajo el mando u arbitrio de otro y que sus determinaciones, a través de la ley, le obligan en su propio beneficio. Teniendo en cuenta que aunque la ley o la idea del derecho como método de legitimación no son, el eje central del dominio; no deja de ser un aparato efectivo de control y producción de discursos que permiten o adelantan las prácticas de subyugación. Así, la legitimidad del Estado persuade a la creencia de que el reclamo de derechos permite un grado de control del individuo sobre el poder del propio Estado. Pero aquí estamos, frente a una mujer que sodomizó y torturó a dos hombres, mismos que la atacaron sexualmente en su juventud. Entonces, ¿cómo se nos presenta la justicia en la simulación cuando víctima y victimario confluyen?
La TV, es un mundo de simulación donde la hiperrealidad se nos presenta anulando la propia realidad. Es la actuación de diversas versiones del mundo presentada como realidad colectiva, las cámaras televisivas se convierten a su vez en nuestra mirada proveyéndonos un nuevo marco referencial con respecto a lo que se ve. Con esto, se logra cimentar el engaño visual. Como señala Baudrillard:
“...la TV nos contempla, la TV nos aliena, la TV nos manipula, la TV nos informa... En medio de todo esto se sigue siendo tributario de la concepción analítica de los mass–media, la de un agente exterior activo y eficaz, la de una información en «perspectiva» que tiene como punto de fuga el horizonte de lo real y del sentido…Usted no mira ya la TV, es la TV la que le mira a usted vivir…”.
Los signos se apoderan de los preceptos sociales y se convierten en sus nuevos significantes. La nueva hiperrealidad nos observa y adoctrina desde la televisión.
Podríamos en efecto permitirnos ser paranoicos. Nos observan cuando observamos. El mass-media suplanta a través de signos una realidad por la hiperrealidad y de pronto nos vemos viviendo en modo simulado. Ya los actores no representan un simulacro de realidad: nos indican qué es la realidad. Las guerras, la información, las injusticias que devienen de discursos políticos prestablecidos y que redundan en una mayor objetivación de la mujer, obtienen un nuevo foro de divulgación. Se acepta como real lo que nunca ha sucedido. Las mujeres son las Real Housewives de Beverly Hills, las Kardashian, o Paris Hilton… La vida sexual es un Jersey Shore.
Es así como los casos judiciales de violencia sexual e inequidad de género se pierden entre los signos del Biopoder y la masculinidad. Las relaciones binomiales, en su lucha por existencia se reafirman en su propia negación; por lo que no es de extrañar que aún se haga difícil visualizar a mujeres depredadoras sexuales como un comportamiento psiquiátrico anómalo; en la hiperrealidad ese asunto continúa siendo experimental, por lo que la realidad jurídica yace ante los signos.
Lista de referencias:
Jean Baudrillard, Cultura y simulacro. Traducido por Pedro Rovira. Barcelona: Editorial Kairós, 1978.
Teresa De Lauretis, Technologies of Gender. Essays on Theory, Film and Fiction. London: Macmillan Press, 1989.
Michel Foucault, The juridical apparatus.
Lista de imágenes:
1. Julian Pacaud, Festival Teriaki, 2011.
2. Julian Pacaud, The After Hours, 2011.
3. Julian Pacaud, Everlasting Glaze, 2011.
4. Julian Pacaud, XXI, 2011.
5. Julian Pacaud, Sans Titre, 2011.
6. Julian Pacaud, Cent Magazine, 2009.