El patriarcado no entiende de edad ni de lugar y aunque las mujeres más jóvenes actualmente viven en una sociedad que les ha permitido adquirir mayor conciencia sobre los riesgos en sus relaciones de pareja, siguen aprehendiendo roles de género y perpetuando actitudes permisivas con el machismo.
El crimen machista de Almudena, la niña de 13 años, cometido hace unas semanas en El Salobral, Albacete, pone de manifiesto, una vez más, que la violencia de género también ataca a las más jóvenes, a pesar de que en este caso como en tantos otros, los medios de comunicación se empeñaron en disfrazarlo de crimen pasional.
Las mentiras del amor romántico
La historia de amor con un maltratador comienza de manera perfecta, como en las películas o novelas románticas. Él es muy cariñoso, la cuida y quiere estar siempre con ella. A ella a veces le incomoda que intente controlarla, pero lo permite porque así se comporta un hombre cuando quiere a una mujer. Sin saber cuándo ni cómo ha sucedido, de repente ella siente un cambio en la relación. Los momentos felices dejan paso a las discusiones y al control excesivo y cuando ella se da cuenta, resulta que desde hace meses no ve ni habla con sus amigas y amigos, usa ropa que le cubra todo el cuerpo para no sentir que provoca a otros chicos -tal como él se lo reprocha- y tiene relaciones sexuales aunque no le apetezca. Aparecen los insultos y luego los golpes. Ella se pregunta por qué, qué ha hecho para ser tratada así. No entiende qué ha pasado ni cómo ha llegado hasta ahí.
Este relato se repite entre las jóvenes más de lo que imaginamos. En Latinoamérica, una de cada tres es víctima de violencia por parte de su pareja, según un estudio de la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ) presentado en 2009 en Madrid. Las cifras sorprenden aún más cuando nos concentramos en países como México. Según el mismo estudio, un 75,8% de mujeres jóvenes con edades comprendidas entre 18 y 24 años, han sufrido maltrato psicológico y un 16,5% ha sido víctimas de ataques sexuales. Colombia no se queda atrás y, en el año 2008, 1597 mujeres jóvenes de entre 15 y 17 años denunciaron haber sufrido violencia de género en la pareja.
En el Estado español, el maltrato contra las mujeres de cualquier edad dejó de pertenecer al ámbito privado para ser un problema asumido por toda la sociedad y recogido por la Ley Integral de Violencia de Género como delito. Las más jóvenes, un 12,3% entre 18 y 29 años, afirma haber sufrido alguna vez violencia machista según la última macroencuesta del Observatorio de Violencia de Género.
Códigos de la violencia en el noviazgo
Pero, ¿cómo se comportan los jóvenes maltratadores? Al igual que los adultos, no perciben el maltrato como un delito ni como una conducta reprobable aunque ya exista rechazo y condena social hacia este fenómeno estructural.
Los jóvenes machistas no soportan la autonomía de las mujeres. La necesidad de control, al considerar a la joven de su propiedad, marca la relación de pareja. Así, un chico maltratador quiere saber dónde va ella, con quién está, cuánto tiempo pasó en cada sitio o a qué hora va a llegar. El maltratador necesita saber que es la única persona en la vida de su pareja y no tolera que ésta tenga amistades, dado que pueden ponerlas en su contra. Es por ello, que por celos, acusa a su novia de coquetear con amigos, de provocar a otros hombres y de hablar mal de él con sus amigas. Censura la vida social de la chica estrechando su círculo cada vez más hasta que solo se relaciona con él.
Asimismo, el joven se siente víctima de la relación y culpabiliza a su pareja de que las cosas no salgan como él quiere. Monta escándalos en público, no reconoce en ningún momento su responsabilidad ni pide disculpas. Aunque afirma que no puede vivir sin ella, la ridiculiza y humilla comparándola con otras chicas: “Si fueras como… esto no pasaría”, “eres una inútil” o “no te enteras de nada”. Precisamente, el maltratador utiliza esta táctica para presionar y mantener relaciones sexuales. La acusa de no pensar en sus necesidades, de no preocuparse por lo que él quiere y la amenaza con buscar a otras que “sí estén a la altura”. Las artimañas utilizadas en este caso van directas a atacar la autoestima de ella, que muchas veces accede acostarse con su agresor por obligación y no consigue disfrutar de sus primeras experiencias sexuales.
Las jóvenes en la actualidad, a las que se presupone más formadas y concienciadas, ¿por qué no reaccionan ante las agresiones? Según Pilar Pascual Pastor, psicóloga y miembro de Mujeres para la Salud, “la joven cree que vive en una sociedad que ya es igual para hombres y mujeres, en la que ella es más libre para tomar sus propias decisiones”. En su opinión, los comportamientos machistas son “más sutiles, siempre relacionados con el cuidado, el amor y la protección del chico hacia la chica y difíciles de detectar”. La chica maltratada “minimiza la gravedad de la violencia, se convence de que lo que le pasa no es tan grave y magnifica los buenos momentos. Niega y oculta la realidad a las personas cercanas, porque cree que es un problema que no sólo les incumbe a ellos dos”. De esta manera, justifica al agresor y se culpabiliza porque “considera que haciendo lo que su pareja quiere puede evitar la aparición de la violencia”. Estas actitudes generan consecuencias perjudiciales para la víctima como “no confiar en sí misma, desmotivación, tristeza, dolores de cabeza y otras dolencias físicas, problemas en los estudios o trabajo y aislamiento”.
Además, Pascual advierte que “cualquier mujer joven puede vivir una relación de violencia de pareja porque el factor de riesgo es ser una mujer”. Considera que “seguir reivindicando un cambio social profundo hacia una sociedad en igualdad para mujeres y hombres, libre de violencia, con modelos co-educativos de respeto y equidad entre los géneros, siempre ha sido y seguirá siendo uno de los objetivos esenciales del feminismo”.
Los estereotipos del género
En los medios de comunicación la mujer sigue siendo un objeto sexual al servicio del hombre, como muestra el documental “El cuerpo de las mujeres”. Y en las aulas, todavía se educa a las niñas como futuras madres, sensibles, atentas y sacrificadas; en cambio, se enseña a los niños que ellos son más fuertes e independientes. Los roles de género continúan perpetuando el sistema patriarcal. En palabras de Pilar Pascual “nuestra educación estereotipada de género femenino nos hace más difícil discriminar las primeras expresiones de la violencia. La importancia que concedemos a gustar a los demás, a sentirnos elegidas, aceptadas y queridas nos puede llegar a cegar y a veces relegamos el hacer respetar nuestras necesidades, opiniones o deseos”. Asimismo, afirma que “la actitud de dar y cuidar a los otros o de sentir que el peso de la relación es nuestro, hace que a menudo ofrezcamos más posibilidades de las objetivamente recomendables, perdonando en exceso, por ejemplo”.
Coral Caro Blanco, profesora de enseñanza secundaria y miembro del seminario interdisciplinar de estudios de género de la Universidad de Barcelona, afirma en el artículo Un amor a tu medida. Estereotipos y violencia en las relaciones amorosas, publicado por el Injuve, que “el mito del amor romántico[...] muy a menudo se muestra como trasfondo de la violencia de género”. Expresa que “dentro de esta concepción cultural se considera que los afectos y los conflictos forman parte de una relación normal de pareja. Sin embargo, esta forma de entender la relación puede llevar a muchas mujeres jóvenes a construir su vida amorosa sobre la base de una confianza ciega, fruto de la idealización de la relación y en consecuencia adaptarse, tolerar o negar conductas y situaciones que desembocan en un auténtico maltrato, una violencia psíquica y física”.
El estudio ¿Igualmente? Alumnado y género, percepciones y actitudes, realizado por la Federación de Mujeres Progresistas, pone de manifiesto que entre la juventud se siguen reproduciendo “ciertas ideas derivadas del pensamiento androcéntrico”. Revela que aunque se han superado creencias anticuadas como que el hombre es la cabeza de familia a quien respetar, las y los jóvenes están de acuerdo con ciertas formas de desigualdad. De esta manera, un 82% de los encuestados considera que el hombre tiene que proteger a la mujer y un 57% está de acuerdo con que tener celos es una prueba de amor. Tampoco pasa desapercibido que un porcentaje importante sienta como cierta la afirmación “la chica debe complacer a su novio”. Además un 33% de los encuestados está de acuerdo en que “para sentirse realizada, la mujer debe tener el amor de un hombre”.
Estos datos demuestran cómo el reparto de roles de género sigue aún muy presente entre las y los adolescentes, derivado de la educación de la escuela y de la familia, donde no se han desprendido de los prejuicios en función del género. Pilar Pascual advierte que “en la medida en que la mujer joven tenga interiorizados estos aspectos y que encaje en el papel de ‘buena chica (sumisa, siempre disponible, dejo mis actividades por estar con él)’, más riesgo puede tener a vivir una experiencia de violencia en la pareja”.
Llamadas de atención
Y ante esta situación, ¿qué puede ayudar a detectar a un joven maltratador? En el libro Hombres violentos, mujeres maltratadas: aportes a la investigación y al tratamiento de un problema social, Graciela Ferreira da una lista de patrones para detectar al maltratador. Entre otras, señala el control excesivo al que somete a su pareja, de manera que necesita saber todos los detalles de su vida. Además, separa a la chica de su entorno formulando “prohibiciones o amenazas respecto de los estudios, el trabajo, las costumbres, las actividades o las relaciones que desarrolla la joven”.
El maltratador, como señala Ferreira, demuestra frustración por lo que sucede que no es de su agrado y culpa de ello a la novia hasta convencerla de que es así. Cuando la chica le discute algo, “declara que los parientes o amigos "le calientan la cabeza" contra él, que no le quieren y que están "envenenando" el efecto entre ellos, que los otros "sienten celos o envidia de su relación”. Así desvía la cuestión y nunca responde por su conducta.
La transmisión de valores en la escuela
Pascual afirma que “la educación sexista” que reciben los y las jóvenes juega un importante papel en el desarrollo de la violencia contra las mujeres, debido a que transmite unas creencias que hacen conformar personalidades en función del género. Por una parte, “los hombres siguen siendo educados, básicamente, para ocupar el espacio productivo, han de formarse para trabajar”. Mientras que “a las mujeres, aunque nos educan también para ocupar el espacio de la productividad, sólo a nosotras nos siguen poniendo la carga del cuidado de los otros, es decir de espacio reproductivo (pareja, familia, hijos…). Las mujeres dependen de los hombres y ocupan un lugar de subordinación con respecto a ellos y los hombres aprenden que han de proteger y cuidar a las mujeres desde una posición de dominación”.
En el artículo "Prevenir la violencia de género desde la escuela", publicado por Injuve, María José Díaz-Aguado, Catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad Complutense de Madrid, afirma que “el sexismo limita el repertorio de estrategias emocionales, originando diferencias evolutivas en la vulnerabilidad a distinto tipo de problemas en dicho ámbito, como por ejemplo los que conducen a la depresión”. Asimismo, señala que “los estudios llevados a cabo sobre la socialización de las emociones reflejan […] que a los niños se les permite exteriorizar la ira y la hostilidad en mayor medida que a las niñas; y que a ellas se les educa para pensar sobre las emociones, ponerse en el lugar de los demás, sentir empatía y expresar la tristeza (incluso llorando) mucho más que a ellos”.
Para superar este modelo e ir hacia una educación no discriminadora, Díaz-Aguado afirma que la construcción de una cultura de la igualdad debe “adoptar una perspectiva de género en el currículum y superar la invisibilidad de las mujeres, pero también promover suficientes experiencias de cooperación entre alumnos y alumnas en torno a objetivos compartidos que les permitan comprender la riqueza de la diversidad y la esencia de la igualdad”. Además, señala que en los programas de prevención de la violencia de género no participen solo mujeres, como hasta ahora, sino que también se impliquen los hombres. Para la catedrática “conviene recordar, en este sentido, que una de las características del modelo educativo basado en el dominio y la sumisión es la negación del valor de la diversidad y del conflicto como herramienta educativa, utilizando la segregación y la exclusión para evitarlo, con lo que se evitan también las oportunidades de aprender a construir la igualdad”.
La cultura del entretenimiento: Influencias
La educación no es la única que transmite valores sexistas a la juventud, los medios de comunicación y la cultura del entretenimiento juegan un papel crucial. En el caso de la televisión, tal y como afirman Luisa Torres y Antonio Salvador en "Enseñemos a discriminar estereotipos sexistas en la televisión", se continúan transmitiendo estereotipos sexistas independientemente del género de programa y de la franja horaria. Las conclusiones de su estudio apuntan a que las distinciones entre mujeres y hombres siguen estando muy presentes. Se continúa posicionando a la mujer a nivel intelectual en un segundo plano con respecto al hombre. Ella sigue representándose como la responsable de ocuparse de las tareas del hogar y de los hijos y las agresiones contra ella se exponen de manera habitual, además de exhibir a las mujeres como objetos sexuales. Aquí valdría mencionar programas televisivos como Mujeres, hombres y viceversa de Telecinco, Jersey Shore de MTV o series como Dos hombres y medio, donde se trata a las mujeres como accesorios de los hombres.
No hay que olvidar las revistas juveniles o para adolescentes, como Super Pop o Cosmopolitan, donde a través de consejos y reportajes se modelan a las chicas del futuro para que gusten a los hombres. Una de las conclusiones del estudio Mujeres en portada de la Asociación Mujeres Jóvenes de Asturias, es que las revistas juveniles “convierten en preocupación principal las relaciones con el sexo opuesto. Sobreponiendo este interés a cualquier otro, ya sea intelectual, profesional…por lo que las revistas reproducen roles sexistas, relegando a la mujer al ámbito privado”. Además, “Ofrecen unos patrones de conducta sexual muy estereotipados, poco igualitarios donde se da una información poco educativa basada más bien en el arte de la seducción. Se dedica gran número de páginas a la “primera vez” pero muy pocas, por no decir ninguna, a hablar sobre métodos anticonceptivos y afectividad”.
Cincuenta sombras
El fenómeno editorial del año 2012 es la trilogía Cincuenta Sombras(“de Grey”, “más oscuras”, “liberadas”), una serie de novelas que han sido calificadas por los medios como “porno para mamás”. La obra de E. L. James ha vendido más de 50 millones de copias en 40 países. El sexo explícito y la importancia que se le da es un componente importante a la hora de valorar el éxito de ventas. Pero si se hace una lectura crítica no se debe obviar que detrás de esa pasión, la joven protagonista vive una relación tormentosa. Ana Steele, de 22 años, tiene que soportar que su pareja, Christian Grey, de 27, la controle en todo lo que hace. En la novela se relatan muchos de lo comportamientos que se han analizado en el reportaje: el joven controla con quien sale y se relaciona Ana, lee su correo y móvil, quiere saber en todo momento dónde está, cambia su ropa y está empeñado en protegerla de cualquier mínimo peligro. ¿Es esto una relación de amor romántica o una forma de maltrato?
Lista de imágenes:
1. Alastair Muir, Viktor performed by Tanztheater Wuppertal Pina Bausch at Sadler's Wells, 2012.
2. Stephanie Berger, Ruth Amarante and Jorge Puerta Armenta in Pina Bausch’s Nefés, 2006.
3. Ursula Kaufmann, Pina Bausch's Kontakthof, 2010.
4. Szene, Pina Bausch's Nelken, 1982.
5. Paula Lobo, Tanztheater Wuppertal Pina Bausch Tsai Chin Yu in “como el musguito en la piedra, ay sí, sí, sí,” by this company at the BAM Opera House, 2012.
6. Kwon Mee-yoo, A scene from Pina Bauch's Nefés, 2008.
7. Murdo Macleod, Pina Bausch's Agua at the Edinburgh Playhouse, 2010.
8. Anne-Christine Poujoulat, Pina Bausch in Cafe Müller.
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