Destrucción de falacias literarias puertorriqueñas

Haga este ejercicio: En la fila del banco o mientras espera en alguna agencia de gobierno comience a hablar con alguien acerca de libros. Vera que en algún punto de la conversación cualquiera dirá algo parecido a esto:

“Es que la gente aquí no lee…”. “ Es que después de Borders no hay dónde comprar libros…” Es que esto; es que lo otro…”.

Creo que es momento de reflexionar sobre el verdadero significado de esas palabras. Es nuestra responsabilidad comenzar a destruir estas falacias y a construir un nuevo discurso sobre la producción literaria puertorriqueña actual. Emprendamos un proceso de orientación. El primer paso deber ser observar el ambiente literario y revertir las aseveraciones en preguntas: ¿es cierto que la gente no lee? ¿no hay dónde comprar libros?, entre otros cuestionamientos. Cuando hagamos esto nos daremos cuenta de lo errado que estamos.

Falacia 1: La gente en Puerto Rico no lee. En Puerto Rico hay más periódicos que noticias para informar. Si observamos con detenimiento siempre hay alguien leyendo en la misma fila del banco o en la agencia gubernamental donde inició la conversación. Más que la trillada frase de que “los puertorriqueños no leen”, pienso que lo que sucede es que deben leer más narrativa puertorriqueña moderna. En menos de dos años he participado en la creación y organización de 3 clubes de lectura. En todos participa gente diferente: algunos lectores voraces; otros llegan para comenzar a hacer de la lectura un hábito. Las presentaciones de libros se llenan y en las redes sociales la vida literaria es muy activa.

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Falacia 2: No hay dónde comprar libros. No hay librerías. Para destruir estas falacias, lo más importante es que ya no se sufra más por el cierre de Borders. No entiendo por qué se continua hablando de que después de la partida de Borders ya no hay espacios para leer ni para comprar buenos libros. Es un quejido lánguido y sin sentido que se ha prolongado demasiado. Pongamos los puntos sobre las íes: Borders se fue a la ley de quiebra y quebró los bolsillos de muchos en la industria literaria puertorriqueña. Aún les adeuda dinero (dinero que nunca van a pagar) y no devolvieron los libros que no vendieron. A ellos los amparó la ley, pero y a los nuestros, ¿quién los cobijó? Así que ya está bueno.

La escritora Yolanda Arroyo Pizarro concuerda con el planteamiento sobre el daño que provocó Borders en la isla, no obstante, ella evalúa la situación desde un punto de vista más optimista y cito:

 “… (Borders) dejó oportunidades para quienes las quisieran aprovechar, entiéndase aquellos que desean reinventarse y abrir nuevos negocios. Ahora hay un auge por nuevos puntos de venta (Libros AC, K&L Books, etc) y por nuevas formas de llegar a los lectores (presentaciones, bohemias, club de libros y métodos artesanales de acercamiento al lector). En mi caso, yo vendo más libros ahora que los que vendía cuando estaba Borders y sé de otros colegas a quienes les pasa lo mismo”.  

Y como Yolanda conozco otros que comparten su visión. En ningún momento se pretende decir que la situación del libro en Puerto Rico es fácil, pero depende del cristal con el que se mire. A nivel global, la industria del libro se ha transformado, pero no quiere decir que vaya a desaparecer con la llegada de los libros electrónicos. Estamos en la tempestad; no olvidemos que después llega la clama. Mientras tanto, en Puerto Rico hay muchas formas de conseguir libros, aunque usted no lo crea.

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Si usted vive en el área metro, tiene más opciones de las que puede imaginar. Tenemos librerías, que nos solo anteceden a Borders, sino que conocen al derecho y al revés la literatura puertorriqueña y la literatura buena de verdad. La avenida Ponce de León en Río Piedras ofrece de todo para todos: Norberto González, la Tertulia, la Mágica, Universitas, solo por mencionar algunas. En la avenida Américo Miranda, K &L Books Medical & General, es una librería especializada en libros de medicina que ahora vende todo tipo de literatura y han comenzado un club de lectura de autores puertorriqueños.

En Ponce, la librería Paliques y la Educativa; en Viejo San Juan, la Tertulia; en Santurce: Cronopios y la nueva Libros AC. ¿Usted está prestando atención a la cantidad de opciones que tiene? Esto sin contar que cada semana hay más de una presentación de textos de autores puertorriqueños y en ellas se puede comprar los libros. Además, en las actividades de la Cofradía de Escritores de Puerto Rico, los escritores venden sus obras; cada año en el Festival de la Palabra y la Feria del Libro también se pueden comprar obras puertorriqueñas. Casa Concha tiene una cantidad de actividades en las que puede estar en contacto con autores y obras. Si a usted le interesa un autor moderno en particular, puede hacer una búsqueda en internet o Facebook, escribirle un mensaje y de seguro que tendrá su copia impresa o electrónica en menos de lo que canta un gallo.

Falacia 3: Los escritores puertorriqueños son insulares; escriben pa’dentro. En Puerto Rico, la producción literaria va viento en popa, Sin embargo, en conversaciones por lo bajo siempre se escucha un susurro que dice que el problema de los escritores boricuas es que solo nosotros mismos comprendemos lo que escribimos, que no hemos salido de los temas que nos atañen solo a nosotros. La literatura por sí sola destruye por completo esta falsedad: Concierto para Leah de Maira Landa, quinto lugar, permio Planeta; el Festival de la Palabra culmina su festejo en Nueva York; Mundo Cruel reseñado en periódicos estadounidenses, El  Pen Club boricua nos representa al otro lado del mundo; los textos de Yolanda Arroyo han sido publicados en antologías internacionales; Beatriz Navia, autora de Las ciudades de Lucía, ha firmado contrato con Plural Editores (Bolivia); en el 2011, la novela Iluminada de Ángela López Borrero, estuvo en la lista de diez finalistas por el premio Fernando Lara, en España. ¿Más pruebas?

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Haga nuevamente el ejercicio de la conversación literaria y cuando surjan las falacias, recuerden estas letras. ¡Abajo las falacias, que la literatura boricua vive!

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