La reducción del presupuesto de la Universidad de Puerto Rico (UPR) a una tercera parte ($300 millones), que ha exigido la Junta de Supervisión Fiscal para los próximos dos años, ha tenido un efecto catalítico en la conversación pública sobre la universidad, y esto ha sido algo positivo. Es menester que nosotros los universitarios intervengamos en la conversación pública sobre la UPR, algo que ya está pasando, para contrarrestar las medias verdades y rumores que han circulado en los medios, y desarmar las mitologías que echan raíces cuando la información correcta y completa no llega al público. Sin embargo, si bien es importante subrayar el valor de las contribuciones que la universidad ha hecho y sigue haciendo a la sociedad y la importancia de defenderla, esto no es decir que todo esté bien, que no haya la necesidad de cambiar. ¿Cómo debemos cambiar? Hay que hablar de números; hay que hablar en detalle sobre lo que hace la universidad y cómo lo hace; y hay que hablar de ideas.
Primero, aunque parece algo que se cae de la mata, ha sido necesario reiterar las grandes contribuciones de la universidad a la sociedad para justificar la inversión del estado en ella. Según un post del vice-presidente de la Asociación de Economistas de Puerto Rico y profesor en la UPR-Cayey, José Caraballo Cueto, en su página de Facebook: “UPR investiga más que todas las privadas juntas”. Además, según Google Scholar, entre los 103 científicos en Puerto Rico más citados por sus pares, noventa y uno son de la UPR[1]. Por supuesto, los estudiantes que reciben una educación de calidad a un precio accesible se benefician enormemente de la universidad junto con sus familias; las compañías que los emplean y todos nosotros también nos beneficiamos de las destrezas que su educación les provee. Sin embargo, como explican los sociólogos del Recinto de Mayagüez Cecilio Ortiz y Marla Pérez, hay otros beneficios indirectos que muchas veces no se admiten.
Las universidades privadas se benefician porque pueden contratar profesores de alto calibre de la UPR a tiempo parcial y, así, mejoran su oferta académica sin tener que pagar los costos de un profesor a tiempo completo, ni financiar la infraestructura ni las descargas que le permiten hacer investigación. Los municipios donde hay recintos de la UPR y los negocios en ellos se benefician de la alta concentración de estudiantes, profesores y empleados de la universidad que contribuyen a la economía. Sin embargo, muchos no quieren reconocer que reducir los fondos invertidos en la UPR por el estado debilitaría no solamente a la universidad sino al país completo, y que las universidades privadas no podrían ni prevenir esto ni beneficiarse de la situación.
La periodista Sandra Rodríguez Cotto explica:
Si se hunde la UPR, se hunden las privadas. Muchos piensan que las universidades privadas saldrán ganando si se cierran recintos de la UPR con el recorte de $300 millones que pidió la Junta de Control Fiscal, pero esto no es necesariamente cierto. Hay que recordar que la UPR aumentó su matrícula al hacer campañas para atraer estudiantes de escuelas públicas y dar el examen de College Board gratis. Muchos de estos estudiantes no irán a las privadas si hay un cierre en la UPR porque no tienen el dinero para pagarlas[2].
Concluye el economista Caraballo Cueto, por su parte, que “austeridad no es sinónimo de eficiencia o efectividad: por recortar 20% del presupuesto de la UPR no mejorarán los procesos ni los programas ni se investigará más. Busquemos eficiencia y luego se lograrán economías, no al revés”[3].
Según Ortiz y Pérez, "los recortes amenazan la provisión de servicios esenciales para el bienestar y la resiliencia del pueblo de Puerto Rico” y “prom[ueven] el desmantelamiento de una de las pocas instituciones que ha probado ser a través de la historia uno de los mejores agentes de movilidad social para nuestro pueblo”[4]. Si bien reconocemos la necesidad de hacer nuestra parte —siendo más eficientes, gastando menos—, no tiene lógica imponerles las limitaciones más onerosas a una de las instituciones que más puede hacer para mejor las circunstancias de Puerto Rico y los puertorriqueños. Como plantea el Profesor Héctor Huyke de UPR-Mayagüez: “Cabe preguntar si existe otra dependencia gubernamental a la que se le está arrancando cerca de un tercio de su presupuesto en esta crisis”[5].
Debemos estar de acuerdo con la importancia de defender la UPR por el bien de todos, sin que esto signifique que está exenta de críticas. Todos sabemos que hay mucho que mejorar y mucho que cambiar. El profesor de Física del Recinto de Río Piedras, Daniel Altschuler, comentó sobre la inquietante ausencia de una conversación sobre la UPR, a pesar de la necesidad apremiante de hablar sobre la situación actual. Altschuler explicó que “el silencio en cuanto al futuro de la universidad me aturde. La falta de acción concreta me desespera, porque es obvio que necesitamos cambios, pero nada cambiará si seguimos haciendo lo mismo”[6]. El mismo día de la publicación del artículo de Altschuler, el sociólogo Emilio Pantojas escribió: “a través del sistema UPR impera la negativa al cambio”[7]. ¿Pero cómo es que se logra el cambio?
El verdadero cambio tiene que estar basado en un consenso logrado a través del diálogo entre las partes interesadas dentro de la universidad. Esto nos permitiría exigir y lograr los cambios acordados que aportarían al bien común. Para lograr esto, hay que hablar abiertamente de los problemas, y las propuestas para resolverlos tienen que ser específicas y estar directamente relacionadas con el mejoramiento del funcionamiento de la universidad y medibles. El professor Ubaldo Córdova, Coordinador de la Academia de Investigación en UPR-Mayagüez, habla con precisión sobre algunas de las fallas graves de nuestro sistema, las cuales hay que subsanar para poder evolucionar y responder a las oportunidades y retos que enfrentamos hoy en día:
Es conocimiento general que la UPR no ha podido operar con eficiencia y no ha creado los mecanismos para conseguir sus propios ingresos, aspirar mayor autonomía fiscal y alejarse de los vaivenes políticos y económicos. Ha dejado a la deriva miles de estrategias y propuestas (de todos los sectores universitarios del país y amigos de la diáspora) que aportarían más fondos a la universidad, mejores servicios, mayor valor y oportunidades para todos. Se ha postergado su evolución en convertirse en líder mundial de innovación e investigación, componentes importantes e imprescindibles para crear riquezas en conocimiento y desarrollo económico en nuestra sociedad[8].
Con este panorama en mente, tomo en consideración algunos de los problemas señalados y cambios propuestos por los profesores Altschuler, Pantojas y Córdova:
Procesos Administrativos. Me consta que hay que agilizar los burdos procesos administrativos que nos cuestan tanto tiempo. "El tiempo es dinero", como dicen, porque el tiempo es productividad. Más tiempo se convertiría en más horas dedicadas a nuestros estudiantes, más investigación, más publicaciones, más servicios y actividades culturales ofrecidos a nuestras comunidades, y más propuestas aprobadas que resultarían en más fondos para la universidad. Solamente esto sería un gran paso adelante, y debería ser la prioridad antes de pensar en cortar programas u otros proyectos de la universidad que proveen empleo a docentes y no-docentes, y dan beneficios tangibles a nuestros estudiantes y la comunida general.
Reestructuración. Ha sido señalado que el sistema en sí es ineficiente y requiere ser reestructurado para ser más eficaz. Altschuler cuestiona la necesidad de mantener 450 programas de estudios en el sistema cuando hay “múltiples programas que son esencialmente la misma cosa”, y propone “poner sobre la mesa la función de todos los recintos, sus fortalezas y debilidades y actuar de acuerdo a lo que sea mejor para la institución a largo plazo”. Nota, por ejemplo, que hay programas en los recintos de Bayamón y Carolina que duplican o complementan programas en Río Piedras y propone analizar la viabilidad de fusionarlos. Aboga por “una transformación de recintos en recintos especializados, únicos en la UPR, cada uno ocupando su nicho”, todos con mayor autonomía, dejando una Administración Central con funciones reducidas. A la vez apoya la expansión de programas exitosos con el potencial de atraer más estudiantes[9].
Pantojas concurre en que “existe duplicidad en las ofertas” y, además, nota que, a pesar de que los tres recintos con programas graduados poseen 53% de los estudiantes en el sistema, reciben solamente 41% del presupuesto, y que las escalas salariales son las mismas a través el sistema no importa la productividad del profesor[10]. Su propuesta no está muy lejos de la de Altschuler. Este último sugiere segmentar el sistema, atendiendo poblaciones diferentes con necesidades diferentes, en recintos diferentes. No propone consolidar ni eliminar recintos, sino “diferenciar los recintos de investigación de los de enseñanza subgraduada y partir de ahí para definir costos diferentes de matrículas y niveles de salarios”[11]. Córdova no propone diferenciar entre los sueldos de profesores en diferentes recintos, pero sí propone compensar más a los que hacen más que solamente dar clase con mejores sueldos y recursos, de manera que logremos obtener más fondos para la investigación, expandamos nuestra oferta a nivel graduado, se apoye económicamente a nuestros estudiantes, generemos más publicaciones, presentaciones y colaboraciones, y que todo lo anterior redunde en más fondos para la universidad.
Hay muchos que resisten la idea de cerrar recintos ya que los recintos contribuyen a las economías de los pueblos donde se ubican, y, como dice Altschuler, existe el temor de que “dejaría a muchos en la calle”[12]. Hay que decidir si debemos reestructurar el sistema; y si debemos, entonces cómo se haría. Esto no es algo que se puede, ni se debe, hacer demasiado rápido, ya que requiere recopilar y analizar información para poder llegar a conclusiones sobre los distintos ofrecimientos de la universidad y discutir lo que debe ser su misión en el siglo veintiuno, reconociendo, como plantea Pantojas, que en el mundo actual “el conocimiento es un bien productivo y la educación una inversión medular de la sociedad”[13].
Ingresos. Si estamos pensando en términos económicos dentro de una crisis económica (hay que hacerlo), también debemos considerar las fuentes de ingreso que sustentan o podrían sustentar a la universidad, sus profesores y sus estudiantes. Cuando Pantojas habla de inversiones y bienes, está subrayando el valor económico de lo que producimos, como hicieron Ortiz y Pérez cuando señalaron como problema la renuencia de reconocer que la inversión en la universidad que hacen los ciudadanos de Puerto Rico a través de su gobierno es una inversión que genera ganancias para todos. Sin embargo, ya que no podemos costear la universidad solamente con los fondos públicos, que son menos cada año, necesitamos aumentar otras fuentes de ingreso. Córdova propone varias estrategias para hacer esto, a la vez que identifica barreras que necesitamos superar para poder hacerlo. Una estrategia es aumentar el número de propuestas aprobadas que apoyan proyectos de investigación. La baja cantidad de investigación en la universidad se debe a la gran cantidad de tiempo que los profesores dedican a dar clases en una universidad donde la carga del profesor promedio es cuatro cursos por semestre, y a cumplir con procesos administrativos en un sistema altamente burocrático con poca ayuda de personal de apoyo. Córdova propone aumentar el número de unidades de desarrollo de propuestas:
Lo adecuado es tener 10-15 redactores de propuestas con conocimiento técnico y que sean motivados por recibir compensaciones adicionales por los fondos que ganan. Esto podría levantar entre $20-50 millones anuales en investigación, innovación, labor creativa, servicio e infraestructura. También podría financiarse a sí misma con los costos indirectos que genere.[14]
Otra estrategia es la creación de una nueva Oficina de exalumnos, con personal capaz de crear bases de datos y diestro en mercadeo y en recaudación de fondos. Según Córdova, la oficina actual, a pesar de las buenas intenciones de su personal, es tan poco profesional que simplemente “no sirve”. Esto es algo que frustra a exalumnos de la UPR deseosos de apoyar a su alma mater. Córdova plantea que una oficina que corre bien podría generar “más de $20 millones anuales y se puede financiar a sí misma”[15].
Una tercera estrategia es la promoción y facilitación de proyectos empresariales que podrían generar ingresos para la universidad, sus profesores y sus estudiantes. Podrían ser empresas universitarias que ofrecen servicios a la universidad y la comunidad aledaña, a la misma vez que proveen empleo a miembros de la comunidad universitaria. La misma estrategia también comprende darles a los estudiantes y a la comunidad universitaria en general la libertad y el apoyo que necesitan para innovar, desarrollar nuevos bienes y servicios, y convertir sus inventos en negocios que generen ingresos. Según Córdova:
Así ayudamos a crear una cultura de personas altamente creativas, autosuficientes, con sed de provocar cambios y aportar a la sociedad. En otras universidades, estos principios generan exalumnos que se convierten en empresarios exitosos y disponibles a donarle a su alma mater su tiempo, mentoría y sobre todo su chequera.[16]
¿Son estos los cambios que necesitamos? Hablemos.
Lista de referencias:
[1] Ranking of scientists in Puerto Rico Institutions according to their Google Scholar Citations public profiles. (January 2017 Edition: 2017.1.1).Ranking Web of Universities. Tomado de:http://www.webometrics.info/en/node/94
[2] Economistas rechazan reforma laboral y otras propuestas económicas. (20 de febrero de 2017). Metro. Tomado de:https://www.metro.pr/pr/economia/2017/02/20/economistas-rechazan-reforma-laboral-otras-propuestas-economicas.html
[3] Economistas se oponen a las reformas para “estimular la economía”. (20 de feberero de 2017). El Nuevo Día. Tomado de: http://www.elnuevodia.com/negocios/economia/nota/economistasseoponenalas... [4] Ortiz, Cecilio y Marla Pérez. (17 de feberero de 2017). El Nuevo Día. Tomado de:http://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/eldilemasocialdelaupr-columna-2292615/
[5] Huyke, Hector J. (14 de febrero de 2017). Antes de recortar en la UPR.El Nuevo Día. Tomado de:www.elnuevodia.com/opinion/columnas/antesderecortarenlaupr-columna-2290989/
[6] Altschuler, Daniel R. (17 de febrero de 2017). 80 Grados. Tomado de:http://www.80grados.net/el-futuro-de-la-upr/
[7] Pantojas Garcia, Emilio. (17 de febereo de 2017). UPR: una reestructuración necesaria. El Nuevo Día. Tomado de:http://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/uprunareestructuracionnecesaria-columna-2292399/
[8] Córdova Figueroa, Ubaldo. (1 de febrero de 2017). ¿De dónde la UPR va a recortar 300 millones? My Science of Things. Tomado de:https://ubaldocordova.wordpress.com/2017/02/01/de-donde-la-upr-va-a-recortar-300-millones/
[9] Op. Cit.
[10] Op. Cit.
[11] Op. Cit.
[12] Op. Cit.
[13] Op. Cit.
[14] Op. Cit.
[15] Op. Cit.
[16] Op. Cit.
Lista de imágenes:
1-11. Universidad de Puerto Rico