En los últimos años, hemos sido muchos lxs puertorriqueñxs que nos hemos mudado fuera de Puerto Rico, por cientos de miles, y la mayoría somos jóvenes de mucho potencial, casi todxs mudándonos a una especie de exilio obligado por las circunstancias económicas y políticas del país. En mi caso, fue en el verano del 2011, recién graduada de bachillerato, cuando tomé un avión sin pasaje de vuelta para poder ir a estudiar derecho en Maine. Mis razones fueron tanto motivaciones profundamente personales relacionadas a mi situación familiar, como profesionales en cuanto a las probabilidades de una mujer trans, con pensamiento crítico propio, poder sobrevivir y prosperar en el Puerto Rico actual.
Sin embargo, como todo exilio, siempre los exilados engendramos resentimientos irracionales entre los que se han quedado – la noción de que de alguna manera somos traidorxs o, peor aún, cobardes, por no querer quedarnos a enfrentar las circunstancias en Puerto Rico. Algunos de mis compañerxs le han llamado traidorxs, e inclusive cobardes a esta oleada migratoria. A mí personalmente me han acusado de no importarme Puerto Rico y de irme a darme buena vida en los Estados Unidos. Y entonces están los que publican columnas en el periódico principal del país juzgando y acusando a los jóvenes que se van para poder prosperar. La irracionalidad de estos resentimientos gira en torno al hecho de que parece asumirse que, de alguna manera, abandonar la sociedad y cultura en la que uno se ha criado para migrar a lugares remotos a enfrentarse tanto a lo desconocido como a potenciales prejuicios y demás obstáculos es alguna especie escape a un paraíso en el que uno se da buena vida.
Inevitablemente, cuando uno indaga y trata de raspar la superficie, hay a menudo una base de nacionalismo conservador que se hace llamar de izquierda pero el cual le falta el respeto a la izquierda genuina – hablo del tipo de nacionalismo y afán por la “patria” que en otro momento y lugar histórico hubiese defendido los gulags de Stalin, los campos de concentración de Hitler, la revolución cultural de Mao, y que a menudo hoy en día defienden el discrimen contra los dominicanos en la isla como una manera de preservar a la “nación”.
En estos últimos años de exilada, he tenido la oportunidad de visitar y mantener la amistad cercana con muchxs compañerxs de Puerto Rico, muchxs de ellxs ex compañerxs de mi tiempo en la UPR. Hemos tenido a lo largo de las grandes ciudades del este de Estados Unidos tanto encuentros, conversaciones, como fiestas, cenas, y pues, podemos contar las borracheras. En casi todas, el tema de conversación invariablemente va a ser uno muy predecible: los problemas de Puerto Rico.
Siguen preocupadxs por las cosas que ocurren en la isla, en muchos casos interviniendo y tomando cartas siempre que pueden, en otros casos dirigiendo lo más posible de sus labores tanto universitarias como políticas hacia maneras de mejorar a Puerto Rico. Muchos de estxs jóvenes están haciendo estudios graduados en las grandes universidades de la región, otros están trabajando en distintas facetas de activismo. En fin, una gran cantidad del capital intelectual puertorriqueño se encuentra ahora mismo en Washington, en Nueva York, en Boston y otras ciudades similares – y sin poder contar con estos recursos intelectuales, se le dificultará a Puerto Rico sobrevivir. Rechazarlo de plano o excluirlo porque “no está aquí” no es una actitud muy sensata.
En mi caso personal, he tenido durante este tiempo la oportunidad de estudiar derecho a la vez que he liderado y asesorado organizaciones LGBT, he laborado por derechos LGBT en organizaciones y campañas políticas de prominencia, y he tenido el honor de poder llamarles mentores a algunos de los mejores abogados de derechos civiles de nuestros tiempos. Hoy en día, hago el esfuerzo por traer y utilizar estos contactos y experiencias para mejorar la situación de los derechos civiles de la comunidad transgénero en Puerto Rico – esto al punto de dedicar mi tiempo de vacaciones para estar en las Islas de Puerto Rico a darle seguimiento y cabildeo ante el gobierno para proyectos en contra del discrimen por razón de identidad de género. En fin, a pesar de que ahora mismo la temperatura afuera de mi ventana raya en los 34 grados, siento que puedo – sin necesidad de ser presumida – decir que estoy más presente que muchos de los que se encuentran en Río Piedras ahora mismo, quiénes en gran medida nunca han estado en Puerto Rico por la profundidad de su enajenación.
Mi exhortación a los que critican a los “traidores” que no estamos viviendo en Puerto Rico en estos momentos, es que analicen qué han hecho por mejorar la situación – qué han hecho por permitir que Puerto Rico no sea un país tan hostil y tan plagado por corrupción y estancamiento económico que se haga más fácil luchar por él desde fuera que desde adentro. La verdadera traición, si hay alguna, es no luchar por la verdad y por la justicia teniendo la oportunidad de hacerlo – la apatía y la inacción son actos de complicidad con todo lo que atenta con destruir nuestro país.
Lista de imágenes de Roland Devolder:
1. La Procession.
2. Poppensepeler.
3. Representation.
4. Sorties.