* Esta es la segunda parte de una serie de artículos sobre las 'políticas de la escucha', de Juan C. Quintero-Herencia. Para acceder a la primera parte de la serie, titulada 'Ni a la derecha, ni a la izquierda': políticas de la escucha, haga clic aquí.
Para Eddie S. Ortiz-González y mi hermano Ricardo José
“¿Y Puerto Rico? Mi isla ardiente,
para ti todo ha terminado.
En el yermo de un continente,
Puerto Rico, lúgubremente,
bala como cabro estofado”.
- Luis Palés Matos,
"Preludio en boricua", Tuntún de pasa y grifería.
Un interlocutor me pregunta ¿crees que la salsa ha muerto? Sé que piensa en la salsa gorda y de inmediato digo que sí para rápido añadir que podríamos conversar los términos de su “vida” y de su “muerte”. Un género musical no es un árbol, un organismo, tampoco una familia. Un género es un artefacto histórico. Su vida es una condición y una situación artificial, construida a partir de artificios y performances específicos. Por lo mismo, su muerte verifica paradojas y contradicciones. Un género habilita una red social de experimentación, escucha y recepción para sus productos; allí se manejan técnicas y saberes para la institución de una experiencia estética. Muerta, me parece que, por ejemplo, está hoy la cabrita que exhibe la portada del primer disco de la Orquesta El Macabeo, Salsa macabra (2010) y esto no quiere decir que no haya sido sabrosa y haya producido sus emanaciones.
La cámara acústica que es todo género musical puede adquirir las dimensiones que demarcan a una región o provincia, como incluir vastas zonas de la contemporaneidad globalizada. En el caso de la salsa que emergiera en las décadas de los años setenta del pasado siglo, su ensamblaje histórico es inseparable de las migraciones y del mercado que catapultó al género desde New York.
Un género no es un template con el cual se formalizan las singularidades de sus intérpretes. Cuando todo(s) suena(n) igual, el género no se encuentra, no está ahí. La mortandad de un género comienza cuando deja de ser espacio de convergencia y exploración para nuevas generaciones. Su muerte puede ser un comienzo. Sin embargo, un género desfallece cuando deja de sintonizarse con una “escena” del presente que circunvala medios variados, presentaciones, bailes y tarimas diversas. Un género deja “de estar al día” cuando no maneja un relato sobre su presente o no apunta una teoría para los usos de su saber sonoro.
La recurrente reunión, cada vez más difícil por envejecimiento y muerte, de estrellas u orquestas emblemáticas, los predecibles homenajes y recordatorios anuales, los listados de mejores discos o de grabaciones imprescindibles son parte de esta lápida temporal para el momento inaugural del género salsero. Esto no implica que el género no se siga escuchando o que se hayan grabado discos de notable calidad posterior a esos años. Sin embargo, las demandas del homenaje ya recortan un perímetro. Un género pulsa cuando es el soundtrack de una cotidianidad y cuando intérpretes noveles llegan allí, a esa caja de resonancia, con una voluntad de experiencia que inscriba el tejido de sus pasiones y de su deseo por incomodar los hábitos que quizás han adocenado la escena que los recibe.
Esto no es arroz con habichuelas,
mucho menos un rumbón de esquina,
estos son trece rockeros
poniendo la salsa al día.
(Orquesta El Macabeo, “El swing”)
Un género “vive” (a diferencia de mesías o próceres) cuando contribuye a esa zona donde se intenta decir las cosas de otro modo, sin cortapisas, acomodos ni chantajes mofolongos.
Yo me levanto al mediodía
porque no tengo que trabajar,
a mí me llega un chequecito
to’s los meses por vaguear,
con los cupones yo me resuelvo
y el desempleo es pa’ vacilar.
Que eso de la conciencia
a quién vamos a engañar,
si lo mío es el jolgorio,
la cerveza y el billar.
(Orquesta El Macabeo, “Se pone difícil”)
Un género pervive cuando abraza las complejidades de su estado de repercusión, cuando exhibe su manera de conectarse con la temporalidad que le parece inmediata. Esta sintonía no es idéntica a la visibilidad o los logros mediáticos de algunos de sus representantes. La sintonía es coincidencia y reverberación de una comunidad congregada para imaginar lo novedoso.
Este swing está de moda
está más pega’o que un chicle,
Macabeo está en tarima
y tú tienes que divertirte.
(Orquesta El Macabeo, “El swing”)
La novedad, además, es un efecto de esta sintonía. Un efecto que opera en más de una dirección, horadando a los intérpretes como a su público. Cómo olvidar que una lectura puramente técnica o formal del género salsero rápidamente la declaró música cubana, refrito imperialista o estrategia de mercadeo de la mafia newyorkina. Esta sintonía puede incluir la cita, la proclama de un tiempo nuevo, el anacronismo, la mezcla o un fugarse de las maneras acostumbradas en el lugar de origen, entre otras.
NaturalBornCritic: Ahora que el mundo más "mainstream" se está percatando de que ustedes existen, cuál es la oferta más extraña y/o descabellada que les han hecho? Puede ser sobre tocar en vivo en algún lugar, o para usar su música en algún programa, anuncio o proyecto, etc.
OEM: Hacer trabajos para ciertos bancos casi de gratis, y ofrecimientos para tocar en actividades de partidos políticos. Nada del otro mundo, pero semanalmente recibimos una que otra comunicación loca de la gente. Buen material pa componer. Tratamos de movernos mucho en cosas que son privadas para así no quemarnos encerrados en esta islita. Cuando nos contactan para usar nuestra música buscamos un punto medio en el que veamos que ambas partes están comprometidas. Creo que hay un documental de Trannys de Chicago en el cual sale música de nosotros... Al igual que un nuevo corto titulado "Gabi". Al igual que la película "Elite" con Denise Quiñones etc. etc... hasta un trato con un programa de caballos.
Ahora, ¿cómo apreciar el canto, la pieza musical-el pedazo sabroso, si se privilegia un relato didacticón, interpelado por una ficticia razón alternativa o políticamente correcta? ¿Cómo hacerle justicia a esa viscosidad sin que se desorganice el lugar de mis enunciados, el perfil bondadoso de mis sujetos alternativos y jamás muestre -Marx me libre- el sostén deseante de mi palabra?
Maneras morales continúan gravando conversaciones recientes sobre la música popular. En el fragor de las mismas se olvida que hablamos de nuestras frágiles apetencias e inclinaciones para súbitamente declarar superioridades o esencias de pura cepa. Creo importante reflexionar sobre la Orquesta El Macabeo hoy, y no cuando retrospectivamente alguna “coyuntura” personal me “descubra” como sus performances movilizarían convicciones ideológicas, sujetos prístinos, orgullosos de una herencia que no pueden decir nada más que eso mismo otra vez.
Entrevistan a la Orquesta El Macabeo:
7. Y Damián (@Sire_Damiano) de Puerto Rico Indie pregunta: ¿Si pudieran revivir a Ray Barreto, Ismael Rivera o a Tito Puente para que hagan un dueto con la Orquesta, a quién revivirían?
OM:Ya dijimos que no éramos religiosos.
¿Qué significará, a fin de cuentas, en labios macabros “poner la salsa al día”? ¿Cómo colocarla, dónde o de qué manera para que arribe a su presente?
La calle está desierta,
ya nadie escribe
la historia de su vida
en las paredes
ya nadie canta
ya nadie llora
ya nadie grita contra el viento en las esquinas
(Orquesta El Macabeo, “La culpa”)
El día de la Orquesta El Macabeo comienza cuando un sujeto contempla el destrozo contemporáneo, donde las idealizaciones no tienen espacio, sentido ni futuro político. Donde la mismidad charlatana es parte de la nulidad política y cultural de ciertos “agentes” ante la condición material de la isla, la cualidad temporal del hoy macabro es, también, el abrazo de una dificultad generalizada. La sintonía macabea no se inhibe de nombrar algún desastre cotidiano o ancestral.
Se pone difícil pa’ ti
Se pone difícil pa’ mí
Difícil pa’ tí se pone.
Tanto nadar pa’ morir en la orilla
y tú tratas de ser sanguijuela.
(Orquesta El Macabeo, “Se pone difícil”)
Hay una sostenida escucha salsera (además de otros géneros) en El Macabeo. Su gusto por la distorsión y la frontalidad ha paladeado diferencias y énfasis entre las bandas y orquestas emblemáticas del género. Esta escucha del gancho bailable, del tumba’o, que trabajaron algunas orquestas paradigmáticas convive, con la escucha de los afanes experimentales, in your face, jodedores, propios de otras propuestas “intervenidas” por elementos dizque foráneos. Estos “rockeros con guille de salseros” demuestran la falsedad historiográfica que los enemistara poéticamente con los “cocolos”. Los salseros y los punkos se tocan en un deseo por ventilar su singularidad, sus ganas de exhibir la pendejá y las diferencias que los arrastran a tocar.
La sonoridad de la Orquesta El Macabeo desencaja y desborda el paradigma identitario, binario, étnico o nacionalista (incluido el lite que tanto gusta en los especiales bancarios) que guisa en la isla. También los músicos del Macabeo saben que re-editan y alteran un gesto inicial de la salsa. Ese deseo de que la gente escuche algo distinto:
Entrevista a Macabeo from buenavibrapr on Vimeo.
Hoy, cuando la salsa es asunto de conciertos en salas prestigiosas, zalamerías romanticonas, tuxedos y aniversarios semanales, un número como “El Supermercado” nos sumerge en ese mal rato que supone ir de compras al colmado boricua: “El día está bonito/ y tú quieres hacer compra./ No me jodas.” La canción es, por igual, el registro de la experiencia mercantil de un macharrán middle-aged arrastrado por su esposa, como la cualidad de “los productos” que se encuentran en el supermercado. Allí donde comienza “la odisea” por conseguir algún producto de calidad, el “tipo” se verá rodeado “de doñas de caderas inmensas/ de pechugas violentas/ apretás como tuercas”. La canción es la musicalización de un desfase productivo y ético de una masculinidad boricua (la canción cierra apaleando la pitchaera del tipo que decide acosar a una adolescente). “El Supermercado” es el relato de un exceso averiado en la isla; un exceso que contrariadamente nunca desborda las calidades acostumbradas; la voluptuosidad de un apetito rechoncho, “saciado” con la nada mediocre de las vitrinas, con el eso es lo que hay: galletas por pan, viandas jojotas.
El sabor del Macabeo, la fritura, el festival de Trujillo Alto, la Orquesta, es todo aquello que rebasa la pasarela de aspirantes a winners en las competencias de talentos (“Cogiendo pon, cualquiera llega”, “Cogiendo pon”). En la confección del sabor macabro, el arreglo de sus vientos, el jaleo de sus teclados y la voz de su sonero son decisivos. Este sabor macabro va adherido a esa “actitud” desafiante ante lo que la salsa sancionada representa y promueve hoy en Puerto Rico. El sabor del Macabeo comienza con el paladeo de experiencias negativas constitutivas de nuestro cancionero: la charlatanería, el joseo, la improductividad, la violencia contra los débiles o raros, la soledad, la tristeza, el velagüirismo y el acabose de un ethos comunitario que exhiba criterios y señale responsabilidades.
En un mundo donde todo sea asunto de culpas o de culpables nadie jamás será responsable, nadie responderá por y ante los daños. “La culpa es huérfana/ la culpa es caprichosa” nos dicen en “La culpa”. La sabrosura macabra no es programa de ornato y moralización del compatriota. La risa del llanto, el llanto de la risa; con El Macabeo el sabor boricua re-encuentra su belleza imperfecta; la belleza de-a-verdura pues la perfección es mentira metafísica. La sabrosura de este guiso hecho con las criaturas inmediatas es una sonoridad tóxica, guisada a partir de situaciones negativas halladas entre los elementos de la contra-natura que exhibe nuestro paisaje: una cabra sobre las congas y la calavera de flores que El Macabeo nos dedica.
Lista de imágenes:
1. Orquesta El Macabeo.
2. Carátula de Salsa macabra de Orquesta El Macabeo.
3. Imagen de promoción para "El entierro".
4. Carátula de The Hustler de Willie Colón.
5. Carátula de Belleza Espiritual, vol. II de Orquesta Zodiac.
6. Michael Wolgemut, La danza de la muerte, 1493.
7. Logo de la Orquesta El Macabeo.