El hombre más poderoso del mundo me odia.
Así sin disimulos,
odia a nuestras mujeres,
las amenaza con tomarlas por la vagina.
El hombre más poderoso del mundo,
del imperio más poderoso del mundo,
no se esconde para decir que odia a las minorías,
que siente asco por los latinos,
que detesta a los mexicanos,
que ante cualquier oportunidad despreciaría a los inmigrantes.
El hombre más poderoso del mundo es rubio;
su piel es poderosamente blanca;
su cresta es un emporio inexplicable y despreciativa;
sus ojos intimidan con soberbia;
sus manos pequeñas no quieren tocar jamás a un negro,
o a un mestizo,
o a un mulato o boricua;
sus pequeñas manos desean abusar mujeres
transgéneros,
lesbianas,
homosexuales.
Lo dice así,
a plena luz del día,
y hay que temerle,
porque los otros hombres más poderosos del mundo
con disimulo,
con mentira solapada,
habían hecho todas estas atrocidades
no a pleno sol
a escondidas
en la oscuridad de la demagogia
a espaldas de la honradez
en la penumbra de la mentira.
Pero este hombre,
cual Agente Naranja,
cual asesino en serie,
cual genocida orgulloso,
que se mofa de las diversidades,
de los discapacitados,
de los débiles y marginales,
no le teme a ser políticamente incorrecto;
detesta los modales;
odia ser presidencial;
me detesta a mí,
a mis ancestros,
a las mujeres que me formaron,
a las valerosas féminas negras que luchan conmigo.
Me detesta,
y lo dice abiertamente.
Este hombre de manos pequeñas,
tolerancia pequeña,
respeto diminuto.
Este hombre poderoso de soberbia enorme,
de pedantería gigantesca,
de arrogancia inmensa,
no teme a aplastarme frente a todos.
Lista de imágenes:
1-2. Anna O., "Rzecz tajemna", 2015