Dormitando una mañana me sorprendí haciendo un inventario de las voces que escuchaba y que ya no puedo reconocer, más allá de sus imágenes disminuidas como recuerdos o versiones impresas a la distancia. La sombra y los matices del tiempo tienden a opacar su preclaro y prístino sonido. No obstante el ruido, el bache o vacío formado entre sueño y vigilia y el deseo de escuchar me remiten al volumen del sonido. Ese volumen que radica inequívocamente en la fragua de mi cuerpo curtido por el paso del implacable. Esa memoria con formas de dibujo que se asientan sobre todo ese ser corpóreo. Esa memoria cuyos volúmenes diversos se expresan arbitrariamente, tan arbitrariamente como la vida misma.
Los sentidos, ineludibles vehículos de recuerdos, ya me traicionan. Aquellos que en su momento formaron el crecimiento de lo que hoy llaman memoria. Sobrepasan y se subsumen los fluidos y conexiones necesarias, haciendo que se oxide y corroa el recuerdo prístino, por eso la necesidad, pienso, de inventarear (aunque a veces no sé de qué trata eso al final del camino). Después de todo, ¿para qué recordar si a nada o nadie servirá? Solo quisiera poder hacer justicia plena a esos, mis muertos, a los que Silvio llama “de su felicidad”. Los muertos de mi felicidad, aquellos que en ocasiones reverberan en mi existencia, sin siquiera revelar su identidad. Aquellos cuyas palabras a veces repito, emulo sin citar, sin reconocer su autoría.
Desconociendo, sin embargo, la ruta que ha de tomar esto, me atrevo a asegurar que algunos desvíos surgirán producto de esa intención de escape que algunos poseemos para evadir o eludir sutilmente los momentos ásperos, de dolor, al menos percibidos, que en esencia son reales, correctos e irremediables. Esos mecanismos que no sirven pa’ na’, pero a muchos se les antoja decir con la retórica habitual de su carácter defensivo. Esa retórica que se remite al principio pleno: “la palabra” o “la imperfección lábil de cada día”, de la que hablaba la Millie (una de mis muertas), cuya estructura, según algunos, era psicótica o neurótica. Estructura erguida con la misma palabra torcida que solo sirve a pocos, pues el acceso a su significación es eternamente vedada a tantos. La estructura de la imperfección lábil representa eso: la desigualdad del entendimiento de los significados y los significantes; la prohibición; la limitación inducida, como la coma; la representación concreta de la desigualdad.
El cerco apacible de una realidad cuya construcción no existe en la vida, en la vivencia de tantos: ¿No será una estructura lingüística sorda, “muda”, con los miedos infundidos y la conciencia trastocada? Los juegos de la conciencia fluidos y fundidos en la palabra ya requieren de intersubjetividades y congruencias. Ese carácter lúdico de la eterna conciencia, coagula la traición en los peores momentos. Suele ser selectiva (pienso yo). Me retira el recuerdo cuando más lo necesito. Pero nada, los más importantes siempre están donde deben, quizás por estar en las profundidades del significado. Papá y Mamá, cuando menos lo espero, se sonríen y me sorprenden con una de las suyas. Solidarios desde y para siempre. El eterno intangible que se materializa en los deseos de tenerlos.
Algunos otros familiares, cuyas apariciones lúdicas aparecen autónomamente, o sea, no las provoco, ellos solo aparecen: “Mi nieto de oro” dice el Patricio; los viejos sabios del barrio; Juan Antonio Corretjer y Consuelo Lee transmitiendo su historia y lucha en un abrazo fraternal, con Yan en sus brazos en la plaza de Adjuntas, junto al fundador de Casa Pueblo (Alexis Massol) y Luis Nieves Falcón; un suegro desconocido que me ayudó a construir mi vivienda después de Hugo y ahí nos hicimos mingos; los amigos de este que llegaban a casa a trabajar la construcción (Kico y Chago), que mientras uno criticaba a Pedro el suegro, el otro me animaba a seguir el trabajo; y una doctora autoproclamada Delfín, que fue maestra de maestros, aprendiz de camionero y bailarina.
Todo eso ocurría mientras nacía Yalil, quien buen susto nos dio. Allí estuvo Alberto Monserrate y otro que todavía vive para donar sangre y demás. En la construcción de la casa se creó la brigada CONSTRUIREMOS. Allí nos encontramos un nutrido grupo de amigos y profesores para laborar y colaborar en el proceso: Alberto Monserrate y Orlando Marrero, quienes ya no están; y muchos otros que hoy todavía nos acompañan en vida. ¿Será que estos representan el significante menta’o? ¿Cómo he de saber? Estos adquieren significación desde las periferias (unas más, otras menos periféricas), aquellos cercos que circundan las aparentemente apacibles y tranquilas veredas de la realidad. Esa realidad es espumosa, en ocasiones se desvanece, diluye, confunde como el recuerdo, la memoria; es efímera, particularmente en sus particularidades; es transeúnte de la conciencia, de la “real” a la “posible”, para encontrarse finalmente falsa, falsa no en sí misma, sino falsa por uso, desuso o combinatorias múltiples de lo mismo.
El caso de la palabra, del género (los, las, l@s, lxs) y otras débiles tonalidades como eternas posibilidades de caducidad. ¿Quién será el, la próximo/a? ¿Serán conmensurables? Aquella discusión donde Corretjer, varios respetados y respetables, y otros lingüistas me decían la real traducción al vernáculo de la palabra en inglés “feedback”. No será ese el propósito de lxs… Ocaso, o debí decir acaso. Hay quienes dirán con ese mismo lenguaje, con ese mismo poder invisible, que fue un “lapsus lingue” (lapso de lingue) y que ya la palabra no se dice en sí, sino que se complica con aquello que hemos abandonado: la del ser corpóreo. La lengua, lengua profana, sepulturera de anhelos (anhelos creados por palabras huecas), como responsable de la palabra, que emite su intención, su dirección. Acaso queda algo más significativo que el no significado…
Me voy, pienso que ya estoy despertando, espero no sea convertido en escarabajo.
Lista de imágenes:
1) Pixel grid noise processing generator publicado por echophon en Rebloggy.
2) Evan Steenson, Signal To Noise Iv.
3) Art Black and White design ho publicado por mnunu-nimune en Rebloggy.