Intelectuales, legislación e ideología: ¿50 años de muñocismo cultural? Entrevista a Martín Cruz Santos (parte 1)

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Es año eleccionario y los que pensamos a Puerto Rico desde la cultura[1] no podemos menos que plantearnos si todavía esa instancia de nuestra vida como pueblo tiene pertinencia al momento de tomar determinadas decisiones. Más aún: hay que preguntarse si para nuestros conciudadanos es prioridad —o, tan siquiera, cotidiano, congruente— plantearse los “problemas” de la cultura en el actual momento histórico.

La cultura, en términos mediáticos, es el último escalafón atendido; también el más confundido con espectáculo y entretenimiento. Los cambios vertiginosos de la última década también se han sentido en todos los campos de la producción cultural y cada vez se hace más difícil deslindar, más complejo separar el grano de la paja. La situación del país ahora presenta más interrogantes que certezas, más problemas que convencimientos.

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Cuando el amigo Martín Cruz Santos nos mencionó el título de su tesis doctoral, recientemente presentada —Ideología, identidad e intelectuales orgánicos en la legislación cultural del estado muñocista (1949-1968)—, supimos que por ahí andaban las respuestas a muchas interrogantes actuales o, al menos, las vías para la comprensión de desarrollos históricos importantes al mismo tiempo que de algunos estancamientos e inmovilidades.

¿A qué situaciones nos enfrentamos los puertorriqueños en un principio de siglo que parece alejar al país cada vez más de la posibilidad de una verdadera soberanía? ¿Qué sedimento continúa fermentándose que continuaría posibilitando un territorio —quizás después, un estado— de los EE.UU. en el que no haya contradicción entre ello y tener una cultura diferente al poder imperial? ¿Ha sustituido nuestro nacionalismo cultural —más aún, obstaculizado— nuestra verdadera soberanía?

El muñocismo, como establece Cruz Santos en su tesis, “estampó su firma institucional más allá del tiempo que duró su poder gubernamental”. Con esta entrevista ampliamos un diálogo que comenzamos con el autor hace ya varios meses[2]. Sus respuestas y su documento completo sobre el período mencionado constituyen información y análisis fundamental para tratar de comprender hoy algunos rasgos de la existencia o no, de políticas culturales por parte del estado y la necesidad de un examen más ilustrado de los fenómenos actuales en el campo de la cultura.

VD - ¿Cuál es el planteamiento fundamental de tu tesis?

MCS - Mi hipótesis principal es que la legislación cultural fue la respuesta jurídica y el principal instrumento gestor del estado muñocista para la forja del nacionalismo cultural institucionalizado,una fórmula ideológica contrapuesta al nacionalismo político rechazado por Muñoz. Sin embargo, el proceso de legislar para la implantación de las políticas culturales a finales de los años cincuenta y durante la mayor parte de la década siguiente, los debates inherentes al mismo, las influencias y los condicionamientos teóricos en la construcción de las estructuras ideológicas del estado, así como la participación en él de intelectuales orgánicos, son escasamente conocidos o historiados, lo que representa un vacío en la comprensión histórica de una época definitoria del desarrollo sociopolítico de Puerto Rico.

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VD - ¿Cuál crees que es tu principal aportación con este documento a la discusión de los asuntos culturales del país?

MCS - Es el acercamiento epistemológico a la historia cultural de una cronología política, no ya desde los hechos acontecidos, sino desde los procesos prescriptivos que los allanaron. Demuestro la posibilidad de problematizar las interioridades políticas de la institucionalidad culturaly su relación con las ideologías predominantes en un momento dado.

El muñocismo estampó su firma institucional más allá del tiempo que duró su poder gubernamental, por lo que instituciones como el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), así como los medios de difusión pública, han continuado operando, con mayor o menor eficacia y al vaivén de las políticas partidistas, como herramientas idóneas para formular discursos de identidades. Es  imperativo, entonces, auscultar qué ha ocurrido desde el languidecer del muñocismo y la capacidad o no del Partido Popular Democrático (PPD) y de los otros partidos para articular en la actualidad proyectos hegemónicos utilizando la cultura como elemento cohesor.   

VD - ¿Qué te motivó a escoger este tema?

MCS - La motivación inicial fue el acercamiento a la figura de don Águedo Mojica Marrero (1908-1982), culturalista por excelencia, filósofo, políglota, político y profesor universitario. Primero me interesé por su pensamiento filosófico. De ahí llegué a su amplia labor legislativa, que se puede sintetizar, básicamente, en dos quehaceres: educación formal y cultura. Ése fue el hilo conductor que me llevó a profundizar en las políticas culturales que él y otros intelectuales-legisladores fundamentaron jurídicamente.

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VD - ¿Por qué los países necesitan políticas culturales?

MCS - Las políticas culturales constituyen el conjunto de intervenciones del estado, las instituciones civiles y los grupos comunitarios para ofrecer orientación al desarrollo de la producción simbólica y lograr la satisfacción de las necesidades culturales de una sociedad. A su vez, la política cultural es un apoyo institucional para la consecución de un orden social capaz de canalizar los asuntos de la cultura de una comunidad. En todos los actos de política pública relacionados con la cultura subyace una legislación cultural que se apoya en la idiosincrasia de la comunidad.

Los planteamientos de dos investigadores culturales latinoamericanos, Néstor García Canclini y Edwin R. Harvey, son esclarecedores al respecto. El primero arguye la pluralidad y el desarrollo libre de la cultura como medio de proyección social hacia el futuro mediante políticas culturales que no sólo asuman la organización administrativa como responsabilidad estatal o la difusión de la cultura oficial, sino como promoción del crecimiento cultural de todos los ciudadanos y de los grupos representativos de la sociedad. Para Harvey, las políticas culturales son importantes porque tienen como objetivo la satisfacción de las necesidades culturales de la población y de la comunidad mediante el uso eficaz de los recursos materiales y humanos disponibles en una sociedad en determinado momento.

Por tanto, las políticas culturales son guías normativas para el desarrollo del quehacer creativo de los pueblos.

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VD - Has hablado de instituciones civiles y de grupos comunitarios… ¿Es el estado el único productor de políticas culturales?  En Puerto Rico actualmente hay proyectos que muy bien podríamos decir que están estableciendo políticas culturales alternativas.

MCS - Sí y no. Me explico. A partir del siglo XIX, y con el auge de las ciencias sociales, las políticas culturales han sido estudiadas en su relación con el estado moderno por ser éste el desarrollador de normativas y conceptos hegemónicos de la producción cultural, entiéndase el arte, la educación, la lengua y otras expresiones culturales consideradas patrimoniales. En el estado moderno es evidente la correspondencia entre la hegemonía política y la cultura oficial que debe ser aceptada como identidad colectiva.

Existen diversos modelos interpretativos de la producción de políticas culturales. No todas surgen de la institucionalidad estatal aunque terminen auspiciadas por ella. Los grupos comunitarios crean cultura y promocionan el establecimiento de pautas culturales que bien pueden erigirse en modelos a seguir.

VD - Pero las políticas culturales no pueden ser impositivas, autoritarias ni dictatoriales…

MCS - Pueden serlo y hay suficientes ejemplos al respecto. Tomemos el caso de lo que García Canclini denomina el estatismo populista. En ese modelo político, el aparato estatal es el depositario de los valores culturales de la nación, su garante oficial. La construcción política de la identidad colectiva queda mediada por una lógica estatista y populista. Es autoritaria porque está condicionada por una visión de la cultura apropiada por el estado. Fíjate que no existe ahí una autonomía cultural o democracia participativa. Redefinir el proyecto nacional nunca está en controversia porque no se cuenta con la participación de creadores culturales críticos. Es el estado el dictador del cambio que siempre proviene de las estructuras del poder político, autodenominado como el único aglutinador e innovador de la nación y la nacionalidad.

VD - ¿Por qué las políticas culturales del proyecto muñocista son nacionalistas y populistas?

MCS - Primero hay que señalar que el nacionalismo es plural y polisémico, es decir, contiene múltiples posibilidades de prácticas, significados e interpretaciones diversas. Dentro de la tipología que puede admitir, el nacionalismo cultural actúa como un sistema de signos que componen un código estructural que puede coexistir con otros relatos nacionalistas. En Puerto Rico, el nacionalismo cultural muñocista poseyó una mezcla de populismo con vocación emancipadora. Es importante auscultar la construcción de un metarrelato nacionalista cultural que hunde sus raíces en una tradición enraizada en el nacionalismo letrado y moderado de Luis Muñoz Rivera.

A la clase letrada nacional e hispanófila puertorriqueña le toca la vocación de armar la lucha de emancipación nacional del pueblo. Estamos frente a un cuadro interesante. Los letrados van tras la educación y moralización cultural del pueblo, base del poder liberal. Las políticas culturales estaban basadas en un concepto de pueblo/patria, como lo definía Muñoz. La patria sustituye en ese binomio a nación, término que Muñoz evadía. Pero al fin y al cabo, se produce normatividad cultural para educar al pueblo, para construir la identidad colectiva del jíbaro, idealización muñocista del puertorriqueño puro. De nuevo: el esencialismo cultural.

VD - En la sinopsis de tu tesis dices: “…el estado levantó la iconografía de la identidad nacional a la luz del ideario muñocista”. ¿En qué consistía ese ideario? ¿En qué la relación de la cultura con otros quehaceres sociales? ¿Era el pensamiento de Muñoz monolítico? ¿Qué sucesos o corrientes incidían en su pensamiento en relación a todo esto?

MCS - Acotemos que a partir de la fundación del Estado Libre Asociado en el año 1952, la creación de instituciones culturales centralizadas abonó a la configuración de la identidad puertorriqueña como cohesora o garante normativo de la unidad del pueblo. Ése era el objetivo del PPD. Proponemos que legislar la normatividad cultural significó establecer las bases estatutarias para la edificación de un imaginario perentorio con peso constitucional.

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El ideario cultural de Muñoz implicó unir al pueblo en pos de una visión cultural, gestión medular para vincular a los ciudadanos con el gobierno, el partido gobernante y el estado. Postulo que en el imaginario cultural muñocista afirmar la cultura e instituir los símbolos y sus significados respectivos era parte de la agenda política para fortalecer la institucionalidad cultural ya establecida y promover el desarrollo de la cultura autóctona diferenciada de la estadounidense. Cultura y poder están inevitablemente imbricados.

Decir que Muñoz y el muñocismo fueron una misma cosa es un error. Por tanto, no puede atribuirse a Muñoz ser el cerebro único ni que su pensamiento fuera monolítico. Precisamente, cuando se habla de intelectuales orgánicos del estado muñocista, se tiene que incluir a Muñoz mismo con su construcción epistemológica liberal, la cual bebió de las fuentes del socialismo utópico, pero también del marxismo, por su formación en Estados Unidos junto con poetas y escritores durante los años veinte. Por ejemplo, el Dr. Pedro Reina, quien ha estudiado muy bien el pensamiento político de Muñoz, encuentra tangencias entre su pensamiento y el del filósofo Martin Heidegger. Yo incluyo también a Erich Fromm, y podríamos hablar de otros intelectuales del siglo XX.

VD - ¿Qué otras figuras, además de Águedo Mojica, fueron cruciales en esa época? Mencionas en tu tesis a Arturo Morales Carrión, quien posteriormente fue presidente de la Universidad de Puerto Rico, y sus misiones internacionales. ¿Qué recogió él en esos viajes? Esa dimensión internacional, ¿se tuvo en cuenta para las políticas culturales que se establecieron?

MCS - Águedo Mojica Marrero fue uno de los muchos intelectuales que pasaron por la Asamblea Legislativa. Obviamente, en otras ramas del Gobierno también hubo intelectuales. El Dr. Arturo Morales Carrión es una de esas figuras clave. Cuando era Subsecretario de Estado, Morales Carrión conoció de cerca el trabajo que el intelectual ecuatoriano Benjamín Carrión había realizado, específicamente la creación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, fundada en 1944. Ese proyecto sirvió como modelo para lo que sería el ICP. Ambas entidades tenían los mismos propósitos: promover y divulgar los valores culturales de sus respectivos países.

La idea de crear el ICP fue presentada por Morales Carrión a Muñoz, quien la acogió.  Morales Carrión redactó el primer borrador del proyecto de ley, tarea para la cual contó con la colaboración del representante y escritor Jorge Font Saldaña. De hecho, en la primera Junta de Directores del Instituto participaron Eugenio Fernández Méndez (presidente), Enrique A. Laguerre, Teodoro Vidal, Salvador Tió, José A. Buitrago, José Trías Monge y el propio Arturo Morales Carrión. La dirección ejecutiva fue encomendada al Dr. Ricardo E. Alegría.[3]

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VD - ¿Por qué era necesaria legislación —que es uno de los ejes fundamentales de tu trabajo— para implantar las políticas culturales? Amplía sobre esa relación política-legislación.

MCS - La legislación cultural actúa como normatividad social y jurídica para la implantación de las políticas culturales. No se debe perder de vista el rol central de la Legislatura en la estructura de gobierno como espacio de representatividad y participación donde se discuten los problemas públicos. Los legisladores fungen en representación de los partidos políticos, de sus votantes y de grupos con intereses particulares. Por tanto, la estructura gubernamental y constitucional del Puerto Rico contemporáneo atribuye un rol preponderante a la figura del legislador. Todo proyecto de ley, incluidos los de políticas culturales, tienen que contar con el aval legislativo.

Se hace importante señalar, entonces, que el discurso del poder estatal halla su primer foro de construcción política en la Asamblea Legislativa porque es allí donde se proponen, exponen y oponen las justificaciones y las concertaciones que subyacen a la racionalidad de las políticas públicas para avanzar los intereses de los partidos políticos y otros centros del poder.

* La segunda parte de esta entrevista fue publicada el siguiente lunes, 19 de marzo de 2012.

Notas: 

[1] Me apropio de la expresión del documento Pensar a Puerto Rico desde la cultura, producido en 2005 por la Junta de Política Cultural.

[2] En la sección Esto es cultura de la emisora Radio Isla 1320.

[3] Nota del entrevistado: Si se quiere conocer de primera mano algunos aspectos relevantes sobre esos primeros tiempos del ICP (lo mejor sería consultar las actas de las reuniones de la Junta y sus Comisiones, pero eso es trabajo de especialistas), recomiendo la lectura de dos trabajos importantes, ambos entrevistas: Eladio Rivera Quiñones, Conversaciones con el Dr. Arturo Morales Carrión (Río Piedras: Universidad Metropolitana, 2001); Pedro A. Reina Pérez, La semilla que sembramos: autobiografía del proyecto nacional (entrevista a Ricardo E. Alegría) (Río Piedras: Editorial Cultural, 2003). Ambas obras proveen información valiosa.

Lista de imágenes:

1. Visita a La Fortaleza de la primera Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña con el Gobernador Luis Muñoz Marín. De izquierda a derecha: José Buitrago, Arturo Morales Carrión, Enrique Laguerre, Teodoro Vidal, Eugenio Fernández Méndez, Luis Muñoz Marín, Salvador Tió, José Trias Monge.
2. Portada de la revista Time Magazine: "Puerto Rico's Muños Marín", 2 de mayo de 1949.
3. 1960 - 1970 Década de la educación. De izquierda a derecha Ángel M. Mergal (exponente), Ernesto Ramos Antonini, Águedo Mojica Marrero, Cándido Oliveras, Luis Muñoz Marín, Quintero Alfaro y Jaime Benítez.
4. Águedo Marrero Mojica en un homenaje a Antonio Ramos Antoninni.
5. Portada de la revista Time Magazine: "Democracy's Laboratory in Latin America", 15 de junio de 1958.
6. Luis Muñoz Marín y Teodoro Moscoso colocan la primera piedra para la construcción de una fábrica bajo el programa Manos a la Obra.
7. Luis Muñoz Marín conversa con un grupo de jóvenes del centro de la isla.
8. Hipólito Marcano, Luis Muñoz Marín y Águedo Mojica Marrero. 

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