I
Allí, sobre las ruinas de lo que fue, pero ya no puede ser, se yergue un nuevo ideario sobre lo que debe ser. La tímida remodelación de Plaza Carolina, otrora catedral y marca de una clase media expansiva, permite reconvertir lo que ya no existe en lo que, a toda luz, es. Descongestionados sus pasillos del aspecto pseudo carnavalesco del Río Piedras materialmente desaparecido (pero fresco en la memoria como recordatorio de lo que no se desea), se impone la escala monumental como “índice” de crecimiento y expansión ilimitado. Estos pasillos ahora son bañados por una tenue luz incandescente que impone un ritmo alejado del frenesí circundante, y reintroduce el misterio de la consumación en las dinámicas del consumo, aboliendo con ello la otrora transparencia de tiempos pasados. Dominan así tonalidades pastel demasiado cercanas al crema “beige,” expulsando con ello la cultura ochentona del consumo que se negaba a comunicar y prefería gritarle al sujeto, en un acto desesperado de querer llamar la atención.
La remodelación de Plaza Carolina no es un hito de la arquitectura contemporánea, pero pretende serlo. Si bien los detalles revelan descuido y falta de consistencia, diseño y programa pretenden anular el contexto inmediato que rodea el centro comercial. Contexto, esa vaca sagrada de la anacrónica arquitectura que algunos pretenden practicar e imponer hoy día, queda suprimido en un diseño que procura ungir calma y sosiego en el sujeto que le transita. Luces, color y la ilusión del espacio le apartan de la crueldad “in your face” de la caótica y congestionada realidad cotidiana asediada por las marcas del deterioro por doquier.
Pero es en la programación donde mejor se aprecia esa doble negación del contexto inmediato. Expulsados de su reino han quedado la mayoría de las tiendas de baratillo, a favor de íconos propios del exceso. Madison y los frugales intentos criollos de masificar la moda barata son reemplazados ahora por “Forever 21”, “Victoria’s Secret” y “Tous”, parajes de un consumo “upper class”, fuera del alcance de la mayoría de los carolinenses. Carolina, portaestandarte del crecimiento y expansión de la clase media muñocista (alguna vez seducida por la promesa al acceso al consumo masificado de “la estadidad para los pobres”) presencia cómo el icónico “mall” ahora es reterritorializado acorde con líneas de fuga y deseos de un diminuto pero muy decidido 1%.
Así, la brecha trasciende el control de acceso y la muralla pseudo medieval, y reconstituye el territorio en presagio de una guerra sin cuartel a lo largo y ancho del mismo. Ni siquiera los bolsillos de pobreza cultural y material se salvan de este proceso. (Mucho menos los atisbos de lo real que anticuados arquitectos pretenden imponer al evocar el contexto). La remodelación de Plaza Carolina habla, primordialmente, del proceso a través del cual el territorio comienza a conformarse a partir de ese 1% que, según nos advirtió Occupy Wall Street un año atrás. Refleja la creciente brecha en disparidad entre los ricos y pobres en las sociedades industriales.
II
La principal víctima de la “Gran Recesión” acaecida en el 2008 ha sido la clase media estadounidense. El traumático evento implicó para ésta una pérdida sustancial de riqueza acumulada (principalmente a través de la depreciación de la vivienda suburbana), la evaporación de fondos de pensión, y en muchos casos, la pérdida o eliminación de puestos de trabajo. Hoy día esta clase media se tiene que conformar con trabajos de “salario mínimo federal”, enfrentar la posibilidad de la “inseguridad alimentaria”, y, sobre todo, lidiar con el hecho de que su tan atesorado estilo de vida suburbano puede ser solo un atrecho hacia la tan temida pobreza extrema.
Este achicamiento de la clase media se advierte, precisamente, en el discursivo del 1% entretejido por Occupy Wall Street. De acuerdo al premio Nobel en economía de 2001, Jospeh Stiglitz, la desigualdad económica ha crecido significativamente en la sociedad estadounidense en los años posteriores a la Gran Recesión del 2008: el 1% retuvo el 93% de la riqueza generada entre el 2009 y 2010, mientras ese mismo grupo controló un 40% de la riqueza total del país durante el mismo periodo. Estos datos conducen al economista José I. Alameda a señalar que la igualdad en la sociedad estadounidense presente es mas un mito que una meta alcanzable.[1] Se presume así no solo una contracción de la clase media; posiblemente atestigüen sobre su posible extinción.
Existen, al menos, dos importantes consecuencias que se desprenden de este proceso. En primer lugar, el capital (por medio del consumo) parece reencaminar su potencial productivo en vías de capitalizar no tanto las necesidades pero si los deseos de ese enigmático 1%. De hecho, las ventas de autos de lujo nunca se vieron afectadas por la “Gran Recesión”. Todo apunta a que la producción de artículos de lujo ha tomado prioridad por sobre los bienes de consumo dirigidos a las clases medias. Pero quizás más importante sea la segunda consecuencia que se deriva de ello: la clase media ha perdido sus referentes materiales. Esto ha desatado toda una guerra discursiva entre bandos que luchan por tener la autoridad textual de definir qué es y en qué consiste ser clase media en la contemporaneidad estadounidense. Estos discursos buscan construir “tecnologías de yo” (como diría Foucault) dirigidas a interpelar en el registro sensorial a aquellos que aún se piensen como clase media, muy a pesar de que su realidad material dicte lo contrario.
Es por ello que la clase media se ha convertido en la gran protagonista y campo de batalla de la contienda electoral estadounidense. Para unos, esta clase queda constituida discursivamente a partir de la recreación del otro como “clase peligrosa”. En esta versión latinos, inmigrantes (legales e ilegales), gays, LGBT, negros, etc., representan una amenaza, no a la naturaleza material y económica de esta clase en peligro de extinción, sino en su puesta en escena como discurso. Para los portavoces de este bando la clase media es, en esencia, una plétora conservadora aliada a la derecha recalcitrante del Partido Republicano (i.e., el “Tea Party” de los hermanos Koch).
Ahí yace el abismo que separa republicanos y demócratas en estas elecciones. Para Bill Clinton, la clase media se define a partir del acceso al consumo (ahí radica la razón de ser de la clase de aritmética que brindó en su discurso en la convención demócrata). Por tanto es necesario brindarle “esperanza” de que algún día podrán volver a disfrutar de la abundancia y los excesos. Mientras, para Romney y Ryan el estilo de vida estadounidense de las clases medias peligra; por eso es xenófoba, recalcitrante, conservadora y de ultra derecha.
III
No debe caber duda de que la virulenta acumulación de bienes ya no define a la clase media en Puerto Rico. Y no es menos cierto que , aunque la Gran Recesión no sea la causa principal de ello, ciertamente contribuyó. Pero mientras en Estados Unidos se registra una lucha sin cuartel entre dos bandos que intentan redefinirla, en Puerto Rico los dos partidos principales de cara a las próximas elecciones parten de una misma concepción de la clase media.
Aquí el deterioro y la amenaza se perciben de formas mucho mas concretas que en Estados Unidos. El estado de abandono de la infraestructura vial; proyectos de vivienda incompletos, abandonados y/o en quiebra; la ineficiencia del aparato gubernamental; todos estos indicadores apuntan a que el imaginario de progreso centrado en una clase media robusta se viene abajo con demasiada premura. Pero el indicador mas poderoso lo constituye el discurso sobre el crimen y la inseguridad ciudadana. Circunscrito en antaño a la puesta en escena de la pobreza en un territorio claramente delimitado (el residencial público), el crimen ha irrumpido de manera escandalosa en el dominio territorial de la clase media alicaída. Los asesinatos ya no se restringen a las barriadas pobres, humildes (pero peligrosas): ahora lo mismo se es víctima del crimen en el suburbio, el “mall” o la autopista. Ya no es asunto de unos pocos; ahora involucra víctimas inocentes “cuyo pecado fue estar en el lugar menos indicado a la hora incorrecta.” El “otro” o las “clases peligrosas” es quien, en realidad, amenaza a la clase media, y no los desmanes virulentos del capital líquido; así va este discurso.
Quizás en Estados Unidos el significado de esa clase media discursiva esté aún por verse (es, en esencia, lo que está en juego en las próximas elecciones), pero ya en Puerto Rico ésta ha sido definida desde el espectro político. Por eso ambos partidos actuaron en contubernio a la hora de defender a mansalva la opción del sí en el pasado referéndum. Ambos partieron de los siguientes postulados a la hora de defender el si: primero, que la “clase media” se entiende al margen de los “otros peligrosos,” por tanto entienden que el trastrocamiento del orden constitucional no les afectaría; segundo, que para éstos no existe una diferencia (ni siquiera semántica) entre “acusado” y “culpable”; tercero, que la pérdida de derechos constitucionales sería incentivo suficiente como para que las “clases peligrosas” regresaran a su territorio, impidiendo así la desterritorialización del entorno suburbano propio de la clase media local.
La victoria del no, entonces, revela que la coartada del discurso sobre la clase media de ambos partidos no logró calar en ese sector económico asediado, y que de cara a las elecciones generales, reina más el desconcierto que la sinrazón. Tal parece que para el partido en el poder, sus políticas republicanas comienzan a pasarle factura, mientras la “oposición” descubre poco a poco que el imaginario muñocista ha quedado ya en el olvido.
Mientras tanto, Plaza Carolina continúa con su proceso de desterritorialización, el cual incluye excluir a la moribunda clase media local…
Notas:
[1] Alameda Lozada, J.I. (2012). EE.UU., la estadidad y el mito de la igualdad. El Nuevo Día, martes 4 de septiembre de 2012, p. 47.
Lista de imágenes:
1. Toma aérea de Plaza Carolina, Puerto Rico.
2. Federico Marion, La clase media sale: Solitos, 2008.
3. Federico Marion, La clase media sale: Álbum de familia, 2008.
4. Federico Marion, La clase media sale: Monumento, 2008.
5. Federico Marion, La clase media sale: Café aspiracional, 2008.
6. Federico Marion, La clase media sale: Verano en concreto, 2008.