'Se vende' el Cine Cubano por mala 'Conducta'

Cogerle la vuelta al sistema: Una vieja denominación para la actitud servil

A sus 495 años, la Villa San Cristóbal de La Habana sobrevive. Aún respira desamparada en su insularidad. Todavía resuenan sus quejidos mientras es frenéticamente poseída por un mítico demonio de ojos muy blancos, entre palmas, tierra y mar; cual efímero orgasmo transgresor que retiene José Bedia en su lienzo Islas del Deseo.

playa

La Habana suspira entre las desgastadas y vejadas columnas que tanto inspiraban a Alejo Carpentier. La ciudad resiste como capital de la isla más bella del mundo, solo ante la mirada perdida de Virgilio Piñera.

No, La Habana es historia, pasado. Ella está muerta. Lo supe, ya exiliada luego del insilio, al presenciar semejante entierro colectivo desde la ventana indiscreta de su propio cine.

La Habana es un recuerdo y sus hijos nos aferramos a su retrato. Una imagen quemada por los años, el descuido y el maltrato; sin olvidar el penetrante e intenso sol del trópico que viene a investir sin piedad entre las expuestas y cálidas aguas del mar.

Cuba

¿Qué hacemos con sus cenizas o escombros? ¿Qué hacemos con sus huesos? ¿Qué hacemos con sus hijos e hijas, desterrados todos y huérfanos en medio de la incertidumbre y desesperanza? ¿Qué hacemos si ya no existe ninguna oportunidad? ¿Qué hacemos al presenciar la derrota del siempre fracasado proyecto guevarista de “experimentación genética”: El Hombre Nuevo? ¿Qué hacemos cuando tanta miseria y hastío han matado a nuestra Madre, aquella que nos dio la vida y aquella que nos vio nacer? ¿Qué hacemos…?

Al parecer, el más reciente Cine Cubano (producido por el ICAIC) ha encontrado dos respuestas. Jorge Perugorría, como director y guionista, presenta a una Habana que Se vende (2013) con todo incluido; mientras, Ernesto Daranas, en su nueva y multipremiada película, apuesta desde la sutileza permisible por una Conducta (2014) decididamente enfrentada al servilismo.

 

Jorge Perugorría refugia su tesis fílmica en la alternativa de continuar «cogiéndole la vuelta al sistema» para perpetuar la ilusión de felicidad tras la fachada del “crítico” humor negro. De acuerdo a su propuesta cinematográfica, debemos callar y optar por el recurrente camuflaje ideológico para no morir de hambre. Toca vender cuerpos, almas, cada fragmento de la ciudad deshecha y hasta los huesos (literalmente) de nuestra familia. Perugorría intenta decir “que todo… sea por La Lucha” (en Cuba, el arte de la supervivencia); incluso, la venta “por la izquierda” (de modo extraoficial e ilegal) del esqueleto por partes de nuestra Madre muerta. Una progenitora que es al tiempo la madre y La Habana.            

Nácar, la protagonista nombrada como el jabón que nos trajo el comunismo soviético, dialoga con la aparición de su madre fallecida en el Cementerio de Colón. La madre, interpretada por Mirtha Ibarra —uno de los mejores desempeños actorales del filme, destacando también la actuación de Yuliet Cruz—, le recomienda a su hija «sacrificar a los muertos para darle de comer a los vivos» con la venta de la bóveda familiar. 

En un almendrón (auto de los años 50) coinciden un chulo, una jinetera y Nácar, laboratorista de profesión. El chulo convence a su francesa para que le compre un carro; la jinetera, instruida en la historia de la arquitectura cubana, persuade a su yuma para que le compre una casa de estilo Art Deco o Neoclásico; mientras Nácar, solo escucha y observa por la ventanilla del auto una ciudad tan desencajada como ella misma. 

La protagonista llega al Malecón y desde el muro, mirando al mar, grita a toda voz «mamá»; en tanto, la mejor cara que le resta a La Habana sirve de contexto, a su espalda, como una carga muy pesada y desvalida con la cual no sabe qué hacer. Es entonces cuando el título del filme anuncia la respuesta, en Cuba, ya no Se permuta (película dirigida por Juan Carlos Tabío en 1983) ahora Se vende.

Una trama inspirada en La muerte de un burócrata (Titón, 1966) funciona como plataforma para citar otras legendarias cintas del Cine Cubano (del ICAIC) realizadas por el propio Tomás Gutiérrez Alea; como Los sobrevivientes (1978), Fresa y Chocolate (1993) y Guantanamera (1995); así como Se permuta, de Tabío, entre otras.     

Jorge Perugorría observa La Habana en la distancia y la decora como a una pintura naíf, cargada de locaciones, utilería, personajes y parlamentos caricaturescos, estereotipados; con pretensiones de hacer arte postmoderno, por aquello del pastiche, la cita o el intertexto, para entregar al público un intento de homenaje al histórico cine cubano (revolucionario) y, en especial, al icónico cineasta Tomás Gutiérrez Alea, Titón. El resultado es una película tan ingenua como su protagonista y tan ambigua como su realizador, política e intelectualmente hablando.         

Por su parte y en contraposición, el cineasta Ernesto Daranas Serrano, afronta la realidad cubana con mayor honestidad. Se despoja de los nocivos lugares comunes, que plagan la cinematografía de la Isla; para asumir el reto de un guión de carácter testimonial y procesual, en el trabajo con “niños de la calle, del mismísimo barrio de La Habana Vieja”, o sea, infantes sin experiencia actoral que le hablan a la cámara como lo hacen en su diario vivir.

 

Conducta es una película que se desarrolla en un ambiente lúgubre y de asfixiante iluminación natural; con una fotografía que pudiera encontrar su paralelo en la historia del arte en aquellos cuadros impresionistas y expresionistas, pintados por los grandes artistas de vanguardia mientras vivían el horror de la guerra. Alcanzamos a respirar el polvo que enrarece el aire tras la catástrofe de una infinidad de edificios caídos. Podemos sentir en nuestra piel el sudor, la suciedad y el envejecimiento ajeno. Llegamos a olfatear la sangre y el aliento etílico. Daranas convoca todos los sentidos a través de la tristeza; un dolor espontáneo, sufrido y compartido aunque no se quiera.  

En Conducta la muerte no se muestra; sino, se demuestra. Una muerte lenta y temprana, una especie de masacre social que anula la juventud y mutila la infancia. Chala, Jenny y Yoan, estudiantes de la enseñanza primaria, se ven obligados a crecer ante el inminente fallecimiento físico, socioeconómico y político de sus progenitores. La madre joven de Chala —interpretada por Yuliet Cruz— ejerce la prostitución, es alcohólica y drogadicta; el padre de Jenny es un palestino (de la región oriental de la Isla) que es ilegal en La Habana; mientras, Yoan es hijo de un preso político —por primera vez en la historia del ICAIC se menciona y representa la figura del preso político en Cuba.

grupo de personas

Carmela, la maestra actuada magistralmente por Alina Rodríguez, se resiste a aceptar las presiones burocráticas y gubernamentales; para asumir una conducta justa a favor de sus estudiantes, inocentes víctimas de una muy mala conducta nacional. Esto, sin llegar a la mención directa de los nombres y un apellido de quienes son los verdaderos culpables. Recordemos que se trata de una película producida por el ICAIC, institución del gobierno, y exhibida en las salas del patio. Con los parlamentos: «No tanto tiempo como los que dirigen este país» y «No hay peor cuña que la del mismo palo», Daranas ya está arriesgando demasiado.    

La maestra argumenta: «lo único que tengo claro es para lo que no debo prepararlos», y en algún momento escribe en la pizarra la palabra “servil”, para luego debatir algunos sinónimos populares como “guatacón” y “lame culo”. Conducta es una película honesta y triste, muy triste y bastante honesta.

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Chala es un hijo huérfano de la Vieja Habana. Desde una azotea, es el espectador activo de un panorama desolador; un niño que vende palomas y cuida perros de pelea. Simbólico planteamiento fílmico que alude a la libertad versus el cautiverio, mientras se sobrelleva una vida de perros, donde el único modo de subsistencia es la lucha.          

La obra pictórica Playón Chico, islas del deseo (2004) de José Bedia (Cuba, 1959) pudo apreciarse en la exposición itinerante Caribes, que tuvo lugar en el Museo de San Juan, como parte de la Colección Chocolate Cortés. El filme Se Vende fue exhibido en la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de San Juan y la película Conducta se presentó por Wiesner Distribution en el Cine Metro de Santurce.

Lista de imágenes:

1) José Bedia, “Playón Chico, islas del deseo”, 2004.
2) La Habana en 1598. 
3) Toma del filme Se vende, Jorge Perugorría, 2013. 
4-5) Tomas del filme Conducta (Behavior), Ernesto Daranas Serrano, 2014.

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