El cartel del Indianápolis

 

Imagínate que un día encuentres a un niño o a una niña jugando un juego de video. Cuando miras la pantalla del televisor, te das cuenta de que él o ella están controlando un avatar que es idéntico a ti. Tiene tu misma cara, tu misma piel y tus señas claras de identidad, pero no lleva tu nombre; no te dan ningún crédito, ni recibes ninguna regalía. Le preguntas que si él o ella crearon el avatar y te dicen: “No, eso vino así en el juego”. Eso mismo le pasó a Ed O’Bannon, ex jugador estrella de baloncesto de la Universidad de California en Los Angeles. El día que eso ocurrió fue el día que O’Bannon decidió demandar a la Asociación Nacional Atlética Colegial (NCAA por sus siglas en inglés), al manufacturero de video juegos EA Sports y a la organización encargada de la distribución de productos oficiales de las universidades en Estados Unidos, la Compañía de Licencias Colegiales (CLC).

O’Bannon presentó su demanda en julio del 2009. Casi 4 años más tarde, dos de los tres demandados llegaron a un acuerdo con O’Bannon. EA Sports y la CLC llegaron a un acuerdo secreto que, además de compensación, incluye una promesa de EA Sports de que no harán más el juego de video que desató la demanda.

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Sin embargo, la crisis no termina puesto que la NCAA, el organismo rector de los deportes colegiales en EU, no solamente no pretende llegar a un acuerdo con O’Bannon, sino que ha dicho que está preparada a llevar el caso a la Corte Suprema si fuera necesario. Y es que la NCAA tiene mucho más que perder que las otras dos entidades. Si O’Bannon gana su demanda, eso podría cambiar por completo el panorama del amateurismo colegial en los Estados Unidos. Si O’Bannon gana, su demanda podría sentar las bases legales para que se les empiece a pagar un salario a l@s atletas universitari@s.

Esto no es una batalla nueva en el campo de los deportes colegiales estadounidenses. La realidad es que por mucho tiempo, el sistema intercolegial de Estados Unidos se ha considerado como una liga semi-profesional en la que los atletas juegan sin devengar un salario concreto (al menos en lo que concierne al baloncesto masculino y al football americano)[1]. Dice Charles Clotfelter (2011), profesor de economía de la universidad de Duke:

Several hundred of the largest American universities do something not seen in universities around the world. They sponsor athletic programs whose revenues, media coverage, and notoriety give them a striking resemblance to professional sports franchises (p. xi).

Este modelo genera grandes ganancias porque la NCAA y las universidades que pertenecen a ella se amparan en el amateurismo para no tener que pagarles a sus empleados principales. Con la justificación de proteger el “sagrado” ideal del amateurismo, la NCAA puede vender licencias para imágenes, logos, números de camisetas y productos sin tener que pagarles un centavo a los atletas que les dan vida a estos espectáculos. Obviamente, la asociación va a hacer hasta lo indebido con tal de proteger su gallina de los huevos de oro.

La NCAA se defiende de las acusaciones de O'Bannon y de muchos otros con varios argumentos. En primer lugar dice que a estos atletas no se les explota porque reciben un tipo de paga: muchos de los que juegan en estos dos deportes altamente lucrativos tienen derecho a becas que les pagan la educación, el hospedaje y la alimentación. Dice Morgan Burke, director atlético de la universidad de Purdue y presidente de la Asociación de Directores Atléticos de la División 1-A:

the value of a full scholarship and direct support services at Purdue has a value in excess of $250,000. Plus, student-athletes with a full scholarship have no loan to pay back, an expense that could run upwards of $200,000 at Purdue.

En un país como Estados Unidos, en el que el costo de la educación es prohibitivo, esto no es nada insignificante. Para much@s jóvenes, esta es la única manera posible de recibir una educación universitaria. Esto, a su vez, les otorga oportunidades de mobilidad social que quizás no tendrían de otra forma.

De igual manera, un pequeño número de jóvenes utilizan sus años en los equipos colegiales de football y baloncesto como trampolín para una carrera profesional en estos deportes. Para el ínfimo porciento de muchachos que logran dar este paso, la experiencia atlética colegial es invaluable.

Por otra parte, la NCAA arguye que ellos son un organismo sin fines de lucro.

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Claro, todos estos argumentos tienen sus contrapartes. Por ejemplo, estudios recientes contradicen el concepto del “full scholarship” (la beca completa). Según investigadores/as del Ithaca College, el atleta promedio de la División I (la división elite de los deportes colegiales) termina pagando casi 3,000 dólares anuales en cuotas y costos extras que las becas deportivas no cubren. En algunas universidades, como en la Universidad de Missouri – Kansas City, este costo puede subir hasta 5,000 dólares. De igual forma, otro estudio hecho por la universidad de Drexler llegó a la misma conclusión, aunque con una cifra levemente más alta.

Otro problema asociado a las becas es que se pueden perder en caso de que el atleta se lastime. No existe nada en los reglamentos de la NCAA que les prohíba a las universidades quitar las becas el año después de que un lastimón termine con la carrera atlética del estudiante. En este caso, el atleta no sólo pierde su forma de pagar la universidad, sino que también pierde su forma de pagar su tratamiento médico. Meaghan Walsh (2013), columnista de la revista The Atlantic, escribe:

For those from poor families and without coverage through a parent, this means that a young man or young woman can be enlisted on the promise of an education, get injured on the field, and lose his or her only source of medical insurance precisely when he or she needs it most.

Igualmente, la cobertura de seguros médicos que tienen los atletas varía de universidad en universidad, puesto que la NCAA no obliga a las universidades a ofrecer seguros de salud que cubran todo a sus estudiantes. Walsh escribe:

In other words, after an incoming student signs a letter of intent binding him or her to a university, many schools have no contractual obligation to treat injuries or strains that result from playing for that college.

Some schools, maybe even most, provide exceptional care for their athletes. But there's little way to know who does and who doesn't—and these sparse guidelines can leave some student-athletes dangerously exposed.

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Estas limitaciones, como bien dice Walsh, dejan a muchos atletas expuestos a peligros muy costosos. Existen ejemplos de atletas que han quedado con cuentas de hasta 80,000 dólares por problemas médicos que adquirieron en el transcurso de sus carreras  deportivas colegiales y de jóvenes a quienes no se le han tratado apropiadamente sus lastimaduras y éstas han sido responsables de múltiples problemas en el futuro.

Por otra parte, existe la realidad de que muchos de estos muchachos vienen de clases trabajadoras y el hecho de tener que dedicar el 100% de su tiempo a la escuela y al juego no les permite conseguir otro empleo en el que puedan ganar dinero. Es por esto que en muchos casos se ha recurrido a un sistema ilegal para darles dinero a los atletas. La revista Sports Illustrated publicó recientemente un exposé sobre una serie de violaciones a las reglas de la NCAA que se produjeron en la Universidad del Estado de Oklahoma. Uno de los hallazgos de esa investigación fue el siguiente:

At Oklahoma State the bonus system, the booster and coach payouts, and the bogus jobs provided players with money that was seldom spent on extravagances. One or two standouts bought a new car or expensive jewelry, team members say, but the vast majority of the players used the extra cash to purchase everyday items -- food, clothing, tickets to a movie. "There were some athletes who were almost starving," says Carter. "Wherever the money came from, they were like, Yeah, I'll take that."

Finalmente, el argumento en el que se basa la demanda de O'Bannon es que la NCAA es un cartel monopolístico que utiliza su autoridad única para crear leyes en el mundo del deporte colegial para controlar el producto y aumentar los precios y las ganancias. Clotfelter (2011) explica:

...the NCAA regulates how the universities run their athletic programs, by means of rules covering such important details as how athletes can be recruited, how many players can receive scholarships, and how games must be played... Key among these regulations is the one that limits the value of an athletic scholarship to little more than tuition, room, and board. By prohibiting college athletes from being paid more than this and enforcing this prohibition across universities, the NCAA acts as a “monopsonistic” cartel, meaning it is the only buyer... Not only do universities join together as buyers to set a low price [for the labor], they have also combined as sellers to establish a high price, when they offer games to television networks (pp.83-84).

El caso más contundente de estos es el torneo final de baloncesto masculino. En éste, la NCAA negocia la venta de cobertura directamente  (Clotfelter, p. 87). En el 2010 la NCAA llegó a un acuerdo con CBS y Turner por un periodo de 14 años con un valor de 11 mil millones de dólares (o 771 millones de dólares anuales).

De igual forma, la NCAA tiene la capacidad de vender las imágenes, los uniformes y hasta los avatares virtuales de cualquiera de los atletas que han jugado dentro de su sistema. Por eso O'Bannon se vio en ese juego de video y no recibió ni un solo centavo de las ventas del mismo. Según Dave Zirin, esto es una industria de 4 mil millones de dólares anuales.

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En esencia, los baloncelistas y futbolistas colegiales generan miles de millones de dólares para otros y no tienen derecho a cobrar un centavo más allá de su beca universitaria. De las espaldas de estos jóvenes se pagan los salarios millonarios de los entrenadores (en muchos estados, éstos son los empleados públicos mejores pagados). De las espaldas de estos jóvenes se pagan los jugosos salarios de los ejecutivos de la NCAA que tienen sus lujosas oficinas en Indianápolis, Indiana. De las espaldas de estos jóvenes se generan miles de millones de dólares que se reparten entre las universidades, las televisoras, y las manufactureras de ropa y souveniers. Por eso es que la NCAA no se rendirá hoy y nunca. Pero por eso mismo es que la demanda de O'Bannon importa; al fin y al cabo, alguien tiene que enfrentársele al cartel.

Notas:

[1] En este artículo me enfoco solamente en el baloncesto masculino y el football americano puesto que son los dos deportes más lucrativos (por mucho) y son el eje de la controversia. Es importante dejar claro que uno de los argumentos de la NCAA es que si se les empieza a pagar a los baloncelistas y a los footballistas, entonces habrá que pagarles a todos los atletas, aun a aquellos cuyos programas no generan ningún dinero. Hay quienes dicen que el sistema capitalista de Estados Unidos no obliga a que a todos se les pague por igual. Para leer más sobre eso, visite: http://www.sbnation.com/college-football/2013/10/29/5040784/obannon-ncaa-class-certification-antitrust-expert-damages.