Soy un sustantivo abstracto que camina
tirado por las cuerdas concretas
de la esperanza que me sostiene,
cuando imagino que te veré,
con suerte, algún día.
Soy la imagen visual de la tristeza,
y la imagen sensorial de tu abandono.
Me convertiste en la imagen olfativa de tus esencias
y soy prisionera de ellas…
del sándalo, del cítrico, de la madera.
Soy la metáfora de todo lo inexistente.
Soy el antónimo del regocijo,
de la felicidad, de la vida.
Soy sinónimo de pena, de vacío, de soledad.
El verbo de tu acción está en pasado
y no progresa.
Los adjetivos que te describen
son calificativos: rencoroso, orgulloso, olvidadizo...
Porque ya no recuerdas lo vivido,
porque has olvidado que por ti existo,
porque ni mi nombre siquiera recuerdas,
mucho menos mi apellido.
Ni la ruta que te transporta
a mi gramática de besos,
de caricias, de locura…
Eres un sujeto omitido,
porque decidiste ausentarte de mi vida
y me has castigado con la ausencia
de tus verbos en presente,
de complementos, de circunstancias compartidas.
Consulté a la Real Academia de tu Lengua
caprichosa, envenenada, viciosa…
pero de ella escaparon solo improperios,
frialdad, decepciones.
Entonces recordé que entre tú y yo,
solo la palabra silencio existe
y que en tu vocabulario rebuscado,
mi nombre ya es letra muerta.
Lista de imágenes:
1. Jacob Price, Tongue-Tied.
2. Rebecca Sky, Rope charming.