Sonia, Gabo y Cheo

~A Claudia Cárdenas, que tanto amor le ha dado a la vida.~

“En los entierros de mi pobre gente pobre cuando se llora es porque se siente de verdad”.[1] El estribillo sonaba en la casa del lado, en Medellín, donde cuatro días antes, el 17 de abril, habíamos recibido una noticia doblemente triste: la muerte de Cheo, intérprete de esa canción, y la de Gabo, que nos dejó un luto como de cien años de soledad,[2] de ese que embarga el corazón por mucho tiempo. Y el día antes, sábado, —¿se pusieron de acuerdo?— Sonia, nos dijo adiós con un, simplemente, yo quiero andar.[3] La inevitable muerte anduvo por Puerto Rico y Colombia el mismo día para luego viajar a la República Dominicana. Tres creadores artísticos de la América nuestra nos dejaron con la palabra en la boca después de habernos enamorado con la estética de sus verbos.

Suele ocurrir que la muerte del otro nos deja perplejos. A mayor cercanía de afinidades, la punzada en el pecho se deja sentir más intensa. Las partidas de Sonia Silvestre, cantante dominicana prolífica, Gabriel García Márquez, laureado escritor colombiano, y José “Cheo” Feliciano, reconocido cantante salsero puertorriqueño, ejemplifican la proximidad dialogal, en estos casos, de literatos o músicos, con la fibra cultural de los pueblos. A ellos los lloramos como a miembros de la familia.

Evocamos sus nombres de pila o los apodos sin la formalidad de incluir los apellidos, porque así es el trato con las personas que sentimos cercanas a nuestras vidas. Cheo se encargó de inmortalizar esa pertenencia con su característico: ¡Familia!, amén de ser la voz que interpretó de modo vibrante las letras populares de otro gran hacedor del arte musical, el compositor boricua Catalino “Tite” Curet Alonso.[4] Asimismo, Sonia, quien caló tan hondo en la fibra social del pueblo dominicano, nos hizo sentir el significado ulterior de Porque llora la tarde,[5] cantada por ella y respondida por nosotros: La tarde está llorando y es por ti…

 

El Gabo no anunció su muerte, no hubo crónica. Nadie espera la desaparición física para siempre de un amigo. Menos si la amistad está construida sobre las bases de un realismo mágico. ¿Es un estado de negación colectiva?  Tal vez. Lo cierto es que ahora sus palabras cobran otro sentido: “La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener”. Digamos que la ausencia del escritor no queda conforme en la presencia de su obra literaria inmortal. Él se va y nos quedamos en este ir y venir como en el final de El amor en los tiempos del cólera:[6]

“El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites. —¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?— le preguntó. 

Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.  

—Toda la vida— dijo”.

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A abril no lo olvidaremos. Sonia, Gabo y Cheo partieron y fueron despedidos con homenajes sentidos y pletóricos de canciones, lecturas y rumba; lágrimas, abrazos y dolor. Un imaginario en común amalgama sus legados históricos y culturales: la construcción de vivencias humanas capaces de trascender tiempos y espacios geográficos para lograr la identificación de muchos. Humanos, creativos en sus quehaceres respectivos, controversiales, identificados con causas sociales y portadores de inquietudes delirantes, supieron apalabrar las aspiraciones de quienes los escuchamos, leímos e identificamos con sus metáforas. Ahora que no están siguen estando.

 

Curiosamente, se fueron los tres en Semana Santa y, precisamente, era domingo de Resurrección cuando escuché aquella otra estrofa de la misma canción en la voz de Cheo:

“Que más perfume que la lágrima sentida que identifica el sufrimiento de la gente porque las flores ya mañana se marchitan y el cementerio es un olvido indiferente”. 

El tributo lo rendía nuestra vecina a Cheo, pero me gusta pensar que también estaba dedicado a Sonia y Gabo de igual modo en Colombia, Puerto Rico o República Dominicana. Honrar las memorias de ellos es solidarizarnos con sus vidas. No sin recordar que la muerte traza una línea fina entre la memoria y el olvido, bien lo cantó ella y yo la dedico a los tres:

Así tan sencillamente, se muere la gente, como quien se va. Así, se viste de olvido, se queda perdido, se oscurece el sol. Así toda la alegría se pierde en un día, se pone a soñar. El sol que nos alumbraba, la voz que me hablaba, se interrumpe así. Así, quien sintió la vida, batalla perdida, guerra por ganar”.[7]

 

Notas:

[1] Cantante: Cheo Feliciano, álbum: Estampas, canción: Los entierrosDiscográfica: Fania Records, año: 1979.

[2] Referencia a: Gabriel García Márquez (1967). Cien años de soledad.

[3] Cantante: Sonia Silvestre, álbum: Yo quiero andar, canción: Yo quiero andar, Discográfica: Karen Records, año: 1989.

[4] Catalino “Tite” Curet (1926-2003) fue, probablemente, el compositor más prolífico de música popular, especialmente, el género de la Salsa, que ha dado Puerto Rico. Escribió sobre 2000 composiciones musicales grabados por diversos cantantes de América Latina. 

[5] Cantante: Sonia Silvestre, álbum: Esta es Sonia Silvestre, canción: Por qué llora la tarde, Discográfica: Karen Records, año: 1974.

[6] Gabriel García Márquez (1985). El amor en los tiempos del cólera.

[7] Cantante: Sonia Silvestre, álbum: Esta es Sonia Silvestre, canción: Así tan sencillamente, Discográfica: Karen Records, año: 1974.