Luke Williams y Butch Miller son Los Pastores de Nueva Zelanda. Recorrían el mundo entero derrotando y humillando a todos y a cada uno de los contrincantes con quienes se enfrentaban. Fueron campeones en parejas en todos los lugares que existían. Los Pastores de Nueva Zelanda eran peligrosos. Los Pastores de Nueva Zelanda eran sanguinarios. Utilizaban sillas, manoplas, bates, correas, tachuelas, fuego, alambres de púas, y su arma favorita, la bandera neozelandesa. Los Pastores de Nueva Zelanda eran sádicos. Arrastraban a sus oponentes por todo el lugar dejando un rastro de sangre. Los Pastores de Nueva Zelanda dejaban a sus contrincantes casi muertos, humillados, en el medio del ring.
Los Pastores de Nueva Zelanda eran mis luchadores favoritos.
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José Huertas González y Roberto Soto son los nombres, respectivamente, de los Invaders I & II. Cómo pareja solamente fueron conocidos en Puerto Rico. Aún así, hacían una tremenda combinación. En cambio, la pareja compuesta por El Invader número uno y El Invader número tres fue más exitosa y más trascendental. El Invader número uno es conocido mundialmente, pero no por su carisma ni mucho menos por su habilidad como luchador. El Invader número uno es conocido mundialmente porque asesinó a sangre fría, en Bayamón, al Bruiser Brody. El Invader número uno fue acusado por asesinato involuntario y no cumplió cárcel; los que estuvieron allí quisieran tomar la justicia en sus manos. Irónicamente, El Invader número uno fue parte esencial del Ejercito de la Justicia. El Invader número uno también es conocido por aplicar el puño vendado al corazón. Con este también ha ocasionado un par de muertes extras. Lo que esconde entre puño y vendaje es uno de los secretos mejor guardados en la cultura puertorriqueña. El Invader número uno también es conocido como el Gallito de San Lorenzo, el que no tiene reversa, el que del cuero saca más correa, y últimamente, como el Puertorican Dream. Al Invader número uno también se le conoce como: asesino, puerco, escoria, mierda, hijo de puta, entre otros.
En cambio, del Invader número dos nadie se acuerda.
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Sábados al mediodía era sinónimo de lucha libre. Almorzaba frente al televisor. A mami no le gustaba mucho que yo viera las peleas, decía que me ponía violento. Y era la verdad. Al terminar siempre practicaba la patada voladora.
Vivíamos en una casa de dos pisos; nosotros arriba, mis abuelos abajo. Ellos también veían la lucha libre y sabían más de ella que yo. Siempre me estaban explicando, objetivamente, lo que pasaba dentro del ring: “eso es una patada voladora”, “esa movida es ilegal”, “ese fue campeón tres veces” ,“ese sabe como virarle la figura cuatro a Carlitos Colón”. Y así me iban enseñado quién era quién, cuales eran las virtudes y los defectos de cada uno de ellos, cómo distinguir entre rudos y técnicos, y sobre todo, reconocer los rasgos de una futura traición. Creo que intentaban enseñarme, a través de ese rudo deporte, los secretos de la vida.
Pero de todas las cosas que intentaron inculcarme, de todos esos valores, hubo algo que nunca entró en mí; y era el desprecio hacia el bando rudo. Yo sentía un gran apego por los malos y eso a mis abuelos les dolía. Cada vez que alguien usaba una manopla, cada vez que tiraban algún polvo cegador, cada vez que algún luchador externo intervenía en la lucha, yo me ponía gozoso. Eso hería a mis abuelos, no podían creer que en su querido nieto cupiera el germen de la maldad.
Ellos me contaban historias sobre la maldad que albergaban algunos luchadores en su sistema. Siempre mencionaban a Chicky Star, a Abdulah The Butcher y a Los Pastores de Nueva Zelanda. De estos últimos, me contaban de cómo llevaban más de 10 años, para ese entonces, causando estragos en la isla; de todo el daño y todo el dolor que eran capaces de infringir; me contaron de cómo hacía ya algún tiempo habían derrotado a Carlitos Colón, al Invader y a todo el Ejercito de la Justicia a la vez; de cómo le habían partido el brazo al Invader número tres; de cómo odiaban a Puerto Rico y de como los puertorriqueños los odiaban. Y esos malvados detalles hacían que creciera en mí el interés por ellos.
Llegó el verano del 97, y se me presentó la primera oportunidad de verlos en persona. La televisión anunciaban que Los Invaders uno y dos se enfrentarían a Los Pastores de Nueva Zelanda con el ring rodeado de alambre de púa, en el estadio Juan Ramón Loubriel de Bayamón. Cuando escuché esto no lo podía creer, el corazón se me quería salir de la emoción. Le pregunté a mi madre si me daba permiso, pero como a ella no le gustaba que yo me involucrara con cosas violentas, mis abuelos tuvieron que intervenir. El permiso me fue concedido y yo juré portarme bien por lo que me quedaba de vida.
Muy a mi pesar, mis abuelos no fueron conmigo.
Llegué al estadio con un amigo y su papá y yo sentía que estaba como en un sueño. Por fin vería en persona a Los Pastores de Nueva Zelanda, a los locos más locos y más peligrosos del mundo. Pensaba que al ellos ver que yo les aplaudía, bajarían del ring y me darían una paliza. ¡Eso era lo que más quería!
Y mientras las luchas pasaban, mi emoción crecía más y más, y más me acordaba de mis abuelos, y más los extrañaba. Hubiera dado todo lo que tenía en ese entonces para que estuviesen allí conmigo.
Era la primera vez que iba a la lucha libre y ellos no estaban conmigo.
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Sonó la campana. La lucha más esperada estaba a punto de comenzar. El ring rodeado de alambre de púa. Los Invaders uno y dos contra Los Pastores de Nueva Zelanda. Odio en el ring. Expectativa a sus afueras. Patadas voladoras, lazos vaqueros, puños, cabezazos, sangre, la dormilona, Los Pastores agarran la bandera neozelandesa y se la revientan encima al Invader número dos. Cae inconsciente en el cuadrilátero. Ahora se disponen a masacrar al número uno, pero éste se esquiva, les mete puntapié en la barriga y agarra la bandera. Con ella ataca a los Pastores, a los dos a la vez; les raja las cabeza. El Invader número uno suelta la bandera, tira a los Pastores a las cuerdas y los recibe con sendos puños al corazón. El Invader número uno busca el conteo, UNO, DOS…, pero no se percata que el Invader segundo ya está de pie, bandera en mano dispuesto a atacarlo. El Invader número dos traiciona al Invader número uno. Chicky Star entra al ring y entre todos masacran al Invader número uno en medio del cuadrilátero. Silencio total en el estadio. Las caras de indignación por todos lados. Por todos.
A mí se me empieza a dibujar una sonrisa en la cara.
Pero rápido se borra.
Imagino las caras de terror de mi abuelos.
Pienso en que pensarán de todo esto.
Me pregunto si ellos hubieran detectado de algún modo, la inminente traición.
En como se sentirían al verme gozando porque entre todos, poco a poco, matan al Invader.
Lista de imágenes:
1. The Bushwhackers: Butch Miller y Luke Williams.
2. El Invader número uno vs. Black Ninja.
3. Carlitos Colón.
4. Abdullah The Butcher.
5. Entrevista al Invader uno.