Intersexualidad, epistemología boricuir y deconstrucción del binario sexual: implicaciones para la categoría “mujer

Síntesis

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Este ensayo postula un esbozo teórico para el proyecto Otras memorias: cuerpos en fuga resisten desde una epistemología boricuir. Dicha epistemología se articula desde la liminalidad del archipiélago boricua y desde la reivindicación de un cuerpo cuir/fronterizo (“raro”, “queer”, dicho en puertorriqueño).

A su vez, la epistemología boricuir propuesta se fundamenta en la concepción decolonial planteada por Gloria Anzaldúa en su clásico Borderlands/La frontera que afirma “la frontera” como signo espacial afirmativo y como herramienta analítica liberadora de los cuerpos “mitá y mitá” (contra el binario sexual compulsorio). Dicho marco conceptual de la frontera –en resistencia– permitirá abordar con un “prisma otro” la diferencia transgresora de la intersexualidad del caso bajo estudio: Florencio/Teresa Pla Messeguer alias La Pastora, Tereso o Durriti. Al mismo tiempo, hará posible deconstruir las categorías constitutivas del binario sexual: mujer-hombre y plantear algunas implicaciones específicas para la categoría “mujer” desde el pensamiento anzalduano.

Ni lo uno ni lo otro

El derecho ha sido dominado por hombres podría decirse. La Medicina es una carrera, predominantemente, de hombres alegaría otra persona. Las posiciones de liderato en, prácticamente, todos los ámbitos están plagadas de hombres. La filosofía misma parece ser cosa de hombres a juzgar por las antologías y los libros predominantes.

Una estrategia feminista generalizada para resistir dicho ordenamiento social patriarcal, o sea, invadido y copado por hombres en posiciones de liderato, ha sido reivindicar las mujeres, luchar por más cuota de poder para mujeres, desenterrar los rostros de mujer invisibilizados e ignorados, afirmar sus cuerpos, sus palabras, su existencia de mujer. Otra estrategia ha supuesto radicalizar su diferencia, todo lo que nos hace una imposibilidad en la lógica de los hombres, eso que nos hace, inevitablemente, mujeres.

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En cualquiera de esas formas de lucha se reafirma, aun sin quererlo, el binomio mujer-hombre como un dado inescapable. Peor aún, se reifica la lógica heteronormativa y se reinstaura el orden taxonómico que establece categorías absolutas, fijas, preexistentes, coherentes y jerarquías cónsonas. El nombre mismo del XI Coloquio Nacional sobre las Mujeres, inequívocamente comprometido con una agenda feminista, reproduce, repite y reconstruye una matriz problemática a sus propios fines, afirmaría Butler.

Pero, ¿cómo desarrollar estrategias liberadoras que prescindan de la marca identitaria “mujer”? ¿Cómo resistir la lógica de la dominación que suponen las ontologías/epistemologías? ¿Cómo romper el binomio del sexo –imaginado por la biología y el derecho hegemónico como unívoco– viabiliza formas de emancipación? ¿Cómo denunciar el orden patriarcal, las jerarquías, el imperio del binomio y, de paso, tender puentes de interseccionalidad con otros cuerpos, con otras especies, con otras relaciones en el mundo?

Para empezar, propongo enfrentarnos a tales preguntas desde los cuerpos, los deseos y las prácticas del placer rebeldes. Propongo emplazar el binario sexual y sus premisas a partir de cuerpos en fuga que resisten, desde su nacimiento, las taxonomías del sexo binario y denotan su invención y su tramoya. Propongo que volvamos a la categoría “mujer” –y a la categoría “hombre” por supuesto– con la sospecha de la liminalidad intersexual y entonces ensayemos respuestas a las preguntas previas con estrategias de resistencia articuladas desde la destrucción del binomio que ha hecho posible las formas de subordinación harto conocidas.

Ni ser ni estar: genealogía sobre lo liminal o De Beauvoir a Anzaldúa

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Para trazar dicha andadura feminista, radical e interseccional, conjuro tres voces, tres filósofas, tres interlocuciones: Simone de Beauvoir, Judith Butler y Gloria Anzaldúa. Las tres han trazado, desde sus sistemas filosóficos y poéticos, una genealogía sobre lo liminal. Las tres han pensado los cuerpos intersexuales como el límite de lo binario. Pero, las consecuencias estratégicas y emancipadoras se distancian en cada caso.

La división de sexos, en efecto, es un hecho biológico, no un momento de la historia. Su oposición se ha trazado en el seno de un mitsein original, y ella no la ha roto. La pareja es una unidad fundamental, cuyas dos mitades han sido remachadas una con otra: no es posible ninguna resquebrajadura en la sociedad por sexos. Eso es lo que caracteriza fundamentalmente a la mujer: ella es el Otro en el corazón de una totalidad cuyos dos términos son necesarios el uno al otro. (Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Tomo 1,15-16)

No se nace mujer ni hombre

Simone de Beauvoir –bastante antes que Foucault– destruye la esencia ontológica “mujer” con una afirmación inequívoca: no se nace mujer. Nos hace la cultura. Nos hace la historia. Nos hacen las instituciones. Nos hace el patriarca-todopoderoso. Nos hacen los roles, las funciones y los imperativos sociales de modo tal que el hombre pueda ser. La mujer nunca es por sí misma. Es otra de quien es: el hombre.

La constitución del “segundo sexo” está anclada en una oposición binaria que, a ratos parece inescapable en el sistema de Beauvoir siguiendo a Hegel, a Levinas y a Levi-Straus: “… la alteridad es una categoría fundamental del ser humano. Ninguna colectividad se define nunca como Una si no coloca inmediatamente a lo Otro enfrente de sí” (13). Pese a tal reconocimiento, su proyecto filosófico-feminista consiste en desvelar y demostrar los modos en que se puede retar tal configuración binomial, siempre desigual para “la mujer”.

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Dicha agenda de ruptura al complejo y constante proceso de construcción de “la mujer” comienza en el primer volumen de su manifiesto, El segundo sexo precisamente por “Los elementos de la biología”. Beauvoir inicia su andadura destruyendo la idea de la naturaleza como una esfera inmutable (“En verdad, la naturaleza no es un dato inmutable, del mismo modo que no lo es la realidad histórica”, 15) en oposición a la cultura y la historia. Luego se vale de ejemplos múltiples en diversas especies para interrogar el binario sexual (“La separación de los individuos en machos y hembras, pues se presenta como un hecho irreductible y contingente”, 31). Es en este punto que aborda el hermafroditismo o la intersexualidad, categorías que a ratos parecen ser distintas, pero que otras veces se confunden.

No obstante, termina afirmando que en la escala animal superior existe diferenciación sexual, pero ninguna de las partes del binomio puede alegar ser la parte activa de la actividad procreadora:

En su conjunto, sin embargo, y sobre todo en la escala superior de la escala animal, los dos sexos representan dos aspectos diversos de la vida de la especie. Su oposición no es, como se ha pretendido una oposición entre sujeto activo y sujeto pasivo: no sólo el núcleo ovular es activo, sino que hemos visto también que el desarrollo del embrión es un proceso viviente y no un desarrollo mecánico. (48-49)

El cuestionamiento, desde el ámbito de la biología, de la alegada actividad o pasividad adscrita al hombre y a la mujer, respectivamente, termina reafirmando la estructura binomial que al comienzo de este capítulo parecía ponerse en entredicho. Interrogar el binario sexual no desemboca en un cuestionamiento de sus premisas ontológicas ni epistemológicas, aunque permite poner en tela de juicio la inmutabilidad de las nociones naturales, el carácter esencial de los “hechos” biológicos y las consecuencias que se imponen a partir de los mismos.

Asimismo, en la sección dedicada a la biología de El segundo sexo, Beauvoir aborda, como indiqué previamente, los casos de hermafroditismo o intersexualidad. Estos ejemplos que retan el binario sexual son considerados como “casos singulares” (“…en cuanto al hermafrodita, se trata de un caso muy singular: no es a la vez hombre y mujer, más bien no es ni hombre ni mujer”, 23 [Destacado en itálica es mío.]) que permiten demostrar la variedad natural en lo que a diferenciación sexual se refiere. Del mismo modo, reconoce que:

Aun en las especies entre las cuales la división sexual es más pronunciada, hay individuos que son machos y hembras a la vez: los casos de intersexualidad son muchos entre los animales y en el hombre; y entre las mariposas y los crustáceos se encuentran ejemplos de ginandromorfismo en donde los caracteres machos y hembras se yuxtaponen en una especie de mosaico. (39-40) [Destacado en itálica es mío.]

A la vez, concluye que el hermafroditismo es un desequilibrio hormonal que provoca que las potencialidades sexuales queden inconclusas (40). Igualmente, se refiere a la intersexualidad como un “mosaico”, dejando abierta la interpretación de los “estados intersexuales” que en décadas más recientes se ha desarrollado desde la anatomía y la embriología (39-40).

Visto así, el cuerpo intersexual, la liminalidad que no es ni hombre ni mujer, reta el binario y su oposición jerárquica en el sistema de Beauvoir. Pero, no emplaza el “hecho” biológico de los dos o tres sexos. Cabe señalar que Beauvoir considera a la “mujer menopaúsica” como un “tercer sexo” porque no es ni hombre ni mujer al haber logrado autonomía de la función social reproductora (54).

No se nace mujer, ni tampoco hombre, puede decirse desde los cuerpos en fuga. No se nace en una oposición binaria jerárquica que establece destinos y potencialidades. No se nace así. El imperio de los dos sexos es pura invención, si llevamos al límite justamente los planteamientos de Beauvoir en El segundo sexo. Romper con los imperativos del binario sexual, de la identidad “mujer”-otra, del sexo unívoco, de la naturaleza como inmutabilidad será justamente el acento que Judith Butler incorporará a esta agenda liberadora.

La univocidad del sexo, la coherencia interna del género y el marco binario para sexo y género son ficciones reguladoras que refuerzan y naturalizan los regímenes de poder convergentes de la opresión masculinista y heterosexista. (Judith Butler, El género en disputa, 99)

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El sexo también en disputa

En sintonía con Beauvoir, la propuesta feminista radical articulada por Butler en su clásico El género en disputa destruye la noción de lo natural, de la dimensión original y originaria de esencias (y, por ende, de ontologías), pero lleva su premisa aún más lejos: “Si la afirmación de Beauvoir de que no se nace mujer, sino que se llega a serlo es en parte cierta, entonces mujer es de por sí un término en procedimiento, un convertirse, un construirse del que no se puede afirmar tajantemente que tenga un inicio y un final” (98). La categoría “mujer” es un constante e infinito devenir. Asimismo, lo son todas las categorías identitarias, el género y el sexo mismo según su sistema.

A su vez, para Butler, el sexo binario es un ingrediente central en la matriz hegemónica –unívoca, excluyente y coherente–, que reifica la heteronormatividad, toda vez que depende de marcas identitarias cerradas con apariencia de naturales e inevitables. Sin embargo, su frágil existencia está supeditada a la repetición constante de actos performativos hegemónicos hechos a imagen y semejanza de la idea que se quiere postular como natural. Por tanto, las estrategias feministas que insisten en categorías cerradas, esencialistas y definitivas de “mujer”, –pese a sus mejores intenciones– terminan reproduciendo la matriz que establece subordinaciones en primer lugar insiste El género en disputa.

Como alternativa epistemológica y política, Butler invita a repetir actos performativos paródicos que desvelen el perfil falaz de la matriz heteronormativa, sexo binaria e unívoca:

Como estrategia para desnaturalizar y otorgar significado nuevo a las categorías corporales, explico y propongo un conjunto de prácticas paródicas fundadas en una teoría performativa de los actos de género que tergiversan las categorías del cuerpo, el sexo, el género y la sexualidad, y que hacen que éstas adquieran nuevos significados y se multipliquen subversivamente más allá del marco binario. (41) [Destacado en itálicas es mío]

Para ello, traza una genealogía por Kristeva, Wittig y el mismo Foucault. Es en este punto, que aborda el diario de Herculine Barbin, cuerpo intersexual al que el filósofo francés prestó particular atención. Tras una crítica a ciertas inconsistencias de Foucault en ese proyecto en contraste con algunas de sus premisas en Historia de la sexualidad, plantea:

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Foucault, en su introducción al diario de este hermafrodita, Herculine Barbin, sostiene que la crítica genealógica de estas categorías reificadas del sexo es la consecuencia involuntaria de prácticas sexuales que no se pueden incluir dentro del discurso médico legal de una heterosexualidad naturalizada. Herculine no es una “identidad”, sino la imposibilidad sexual de una identidad. Si bien las partes anatómicas masculinas y femeninas se distribuyen conjuntamente en y sobre su cuerpo, no es ésa la fuente real del escándalo. Las convenciones lingüísticas que generan seres con género inteligible encuentran su límite en Herculine justamente porque ella/él origina una convergencia y la desarticulación de las normas que rigen sexo/género/deseo. Herculine expone y redistribuye los términos de un sistema binario, pero esa misma redistribución altera y multiplica los términos que quedan fuera de la relación binaria misma. (82) [Destacados en itálicas son míos]

Para Butler, por tanto, el cuerpo intersexual siempre en resistencia al sexo único, a las categorías binarias, a los contenidos definitivos del género –también binario– y a los deseos ordenados por la heterosexualidad, resiste y destruye dicho sistema y desvela su falacia.

Pero, luego de esa operación deconstruccionista y desestabilizadora, ¿cómo articular una política de coalición en ausencia de las categorías identitarias perpetuadas por el binomio sexual y del género? ¿Cómo radicalizar el feminismo en ausencia de la categoría “mujer” por ejemplo? Butler defenderá que con repeticiones incesantes de actos performativos paródicos que destruyen la norma binaria que subordina. Con coaliciones abiertas, contingentes, provisionales que destruyen los parámetros epistemológicos y discursivos que perpetúan un sistema binomial de jerarquías. Con actos repetitivos desde localidades/cuerpos –proscritos a las periferias–, desde los no lugares, desde las no-identidades, desde los no ser ni existir. Desde ese locus que el cuerpo intersexual, siempre en fuga, constituye retando premisas binarias.

A borderland is a vague and undetermined place created by the emotional residue of an unnatural boundary. It is in a constant state of transition. The prohibited and forbidden are its inhabitants. Los atravesados live here: the squint-eyed, the perverse, the queer, the troublesome, the mongrel, the mulato, the half-breed, the half dead; in short, those who cross over, pass over, or go through the confines of the “normal”. (Gloria Anzaldúa, Borderlands/La frontera, 3)

Mitá y mitá: lo uno y lo otro o la frontera como espacialidad inter y decolonial

Finalmente, en un giro decolonizador poético y espléndido –varios años antes que Butler–, Gloria Anzaldúa ofrece, otras pistas para romper con el imperio binomial desde el aquí localizado y provisional al mismo tiempo, o sea, desde la periferia boricuir en nuestro caso. En su manifiesto reivindicativo de la liminalidad –del no lugar-no cuerpo-no definición– afirma “la frontera” como espacio de privilegio para aprehender, para conocer, para saber. Desde nuestro “estado de excepción colonial” –según Atiles que, a su vez, reta a Agamben– diríamos desde una epistemología boricua-cuir también frontera en más de un sentido. Esa frontera geográfica vindicada por Anzaldúa se traduce en metáfora de cuerpos, en elegía de lo inter y, por tanto, de lo intersexual:

They called her half and half, mitá y mitá, neither one nor the other but a strange doubling, a deviation of nature that horrified, a work of nature inverted. […]

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There is something compelling about being both male and female, about having an entry into both worlds. Contrary to some psyquiatric tenets, half and halfs are no suffering from confusion of sexual identity, or even of a confusion of gender. What we are suffering from is an absolute despot duality that says we are able only to be one or the other. It claims that human nature is limited and cannot evolve into something better. But I, like other queer people, am two in one body, both male and female. I am the emboidement of the hieros gamos: the coming together of opposite qualities within. (Anzaldúa 19) [Destacados en bold son míos]

Nótese que “mitá y mitá” no es una taxonomía matemática ni, pretendidamente, natural. Es un reto a la epistemología binaria, una desviación de la esencia, pero también una subversión de lo otro como reverso de lo uno. Es lo uno y lo otro, es el abrazo a la ambigüedad contingente. En este calificativo de cuerpos-deseos frontera la “y” rompe la falaz oposición y reta la matriz identitaria monológica. Los cuerpos “mitá y mitá” son un tráns-ito, un constante devenir, una imposibilidad para las categorías exclusivas y excluyentes. La aparente “excepcionalidad” lxs “mitá y mitá” da cuenta del carácter ficticio de la norma del sexo único, del imperio de ser “hombre” o “mujer”. Dicha concepción ofrece una alternativa política emancipadora: que los espacios, los cuerpos, y los deseos no sean para que actúen libres.

Al mismo tiempo, en la propuesta anzaluduana, la coexistencia de rasgos de “hombre y mujer”, mitá y mitá, incluso puede considerarse como una evolución o tránsito hacia “something better”. Por tanto, los cuerpos intersexuales –con ambigüedad diversa en su genitalia, con su imposibilidad de ser clasificadxs en un sexo u otro– pueden ser apreciados, de hecho, como formas corporales mejores. La liminalidad de sus cuerpos, lejos de ser motivo de asombro y estigma, constituye su liberación del imperio binomial, de la imposición de lo uno o lo otro.

En consecuencia, imaginar una epistemología decolonial boricuir, inspirada en el sistema filosófico-poético de Anzaldúa, supone navegar la ambigüedad del que se sabe hablante del lenguaje del imperio y de la emancipación a un solo tiempo. Crear una epistemología decolonial boricuir implica, por tanto, afirmar y celebrar los afectos con figuraciones propias preñadas de mar, de luz, de islas, de fuga. Enunciar una epistemología decolonial boricuir supone rescatar y reivindicar los conceptos que se han tallado en las fronteras, en los territorios liminales, en los intersticios de una ontología imposible que no se atiene a las formas ni a los contenidos dominantes, como la arena.

Enarbolar una epistemología decolonial boricuir como prisma para abordar un cuerpo intersexual, como el de Tereso, entraña no tener bandera nacional soberana, teniéndola, no tener certeza sexual y, a su vez, desbordarla, no existir por conjuro de la norma binaria, pero poblar la inconcordancia con un derroche barroco e inagotable de palabras. Acentuar una epistemología decolonial boricuir consiste en abrazar sin prisa la paradoja, en habitar y soñar un devenir siempre en fuga.

Para ello, la figura errante, del cuerpo intersexual, en tránsito incesante, de Florencio/Teresa, se convierte en una suerte de alegoría sobre la imposibilidad del sexo unívoco y, por ende, de la heteronorma como desenlace feliz de las identidades monológicas falaces. Tereso es ese cuerpo rebelde que nos recuerda que la frontera y el estado de excepción es todo lo que existe.

Más que sobre la categoría “mujer”, la agenda radical y subversiva del feminismo consiste en devenir frontera, en repetir actos que reten el imperio del binario sexual, del género y del deseo, que rompa con la falaz coherencia y congruencia de las identidades impuestas, que celebre cuerpos y deseos libres… Esta revolución, como la emancipación decolonial boricua, será feminista y cuir o no será…

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Lista de imágenes:

1. Portada de Borderlands/La frontera

2. Yes (2016) de Devan Shimoyama

3. Portada de El género en disputa  

4. Female Nude de Lovis-Corinth

5. The Two Girlfriends de Henri de Toulouse Lautrec

6. Portada de El segundo sexo (versión original en francés)

7. Ana de Casey Baugh

Referencias

Anzaldúa, Gloria. Borderlands/La fronteraSan Francisco: Aunt Lute Books, 2007.

Atiles-Osoria, José. Apuntes para abandonar el derecho: estado de excepción colonial en

Puerto Rico. Cabo Rojo: Editora Educación Emergente, 2016.

Butler, Judith. El género en disputa. Barcelona: Paidós, 2011.

De Beauvoir, Simone. El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Buenos Aires:

Ediciones Siglo Veinte, 1982.

Foucault, Michel (pres). Herculine Barbin llamada Alexina B. Madrid: Talasa Ediciones, 2007.

---. Historia de la sexualidad. México: Siglo XXI Editores, 1998.

Valencia, Sayak. “Del queer al cuir: ostranénie geopolítica y espistémica desde el sur global”

En Fernando R. Lanuza y Raúl M. Carrasco (comp). Queer & Cuir. Políticas de lo irreal.

México, DF: Editorial Fontamara, 2015.

 

 

[1] Investigación que recupera las memorias de cuerpos y sexualidades “otras” a partir de un estudio de caso: el de Florencio/Teresa Pla Messeguer, alias Tereso. Tereso, como este proyecto escoge llamarle para acentuar su cuerpo intersexual, se dedicaba al pastoreo antes de unirse al movimiento maqui (resistencia a la dictadura franquista). Después de militar en esa forma de guerrilla, fue atrapadx y encarceladx. Su genitalia ambigua supuso un reto a la imposición del binario de dos sexos, toda vez que su oposición a la dictadura lx convirtió en unx enemigx público por partida doble. Otras memorias: cuerpos en fuga resisten estudia las representaciones literarias e históricas de Tereso en contrapunto con un análisis del modo en que ciertos saberes –la medicina, la sicología y el derecho, entre otros– se han enfrentado a la diversidad de los cuerpos y de las ideas desde 1930 al presente.

[2] Defino el concepto boricuir del siguiente modo: mirada de privilegio desde la liminalidad, desde la frontera inestable de lx boricua que habita el archipiélago caribeño y otras islas (como Manhattan, el Bronx y el Barrio, entre otros espacios periféricos) con pasaporte ajeno y sin nacionalidad reconocida en foros internacionales. Boricuir es una imposibilidad esencial que se fragua y se celebra en actos cotidianos, como las sexualidades abyectas, sin fijar, necesariamente, rasgos de identidad con las convenciones al uso de la trasnochada modernidad. Lo boricuir es, necesariamente, híbrido, cimarrón, fronterizo, raro, cuir e implica a todas las rarezas que emanan de la experiencia boricua en nuestro Caribglobal, con énfasis en los cuerpos y los deseos rebeldes. La raíz del concepto boricuir afirma la resistencia de lx boricua, en asedio imperial constante, como estrategia trasladable a los cuerpos y a los deseos que abrazan la rareza como bandera. El sufijo cuir reta la grafía del “queer” del norte para decolonizar, de paso, nuestros cuerpos, deseos y pasiones imposibles. A su vez, trastoca la otra colonización –hispana– retorciendo su propia palabra con transgresora opacidad.