RE-Arte1: las erres del ambiente y el teatro de títeres

¡Reduce! ¡Recicla! ¡Reutiliza! Constantemente escuchamos estas tres palabras que vienen y van como olas perdidas en anuncios de TV, campañas políticas, canciones y discursos. Muchos hablan de ellas de una forma tan casual que da la impresión de que conviven con nosotros de forma natural y continua. Las tres erres del ambiente se han convertido en palabras de decoración de cualquiera que por primera vez se da cuenta de que decirlas añade un toque “verde” a su punto de vista y lo hace ver como “amigo del ambiente” o una persona “en paz” con su “huella ecológica”.

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En Puerto Rico, donde se consume desmedidamente y se genera tanta basura, la regla de las tres erres sale de paseo encadenada, maniatada y controlada por los medios masivos de venta y comunicación. Son unas palabras que sirven para generar campañas publicitarias que rara vez han tenido un efecto poderoso en el consumidor y que nos ayudan a decorar cualquier actividad que se lleve a cabo. No existe una política de reciclaje en la mayoría de las tiendas y centros de comida rápida que a su vez animan al consumidor a seguir comprando lo que sea. La inventiva generada por las agencias de publicidad para fomentar la compra desmedida de productos -que a veces ni son necesarios- es poderosa. En todas las campañas políticas se genera muchísima “basura”, no sólo de índole ideológica sino material que es lo que hoy nos atañe. Cartelones, banderitas, tarjetas, hojas sueltas y todo tipo de material informativo que termina al fin y al cabo o en las calles y paredes o en la basura.

La regla de las tres erres se ideó para educar al consumidor sobre lo imprescindible que era reducir el volumen de los residuos generados. Ninguna de estas tres erres va a formar parte del diario vivir del puertorriqueño a menos que vengan acompañadas de otras erres igual de importantes y la base de la educación que reciben nuestros niños y niñas sea de carácter ambiental. La erre de respetar los recursos naturales y el medio ambiente; la erre de reparar el daño que ya hemos hecho a la isla; la erre de repensar antes de consumir o destruir; la erre de responsabilizarnos por nuestras acciones con relación al ambiente y demás seres vivientes; la erre de relacionarnos directamente con la naturaleza para protegerla y conservarla, son “erres” que rara vez se mencionan cuando se habla del tema. Estas son sólo algunas de las “otras erres” que se quedaron en el tintero porque ¡si con tres nos da trabajo, ¡imagínense con diez!

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Desde que comencé a ofrecer talleres de reutilización de materiales desechables en 1977, explicaba que la “basura” se tenía que transformar en objetos creativos porque teníamos que ser responsables como consumidores y desarrollar una visión creativa para poder hacer frente a este problema. Mis primeros talleres de títeres iban dirigidos a fomentar la creatividad y transformar el papel de periódicos, bolsas de papel, cajas… en algo útil. Si aprendes a observar un material que ya no utilizas, como los rollos de cartón de baño, y le encuentras diez formas diferentes para utilizarlo y lo transformas, tu mente comenzará a generar ideas creativas porque un proceso te lleva a otro y una idea a otra y así sucesivamente. Esa era la idea central de mi trabajo cuando comencé esta travesía fascinante por el mundo de la “basura”.

Para aquella época las erres del ambiente no se paseaban entre nosotros. Existían porque había una preocupación grande sobre el problema de la basura y el medio ambiente, pero las erres todavía no se habían “inventado” y la gente me decía: ¿tú eres la muchacha de la basura? Sí, yo misma. A mí me daba gracia, porque lo que era basura para ellos, para mí era un tesoro que me servía para crear.

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Fue por esos años que escribí la obra Pepito Pepitón, el niño ambientalista y que sigo presentando con mis títeres en todos los lugares que visito. Esa obra ganó el premio como “Mejor obra ambiental para niños”, otorgado por la Junta de Calidad Ambiental.

Pepito Pepitón es un niño ambientalista que se enfrenta al Terrible Ser de la Contaminación Ambiental y con el pasar de los años se convirtió en uno de los personajes más queridos del programa La Casa de María Chuzema.

A pesar de que actualmente la mayoría de los talleres que ofrezco van dirigidos a educadores, para aquella época comencé a ofrecerlos a niños y niñas. Si vas a intentar cambiar una actitud -como la de desechar todo lo que crees que no sirve- tienes que comenzar educando a los niños. Las actitudes de los adultos son difíciles de cambiar y más en aquel momento donde hablar de la Madre Naturaleza, del ambiente, de la transformación de materiales desechables era como hablar otro idioma extraño y complicado.

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El cartón y el papel de periódicos eran utilizados en los talleres para confeccionar títeres de guante, máscaras, utilería y todo lo que hiciera falta para realizar nuestro trabajo. Confeccionábamos los vestidos con retazos de tela y cualquier objeto que pudiera pegarse a la cabeza del personaje nos era de gran utilidad. “Al cesto de la basura sólo se tira lo que realmente no se puede transformar. Todo lo demás sirve”.

Pronto comencé a ofrecer talleres por todas partes, fomentando el amor hacia los títeres, y por supuesto, la alternativa de crear con lo que otros llaman “basura”. Con el paso del tiempo incorporé los envases plásticos de todo tipo, las cajas de cartón, el unicel y todo tipo de material que se pudiera transformar. Experimentaba con infinidad de materiales y mi taller se llamaba Los Nuevos Alquimistas, los que transformamos la basura en arte. Todo lo que tocamos lo transformamos en arte. Alentábamos a los participantes a crear sus propias historias y cuentos que presentaran algún aspecto del ambiente.

En los años ‘80 comencé a trabajar en el programa de televisión La casa de María Chuzema. Semanalmente presentamos segmentos que se llamaban “las manualidades”. En este segmento enseñamos a trabajar con todo tipo de materiales desechables para crear todo tipo de objetos y todo tipo de títeres.

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Para asombro mío, a veces se me acercan jóvenes y me dicen: “Yo hice el pirata”, “Yo hice la ballena”, “Yo hice el sol y la mariposa”. Todos estos personajes eran títeres que hacía con galones de plástico, cajas de cereal, envases de unicel, envases de champú, cajas de huevos, cepillos de dientes, cajas de pizza; en fin, hicimos títeres con diversos materiales y los niños nos enviaban fotos de sus trabajos. Durante 22 años trabajamos con esmero y dedicación, fomentando todas las erres que el televidente tenía que conocer: la de reparar el daño que se ha hecho al planeta, la de renovar nuestras ideas y actitudes, la erre de reducir, la erre de responsabilizarnos por nuestras acciones, la erre de reciclar, la de reutilizar… y muchas otras sin las cuales las tres erres del ambiente no van a funcionar, como la erre de respeto hacia la Madre Naturaleza y el medio ambiente. Sin esta erre, es muy difícil que las nuevas generaciones entiendan que toda acción que se lleva a cabo; que toda decisión tiene repercusiones y consecuencias. Ya no era la muchacha de la basura;  era “la que les enseñaba a usar cuanta caja y cosas hay para hacer manualidades”.

La construcción de muchos títeres que he realizado parte de la experimentación con materiales desechables. Cuando aparecieron los envases de plástico -galones y medios galones de leche, jugo y agua- yo encontré un objeto fascinante con el cual comencé a construir todo tipo de títeres. Cortaba el material, lo doblaba, lo pegaba y salían aves, ballenas, princesas, tortugas y todo tipo de personajes. Luego comencé a utilizarlo para construir máscaras sencillas, sombreros y pelucas. El plástico de todo tipo habita en mi taller en grandes cantidades y a pesar de que siempre he llevado a reciclar, reutilizo grandes cantidades de materiales porque mis títeres no solo representan un personaje, representan la capacidad de utilizar la creatividad e imaginación para transformar cualquier cosa en arte que motive y movilice a la gente.

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La reutilización de materiales es una de las experiencias más divertidas y fascinantes que podemos utilizar para animar a nuestros niños, jóvenes y adultos a comenzar a “observar” las cosas desde otro punto de vista. Cuando diseñas un personaje para el teatro de títeres, normalmente respondes a una idea, a un cuento que leíste, algo te dice: “Haz un títeres y cuenta esto o aquello”. En muchas ocasiones veo una caja, un envase, un cepillo viejo y enseguida puedo visualizar un personaje fascinante. Soy así, porque de pequeña mi padre, Carlos Marichal, nos enseñaba a trabajar con materiales diferentes. Él fue la primera persona que me enseñó a trabajar con periódicos viejos, cajas, ramas secas, hojas; en fin, con una gama muy rica y poderosa que me ayudó a aprender a observar el mundo que me rodeaba de otra forma. Él fue quien me enseñó a confeccionar mi primer títere de mano hecho de papel de periódico. Nunca he olvidado lo que me enseñó, porque lo hizo de forma creativa y divertida y sé que ésta es la fórmula ideal para aprender.

Podemos fomentar el deseo de conocer más sobre la protección del ambiente, introduciendo al niño al teatro de títeres y creando personajes con todo tipo de material que los rodea. Comenzar a ayudar a ver “la basura” de otra forma es una prioridad. Desarrollar mentes creativas que puedan visualizar “otro mundo”, es imprescindible en este momento histórico en el que observamos un deterioro gigantesco de nuestro amado planeta Tierra.

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El teatro de títeres, por su versatilidad y variedad de técnicas, representa un recurso valiosísimo en la enseñanza de las erres del ambiente y en la educación ambiental. Este poderoso y mágico arte del títere fomenta el deseo de crear y transformar gran cantidad de materiales, nos anima a explorar y experimentar, brindándonos la oportunidad de crear partiendo de nuestro análisis. Además, nos ayuda a adquirir nuevo vocabulario, a organizar ideas y expresarlas, a entender que no tenemos que consumir desmedidamente porque lo único que compraremos es lo que realmente necesitamos para confeccionar nuestro títere. También nos ayuda a entender que debemos reparar todo lo que está roto y que esto nos lleva nuevamente a observar, analizar y tomar decisiones responsables. La confección de títeres con la reutilización de materiales “desechables” nos ayuda a comenzar a cambiar nuestras actitudes con relación a la basura y el medio ambiente y nos ayuda a transformarnos en seres creativos que podemos visualizar otras alternativas. 

Cuando usamos títeres para comunicarnos, estos nos ayudan a dar vida a nuestros pensamientos. Nos acercan de forma mágica al público  y cuando se construyen con materiales “desechables” representan el triunfo de la educación ambiental, de las artes, de las humanidades, del pensamiento creativo sobre el consumismo, el caos, la manipulación y la falta de valores que han deteriorado a nuestro amado planeta y a los seres vivientes que habitan en él. 

Sigo siendo una Nueva Alquimista; esa que transforma la “basura” en arte y sé que las erres del ambiente celebran cada vez que narro un cuento de tema ambiental con personajes confeccionados con esos ricos materiales que otros llaman “basura”. Celebran cada vez que se ofrece un taller de reutilización de materiales y los niños, jóvenes y adultos construyen algo nuevo y creativo. 

Las erres del ambiente no son un adorno, ni son unas palabras que se lanzan al viento cada vez que algún cocoroco quiere dar la impresión de que es amigo del ambiente. Respetar, Responsabilizar, Reparar, Repensar, Reinventar, Revaluar, Renovar… ¡Hay tantas erres que hemos dejado a un lado! Tenemos que incorporar a las erres del ambiente para que estas tres -reducir, reutilizar y reciclar- verdaderamente funcionen y juntos podamos hacer frente al problema de la falta de creatividad y de la basura. 

* Este artículo forma parte de una serie dirigida a fomentar la creación de proyectos artísticos reutilizando materiales “desechables”.

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