Kinoescritura y la investigación documental

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Lamentablemente proliferan con naturalidad los films documentales que carecen de una madurez reflexiva y científica en el campo de la investigación. Al poseer deficiencias en este núcleo suele suceder que el tema supera al realizador, por lo que opta por reducir el lenguaje a una instancia informativa, perdiéndose el mayor valor de un film que es el impacto de su capacidad crítica y la motivación de un debate progresivo. En otros casos se observa como la ambigüedad se instala en el abuso y discordancia de las “formas estéticas” por sobre el tema y la hipótesis. La armonía expresiva de las formas está directamente relacionada con su capacidad de retroalimentación directa con el tema. Y esto se pierde. Es decir, las formas se devoran al contenido, por no existir madurez para abordar el tema pautado.

Antes de incorporarnos a un análisis de los pasos constitutivos de la investigación, es interesante encontrar en sus fuentes etimológicas ciertas definiciones primarias de nuestra relación con ella. La investigación es un proceso que, mediante la aplicación de métodos científicos, procura obtener información relevante, fidedigna y lo más cercana a la imparcialidad, para extender, verificar, corregir o aplicar el conocimiento. Etimológicamente, la palabra investigación viene del latín in-vestigium, que significa en pos de la huella; así pues, la palabra investigación lleva en sí misma el sentido de que para indagar sobre algo, se necesita tener un vestigio o una huella. Se trata de buscar el sentido de las cosas, cada ser humano necesita más información sobre los seres que lo rodean, ya que desde el inicio de su existencia y durante toda su vida tiene que coexistir con un entorno y un contexto de seres y de circunstancias.

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La investigación consiste entonces en la búsqueda de la verdad: cuando el ser humano pregunta, busca, indaga, lo que pretende conocer es la verdad acerca de aquello que significa descubrir o descorrer el velo de algo. Este algo, al ser descubierto se hace patente y manifiesta su sentido de una posible verdad. Asimismo, la investigación consiste en ampliar el horizonte de significados, puesto que un término es significativo para nosotros cuando su sentido se puede explicar por el acervo de conceptos que ya poseemos. De igual manera, un objeto (o sujeto) es significativo, cuando sabemos para qué sirve o en qué consiste su valor.

Así es que la investigación es la médula, a partir de la cuál se articulan el tratamiento narrativo y estético durante el desarrollo de proyecto. Pero la investigación no es una instancia encapsulada en la primera parte del abordaje documental sino que se continúa en el rodaje, ya que desde el comportamiento situacional ante cámara y de la observación de la misma, nuevas fronteras y dimensiones se abren para nuestro saber. De allí que evolucione nuestro sentido hipotético y puedan incorporarse nuevas herramientas para lograr nuestro objetivo de indagación. En la medida que esto se cumple, nuestra información y madurez va in crescendo, como así la confianza con las fuentes, y la naturalización de los diferentes conceptos y puntos de vista, que están en juego. Las barreras de las sutilezas y de los puntos oscuros se van iluminando.  

Esa, precisamente, fue nuestra meta al investigar para la creación de Memoria iluminada, una serie documental que aborda la vida y la creación de algunos de los principales escritores y escritoras de la Argentina: Alejandra Pizarnik, María Elena Walsh, Julio Cortázar[1] y Jorge Luis Borges[2]. Desde hace 3 años que el universo literario está presente y girando cotidianamente en nuestro espacio de trabajo y creación; desde que realizamos el documental sobre Alejandra Pizarnik, que aquí compartimos con ustedes. La poesía, la belleza de la literatura, tiene un vínculo muy fuerte con la composición visual en el cine. Por esta razón, en nuestra investigación para la creación de nuestros documentales quisimos dar cuenta de esta relación: quisimos apostar a una escritura de la cámara.

Fue en el encuentro entre idea y realidad que se presentó el posible quiebre de la hipótesis temática planteada en la preproducción. Nos autoexigimos la madurez de ser totalmente libres. Esto es, ser libres de replantearnos a nosotros mismos los paradigmas internos frente al encuentro con otras perspectivas —en este caso literarias— en el trabajo de campo. El embrión de una duda, de una crisis, construyó el paso fundamental en la honestidad del mensaje a transmitir. A este embrión lo dejamos crecer como nuevo criterio, para que colocara al proyecto en una instancia de autosuperación. Creemos que las situaciones frente a la cámara se retroalimentaron de nuestro nuevo sentido. Creció la comunión y la interacción entre el cineasta y la situación literaria de cada escritor. Y es este el torbellino subjetivo que construye la instancia artística del modo documental.

El temor mayor fue que al abrirse todos estos capullos de conflictos intelectuales y cotidianos desde nuestra parte, como la desconfiguración descontrolada de nuestra tesis en su choque con la realidad viva, desafiante y determinante, termináramos el rodaje con más dudas que certezas. Es ahí en donde la investigación continó en su dinámica espiralada ascendente en el montaje. Con la serenidad que trae la investigación, dado por el distanciamiento del lugar de conflicto y de los protagonistas, con la capacidad de observar las imágenes una y otra vez; nuevos elementos y descubrimientos aparecen en escena. Frente al reto de cada uno de estos escritores y escritoras fuimos trabajando por capas, como un pintor, incorporando todas las posibilidades creativas del sonido, la imagen y la música, a partir de nuestra investigación. Nuestras ideas fuera de la tensión del rodaje comenzaron a asociar aristas conflictivas y temáticas, uniendo cabos sueltos y llegando a conclusiones superadoras.

Así también luego, con la necesidad de buscar la estructura narrativa final en la exploración de como los temas se narraran al público. La síntesis, el lenguaje, la vinculación entre escenas, personajes y líneas narrativas, el carácter reflexivo, crítico e indagador, hicieron que llegara el su punto culminante. Tuvimos que desenebrar y enhebrar constantemente los elementos que componen la investigación de nuestro film para encontrar el corte final. Y aquí se entiende que la asimilación del contenido alcanzó su mayor impacto de comprensión en nosotros.

Así es como es inherente a la ética y el resultado más interesante de una búsqueda documental: no quedarse con la primer observación o reflexión hipotética de un enclave de lo real. Por eso el caso de Memoria iluminada fue extra especial. Memoria iluminada es una serie para TV, pero no se plantea como un lenguaje televisivo reducido a entrevistas, ritmos acelerados o archivos meramente ilustrativos. La razón porque optamos por este medio (la televisión) es la posibilidad de llegar a cientos de miles de espectadores. El cine documental, por sus características no comerciales, suele estrenarse solo en una sala (o en tres con mucha suerte) y luego hace un circuito itinerante. Sus espectadores son 2,000 o 3,000, salvo excepciones. La TV rompe con todo eso. 

El desafío, entonces, fue realizar un proyecto para televisión pero que tuviera un lenguaje cinematográfico. Es decir, que la TV fuera solo el soporte, y que esta realidad no afectara el contenido o la estética. Por esto la imagen interpreta poéticamente y sensitivamente la obra y los aspectos más conflictivos en la vida de de los escritores y escritoras, con una cadencia hipnótica, misteriosa y atrapante. En el caso del documental sobre Julio Cortázar, destacamos, por ejemplo, todo el universo de Julio Verne y Edgar Allan Poe que se diseñó para narrar su infancia. La serie está elaborada desde diferentes entrevistas que le hicieron a Cortázar durante su vida. Él es el núcleo conductor del relato, permitiéndonos desde la imagen desarrollar su filosofía, su poesía y aspectos centrales de su vida; esto solo es posible a través de la voluntad investigativa.

Pero aquí no concluye la experiencia. Una vez culminado el film, al exponerlo frente a la audiencia, surgieron los debates. Del intercambio entre el público y nuestra exposición surgieron nuevas ideas, informaciones, datos, conclusiones mutuas. Es decir, que la investigación continuó a lo largo de la exhibición, mientras estuvimos en contacto directo con los receptores y receptoras del mensaje: de allí sacamos muchísimas ideas para el episodio sobre Adolfo Bioy Casares.

Es así como confirmamos que la investigación documental no debe ser improvisada, intuitiva, irreflexiva ni precipitada. Dado que está en juego nuestra responsabilidad y nuestra ética como documentalistas —especialmente al investigar a los y las grades creadores literarios y exponerlos como humanos y humanas, y no solo en su faceta como creadores— si no somos rigurosos en este campo, cometeremos errores continuos, dejándonos llevar por los preconceptos del paradigma en que nos formamos. Detrás de todo esto se persigue que el contenido no sea fácilmente refutable, y que no haga carecer a la obra documental de validez. Por esto es muy importante, como en la labor periodística de investigación, asegurar la veracidad de nuestras fuentes, y sostener con documentación tanto gráfica como de registro, cada concepto crítico del discurso. De este modo, los detractores de nuestras ideas, no tendrán sustento.

 


Notas:

[1] Para ver los capítulos de Memoria iluminada sobre Julio Cortázar, haga clíc aquí.

[2] Para ver los capítulos de Memoria iluminada sobre Jorge Luis Borges, haga clíc aquí.


Lista de imágenes:

1-2. Tomas del capítulo 3 de la serie Memoria iluminada, de Virna Molina y Ernesto Ardito.

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