Carta desde una plaza del mercado vacía

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Apreciado Omar:
¡Qué extraños son los sentimientos cuando se vuelve! Aquí estoy, en la misma mesa que estuvimos hace ya casi seis años. Entonces, éramos estudiantes, con anhelos y muchas ganas de comernos el mundo. Pero, aunque la plaza del mercado de Río Piedras se antoja de que la (re)conozca, el inexorable paso del tiempo mueve las cosas a su antojo. Sí, hay pinceladas que desnudan un pasado que no se quiere dejar vencer. Pero el vacío de baldosas antes caminadas por gente, da muestra de que el presente es un órgano vivo. Y gente es lo que le falta a esta isla.

Dicen las estadísticas que el año pasado se fueron 84 mil. ¡Ochenta y cuatro mil! ¿Adónde nos va a llevar este flujo imparable de personas que se van como hemorragia de una herida abierta en esta tierra? ¿Podremos cargar el país sobre menos hombros? Falta aire. Ojalá hubiera respuestas concretas que den aliento, como ese suspiro de sol que ahora se cuela por los vitrales del techo mientras te escribo. Sí, aún tenemos el sol. Por más que se empeñe, creo que es el único que no nos abandonará. No puede; no debe. Este verano hizo de las suyas y nos mantuvo en una sequía que le robó más de 40 millones al Gobierno. Más bien, le reclamó. El sol nos exigió un aumento de salario, hizo huelga y le cerró el paso a la lluvia. Deberíamos ser como el sol. Calentarnos hasta la ebullición, a ver si alguien allá afuera nos escucha. Explotar; reclamar que más nadie se vaya, que hagan algo para que se queden, para poder respirar mejor. Al final, ¿qué son los espacios sin gente que los habite, que los transite, que haga ciudad?

Ahí tienes esta plaza. Recuerdo cuando veníamos desde la universidad por un café, almuerzo o una batida —de fresa, guineo, vainilla y una pizca de canela—. Fue hace tan poco. Los pasillos estaban tan vivos, tan llenos de miradas. Hoy, solo quedan pocas personas que la ocupen. Levanto la mirada del celular en el que te escribo y diviso el mismo puesto de batidas al que iba en aquellos años. Fui hasta allí. ¡Qué alivio verlo y recorrer con la mirada lo poco que ha cambiado! Están las mismas licuadoras. Quizás, unas más modernas, pero con la misma tarea de conjurar sabores que pongan a bailar la lengua. También hay frutas, pero hoy están más tristes. Ninguna se ve apetecible. Las fresas casi se vuelven mermelada y a los guineos se les ha subido el tono marrón de la piel. Me pregunto si es culpa del barco que se hundió que no haya frutas frescas. ¿Sabías que se hundió un barco? Fue cerca de las Bahamas y venía en dirección a Puerto Rico con alimentos y suministros. ¡Ay, qué frágiles nos vimos esos días! Se desnudó la realidad de la dependencia que tenemos del afuera, de lo que llega por mar, casi igual o peor de lo que se va por aire. Me pido una de papaya.

Cuando el barco no llegó, muchos pusieron la vista sobre lo que se cosecha aquí. Pero nuestra tierra da muy poco y ese poco no da para alimentar a los que quedamos. Mucho menos este año que, como te adelanté, la falta de lluvia hizo un daño terrible a las pocas tierras que se cultivan.

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En medio de ese pensamiento, me entregan la batida. Para mi alivio, el precio no ha subido tanto a pesar de que ahora pagamos 4.5 % más de IVU que cuando estabas aquí. Se me puso la piel de gallina al primer sorbo. Dicen que la música y los olores nos trasportan a otras épocas. Creo que también los sabores. No era de fresa y guineo, pero esa combinación que logran estos puestos de la plaza, se repite. Me vi un poco más ingenuo, y por un momento sentí que el mundo dejó de girar…

Regreso a la mesa con un frío esperanzador en la mano. Veo pasar un estudiante con mochila en la espalda. Va al puesto de batidas. No alcanzo a escuchar de qué la pide. Él todavía no se ha ido, no sé si lo hará. Me sumerjo en el vaso. Somos menos acá, en la plaza, en Puerto Rico… pero quizás haya futuro.

Te abraza,

Vk
 


Lista de imágenes:

1. Beatriz Hernández Burgos, Frutos de la plaza del mercado de Río Piedras, 2015.
2. Samuel Molinary, Plaza del Mercado de Río Piedras, 2011.
3. Jorge Quinteros, Guillermo, placero de Río Piedras, 2013.

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