Siempre

No hay nada para siempre.
—Héroes del Silencio

Todos las mañanas compro el mismo café en el mismo sitio más o menos a la misma hora. Las muchachas que me lo preparan ya me conocen y me sonríen siempre, más o menos, de la misma forma. Parecería que sus sonrisas aparecen en una página cualquiera de un manual de costumer service o que están relacionadas intrínsecamente con el manejo del espresso machine. Eso no importa, esas sonrisas por la mañana siempre me ponen contento. Yo también les sonrío, de forma distinta; mis sonrisas siempre se relacionan a la idea que tenga esa mañana de lo que debería ser un genuino sonreír. Y nos deseamos los mismos buenos días de siempre, y me preguntan que si lo de siempre, yo asiento y proceden a hacerme el café bailando.

En realidad no bailan; y su pregunta incomoda: “¿lo de siempre?” ¿Desde cuándo trazan ese siempre? ¿Acaso olvidaron que el año pasado pedí varias veces el café sin leche? Ese “siempre”, siempre me deja un mal sabor en la boca. Por eso llegará el día que al preguntarme: “¿lo de siempre?”, asentiré, les sonreiré y me daré la vuelta, pues el café es complementario. A fin de cuentas, lo que busco es ese intercambio del sonreír.

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