Cuando decidí comenzar a escribir sobre los asuntos sociopolíticos, culturales y económicos del deporte en el 2009, lo hice pensando en combatir la trillada frase “no mezclemos el deporte con la política”. Como escribí en uno de mis primeros artículos en mi antiguo blog Con el guante en la cara:
“Este mantra se ha convertido en lo 'natural'; es la bofetada clásica que se le da a cualquiera que se atreva a mencionar algún problema de racismo, de sexismo, de discriminación política o de cualquier otro asunto político [en el deporte]”.
A través de ese blog y este espacio en Cruce, he provisto ejemplos de cómo, efectivamente, el deporte es un área enteramente política. He discutido manifestaciones de sexismo, de racismo y de discriminación contra los/as atletas con discapacidades, entre otros temas. Pero a pesar de que llevo cinco años delineando esa relación inescapable entre lo político y lo deportivo, de vez en cuando ocurren situaciones que me obligan a recordar la prevalencia del mito del deporte apolítico en nuestras sociedades. Esta vez se trata de las declaraciones de uno de los futbolistas más famosos de la historia, el brasileño Pelé.
Pelé, uno de los íconos del fútbol mundial y embajador oficial de uno de los patrocinadores más poderosos de la Copa Mundial, la Aerolínea Emirates, ha abierto su boca para darles un tapaboca metafórico a los miles de brasileños que protestan la celebración de la Copa Mundial de Fútbol en su país este año. Dijo el exjugador en una entrevista con ESPN Brasil:
“Espero que tengamos esa conciencia: dejar pasar la Copa del Mundo. Ahí podemos reivindicar que los políticos están robando o desviando. Eso es otra cosa... el fútbol no tiene nada que ver con la corrupción de los políticos...[es un deporte que] siempre enalteció [al país]”.
En primer lugar, hay que tomar en consideración el juego de poder y el posicionamiento de quien pronuncia las palabras. No estamos hablando de un político con mala reputación o un cacique de barrio, sino de una de las estrellas más reconocidas del deporte a nivel mundial; una persona respetada y hasta adorada por millones de fanáticos. Al alinearse con los intereses gubernamentales y privados, Pelé legitimiza la posición neoliberal en la que el capital privado monta espectáculos masivos y recoge sus ganancias a costa de la inversión de dinero del estado[2]. Simultáneamente les resta credibilidad e importancia a los reclamos de quienes entienden que el dinero del estado debe invertirse en otras áreas más importantes.
En segundo lugar, este es uno de los momentos en el que podemos hablar de política en su significado más común: política pública, política de estado. Pelé se equivoca al declarar que el “fútbol no tiene nada que ver con la corrupción de los políticos” y que con esto se puede lidiar después del Mundial. La equivocación viene en querer separar el deporte del espectáculo. Si pensamos en el juego de fútbol como una entidad pura, limpia, que no tiene nada que ver con las instituciones que lo rigen y lo construyen, pues entonces claro que el fútbol no tiene nada que ver con la corrupción. Después de todo, ¿qué tienen que ver 22 hombres pateando una pelota con la desviación de fondos o el sobrecobro de parte de empresas privadas? Nada.
Pero es imposible separar cualquier deporte profesional de su andamiaje institucional. No estamos hablando de un juego de niños. Estamos hablando de que cuando un país decide ser sede de un evento internacional deportivo, decide gastar el dinero del pueblo en construir y renovar arenas, estadios deportivos, hospedajes para los atletas, entrenadores y otra serie de profesionales que viajan con cada equipo; a veces hay que subsidiar la construcción de hoteles para hospedar a los turistas que vienen a ver los juegos; mercadear y publicar el evento para crear una marca, una imagen; y montar y correr los eventos durante todos los días que duren los mismos. Ese dinero tiene que salir de alguna parte. Y aunque bajo el modelo neoliberal se supone que las corporaciones privadas son las que hacen la inversión y recogen las ganancias, la realidad es que por lo general las compañías privadas, bajo su mandato de maximizar la ganancia y reducir el costo, le pasan la cuenta al estado (véase nota #2).
En el caso de Brasil, se reporta que las reparaciones o la construcción de cada uno de los 12 estadios necesarios para la Copa Mundial se han excedido del presupuesto original. Según los informes, el gasto final podría sobrepasar los 3,400 millones de dólares. Por ejemplo, actualmente se investigan acusaciones de sobrecargos de 4.2 millones de dólares en la construcción del estadio de Cuiaba. Igualmente, desde el 2011 existen dudas sobre por qué construir el estadio de Río de Janeiro tiene un presupuesto cuatro veces mayor al de proyectos similares en Polonia y Ucrania. En todos estos casos, la corrupción tiene que ver directamente con el fútbol y su andamiaje. No obstante, las palabras de Pelé sobre “dejar pasar la Copa del Mundo” para protestar, lo que hacen es restarles importancia a todas esas acusaciones y dudas.
En tercer lugar, habría que explorar las otras preocupaciones de quienes protestan. Aquellos/as que no ven con buenos ojos el despilfarro de dinero en la preparación de la Copa Mundial, aluden a la falta de mejores condiciones de salud, educación y seguridad públicas. Con la consigna “Necesitamos hospitales, escuelas y seguridad pública de la misma calidad que estadios de FIFA”, estas personas le han dejado claro al gobierno cuáles son sus prioridades.
Habrá quienes contesten a eso: “Brasil es uno de los países más ricos del mundo. Hay espacio para ambas cosas”. Brasil, efectivamente, es una de las economías más grandes a nivel mundial. La ONU, el FMI, el Banco Mundial y la CIA, todos ponen a Brasil como la séptima economía más grande del mundo. Sin embargo, Brasil tiene una brecha gigante entre los más ricos y los más pobres. Según el Banco Mundial, el 10% más pobre de Brasil gana el 1% del producto bruto mientras que el 10% más rico gana casi el 50%. Para la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD, por sus siglas en inglés) esto constituye una proporción de 50-1, es decir, los más ricos ganan 50 veces más que los más pobres.
Con esto se desmorona el argumento de que hay espacio para ambas cosas. De alguna parte tiene que salir el dinero que el gobierno “invierte” en estas instalaciones, incluyendo los gastos no previstos. Los manifestantes entienden, por ejemplo, que las alzas recientes al transporte público, que en su mayoría lo utiliza la gente de clase media o clase baja (mientras los millonarios viajan en helicópteros-taxis para evitar los tapones), es un producto directo de estos gastos. De igual forma, mientras el gobierno se gasta miles de millones de dólares en financiar estos proyectos, la inflación del país va en alza (6.5% en mayo del 2013) y el costo de los alimentos, una de las necesidades básicas de todo ser humano, ha aumentado en un 13%.
Finalmente, el problema no termina con la Copa Mundial de Fútbol. Tan pronto termine este evento, Brasil tiene que ponerse en condiciones para las Olimpiadas veraniegas del 2016. En otro lugar he escrito ampliamente sobre los desastres económicos y de infraestructura que han dejado las Olimpiadas en algunas de las ciudades que las han celebrado, sobre todo aquellos países que están tratando de demostrarle al resto del mundo su poder económico a través de esos espectáculos.
Una vez más vemos en el 2014 cómo los intereses económicos utilizan discursos demagógicos para tratar de separar cosas que son inseparables. Pelé, como embajador de Brasil y de la poderosa aerolínea Emirates, patrocinadora oficial del Mundial, sirve de intermediario a estos intereses económicos que no buscan para nada el bienestar común de los/as brasileños/as. El capital no tiene patria; sólo responde a sí mismo.
Notas:
[1] “No estropeen la fiesta”, cita de Pelé tomada de: http://www1.folha.uol.com.br/esporte/folhanacopa/2014/01/1405672-pele-pede-que-brasileiros-protestem-so-depois-da-copa-e-nao-estraguem-a-festa.shtml.
[2] He escrito anteriormente sobre este tema en mi artículo “Estadios públicos, ganancias privadas” en el que resumo algunos de los planteamientos primordiales del periodista norteamericano Dave Zirin en su libro Bad Sports: How Owners Are Ruining the Games We Love.
Lista de imágenes:
1. AP, Brazil Confed Cup Protests, 2013.
2. Reuters, Legendary Brazilian football player Pele speaks to journalists during an exhibition on the country’s past World Cup participations entitled Brazil a Country, a World, at the Ulysses Guimaraes Convention Centre in Brasilia. The exhibition will be open to the public until January 19, before touring the other host cities of the 2014 World Cup.
3. Reuters, Protesting teachers and postal workers have evaded security to interrupt Fifa secretary general Jérôme Valcke's tour of a World Cup stadium in Brazil. Workers in the town of Cuiaba are demanding a pay increase in the face of millions being spent on a new football ground for next year's tournament, October 2013.
5. Foto suministrada por el autor.
6. Foto suministrada por el autor.