La instalación Babilonia, de Luis García-Nerey, consiste en una serie de estructuras construidas en maderas y chatarras recogidas de la calle. La idea fue recrear una metrópolis con torres altas y chicas, puentes, túneles y un mar de figuras humanas -todas idénticas- que caminan por sus calles y veredas, desde y hacia las torres.
Conversando con el artista, me comenta que el proyecto de Babilonia comenzó con la construcción de una sola torre de 7 pies de altura. En aquel entonces la intención fue sólo construir aquella pieza para una exhibición colectiva. No obstante, fue a partir de esa escultura titulada “Babel” que García-Nerey comienza el proyecto de recrear la ciudad de Babilonia.
Inspirado por las obras de crítica social de Alexis Leyva Machado (Kchos), uno de los artistas plásticos contemporáneos más importantes de Cuba, la instalación de García Nerey presenta un acercamiento de análisis discursivo, creando un paralelismo entre la construcción social de la Babilonia del siglo XVIII a.c. y de la sociedad actual. Ardua tarea esta, pero el artista nos recuerda los datos históricos que revelan la complejidad de las interacciones humanas, especialmente en las llamadas civilizaciones avanzadas de todas las épocas, que han dado como resultado la construcción de las Instituciones Sociales.\
Las torres en la instalación son alegóricamente las Instituciones. Las mismas están ubicadas en puntos estratégicos y se observan un tanto despedazadas como representación de los embates del tiempo. No obstante, aún con esa imagen tullida de las torres, el artista muy hábilmente las construye erguidas y robustas, haciéndonos ver que allí siguen y seguirán haciendo su trabajo.
Desde un plano psicoanalítico, se podría decir que los discursos institucionales han maniobrado para que las culturas obedezcan al impulso de las necesidades vitales a expensas de las manifestaciones pulsionales placenteras almacenadas en las etapas primarias de los sujetos (Royo Hernández, 2011). No importa el contexto histórico ni paradigmático, este fenómeno represivo es una constante, pues cada sujeto que entra en una sociedad repite, por la obligación de interactuar, el rechazar aquellas pulsiones (Royo, 2011). Ejemplo de esto lo vemos en Babilonia que, con sus torres y sus figuritas humanas robotizadas e idénticas, presenta las Instituciones como maquinarias de clonación humana, un hecho que por los siglos de los siglos ha sido congelado para servir de baluarte a los intereses de las civilizaciones.
La interacción social a la que el sujeto está sometido sólo podrá llevarse a cabo mediante el poder de la afectividad configurada por las instituciones. Es por eso que al ser humano promedio y civilizado, le resulta necesaria la creación de un otro para convertirse en objeto de este. Esa interacción afectiva aparenta garantizar la represión pulsional a la vez que legitima el lugar y la realidad del sujeto y su formación yoica.
Dicho de otra manera, estamos compuestos como sujetos del significante. Pero esta composición nada tiene que ver con las realidades pulsionales del sujeto, sino con aquello que se encuentra al servicio de las demandas externas. En el caso de Freud, las represiones pulsionales comienzan cuando le coartan el placer al bebé en el proceso de entrenamiento social. En Lacan, la represión comienza cuando el bebé se topa con el lenguaje y los procesos metafóricos.
Babilonia es una maqueta de nuestro propio imaginario. A simple vista, la instalación constituye la realidad de nuestra cotidianeidad. Pero es una realidad fantasiosa, una realidad fenomenológica institucionalizada donde se ubica empíricamente la existencia, y una realidad que, en términos lacanianos, no es producto de Lo Real. Aunque se observa mucha movilidad urbana, hay una sensación de embotamiento en lo(a)s personajes y una reducción significativa de sus excesos, dando un ventarrón de que hay algo oculto y la existencia de otro escenario. Y esta sensación de la falta es lo que pone en juego a las civilizaciones, porque, tal y como expone Collette Soler, como seres hablantes no estamos del todo presentes en el mundo circundante.
Para Lacan la realidad de existir a medias es la matriz en que se constituye la persona, o sea, el yo (Massota, 2001). Eso lo vemos en el estadio del espejo donde del lado de la imagen del sujeto hay una unidad, una figura como una totalidad gestáltica legitimada por otro. Pero esa imagen es incompleta, es la superficie de un cuerpo donde el sujeto queda para siempre alienado. Y es precisamente por ese afán que tiene el yo de perpetuar su unidad integradora, que García-Nerey presenta las figuras humanas girando su mundo próximas a las torres.
Aunque Babilonia presenta un panorama tétrico, desde un punto de vista formal la instalación tiene una factura impecable. En su obra anterior García-Nerey profundiza audazmente sobre los efectos que produce la verdad de nuestras superficies. En la instalación se recrea una escena social repleta de Otros y carentes de sujetos. Son unos Otros que han institucionalizado los cuerpos, los afectos, las dinámicas, la sexualidad, el sexo, en fin, al ser. Pero este sometimiento tan dañino le resulta sumamente seductor al sujeto en tanto se convierte en objeto de goce. Y es por eso, que aunque en la instalación vemos unas instituciones representadas por unas torres descuartizadas, el artista les da un aire de todopoderosas y de capacidad a no resignarse al declinar de la historia, para continuar el juego de seducción con la humanidad.
En fin, la obra de Babilonia la podemos apreciar como observadore(a)s partícipes en tanto se puede caminar alrededor y a través de la misma. Si bien la instalación es una especie de espejo reproductor de nuestra vida, a mi entender, la idea no es sólo crear conciencia de esa parte superficial de la obra accesible a nuestro campo perceptual, sino más bien, tratar de encontrar mecanismos que nos puedan aproximar a esa otra dimensión escondida.
Pero, ¿cómo saber llegar a ese lugar? ¿Cómo saber si ese lugar existe? Cualquier contestación sería discursiva. Ahora bien, en apenas varios puntos de la instalación, García-Nerey ubica a un número pequeño de los personajes en unos caminos que, en lugar de dar con alguna torre, terminan en un abismo, en la nada. Por un lado, podríamos pensar que estos sujetos que van directo al precipicio se encuentran perdidos y sofocados por la angustia que le produce el saber que ese gran Otro ya no les garantiza su existencia. Por el otro lado, la aproximación al abismo también se podría interpretar como una acción de darle la espalda al mundo discursivo, llevando al sujeto a renunciar su posición de objeto y aventurarse a un mundo sin referentes y sin significantes, en donde, como menciona Carrasquillo, hay un goce en el sujeto en tanto el sujeto mismo.
Lista de referencias:
Carrasquillo, A (2012). Círculo Psicoanalítico de Puerto Rico de la Escuela Freudiana de Quebec.
Royo Hernández, S (2011). Freud y el psicoanálisis como crítica de la cultura Occidental. En La caverna de Platón.
Masotta, O (2001). Lecturas de Psicoanálisis: Freud, Lacan. Paidós: Argentina.
La instalación Babilonia fue expuesta en el 2008, en la galería Viota, San Juan de Puerto Rico. También ha sido expuesta en el Carol Jazzar Contemporary, en el jardín Botánico de Miami Beach y es parte de la exhibición permanente del Miami Dade College.
Para obtener más información sobre Luis García-Nerey y ver imágenes de sus obras, puede entrar a la página: www.luisgarcianerey.com.