Buenos y malos esclavos o la libertad como crimen: testimonio de Oscar López Rivera

Autor

Oscar López Rivera, puertorriqueño de 69 años, padre, abuelo, hermano, tío, veterano condecorado, lleva 31 años en las cárceles estadounidenses por su compromiso con la independencia de Puerto Rico. Sin haber estado convicto de matar ni herir a ningún ser humano, está cumpliendo una sentencia de 70 años, acusado de conspiración sediciosa. La sociedad civil de Puerto Rico reclama su libertad. Se ha unido a este llamado organizaciones mundiales -el Consejo Mundial de la Internacional Socialista, la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (la COPPPAL), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestro América (el ALBA), la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (la CELAC), el Foro Social Mundial de Sao Paolo- hasta el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. El presidente Obama tiene el poder de excarcelarlo. 

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Aunque Oscar no se defendió, sí se dirigió al jurado en Chicago en el 1987, tocando el tema de la esclavitud:

Buenos días, miembros del jurado. Mi presencia en este lugar, el hecho de que les dirijo la palabra y cualquiera otra intervención que yo haga durante este proceso no deben interpretarse como una defensa de mi parte. Comparezco ante ustedes no para defenderme, sino con la esperanza de poder compartir con ustedes unas ideas, unas experiencias y unos hechos que le brinden a ustedes, miembros del jurado, una mejor apreciación de este caso.

En varias ocasiones le he informado a la Corte, al Juez Hart, que yo no reconozco la jurisdicción del gobierno de los Estados Unidos sobre mi persona, ni tampoco la jurisdicción de esta Corte para enjuiciarme y criminalizarme...

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Esta posición que he tomado está arraigada en un hecho histórico indeleble, un hecho el cual no tengo el poder de controlar. El hecho es que yo nací hace 44 años en la colonia de Puerto Rico... Como una persona colonizada, cargo conmigo desde el día en que nací hasta el día de mi muerte las cadenas y los grilletes del colonialismo, esté yo en Puerto Rico o esté yo aquí, o esté yo en cualquier lugar del mundo. Y quisiera compartir con ustedes una experiencia en base a esto que les va a mostrar de qué es lo que estoy hablando exactamente.

El colonialismo, estimados miembros del jurado, es una injusticia monumental según los estándares de la civilización humana y un crimen según las leyes internacionales. De acuerdo con la Resolución de las Naciones Unidas 2621, de la cual cito, “la continuación del colonialismo en todas sus formas y manifestaciones es un crimen que constituye una violación de la Carta de las Naciones Unidas, y de la Declaración de Otorgación de Independencia a los Países Colonizados conocida como la Resolución 1514 (XV)... Ninguna nación, damas y caballeros, tiene el derecho de apropiarse de otra nación... Ninguna nación tiene el derecho de anular la soberanía de otra nación. La invasión y ocupación militar de Puerto Rico demuestra claramente la naturaleza depredadora del gobierno de los Estados Unidos que con su fuerza, sus rifles, sus cañones ha subyugado un pueblo al sometimiento y ha reducido un país de un millón de habitantes a una mera comodidad para ser traficada, o sea el tráfico de seres humanos y de una nación.

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Durante 89 años se le ha negado el derecho fundamental a la auto-determinación y a la independencia a esta nación, al pueblo de Puerto Rico. Nos podría parecer esto a todos nosotros una ironía, ya que la parte responsible en este caso es una nación que alega tener una hegemonía en el mundo sobre la democracia y la libertad: los Estados Unidos de América... Pero la realidad es que al día de hoy... todavía se usan el rifle, el cañón y la prisión para subyugar a aquellos de nosotros que aspiramos a una nación libre. 

Durante la esclavitud, el gobierno contaba con dos categorías: el buen esclavo y el esclavo malo. El buen esclavo era el sumiso; el que seguía las órdenes de su amo, aquel que estaba dispuesto a darles latigazos a sus hermanos... El esclavo malo, en cambio, era el que buscaba su propia libertad... Era malo si deseaba liberar a su gente... era malo si quería darle fin al sistema pernicioso de la esclavitud. 

En el caso de los puertorriqueños podemos decir que también hay dos categorías relevantes: el buen puertorriqueño es aquel que está dispuesto a tolerar la injuria y la tiranía del colonialismo. El buen puertorriqueño es aquel que está dispuesto a defender los intereses de los Estados Unidos en Puerto Rico. El buen puertorriqueño es aquel que está dispuesto a ser carne de cañón en las guerras de los Estados Unidos... El puertorriqueño malo, en cambio, es aquel que desea su libertad, aquel que desea la libertad de su gente y la libertad de su nación. Por esto él es malo.            

Les puedo decir que he sido ambos: he sido un buen puertorriqueño y un puertorriqueño malo.

Yo fui un buen puertorriqueño en 1965. Me llamaron y serví en el Ejército de los Estados Unidos. Fui a Vietnam. Fui a pelear en Vietnam. Estuve un año en Vietnam. Mi desempeño fue lo suficientemente bueno como para que el Secretario del Ejército me otorgara la medalla de Bronce por servicios meritorios, por valor y por coraje frente a las fuerzas hostiles. Yo era un buen puertorriqueño porque fui a Vietnam a pelear contra una gente que no me habían hecho nada a mí y como quiera fui para pelear en su contra. El pueblo de Vietnam no me ha hecho nada a mí y yo fui hasta allá y batallé en su contra. Yo blandía un rifle M-16 y granadas y le disparé a esa gente. Me dispararon también. Por eso yo fui un buen puertorriqueño. 

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Cuando regresé a este país y en cuanto yo expresé mi opinión sobre la guerra en Vietnam, como veterano, no como alguien que se había marchado a Canadá o a Europa, pero como alguien que sirvió en el ejército, entonces me convertí en un puertorriqueño malo. Me convertí en un puertorriqueño malo cuando intenté luchar por el bienestar de mi pueblo. Yo creo firmemente en la justicia y pienso que aquellos que están desposeídos de sus derechos esenciales, deberían de tener algún poder, o por lo menos la oportunidad de recuperar esos derechos de la ciudadanía plena... Yo marché y demostré a favor de mejorías de viviendas en la ciudad de Chicago, marché y luché por derechos laborales, por una mejor educación, por las escuelas alternativas. Pero más que nada luché para ayudar al pueblo de Puerto Rico, para ayudar a mi gente. A pesar de todas estas luchas, como puertorriqueño que soy, tengo que aspirar a la independencia de mi país. No me queda más remedio... 

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Para más información sobre la campaña para su excarcelación, véase:

En español: www.libertadparaoscar.org
En inglés: www.boricuahumanrights.org

* Traducido al español por Rafael Franco Steeves.